No se necesita hablar fuerte cuando ya se tiene el control. Y Australia, sin decir mucho, controla más litio del que el mundo imagina
Australia no aparece en los titulares por golpes de Estado ni por asambleas constituyentes. No se le acusa de populismo ni se le celebra por ser ejemplo de nacionalización. Pero mientras Sudamérica discute cómo y para quién es el litio, Australia lo produce. Y lo exporta, lo cobra, sin trauma, sin drama, pero con una eficacia que incomoda. Porque en silencio, ya es el primer productor de litio del mundo.
El corazón de roca dura
A diferencia del llamado triángulo del litio, donde el recurso se extrae de salmueras en salares, el litio australiano proviene casi exclusivamente de roca dura, principalmente de espodumeno. Y eso marca la diferencia. No necesita esperar años por la evaporación solar, no depende de condiciones climáticas. Puede triturar, procesar y enviar. La industria minera australiana, curtida por décadas de producción de hierro, oro y carbón, adaptó su musculatura al nuevo oro blanco sin cambiar el modelo. Eficiencia privada, infraestructura robusta, exportación inmediata.
Números que pesan
En 2023, Australia produjo más de 86.000 toneladas de carbonato de litio equivalente, casi el doble de Chile, el segundo productor global. Según el Servicio Geológico de EE.UU., el país tiene cerca de 6,2 millones de toneladas en reservas conocidas, alrededor del 13 por ciento del total mundial. Pero en producción anual no tiene rival. Las exportaciones de litio bruto alcanzaron en 2023 más de 18.600 millones de dólares y se espera que superen los 20.000 millones en 2024, una cifra monumental que convierte al litio en el cuarto mayor rubro exportador del país.
Quién manda en el litio australiano
No es el Estado, ni las provincias, tampoco los pueblos originarios. Son las empresas mineras privadas, la mayoría australianas o chinas, las que extraen, procesan y venden el litio. Los mayores proyectos en operación
1. Greenbushes, en Australia Occidental, el mayor yacimiento de litio del mundo, operado por Talison Lithium, una joint venture entre Tianqi Lithium, Albemarle y IGO Limited. Representa el 51 por ciento de la producción estatal en 2023, con una capacidad anual estimada en un millón de toneladas de concentrado, equivalente a 250 mil toneladas LCE. Genera ingresos por unos 9.500 millones de dólares.
2. Wodgina, también en Australia Occidental, aporta cerca del 12 por ciento estatal. Es operado por Albemarle y Mineral Resources en sociedad con participación china. Tiene capacidad estimada para 900 mil toneladas de concentrado, equivalentes a 162 mil toneladas LCE. Ingresos aproximados, 2.232 millones de dólares.
3. Mount Marion, en Australia Occidental, operado por Mineral Resources y Ganfeng Lithium, con una participación china del 50 por ciento. Representa el 11 por ciento estatal. Produce 365 mil toneladas de concentrado, equivalentes a 100 mil toneladas LCE. Ingresos estimados, 2.046 millones de dólares.
4. Pilgangoora, en Australia Occidental, operado por Pilbara Minerals, con participación de Ganfeng y CATL. Su producción anual ronda las 580 mil toneladas de espodumeno, equivalentes a 95 mil toneladas LCE. Ingresos aproximados, 1.700 millones de dólares. La participación china bordea el 25 por ciento.
5. Mt Cattlin, también en Australia Occidental, responsable del 6 por ciento estatal. Tiene capacidad de 220 mil toneladas de concentrado. Ventas estimadas en 1.116 millones de dólares. Aunque de menor escala, su producción es clave en el abastecimiento global.
6. Mt Holland, proyecto emergente de Covalent Lithium, joint venture entre Wesfarmers y SQM. Tiene capacidad proyectada de 380 mil toneladas de concentrado, 68 mil toneladas LCE, más una planta de hidróxido de 50 mil toneladas LCE. Podría generar entre 1.200 y 1.600 millones de dólares anuales una vez operativo.
Más del 80% del litio australiano se exporta como concentrado de spodumeno, principalmente a China, donde se refina para su uso en baterías. A diferencia de Bolivia, donde el Estado controla todo, en Australia la lógica es puramente de mercado y es quien invierte, produce, quien produce, vende y quien vende, gana.
China, el destino final
Aunque Australia ha sido históricamente aliada de Estados Unidos, el litio fluye a Asia. Más del 70 por ciento del litio extraído va a plantas químicas en China. Washington presiona para que Australia industrialice localmente, pero Canberra no quiere confrontar a su principal socio comercial. Mientras tanto, empresas chinas invierten directamente en los yacimientos y garantizan el flujo estratégico de espodumeno a sus refinerías. Resultado: Australia produce, China refina, Estados Unidos observa.
El Estado ausente
Australia no tiene una empresa nacional del litio, no impone cuotas de valor agregado, no exige refinación local. Y aunque los impuestos mineros y las regalías dejan ingresos, la mayor parte de la cadena de valor, la conversión química, la fabricación de baterías y el ensamblaje de vehículos, ocurre fuera de sus fronteras. Es una paradoja. El país que más litio produce no fabrica una sola batería, ni siquiera tiene planes estatales robustos para hacerlo. La lógica es simple: Australia es el supermercado del mundo. Saca, pesa, empaca y envía.
Y el futuro
Ante el crecimiento explosivo de la demanda, el gobierno australiano ha comenzado a hablar de una estrategia nacional de baterías. Existen tímidas inversiones en plantas de hidróxido de litio y cátodos, pero va muy por detrás de China o incluso de Estados Unidos. Algunas empresas privadas como Liontown Resources y Core Lithium intentan avanzar hacia la refinación local, pero los volúmenes siguen siendo marginales. El desafío es pasar de productor de materias primas a actor industrial. Y eso requiere visión.
Silencio eficiente, pero sin alma
Australia ha ganado la primera etapa de la carrera global del litio. Tiene las minas, tiene la infraestructura, tiene los contratos, pero aún no tiene el alma de una industria soberana. Produce para otros, exporta a otro, se beneficia, sí, pero sin soñar. A diferencia de Bolivia o Argentina, donde el litio es símbolo de esperanza o soberanía, en Australia es solo una línea más en el balance exportador. Y quizá por eso avanza rápido, porque nadie le discute, porque nadie lo politiza, porque nadie lo pone en un mural.
Pero algún día, los australianos se preguntarán si no podrían haber sido algo más que proveedores de polvo blanco para baterías ajenas. Si no era posible tener también fábricas, tecnología, empleo. Si no valía la pena imaginar un país que no solo extrae, sino que transforma.
El litio puede ser silencio o puede ser poder. Australia eligió el silencio.
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