La Franja de Gaza se encuentra sumida en una de las peores crisis sanitarias de su historia. Con más de la mitad de los suministros médicos agotados y un sistema de salud colapsado, miles de ciudadanos se ven obligados a recurrir al mercado negro de medicamentos, un fenómeno que crece rápidamente en los mercados callejeros, agravando aún más la situación humanitaria de la región.

Según el Ministerio de Sanidad en Gaza, el 37% de los medicamentos esenciales y el 59% de los suministros médicos están agotados. Esta escasez afecta de forma grave a tratamientos vitales, como los oncológicos y hematológicos (54% de escasez), salud maternoinfantil (51%), vacunas (42%) y atención primaria (40%). Las causas principales incluyen el cierre prolongado de los pasos fronterizos y las dificultades para introducir ayuda humanitaria y médica en la región.

La situación es especialmente crítica en áreas como cardiología, ortopedia y oftalmología, donde la falta de consumibles médicos alcanza hasta un 99% en algunos casos. Estas carencias amenazan con la paralización total de tratamientos urgentes, cirugías y atención de emergencias.

En este contexto de desesperación, ha surgido un mercado ilegal de medicamentos en puestos callejeros. Sin controles sanitarios ni regulaciones, estos puntos de venta se han convertido en una fuente de alto riesgo para la población. Los medicamentos se ofrecen sin garantía de conservación, en condiciones insalubres y bajo la luz directa del sol, lo que puede provocar la pérdida de eficacia o convertirlos en sustancias peligrosas.

Investigaciones periodísticas revelan que gran parte de estos fármacos provienen de robos a centros médicos y camiones de ayuda. Algunos vendedores, como el identificado como M.N., han admitido obtener productos de hospitales saqueados. Analgésicos potentes, antibióticos y tratamientos para enfermedades comunes se venden a precios inflados, sin receta ni asesoramiento médico.

La falta de opciones ha obligado a ciudadanos como K.S. o Mahmoud al Masri a comprar medicamentos para sus hijos o para enfermedades crónicas como el asma en estos puestos ilegales. En muchos casos, los medicamentos adquiridos son inadecuados o incluso caducados, lo que puede causar efectos adversos graves o empeorar el estado de salud de los pacientes.

Las condiciones de vida en Gaza, como la falta de agua potable, la contaminación ambiental y el deterioro de los alimentos, han empujado a la población a normalizar la compra de medicamentos en estas circunstancias, priorizando la necesidad inmediata por encima de la seguridad farmacológica.

El Ministerio de Sanidad en Gaza ha emitido una advertencia formal a la población para que no compre medicamentos en puestos no autorizados, subrayando que estos productos representan un riesgo letal para los consumidores. La mayoría de estos puntos de venta carecen de licencia y no cumplen ningún tipo de normativa, por lo que los medicamentos ofrecidos pueden ser dañinos o estar completamente adulterados.

El Ministerio insta a los ciudadanos a acudir exclusivamente a farmacias oficiales, aunque reconoce las dificultades de abastecimiento. Se estima que unas 350.000 personas en Gaza padecen enfermedades crónicas, muchas de las cuales requieren tratamiento continuo y especializado.

La situación en Gaza refleja una crisis sanitaria de dimensiones catastróficas que va más allá del desabastecimiento: está socavando los cimientos del sistema de salud y exponiendo a la población a prácticas peligrosas. Mientras no se reabra el flujo de ayuda humanitaria y no se restauren los servicios médicos esenciales, la proliferación del mercado negro de medicamentos seguirá creciendo, poniendo en riesgo la vida de miles de personas cada día. La comunidad internacional enfrenta un llamado urgente para actuar antes de que el colapso sea total.