He pasado treinta años en el Ministerio de Relaciones Exteriores italiano, prestando servicio como diplomático en Buenos Aires, Kathmandu y Kabul. En este recorrido profesional y al mismo tiempo existencial, he visto por dentro el modus operandi de la Farnesina y del Estado italiano en general.
Por Enrico Calamai*
He podido constatar, especialmente en Buenos Aires durante los años de la dictadura, que a menudo se manifiesta una dicotomía entre nuestra cultura democrática y la labor que el conjunto de sus funcionarios tiene que realizar día a día, teniendo que elegir entre una “obediencia debida” al poder real y los valores fundantes de la Constitución italiana. A este respecto, recuerdo la participación italiana en la primera guerra del Golfo, que tuvo que ser presentada al Parlamento como operación de policía internacional, puesto que el artículo 11 de la Constitución italiana repudia la guerra.
Francesca Albanese, que desde 2022 es relatora especial de Naciones Unidas para los territorios palestinos ocupados, desenvuelve un rol político y ético de gran delicadeza e importancia, en defensa de la verdad y del derecho internacional, con toda la fuerza y la lucidez que el inaceptable genocidio en Palestina supone.
Confieso mi personal preocupación porque los ataques que ha recibido –hasta del mismo Presidente de los Estados Unidos de America, Donald Trump– y las verdaderas amenazas de las que ha sido objeto, puedan llegar a constituir un concreto peligro para su inegridad física. Recuerdo, en efecto, la tragedia de la muerte del Secretario General de las Naciones Unidas Dag Hammarskjold, víctima de un atentado al avión en que viajaba, por su valiente actuación en favor de la paz en Congo, donde los intereses neocoloniales chocaban con las legítimas aspiraciones del pueblo.
Considero por tanto fundamental que la sociedad civil sepa unirse alrededor de Francesca Albanese con solidaridad y eficacia, para protegerla de las graves e injustificables presiones a las que está constantemente sometida. De hecho, ella está ejerciendo de manera impecable su rol de funcionario de las Naciones Unidas, creadas en su día en defensa de la paz y de los derechos humanos. Y lo hace, con generosidad, coherencia y gran valor, mientras la actual clase política occidental se demuestra incapaz de gobernar la gravísima coyuntura internacional, como “Los Sonámbulos” de Cristopher Clark respecto a la Primera Guerra Mundial.
* Vicecónsul en Buenos Aires, Enrico Calamai fue enviado en misión a Santiago de Chile, donde trabajó para proteger la vida de los opositores al golpe de Estado del General Pinochet que se habían refugiado en la Embajada de Italia.
De vuelta en Buenos Aires, junto con el sindicalista de la CGIL Filippo Di Benedetto y el periodista del Corriere della Sera Giangiacomo Foà trabajó, sin ningún apoyo de la Embajada, para proporcionar documentos italianos a cientos (quizás trescientos) disidentes, que eran buscados tras el golpe militar; para Mani Rosse Antirazziste preside simbólicamente el Palacio del Viminale, sede del Ministerio del Interior, cada jueves, día vinculado a las protestas de las Madres de la Plaza de Mayo, para denunciar la complicidad italiana en el asesinato de migrantes.













