“No se trata de nacionalizar el litio. Se trata de nacionalizar la dignidad.”

Durante años, nos dijeron que el litio era el nuevo oro blanco. Que gracias a él, Chile podría liderar la transición energética del siglo XXI. Pero en vez de planificar el futuro, el Estado chileno repitió la peor costumbre del pasado: regalar lo nuestro. Hoy, el presidente Gabriel Boric tiene la posibilidad histórica de cambiar eso. Tiene en sus manos el mismo dilema que enfrentó Allende con el cobre en 1971. Y aunque los tiempos han cambiado, la pregunta es la misma, ¿vamos a seguir cediendo nuestra riqueza a privados con trajes y lobbies, o vamos a recuperar lo que nos pertenece? El litio es chileno. Pero el negocio no.

Chile tiene cerca del 24% de las reservas mundiales de litio. El Salar de Atacama concentra el 90% de nuestra riqueza litífera. Pero su explotación está en manos de dos empresas, SQM, la heredera empresarial de la dictadura, y Albemarle, una multinacional estadounidense que extrae sin hacer ruido. Ni una ni otra invierten en ciencia chilena, ni desarrollan tecnología, ni industrializan. Se limitan a sacar, exportar, facturar… y dejar las migajas.

El saqueo con permiso

En 2022, SQM facturó más de US$8.000 millones. De ellos, el Estado recibió alrededor de US$5.000 millones, pero solo gracias a un contrato de arriendo que expira en 2030. Albemarle, por su parte, ganó más de US$7.300 millones, y aportó apenas US$600 millones a Chile. Parecen cifras altas, hasta que uno recuerda que el litio es nuestro. Y que lo venden como si fuera de ellos. En otras palabras, los salares son del Estado, pero los negocios los hacen otros.

No es un recurso, es una renuncia

El problema no es solo económico. Es político. Porque en vez de tener una Empresa Nacional del Litio, lo que tenemos es un acuerdo a medida de los privados. En 2023, Codelco firmó un pacto con SQM que perpetúa el control privado hasta 2030, y solo después (si se cumplen ciertas condiciones) el Estado podría aspirar al 50% del negocio. ¿El resultado? Codelco, que fue creada para defender el cobre de Chile, termina hoy como socio menor de una empresa cuyo fundador se llama Julio Ponce Lerou. ¿El mismo de siempre? Sí. Y el traje ahora es de ejecutivos.

¿Qué se necesita para nacionalizar un recurso natural en Chile hoy?

1. Reforma constitucional o ley orgánica constitucional. La Constitución de 1980 (y su versión reformada) establece que los recursos minerales son de dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible del Estado. Sin embargo, permite la concesión de su explotación a privados. Para prohibir completamente estas concesiones o declarar no concesibles ciertos minerales como el litio, se requiere una ley de quórum alto (ley orgánica constitucional)

2. Ley ordinaria para crear una Empresa Nacional del Litio. El Ejecutivo propone al Congreso la creación de una empresa estatal 100% pública para operar el litio, como se hizo con ENAMI o con CODELCO en 1976. Presidente Boric, el momento es ahora. La buena noticia es que aún estamos a tiempo, pero sí necesitamos voluntad. El presidente Boric si puede:

1. Presentar un proyecto de ley para declarar el litio como no concesible.

2. Crear por ley una Empresa Nacional del Litio.

3. Detener la firma de nuevos contratos extractivos.

4. Renegociar, con fundamentos legales y ambientales, los contratos actuales.

5. Liderar un pacto-país para recuperar soberanía sobre nuestro futuro.

No se trata de expropiar. Se trata de ejercer el poder soberano del Estado. Como se hizo con el cobre.

De Allende a Boric, la dignidad se legisla

Cuando Allende nacionalizó el cobre, no lo hizo solo. Hubo mayoría parlamentaria, presión popular, argumentos legales y (sobre todo) un sentido histórico de justicia. El litio merece lo mismo. Porque si el cobre fue el sueldo de Chile, el litio puede ser su independencia. Y si no lo hacemos ahora, otros lo harán por nosotros. Con otras reglas. Con otros fines. La ironía del progreso ajeno. Mientras Chile exporta toneladas de litio en bruto, importa baterías desde Asia. Mientras se nos promete “valor agregado”, lo que agregamos es exportación sin industria, riqueza sin desarrollo, y contratos sin soberanía.

Australia, con menos litio, tiene encadenamiento productivo. Bolivia, sin litio comercializado, tiene un plan estatal. China, sin salares comparables, controla el 70% del mercado mundial de baterías. Y Chile… sigue esperando. O firmando acuerdos de papel. No hay excusas, hay historia. La derecha dirá que espantamos a los inversionistas. Algunos tecnócratas dirán que no tenemos capacidad. Y otros susurrarán que es mejor una “alianza” que un “conflicto”. Pero la historia enseña que sin conflicto no hay cambios. Y que sin coraje no hay soberanía. Si Boric quiere dejar huella, este es el momento. No para pelear con los privados, sino para poner al Estado al centro. No para romper contratos, sino para recuperar el mandato de gobernar con dignidad.

Epílogo. El polvo o el poder

Podemos elegir entre seguir administrando contratos ajenos o construir una estrategia nacional. Entre seguir llorando el saqueo o recuperar lo que nos pertenece. Entre repetir la historia del salitre… o aprender de la historia del cobre. El litio es el espejo de nuestro temor o de nuestra audacia. Y ya es hora de mirarnos. Porque Chile no necesita un milagro. Necesita un presidente que anuncie con voz de pueblo…. “Señores, el litio vuelve a casa”. Y que firme no con tinta… sino con historia….