8 de abril 2025, el Espectador

El 5 de abril fue un día positivo para la paz de Colombia. Dos eventos dejaron en evidencia que la construcción de paz está viva en el corazón de las comunidades, en la perseverancia de las plataformas independientes, en la decisión del gobierno y en las mesas de diálogo.

Dos ciudades, dos momentos y un mismo mandato: no más violencia.

En Bogotá la delegación del gobierno a la mesa con el ELN (“la mesa está congelada, pero nosotros no”, afirma Vera Grabe), convocó a la ciudadanía, a movimientos que defienden la paz y los derechos humanos, comunidad internacional, ONG, líderes y lideresas, artistas, iglesias, invitó a quienes quisieran vincularse a este espacio para oír, pensar, hablar y actuar por la paz de Colombia. “Este encuentro (…) es sobre todo por la paz como camino, como diálogo, como cultura, como respeto a la vida y a la comunidad”.

El Centro Cultural Gabriel García Márquez abrió sus puertas con generosidad, el congreso mostró el compromiso de distintas instancias “con todas las paces de Colombia” y quedó claro que la paz es una responsabilidad colectiva que necesita la participación firme y permanente de la sociedad civil.

Bien por Vera Grabe y por Iván Cepeda, gestores del congreso y ejemplo de perseverancia y fortaleza en esta retadora historia de evolucionarnos hacia un país libre de violencia. Un auditorio lleno y más de 4000 conectados virtualmente dejaron claro que la paz es un derecho y un deber, la acción humanitaria no da espera y la mesa que se encuentra suspendida debe retomarse cuanto antes; se ratificó la urgencia de proteger la vida de firmantes de paz, líderes y lideresas y consolidar un Movimiento por la Paz que articule las plataformas que ya existen y “lidere la más amplia acción contra la guerra y las violencias”.

El mismo día, 830 kilómetros al sur, se llevó a cabo en la ciudad de Pasto el evento sobre avances de paz territorial en Nariño. El Coliseo del Barrio Obrero fue testigo de una multitud que a lo largo de toda la ceremonia ovacionó al presidente Petro, respaldó su política de paz y le demostró casi con fervor, su gratitud y confianza en él, en la Consejería de Paz dirigida por Otty Patiño, y en el liderazgo del gobierno departamental. Felicitaciones a la mesa con Comuneros del Sur, que logró la entrega y posterior destrucción controlada por parte del ejército de “una tonelada de material explosivo y los aditamentos para su uso, minas antipersonas, granadas y morteros de 60 y 120 mm”. Las armas serán entregadas los próximos meses “en el momento de concentración”.

La directora de Sustitución de Cultivos de uso ilícito anunció las hectáreas que serán intervenidas en Nariño, y Fondopaz informó sobre la inversión que ya se está haciendo en infraestructura de salud y educación y dotación de maquinaria amarilla. Ambos anuncios son consecuencia de lo que han logrado las mesas de diálogo con Comuneros del Sur y con la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano, y reflejan lo que se puede lograr cuando hay sintonía y sinergias al interior del gobierno.

Uno puede hundirse en un centímetro de agua o en el vaso medio vacío que muchos insisten en ver porque -nadie lo niega- siguen los confinamientos, enfrentamientos y asesinatos. Pero uno también puede elegir ver el vaso medio lleno y celebrar que avanza la paz territorial y por cada munición entregada y destruida va implícita una vida que se salva, un campesino que volverá a su parcela y un pescador a su red; y presenciar la luz, cuando un rancho que tiene clausurados los ojos con los maderos del penúltimo naufragio, ya no tenga miedo y sus ventanas se vuelvan a abrir.

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