El pasado viernes 12 de noviembre, el Instituto de políticas públicas Humanizar organizó el conversatorio Desigualdad creciente: un desafío para la economía, en el que participaron decenas de personas a través de diversas redes.

En el mismo se hizo un análisis de la situación actual y se buscaron posibles salidas para dar respuesta a la desigualdad económica que aumenta sin parar.

Por nuestro lado, defendimos la puesta en marcha de una renta básica como un primer paso para la redistribución de la riqueza, que se acumula más y más en menos manos cada día,  entendiendo que una RB no es la solución a todos los problemas que hoy viven las poblaciones y que ha de ir acompañada de otras políticas públicas. Compartimos aquí algunas ideas básicas que planteamos con los participantes, como base para el intercambio que se desarrolló después. Debajo pueden ver el vídeo de todo el acto.

 

La renta básica como una respuesta a la desigualdad creciente

El título que nos convoca en este encuentro «Desigualdad creciente: un desafío para la economía» , ya define algo que todas y todos conocemos: La desigualdad va en aumento y el COVID la ha disparado. Millones de seres humanos se ven arrastrados a la pobreza mientras una minoría se enriquece más y más.

 

Daremos algunas pinceladas sobre el momento actual como contexto

Los avances en inteligencia artificial, robótica, tecnológicos en general… generan:

De un lado, cada vez más riqueza que se acumula en menos manos como hemos dicho, una riqueza que –según expertos diversos- daría para que toda la humanidad viviera en condiciones de vida digna.

Y por otro, la automatización del empleo supone pérdida de puestos de trabajo remunerado, lo que implica que cada día van cayendo miles y miles de personas al abismo de la precariedad y la pobreza.

Esto implica que se ha roto la ecuación por la cual empleo/salario era igual a supervivencia. Algo fundamental a anotar.

 

Pero vayamos a la segunda parte del título de este conversatorio: «UN DESAFÍO PARA LA ECONOMÍA»

Un desafío perdido, me atrevo a afirmar, si seguimos empeñados en dar las mismas respuestas. Lo explicaremos.

En esta situación, en la que cada día más población va cayendo en la precariedad y la pobreza, algunos gobiernos (otros ni eso) siguen apostando por implementar ayudas para pobres, que buscan parchear la situación pero que no resuelven el problema porque no van a la raíz del mismo.

Hablamos de que tales ayudas no ponen en tela de juicio esa acumulación de riqueza y, como consecuencia, la desigualdad social que genera…. Es como querer dar agua con las manos a una multitud de sedientos.

Es evidente que estas ayudas están permitiendo malcomer a un porcentaje de la población, allí donde se han implementado, no podemos negarlo pero comprobamos -una vez más- que tales ayudas no llegan a todos los que las necesitan; que llegan tarde, que siguen estigmatizando a quienes las reciben y que una parte nada desdeñable del presupuesto previsto para las mismas se pierde en la propia gestión…

…Esto sin entrar, en la concepción misma de tales ayudas: porque se apoyan en la caridad, en la entrega de las migajas que el propio poder deja caer de lo que ha robado a todos… Este modelo vertical en el que unos pocos se han apoderado de lo que es de todos (como apuntara el pensador argentino Mario Luis Rodríguez –SILO- en sus Cartas a mis Amigos)…  nos está llevando al desastre y esto hay que cuestionarlo con todas nuestras fuerzas… porque el futuro común está en juego  en este momento.

Sin duda, estamos ante un desafío para la economía, un desafío socio-económico, un desafío psicosocial, si me permiten, porque estamos ante una crisis estructural, que afecta a todas las esferas de la vida personal y social.

Así es que no vemos otro modo de dar respuesta a este desafío, a esta crisis en la que estamos, a esta encrucijada en la que nos encontramos y que tan bien describió Guillermo Sullings en su libro “Encrucijada y futuro del ser humano”, no vemos otro modo que ir a la raíz del problema, a esa concentración de la riqueza  y abogar por la redistribución de la misma para asegurar la subsistencia de toda la humanidad.

Y para ello, necesitamos apostar por una economía de solidaridad (lejos, contraria –diría yo- a la de caridad),  una economía que se apoye en derechos, en derechos humanos, y el primero de ellos, no puede ser otro que garantizar la supervivencia de las personas, de las poblaciones, de la humanidad entera.

Sin duda, han de tomarse muy diferentes medidas desde distintos campos, pero hay una medida que puede acabar con el hambre de un plumazo y que sería un paso en la redistribución de la riqueza. Hablo de entregar una renta básica universal e incondicional a toda la población. O lo que en algún país, como Argentina, ciertos colectivos y activistas han denominado Ingreso Ciudadano Universal.

Hago un inciso: en nuestro caso, preferimos hablar de renta básica porque el propio término renta implica que se nos están devolviendo los beneficios generados por un bien que nos pertenece, por un bien colectivo en este caso, un bien que nos corresponde a todos.

¿Y cuál es ese bien colectivo? Sin duda, toda esa riqueza que crece, una riqueza que declaramos desde ya, es de todos, porque se produce por acumulación histórica, por el trabajo de miles de generaciones y por el aporte de todas y todos en este momento, a través del trabajo en general y del empleo en particular, de los impuestos, del consumo, etc.

 

Ahora bien, ¿De qué hablamos cuando hablamos de renta básica?

Se trata de una asignación que el estado entregaría a cada persona, por el hecho de haber nacido tal, para asegurar su subsistencia y que cuente con condiciones de vida dignas (comida, casa, energía, comunicaciones…)

Una renta básica tiene algunas características, podríamos decir:

Es universal, se entrega a toda la población, desde el más pobre al más rico, a todas las personas. Estamos hablando de derechos y reivindicamos –desde colectivos y activistas diversos, en mi caso desde la RHxRBU que se reconozca como derecho universal. Y para que sea tal, ha de darse a todos, sin excepción.

Ello no implica que toda la población gane con una renta básica, los más ricos la recibirían también pero no ganarían con ello, perderían porque tendrían que pagar más impuestos que irían destinados al pago de la citada renta básica.

Es incondicional. A nadie se le pregunta si es rico o pobre, si tiene ganas o no de trabajar …

Se trata de una asignación individual, se entrega a cada persona a diferencia de las ayudas para pobres que, habitualmente, van dirigidas a núcleos familiares,  y que, de haber hombres en tal unidas, suelen ser quienes las reciben, quedando la mujer y los hijos en situación de dependencia.

Y además ha de ser suficiente, de un monto igual o superior al umbral de la pobreza…

Por supuesto, ha de ser una medida permanente. Es decir, que suponga que pasamos a otra etapa, en la cual dejemos de estar preocupados por la subsistencia, con la consecuente pérdida de temor al hambre, a la enfermedad y la muerte, ligadas a la miseria y la precariedad ¿Se imaginan cuánto dolor y sufrimiento eliminaría la implementación de una renta básica?

Por supuesto, al recibir una renta básica obtendríamos otros beneficios, además de la eliminación de la pobreza y la estigmatización que produce la misma; se reconocería el trabajo de cuidados –un trabajo no remunerado y fundamental para la vida y que, mayoritariamente es desarrollado por mujeres y niñas-, el trabajo voluntario que tanto bien hace a quien lo desarrolla y a la sociedad, el trabajo artístico –en general no pagado- vital para el espíritu… Daría independencia a mujeres, al colectivo LGTBI, mejoraría sustancialmente la vida de niños y niñas (recordemos que la población porcentualmente más afectada por el azote de la pobreza es la infancia… Ganaríamos todas y todos en libertad, libertad para negociar un empleo, libertad en nuestras relaciones, libertad para disponer de nuestro tiempo, etc. Podríamos dedicarnos a lo que consideremos nos permita desarrollarnos y desde donde podamos aportar más y mejor a la comunidad.

Como decía, pondría un peldaño para pasar a otra etapa de la historia y eso es posible porque hay riqueza más que sobrada y esa riqueza es de todas y todos, insisto.

Sobre la financiación de una renta básica, hay estudios hechos con datos concretos y se proponen diferentes medidas: como subida de impuestos para las grandes fortunas, que la fiscalidad sea progresiva, modificación de tipos impositivos sobre las rentas personales, impuestos sobre las operaciones en bolsa (Tasa Tobin), sobre los robots, persecución del fraude fiscal, investigación de paraísos fiscales, etc.

En realidad, bien sabemos que no es un problema de dinero, lo que se necesita es voluntad política.

 

Evolución en la defensa de una renta básica

Pero veamos cómo ha ido evolucionando la defensa de esta iniciativa a lo largo del tiempo. No echaremos la mirada siglos atrás aunque viene de lejos la defensa de una medida parecida…

Acerquémonos en el tiempo, ¿Recuerdan que hasta hace dos años, nadie hablaba de renta básica excepto unos cuantos locos.? Ah, Pero desde entonces y especialmente a partir de la aparición del COVID en nuestras vidas, hablan de la posibilidad de su implementación desde representantes de Naciones Unidas, hasta políticos gobernantes de diferentes países, periódicos como el Financial Times –nada sospechoso de revolucionario-, ya se venía hablando del tema en ámbitos como los encuentros de Davos, donde han asistido especialistas como Guy Standing o Rutger Bregman. El tema se ha extendido y ya no suena a tan loco. Quizás su implementación esté más cerca de lo que creemosy ello por pura necesidad.

Hablemos ahora y rápidamente de proyectos que están empujando en la dirección de su concreción.

En la Unión Europea se ha puesto en marcha una Iniciativa Ciudadana Europea. Esto significa que entre el 22 del pasado septiembre y hasta el 21 de septiembre del 2021, se recogerán 1 millón de firmas (imprescindible que sean, al menos, en 7 países de la Unión) que se presentarán ante el Parlamento Europeo, lo que obligará a que se debata en el mismo la posible implementación de una renta básica para los ciudadanos de la Unión.

Pero ya hay experimentos y todos muestran efectos positivos para quienes han recibido estas asignaciones y la comunidad en la que viven.

Rescataremos algunos:

Alaska: Desde 1982 todo ciudadano recibe ingreso anual variable de alrededor de 2000 dolares que le es entregado por el gobierno en base a los beneficios que genera el petróleo, un bien no renovable y que es considerado de todos. No es suficiente pero ayuda –según encuestas hechas- a la economía personal y familiar notablemente.

Dauphin (Canadá): Entre 1974-1979 se implementó una renta básica. Los resultados sacados a la luz hace unos pocos años, son sorprendentemente positivos: la mujeres pudieron ocuparse de los cuidados en la familia, los niños pudieron terminar la escuela básica, bajó la delincuencia, el alcoholismo, las enfermedades…

También, se han llevado a cabo experimentos o se están desarrollando en este momento en Finlandia, Barcelona (España), Maricá (Brasil), Uganda, India,Kenia, etc.

En ningún caso aumenta la inflación y sí se dinamiza la economía; anima a los beneficiados a emprender proyectos económicos, a trabajar más, aumenta notablemente la independencia de la mujer, aumenta la escolarización, se abre el futuro en general… algo que al propio sistema capitalista le debería interesar.

No entraremos en detalles pero, por supuesto, con una renta básica no se pone en cuestión el empleo. Si alguien quiere dedicar su vida a trabajar remuneradamente, está muy bien. Ni tampoco una renta básica genera vagos, se ha demostrado en los experimentos llevados a cabo.  Podemos profundizar en estos temas después, si hay tiempo e interés.

 

Resumiendo

Estamos ante una caída del empleo y el que hay cada día es más precario, por tanto la ecuación empleo/salario igual a supervivencia ya no funciona para buena parte de la población y cada vez afectará a más.

Ello es producido por los avances en la automatización del empleo, por avances tecnológicos de todo tipo, en robótica, inteligencia artificial… Elementos que, al mismo tiempo, generan más y más riqueza.

Una riqueza que es de todos porque se ha ido produciendo por acumulación histórica del trabajo de miles de generaciones y por el aporte actual de toda la humanidad.

Por tanto, ha llegado el momento de redistribuir esa riqueza que un día nos robaron y que sigue robándonos esa minoría que la acumula sin sentido alguno en cuanto a beneficio social.

Y ello –tal redistribución- es vital por justicia social, por necesidad de supervivencia,y porque hay condiciones materiales para que demos un salto como humanidad como nunca antes lo hemos dado, en cuanto a liberarnos de condiciones que nos generan dolor y sufrimiento, y por qué no decirlo, liberarnos también del empleo, especialmente de empleos esclavizantes.

Ahora bien, nada se nos fue devuelto sin más por quienes nos quitaron lo que era de todos (intencionadamente no digo “se nos dio» o «se nos concedió”), insisto ningún derecho se nos devolvió sin que hayamos trabajado por ello. Por tanto, exijamos, presionemos para que desde Naciones Unidas sigan insistiendo en su aplicación y para que los gobiernos apuesten por políticas que pongan como prioridad a las personas y aseguren la sobrevivencia y condiciones de vida digna para toda la población a través de una renta básica universal e incondicional… o una medida parecida.

Será el primer paso en la reparación histórica de personas, pueblos, continentes enteros, esquilmados y condenados a la discriminación y la miseria por siglos.

Hoy es posible. Les animo a trabajar por ello

Muchas gracias.

Aquí el vídeo de todo el conversatorio.