En un mundo donde las grietas del unipolarismo estadounidense se ensanchan como fisuras en un glaciar en derretimiento, el reciente documento chino sobre su política hacia América Latina y el Caribe, publicado el 10 de diciembre de 2025, emerge no solo como una hoja de ruta estratégica sino como un manifiesto filosófico de igualdad y prosperidad compartida. Mientras Pekín teje una red de solidaridad con la región, impulsada por un comercio bilateral que superó los 518 mil millones de dólares en 2024 y se proyecta a crecer un 7% en exportaciones regionales hacia China en 2025 según la Cepal, Donald Trump agita su «Corolario a la Doctrina Monroe» –ese manotazo de matón del barrio decadente– con aranceles del 25-50% a naciones como Brasil y Colombia, patrullas navales coercitivas y alianzas ideológicas condicionales que huelen a desesperación por una guerra tecnológica y comercial ya perdida. El contraste es abismal: China ofrece la Iniciativa de la Franja y la Ruta como puente de civilizaciones, mientras el imperio yankee en su agonía recurre a amenazas de fuerza letal contra cárteles y migrantes, como detalla la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 de Washington. Analistas como Parsifal D’Sola Alvarado, director de la Fundación Andrés Bello, subrayan que este paper chino redefine prioridades, pasando de catálogos económicos a un «laboratorio regional» de la agenda global de Xi Jinping, alineado con el Sur Global. Frente al trumpismo, que según Chatham House genera «riesgos a largo plazo» al alejar moderados como Chile y Brasil, Pekín posiciona a América Latina como «tierra maravillosa de vitalidad y esperanza», un socio en la modernización mutua.
El intercambio comercial entre China y América Latina ilustra esta brecha con cifras contundentes que humillan la retórica proteccionista de Trump. En 2024, el volumen bilateral alcanzó los 518.47 mil millones de dólares, un alza del 1.1% interanual, con China como segundo socio comercial de la región y primero en América del Sur, absorbiendo un tercio de sus minerales y el 75% de las importaciones globales de soja. Brasil lidera con 181.53 mil millones en 2023 –un 6.1% más–, exportando soja, hierro y carne por 122.42 mil millones mientras importa maquinaria china; en los primeros cuatro meses de 2024, las exportaciones de autos chinos a Brasil crecieron un 372.4%, alcanzando 762 millones de dólares. Chile, principal proveedor de cobre y litio, registró 61.66 mil millones en 2024, consolidando a China como su mayor socio desde el TLC de 2006, con ventas de frutas, vino y minerales que sostienen la transición energética asiática. Perú no se queda atrás: 43.36 mil millones en 2024, siete veces más desde su TLC de 2010, impulsado por cobre y minerales críticos que Pekín necesita para baterías y tecnología. Estas cifras, proyectadas por Bloomberg Línea a un 13% de aumento en importaciones desde China para 2025, contrastan con la contracción del comercio estadounidense, erosionado por aranceles trumpianos que, como advierte el Diálogo Interamericano, desvían flujos hacia Pekín. El matón del barrio, en su pánico por perder hegemonía productiva –China ya domina en vehículos eléctricos, con exportaciones a Latam up 55% en 2023–, responde con tarifas punitivas que solo aceleran su irrelevancia.
Desde la prospección china, este documento vislumbra un horizonte de interdependencia estratégica, como analizan estudios del Centro de Investigación Chino-Latinoamericano: no es mero comercio de materias primas, sino inserción en cadenas globales de valor, con ALC como proveedor clave de recursos para la «nueva infraestructura» (telecom, finanzas verdes, transición energética). Parsifal D’Sola enfatiza que el paper alinea la región con iniciativas de Xi como la Comunidad de Futuro Compartido, proyectando a China no como potencia del Sur Global –»se desplaza por el planeta», dice un análisis de Política China–, sino como arquitecto de gobernanza multipolar. Académicos chinos en Theory China destacan el «alcance estratégico del XV Plan Quinquenal», donde Latam es pivote para diversificar mercados ante sanciones yankees, asegurando litio peruano y cobre chileno para la supremacía en IA y espacio. En palabras del portavoz Guo Jiakun, es un «mapa de ruta» para beneficio mutuo, anticipando fragmentación regional por el «corolario Trump» que, según The Diplomat, solo fortalece a Pekín al alejar a Brasil y Chile de Washington.
Los principios filosóficos fundamentales del plan chino –igualdad, beneficio mutuo, no injerencia, apertura innovadora– beben de Confucio y el pensamiento de Xi sobre civilizaciones, trascendiendo el mercantilismo para erigir una «comunidad de destino compartido». Rechaza el hegemonismo –ese pecado yankee expuesto por Trump con su Monroe 2.0–, abrazando la multipolaridad donde «consultas extensivas, contribución conjunta y beneficios compartidos» reforman la gobernanza global, como propone la Iniciativa Global de Desarrollo (IDG). Parsifal D’Sola lo llama «nueva narrativa civilizatoria», un salto de matrices numéricas a programas holísticos: solidaridad política, desarrollo económico, intercambio civilizatorio, seguridad compartida y lazos entre pueblos. Frente al decadente imperio trumpiano, que patina en deudas y guerras proxy, China ofrece win-win confuciano, criticado por pensadores como Joseph Nye como «poder blando superior» al yankee en erosión.
Ahondemos en el Programa de Solidaridad, pilar político-diplomático que propone intercambios de alto nivel y apoyo mutuo en soberanía, incluyendo el principio de una sola China. Ejemplos concretos: fortalecimiento del Foro China-CELAC, con cumbres anuales y mecanismos tripartitos abiertos; reforma de G20, OMC y FMI vía coaliciones Sur-Sur. En respuesta al matón Trump, que amenaza con invadir México por fentanilo, China respalda la «Zona de Paz» declarada por Latam en 2014, promoviendo consultas extensivas sin condicionalidades ideológicas, como el respaldo a Palestina en BRICS que tanto irrita a Washington.
El Programa de Desarrollo, el más robusto con 17 áreas, despliega la IDG y Franja y la Ruta para comercio, inversión e infraestructura. Comercio: ferias anuales y 11 TLC existentes, apuntando a diversificar exportaciones latinas más allá de commodities. Inversión: fondos RMB y PyMEs, con China acumulando 600.800 millones en IED hasta 2023. Energías: nucleares como Changjiang en Argentina y renovables en Chile, donde Pekín financia parques solares por gigavatios. Infraestructura: ferrocarriles en Brasil (150 mil millones anuales de comercio) y puertos en Perú. Agricultura: seguridad alimentaria con semillas chinas en Venezuela; sci-tech: BeiDou en Chile para minería precisa y IA conjunta en Brasil. Aduanas y clima: cooperación verde que contrasta con el negacionismo climático trumpiano. Ejemplo paradigmático: en Perú, proyectos mineros chinos generan empleo y tecnología, no deuda odiosa como las trampas yankees del FMI.
El Programa de Civilizaciones, bajo la Iniciativa Global de Civilizaciones (ICG), fomenta diálogos culturales, con 50.000 becas educativas hasta 2025, centros Confucio en toda Latam y coproducciones mediáticas. Deportes: apoyo a Juegos Panamericanos; medios: Xinhua en español para contrarrestar fake news de Fox. En Brasil y Chile, festivales culturales han multiplicado el turismo, humanizando lazos frente a la xenofobia trumpiana que etiqueta migrantes como «invasores».
La seguridad en el Programa de Paz aplica la Iniciativa Global de Seguridad (ISG): cooperación militar no letal, justicia penal y anticorrupción –China exporta expertise post-Fuxin–, ciberseguridad contra amenazas híbridas yankees y no proliferación nuclear. Ejemplos: patrullas antinarcóticos conjuntas en Colombia sin tropas invasoras, y centros de datos seguros en México, rechazando bases estadounidenses que Trump multiplica en Panamá.
Finalmente, el Programa de Pueblos prioriza bienestar: reducción de pobreza con modelos chinos replicados en Bolivia, salud post-pandemia con vacunas Sinopharm en Perú (millones de dosis), consulados ampliados y turismo sin visa para 30 países latinos. Subnacional: hermanamientos entre Sichuan y São Paulo, empoderando gobernadores sobre dictados centrales de Washington.
Este documento chino no es un panfleto: es antídoto al imperio en barrena, donde Trump, como diagnostica Wang Yiwei en Renmin University, da «manotazos» por perder en 5G, EVs y supply chains. Analistas chinos en ISSRA ven a Latam pivotando hacia Pekín, redibujando dinámicas regionales ante un Tío Sam que, en palabras de Noam Chomsky, «declina como Roma». La crítica al trumpismo es inevitable: su Plan Cóndor 2.0 –apoyo a Milei, presiones a Lula– acelera fugas, como advierte ThinkChina: «hardline push fortalece China». El decadente matón, cegado por MAGA, ignora que su guerra comercial ha elevado exportaciones chinas a Latam un 13% en 2024, mientras su PIB se estanca.
En cierre reflexivo, el documento de 2025 invita a América Latina a elegir: la mano extendida de Confucio, forjando futuro compartido, o el puño cerrado del agonizante imperio, prometiendo solo cenizas de hegemonía. Como sentenciaba Sun Tzu, «el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar»: China gana corazones y mercados, mientras Trump pierde el hemisferio. La región, tierra de Bolívar, merece soberanía, no vasallaje. En esta encrucijada multipolar, el faro chino ilumina un amanecer donde el Sur Global dicta su destino, libre de matones del barrio.
Siglas:
ALC: América Latina y el Caribe (región abarcada por el documento chino, desde México hasta el Caribe).
BeiDou: Sistema de navegación satelital chino (equivalente al GPS estadounidense, usado en minería precisa en Chile y agricultura en Brasil).
Cepal: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (agencia de la ONU que proporciona datos comerciales, como el crecimiento del 7% en exportaciones a China para 2025).
EVs: Vehículos Eléctricos (sector dominado por China, con exportaciones a Latam que crecieron 55% en 2023 y 372% a Brasil en 2024).
FMI: Fondo Monetario Internacional (institución de gobernanza global que China busca reformar vía coaliciones Sur-Sur).
Fuxin: Referencia al modelo post-Fuxin de China (ciudad en Liaoning transformada de minería a desarrollo sostenible, exportado como expertise anticorrupción y justicia penal a Latam).
G20: Grupo de 20 (foro de líderes mundiales para reforma económica global, promovido en el Programa de Solidaridad chino).
ICG: Iniciativa Global de Civilizaciones (propuesta de Xi Jinping para diálogos culturales, con becas y centros Confucio en Latam).
IDG: Iniciativa Global de Desarrollo (eje del Programa de Desarrollo chino, enfocado en Franja y la Ruta, comercio e infraestructura).
IGG: Iniciativa Global de Gobernanza (reforma de OMC, FMI y ONU con consultas extensivas y beneficios compartidos).
IED: Inversión Extranjera Directa (capital chino acumulado en 600.800 millones de dólares en Latam hasta 2023, en minería y puertos).
ISG: Iniciativa Global de Seguridad (Programa de Paz chino, con cooperación no letal en ciberseguridad y antinarcóticos).
MAGA: Make America Great Again (eslogan y política de Trump, criticada como proteccionismo decadente que acelera avances chinos).
OMC: Organización Mundial del Comercio (institución reformada por China para equidad Sur-Norte).
PCCh: Partido Comunista de China (autor intelectual de las iniciativas globales de Xi).
RMB: Renminbi (moneda china o yuan, usada en fondos de inversión y swaps comerciales con Latam para reducir dependencia del dólar).
Sci-tech: Ciencia y tecnología (áreas clave como IA, espacio y BeiDou en el Programa de Desarrollo, con ejemplos en Brasil y Chile).
TLC: Tratado de Libre Comercio (11 vigentes con China, como el de Chile 2006 o Perú 2010, base del comercio de cobre y litio).













