La herencia pinochetista en los discursos actuales
Chile encara una elección que no solo mira al futuro. Lleva en su espalda un pasado que todavía respira en la política y en la conversación pública. Aunque hayan pasado décadas desde el fin de la dictadura, el legado pinochetista continúa vivo en conceptos que se instalan con naturalidad en los debates actuales. La idea de que el orden depende de una autoridad incuestionable. La sugerencia implícita de que los derechos se administran como favores. La fantasía de que el país avanzaría más rápido si dejara de discutir y volviera a obedecer. Esa herencia no se presenta como nostalgia, sino como sentido común. Es un eco del pasado que intenta definir el presente.
El problema es que este legado no aparece como un análisis crítico de la historia, sino como un recurso político usado por sectores que buscan reinstalar la lógica del poder vertical. Es un retorno simbólico a un tiempo donde la ciudadanía no tenía voz y donde la economía era administrada para unos pocos. La dictadura dejó una estructura cultural que nunca se desprogramó del todo y que ahora resurge bajo formas más sofisticadas. Chile enfrenta una elección que no solo define un gobierno. Define también si rompe o rehabilita esa herencia que aún opera como base emocional de ciertos discursos.
La normalización de la mano dura como proyecto político
En el debate político chileno la idea de la mano dura dejó de ser una propuesta extrema para transformarse en una oferta mainstream. El discurso que antes estaba relegado a sectores marginales se convirtió en parte del menú oficial de campaña. La normalización de la fuerza como solución inmediata a problemas complejos no surgió espontáneamente.
- Se instaló paso a paso.
- Se disfrazó de firmeza.
- Se presentó como coraje.
- Se vendió como política eficiente.
La mano dura se convirtió en un producto electoral atractivo porque promete soluciones rápidas en un país cansado de diagnósticos.
Lo peligroso es que esa normalización altera la percepción de lo posible. La gente empieza a creer que el control militar es opción legítima para situaciones que deberían resolverse con herramientas civiles.
- Empieza a aceptar que la libertad puede negociarse en nombre de la seguridad.
- Empieza a ver la represión como medida preventiva.
Cuando un país llega a ese punto la democracia entra en tensión. La mano dura no cierra crisis, las aplaza a cambio de más conflicto. Pero en el clima actual la propuesta parece razonable para muchos y esa aceptación sin reflexión es el síntoma exacto del desgaste institucional.
La ultraderecha reescribiendo la historia para justificar el presente
Cada vez que un país entra en un ciclo de miedo y ansiedad, surgen sectores empeñados en reescribir la historia. La ultraderecha chilena intenta presentar la dictadura como un periodo de orden y prosperidad, ignorando que ese orden se sostuvo sobre violaciones sistemáticas de derechos humanos. Esa manipulación no es accidental, es una estrategia para justificar un modelo de sociedad donde la autoridad se impone y el debate se reprime. Necesitan un pasado heroico para legitimar un presente autoritario. Por eso maquillan cifras, relativizan crímenes y siembran dudas sobre hechos que están documentados en informes y testimonios incontestables.
Reescribir la historia tiene un propósito claro. Convertir el autoritarismo en alternativa política. Normalizar la idea de que un gobierno fuerte puede garantizar estabilidad aun a costa de libertades fundamentales. El problema es que esa narrativa no solo tergiversa el pasado, también intoxica el futuro. Un país que acepta una versión editada de su historia queda expuesto a repetirla. El trabajo de la ultraderecha consiste en borrar el dolor colectivo y reemplazarlo por un relato convenido donde la dictadura aparece como corrección necesaria para un país supuestamente ingobernable. Esa operación cultural es una amenaza profunda porque abre la puerta a un retroceso político disfrazado de orden.
Jóvenes desconectados del trauma, pero expuestos al relato manipulado
Las nuevas generaciones nacieron lejos de la dictadura y crecieron en un país donde el discurso oficial de la transición intentó cerrar heridas sin cerrar debates. No vivieron la persecución ni el toque de queda ni el miedo cotidiano. Su relación con el pasado está construida a través de relatos familiares, clases escolares y la presencia constante de los medios. Esa distancia debería ser una oportunidad para una comprensión más crítica de la historia. Sin embargo, en el clima actual, esa distancia se convierte en vulnerabilidad frente a narrativas manipuladas que presentan la dictadura bajo una luz engañosa.
Muchos jóvenes están expuestos a discursos que minimizan los abusos del pasado y que simplifican la historia como un conflicto entre orden y caos. En redes sociales circulan versiones distorsionadas que glorifican figuras autoritarias y ridiculizan la memoria de las víctimas. Es un fenómeno global, pero en Chile tiene un peso especial porque el trauma de la dictadura todavía marca a millones de familias. La desconexión generacional se vuelve peligrosa cuando la historia se transforma en producto viralizado por cuentas que lucran con la polarización. La juventud es terreno en disputa porque representa el futuro político del país. Y quienes controlan el relato controlan también la dirección del voto.
La línea fina entre autoridad y autoritarismo
Chile enfrenta un dilema que no siempre aparece de forma explícita en las campañas. La diferencia entre autoridad y autoritarismo es cada vez más frágil. La autoridad es una herramienta legítima de cualquier Estado. Se apoya en la confianza, en la transparencia y en el respeto a los derechos fundamentales. El autoritarismo en cambio se basa en la obediencia. No necesita confianza, necesita miedo. Cuando un país no distingue entre ambas cae en una pendiente que lo lleva a justificar medidas que rompen el equilibrio democrático. Esa pendiente no comienza con un golpe, comienza con un aplauso.
La delgada línea se vuelve más difícil de ver cuando los problemas reales presionan con fuerza. La delincuencia, la desconfianza en las instituciones y la desigualdad generan un clima donde las soluciones rápidas parecen más seductoras que las políticas complejas. En ese ambiente la autoridad legítima puede ser desplazada por la tentación autoritaria. La historia chilena demuestra que esa transición puede ocurrir sin ruido. Basta que el país acepte que los derechos pueden postergarse y que el debate puede suspenderse. La democracia se debilita cuando cede ante la urgencia y el autoritarismo prospera cuando la urgencia se vuelve norma.
EL FUTURO NO ESTÁ ESCRITO
Chile ha enfrentado sombras más densas que las actuales y aun así ha logrado avanzar hacia una democracia más amplia y consciente. La memoria no desaparece. Cambia de forma. Pasa de generación en generación como un hilo invisible que recuerda que la libertad no es regalo sino conquista. El debate político puede estar contaminado por discursos que buscan rehabilitar versiones parciales del pasado, pero la ciudadanía chilena ha demostrado una capacidad notable para reconocer cuando la historia intenta repetirse. La conciencia social crece en los momentos más tensos, no en los más cómodos. Y el país tiene reservas de lucidez que despiertan cuando la democracia está en riesgo.
El futuro sigue abierto y nada obliga a Chile a caminar hacia un modelo autoritario disfrazado de firmeza.
- Las generaciones jóvenes pueden convertir su distancia respecto del trauma en fuerza crítica.
- Los ciudadanos pueden rechazar narrativas que reducen la historia a una caricatura.
- El país puede elegir un camino donde la autoridad no necesite miedo y donde el debate no sea visto como amenaza.
La sombra de la dictadura puede ser confrontada con información, memoria y cohesión social. Chile ya ha demostrado que sabe construir luz incluso en los momentos más oscuros.
También puede hacerlo ahora. El futuro aún puede escribirse con dignidad si el país decide hacerlo despierto…
Fuentes bibliográficas
- Ministerio del Interior de Chile
Informe Anual de Seguridad Pública 2024.
- Instituto Nacional de Estadísticas
ENUSC 2023–2024.
- Universidad Diego Portales
Informe de Opinión Pública 2024.
- Servicio Electoral de Chile
Estadísticas Electorales 2017–2025.
- PNUD
Democracia, Miedo y Autoritarismo en América Latina, 2024.
- Observatorio de Medios, Universidad de Chile
Comunicación del Miedo y Construcción del Orden, 2023.













