A cuarenta años de la catástrofe de Armero, el recuerdo mantiene viva una imagen por encima del resto de los hechos.

La noche del 13 de noviembre de 1985, el volcán Nevado del Ruiz escupió su lava y lo que sucedió después está registrado en los anales como uno de los grandes desastres de la historia colombiana. En apenas veinte minutos la lengua de escoria de la erupción arrasó con la localidad tolimense de Armero.

De aquella tragedia, una imagen quedó registrada como el icono de lo sucedido. Descubierta entre los cascotes por un socorrista el 14 de noviembre, Omayra Sánchez se convirtió, durante sesenta horas más, en la figura del desastre y la desesperación, pero también de la esperanza. Que nadie pudiera hacer nada por salvarla fue la muestra más palpable de la incompetencia humana frente a la naturaleza; y su testimonio, la representación de la entereza de una niña para afrontar su destino.

Omayra fue el paisaje de la desolación de Armero al asistir impertérrita a lo que se iba desarrollando a su alrededor sin que hubiera manera de sacarla de su situación. El lodo, los escombros y las rocas aplastaron la vida de más de veintidós mil personas, pero sobre todas ellas nos quedó la vida, y la muerte en directo, de Omayra, la niña que se constituyó en paisaje.

La fotografía de Omayra Sánchez tomada por Frank Fournier, a la sazón premio World Press Photo, causó tal impacto y revuelo internacional que las miradas se giraron hacia la situación de Colombia y cuestionaron la falta de liderazgo y la inacción de la clase política de entonces. Omayra fue el paisaje de Armero, igual que treinta años después otro menor de edad, Alan Kurdi, se convirtió en el paisaje del drama migratorio.

Armero fue la crónica de una muerte anunciada. Los mapas de riesgo elaborados meses antes por la actividad del volcán ya advertían de los riesgos. Pero, como casi siempre, las autoridades los ignoraron y minimizaron unos efectos que se mostraron devastadores, mortales, inolvidables. Cuatro décadas después, cientos de familias siguen buscándose y preguntándose qué pasó y porqué. Un paisaje de pérdidas humanas y materiales en el que, a pesar de todo, se le seguía apostando a la vida. Omayra y Armero, paisajes de una escalera al cielo*

Hay una sensación que tengo cuando miro hacia Occidente (Armero)
Y mi espíritu llora por irse
En mis pensamientos he visto anillos de humo a través de los árboles.
Y las voces de aquellos que están mirando
Ooh, me hace preguntarme
Ooh, realmente me hace preguntarme
Y se susurra que pronto si todos tomamos la melodía
Entonces el flautista nos llevará a la razón.
Y un nuevo día amanecerá para aquellos que resisten mucho
Y los bosques resonarán con risas.
[…]
El flautista te está llamando para que te unas a él.
Querida señora, ¿puede oír soplar el viento?
¿Y lo sabías?
¿Tu escalera descansa sobre el susurro del viento?
Y a medida que avanzamos por el camino
Nuestras sombras son más altas que nuestra alma.
Allí camina una dama que todos conocemos.

(*) «Stairway to heaven» (escalera al cielo) es una canción incluida en el cuarto disco de la banda británica Led Zeppelin que fue publicado en el mes de noviembre de 1971, catorce años antes de la imagen icónica de Omayra, paisaje y parte sustancial y eterna del desastre de Armero y de Colombia.