“No hay independencia mientras un ser humano pertenezca a otro. La esclavitud no es pasado en Mauritania y si es presente disfrazado de costumbre”
EL PAÍS QUE AÚN NO ES LIBRE
Mauritania se levanta sobre un mar de arena y silencio. En el mapa aparece como una nación soberana del Sahel, con casi 5 millones de habitantes y vastos recursos minerales. En la realidad, es el último país del mundo que abolió oficialmente la esclavitud, en 1981, y el único que la tipificó como delito recién en 2007, más de dos siglos después de la Revolución Francesa y medio siglo después de su independencia.
Pero las leyes no rompieron las cadenas. Según la ONU, Amnistía Internacional y la Walk Free Foundation, entre 90.000 y 150.000 personas continúan viviendo en servidumbre hereditaria, equivalentes al 3% de la población total. No se trata de metáforas, se trata de hombres, mujeres y niños que nacen, trabajan y mueren bajo el dominio de clanes árabes-bereberes que heredan personas como si fueran ganado. En los barrios de Nuakchot, en los pueblos agrícolas de Kaedi o en las aldeas perdidas de Kiffa, familias enteras sirven sin salario, sin documentos y sin voz.
La esclavitud moderna en Mauritania no lleva grilletes de hierro, sino cadenas de costumbre y religión mal interpretada. Se sostiene en un sistema feudal amparado por el miedo y la indiferencia internacional. Es un crimen que se repite a la vista de todos y que el Estado oculta bajo el manto de la tradición. No hay independencia posible cuando una parte del pueblo pertenece a otra.
“Esta columna sobre Mauritania abre la herida y pone nombre al silencio del país que aún no es libre. “
“Su desafío no es abolir la esclavitud en la ley, sino en la conciencia.”
- EL PAÍS DE LAS ARENAS Y LAS SOMBRAS
Mauritania es el país donde el desierto parece no terminar y la historia no avanzar. Con un territorio de 1 millón de km², es una franja inmensa entre el Magreb árabe y el África negra, entre la arena del Sahara y las aguas del Atlántico. En el papel es república, pero en la práctica funciona como un mosaico de tribus, castas y contratos mineros que nunca beneficiaron al pueblo. Su ubicación geográfica la convierte en un enclave estratégico ya que limita con Argelia, Mali, Senegal y el Sahara Occidental y sirve de frontera invisible entre dos mundos que apenas se reconocen.
Bajo su superficie, el país es un cofre repleto de minerales, posee hierro, cobre, oro y gas natural. La empresa estatal SNIM (una de las mayores del continente) exporta cada año más de 12 millones de toneladas de hierro, valoradas en USD 1.500 millones, principalmente a China, Francia y España. Las reservas de oro superan los USD 45.000 millones, y los nuevos yacimientos de gas costa afuera, explotados junto a BP y Kosmos Energy, podrían generar ingresos de USD 1.200 millones anuales. Sin embargo, ese brillo se apaga en las cifras sociales y es que el 45% de la población vive en pobreza multidimensional, el índice de alfabetización apenas alcanza el 55% y el desempleo juvenil supera el 31%.
El PIB total de Mauritania ronda los USD 11.000 millones, con un ingreso per cápita inferior a USD 2.200. El 10% más rico controla el 60% de los recursos. Las minas, las rutas y el Estado están en manos de una élite árabe-bereber (los Beydanes) que heredan poder como se heredan los esclavos. La economía es extractiva, la política es hereditaria y la justicia es un espejismo. Es un país dividido entre el mar y el desierto, entre la riqueza que se exporta y la miseria que se queda. En Mauritania, el oro reluce, pero las cadenas nunca se oxidaron.
2.LAS CADENAS HEREDADAS
En Mauritania la esclavitud no se recuerda, se vive. No es una sombra del pasado, sino una estructura que aún respira en cada casta, en cada aldea y en cada apellido. “Los haratin, descendientes de esclavos africanos, siguen atrapados en una servidumbre hereditaria” frente a “los Beydanes, las tribus árabe-bereberes que concentran el poder político, militar y religioso”. Nacer haratin equivale a nacer sin nombre, sin propiedad y sin futuro.
Aunque la esclavitud fue abolida en 1981 y criminalizada en 2007, la ley no penetró en los desiertos ni en las mentes de quienes gobiernan. Los amos alegan “protección espiritual” o “tradición familiar” para conservar el control de sus siervos. Algunas autoridades religiosas locales citan el Corán fuera de contexto para justificar la sumisión, en una distorsión que ofende tanto a la fe como a la dignidad. La impunidad es casi absoluta ya que entre 2015 y 2024 se registraron más de 600 denuncias formales por esclavitud, pero menos del 5% derivó en condena efectiva.
Los haratin constituyen aproximadamente el 30% de la población, unos 1,5 millones de personas que en su mayoría viven en pobreza extrema, sin acceso a la tierra ni a la educación. En Nuakchot, Kaedi, Rosso y Kiffa, familias enteras trabajan como servidumbre doméstica o agrícola a cambio de techo y alimento, sin documentos y sin salario. En las zonas rurales, la esclavitud se hereda por linaje, igual que el color de la piel o el apellido.
El valor económico del trabajo esclavo se estima en USD 200 millones anuales, una cifra que se filtra hacia la economía informal y los circuitos de exportación agrícola. La herencia colonial francesa dejó una burocracia moderna, pero no desmontó la estructura tribal que sustenta el poder. En Mauritania, el siglo XXI llegó sin liberar el siglo XIX y las cadenas ya no se ven, pero siguen apretando.
3.CIFRAS DURAS DE LA ESCLAVITUD ACTUAL
La esclavitud en Mauritania tiene nombre, rostro y número. Según la Global Slavery Index 2024, más de 150.000 personas viven hoy bajo condiciones de servidumbre hereditaria o trabajo forzoso, lo que equivale al 3% de la población nacional. Es la tasa más alta del mundo en proporción a sus habitantes. La esclavitud no se esconde en los desiertos lejanos, sino que se instala en los barrios de Nuakchot, en las zonas agrícolas de Kaedi y Rosso, en los talleres de Kiffa y en las haciendas de Tidjikja, donde la pobreza se confunde con el cautiverio. Allí, familias enteras trabajan sin salario ni documentos, sometidas a patrones que las “heredan” como parte de su patrimonio familiar.
El 70% de las personas esclavizadas son mujeres y niños. Las mujeres son empleadas como servidumbre doméstica en las casas de la élite urbana o como jornaleras agrícolas en las zonas rurales del sur. Los niños, desde los 7 años, cuidan ganado, limpian o recolectan dátiles por un plato de comida. Según Amnistía Internacional, más de 40.000 menores están atrapados en este sistema invisible. En 2024, la OIT calculó que el valor económico de su trabajo no remunerado supera los USD 200 millones anuales, una suma que sostiene el confort de los poderosos y la indiferencia de las autoridades.
Entre 2019 y 2024 se registraron más de 600 casos judiciales por esclavitud y trabajo forzoso, pero menos del 5% llegó a sentencia. Los juicios se dilatan, los jueces son designados por clanes y los acusados gozan de protección política. Ningún alto funcionario ha sido condenado por complicidad o encubrimiento.
En paralelo, el comercio ilegal de personas hacia Mali y Senegal genera alrededor de USD 25 millones al año, según la ONUDC, con redes de tráfico que cruzan el río Senegal y trasladan jóvenes para explotación agrícola, doméstica o sexual.
Los esclavos de Mauritania no desaparecieron, solo cambiaron de nombre y ahora se les llama sirvientes, ayudantes o dependientes pero su condición no cambió. El país que presume de leyes modernas convive con un crimen que aún se hereda y en las arenas de Mauritania, la libertad sigue siendo un privilegio y no un derecho.
- QUIÉNES LA EJERCEN Y QUIÉNES SE BENEFICIAN
En Mauritania, la esclavitud no es un vestigio, es un sistema con estructura y rentabilidad. Las castas Beydanes, descendientes árabes-bereberes que representan menos del 20% de la población, concentran el 80% del poder político, militar y judicial. Desde 1960, nueve de los diez presidentes han pertenecido a esa élite. Controlan los presupuestos nacionales (más de USD 4.200 millones anuales) y reparten contratos públicos entre familias y clanes.
Los Beydane (o Bidhan) son la casta dominante de Mauritania, descendiente de la fusión entre árabes y bereberes del Sahara occidental. Su origen remonta a los siglos XI al XIII, cuando tribus árabes migraron desde el Magreb hacia el sur, imponiendo su lengua y su cultura sobre las poblaciones bereberes sanhaya. Este sistema árabo-bereber, forjado por la guerra y el comercio transahariano, moldeó la identidad mauritana moderna, donde la herencia beydán aún define el poder, el idioma y las tensiones étnico-sociales del país.
Los ingresos de las exportaciones mineras y pesqueras superan los USD 2.500 millones al año, pero menos del 10% llega a los programas sociales. En los suburbios de Nuakchot o Kiffa, la mayoría de los haratin vive con menos de USD 1,90 diarios, mientras las familias dirigentes acumulan fortunas superiores a USD 300 millones en bancos extranjeros.
El poder económico de los Beydanes se asienta sobre la tierra y el mar. Poseen más del 70% de las tierras fértiles del sur y las licencias de pesca industrial del Atlántico, que generan USD 500 millones anuales en exportaciones de pulpo, atún y merluza. En los campamentos mineros del norte, el trabajo forzado y los contratos precarios son parte del engranaje.
La empresa estatal SNIM, que produce 12 millones de toneladas de hierro por año, obtiene ingresos cercanos a USD 1.500 millones, de los cuales una fracción significativa depende de mano de obra subpagada o sin registro. Alrededor de USD 200 millones se pierden cada año por corrupción, evasión y sobreprecios en suministros.
El circuito de materias primas sin trazabilidad es el canal perfecto para la esclavitud moderna. Se estima que más de USD 800 millones en productos (hierro, oro, cobre y pescado) se exportan cada año sin certificación de origen laboral.
Los principales destinos son China, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Francia, cuyos compradores rara vez auditan las condiciones humanas de producción. Cada tonelada de hierro o cada contenedor de pescado lleva oculto el trabajo de cientos de esclavos invisibles. En términos globales, el valor económico del trabajo esclavo y forzado en Mauritania ronda los USD 400 millones anuales, equivalente al 4% del PIB nacional.
Denunciar ese sistema es tan peligroso como enfrentarlo. Según la Red Ira-Mauritania, más de 120 activistas han sido encarcelados en los últimos cinco años y al menos 15 han desaparecido. Las represalias incluyen confiscaciones, torturas y destierro.
El costo económico del silencio también se mide en cifras y las pérdidas derivadas de represión, corrupción y sanciones potenciales superan los USD 1.000 millones al año en inversión internacional no concretada. En Mauritania, hablar de libertad puede costar la vida, y se debe callar la dignidad de todo un pueblo. El poder se alimenta del oro, del miedo y de los miles de millones que produce cada año un país aún encadenado.
5.LA RESISTENCIA HARATIN
En el corazón de Mauritania, donde la arena parece borrar los rastros de todo intento de cambio, persiste un movimiento que no se rinde. Los haratin, descendientes de esclavos, conforman el mayor grupo oprimido del país (alrededor de 1,5 millones de personas) y son el alma de la resistencia civil.
Desde hace dos décadas, organizaciones como IRA-Mauritania (Initiative for the Resurgence of the Abolitionist Movement) y SOS-Esclaves desafían el poder tribal, militar y religioso que perpetúa la servidumbre. Sus campañas de denuncia, educación y empoderamiento comunitario se sostienen con pocos recursos, no más de USD 300.000 anuales, provenientes de donaciones y organismos internacionales.
El rostro más visible de esta lucha es Biram Dah Abeid, activista haratin y dos veces candidato presidencial. Ganador del Premio de Derechos Humanos de la ONU en 2013 y del Premio Front Line Defenders en 2016. Ha pasado más de 30 meses en prisión por “incitar al odio” y “alterar el orden público”, delitos que en Mauritania equivalen a decir la verdad.
Pese a los intentos del gobierno por silenciarlo, Biram lidera una red de más de 15.000 voluntarios que documentan abusos, rescatan familias esclavizadas y promueven alfabetización en comunidades rurales. Su movimiento estima que el costo anual de mantener la estructura esclavista (subsidios ocultos, pérdida de productividad y evasión fiscal) supera los USD 500 millones, una herida económica que sangra tanto como la moral.
Hasta ahora, más de 400 comunidades liberadas intentan reconstruir su identidad en cooperativas agrícolas, radios comunitarias y escuelas improvisadas. Sin embargo, solo 1 de cada 10 exesclavos logra un empleo formal, y menos del 20% accede a educación básica.
La precariedad sanitaria también es brutal, ya que un 70% carece de atención médica regular y la mortalidad infantil en los asentamientos haratin duplica el promedio nacional. Las ayudas internacionales no superan los USD 10 millones al año, cifra ínfima frente a los USD 2.500 millones que generan las exportaciones mineras y pesqueras del país.
Aun así, la resistencia crece. En los suburbios de Nuakchot, mujeres haratin organizan cooperativas de tejidos y microcréditos de apenas USD 200 por persona. En las zonas rurales, jóvenes alfabetizan a adultos bajo árboles y techos de palma.
Cada radio comunitaria encendida, cada escuela abierta, cada huerto recuperado es un acto de emancipación y desafío al sistema. Los haratin saben que la libertad no se pide, se construye y en una nación que aún no ha aprendido a ser libre, ellos son la voz que no se deja enterrar por la arena.
6.LA OTRA ESCLAVITUD. MUJERES Y MIGRANTES
Mauritania exporta más que minerales, ya que exporta su pobreza, su gente y sus heridas. Miles de mujeres haratin trabajan como servidumbre doméstica en las casas de la élite mauritana, donde el salario promedio no supera los USD 40 mensuales y la jornada puede extenderse más de 14 horas al día. Las más jóvenes son enviadas a Arabia Saudita, Kuwait y Qatar bajo contratos firmados por agencias privadas que operan con la aprobación del Estado.
Según la OIM (2024), más de 12.000 mujeres mauritanas fueron víctimas de trata hacia el Golfo Pérsico, donde muchas terminan esclavizadas por deudas o en condiciones de explotación sexual. El beneficio económico de estas redes de tráfico humano se estima en USD 60 millones anuales, una cifra que compite con los ingresos legítimos por exportación de ganado o productos agrícolas.
El drama no termina en el desierto. Las costas del Atlántico, entre Nuadibú y Canarias, son escenario de una tragedia constante. Cada año, más de 8.000 personas mueren o desaparecen intentando cruzar hacia Europa en embarcaciones precarias, conocidas como pirogues. Cada viaje cuesta entre USD 1.000 y 1.500 por persona, y el negocio de los traficantes mueve alrededor de USD 120 millones anuales.
Mauritania se ha convertido en un corredor migratorio para miles de africanos del oeste (senegaleses, malienses, guineanos) que buscan el mar como última salida y encuentran la muerte como destino.
El país es esclavo de sus propias fronteras. Recibe USD 200 millones al año en ayudas de la Unión Europea para contener la migración, pero esos fondos se traducen en represión, cárceles y acuerdos con milicias costeras. El hambre y la falta de oportunidades empujan a miles hacia la trata y la travesía. El tráfico de mujeres y migrantes genera en total más de USD 180 millones al año, una industria de la desesperación que florece entre el desamparo y la corrupción.
Mauritania vive una esclavitud de nuevo tipo, que ya no se marca con hierro, sino con sellos y pasaportes. Cada cuerpo que cruza el desierto o el océano es una factura más en la economía del dolor. El país que no rompió sus cadenas se ha convertido en exportador de sus propias almas.
7.EL PAÍS DE LOS MINERALES Y LOS FANTASMAS
Mauritania es un territorio donde las riquezas naturales conviven con la pobreza más severa. Posee las segundas reservas de hierro más grandes de África, con más de 1.500 millones de toneladas, y yacimientos de oro valorados en USD 45.000 millones, además de gas natural costa afuera estimado en USD 60.000 millones.
Sin embargo, el país ocupa el puesto 160 de 193 en el Índice de Desarrollo Humano (PNUD 2024), un retrato crudo de cómo la abundancia puede coexistir con la miseria. El PIB total ronda los USD 11.000 millones, y el ingreso promedio por habitante no supera los USD 2.200 anuales. La riqueza no se distribuye, ya que se concentra en manos de una minoría y en los balances de corporaciones extranjeras.
La empresa estatal SNIM (Société Nationale Industrielle et Minière) exporta cada año más de 12 millones de toneladas de hierro, generando ingresos cercanos a USD 1.500 millones, mientras las multinacionales mineras como Kinross Gold (Canadá) y Kosmos Energy (EE. UU.) operan con beneficios superiores a USD 700 millones anuales.
En contraste, más del 60% de los mauritanos vive con menos de USD 2 diarios, y solo el 35% tiene acceso estable a electricidad. La minería representa el 25% del PIB, pero apenas aporta el 6% en impuestos efectivos, debido a exenciones y contratos de explotación firmados bajo gobiernos militares. Entre sobornos, sobreprecios y evasión, se pierden alrededor de USD 400 millones al año.
El gas natural del Atlántico, promovido como salvación, podría generar hasta USD 1.200 millones anuales a partir de 2025, pero los acuerdos de producción favorecen en un 70% a las empresas extranjeras. Las regalías que ingresan al Estado son inferiores a lo que gasta en armamento y subsidios al combustible. La paradoja es cruel y es que un país sentado sobre riquezas equivalentes a USD 100.000 millones mantiene a su población entre las más pobres del planeta.
Las riquezas no liberan, concentran poder. Las minas de hierro de Zouerate y los pozos de gas del Atlántico Norte son fortalezas económicas rodeadas de barrios de miseria. Cada tonelada de mineral extraída deja un vacío más profundo en la dignidad colectiva. En Mauritania, el oro no brilla sino enceguece. En el desierto, la desigualdad resplandece más que el metal y los fantasmas del hambre siguen cavando junto a los obreros invisibles que nunca serán dueños de la tierra que trabajan.
8.CÓMO DERROTAR LA ESCLAVITUD
Derrotar la esclavitud en Mauritania no es un sueño, es una urgencia moral. No se trata de una reforma legal, sino de una cirugía nacional. Cada día que pasa, USD 400 millones generados por el trabajo forzado o por la pobreza estructural sostienen una economía construida sobre la humillación. El país necesita ahora una revolución educativa, judicial y ética.
La libertad no se decreta, se enseña. Incluir a los niños haratin en el sistema escolar es el primer paso para romper una cadena de siglos. Hoy, menos del 40% de ellos asiste a clases, y el costo de integrarlos plenamente no superaría los USD 60 millones anuales, una cifra ínfima comparada con los USD 500 millones que el Estado destina cada año a gasto militar. La educación no es gasto y es la herramienta más poderosa contra la lepra social de la esclavitud.
El segundo frente es la justicia. Se necesitan tribunales independientes, jueces capacitados y protección real para las víctimas. La creación de tribunales especializados en derechos humanos requeriría una inversión inicial de apenas USD 25 millones, pero podría liberar a más de 150.000 personas de la servidumbre hereditaria.
Hoy, las cortes están bajo control tribal, y la impunidad cuesta tanto como el oro, las pérdidas económicas por corrupción judicial superan los USD 200 millones anuales. La esclavitud persiste porque denunciar es peligroso y castigar, imposible. Romper esa lógica exige sanciones internacionales reales y vigilancia constante.
La comunidad internacional también tiene deudas con Mauritania. Los países y empresas que compran su hierro, su gas y su pescado sin exigir trazabilidad son cómplices silenciosos. La implementación de auditorías obligatorias y certificaciones de origen ético podría afectar exportaciones por USD 2.500 millones, pero salvaría la dignidad de millones. El comercio no puede seguir premiando a los que esclavizan. Europa y China compran el 80% de los recursos del país y ellos deberían pagar también el costo moral de lo que consumen.
Fortalecer a la sociedad civil es otro pilar. Los medios libres, las radios comunitarias y las ONG abolicionistas sobreviven con presupuestos menores a USD 1 millón al año. Multiplicar por diez ese apoyo (una cifra ridícula frente a los USD 11.000 millones del PIB) significaría dar voz a los que hoy hablan desde la clandestinidad. Sin libertad de prensa no hay libertad de pueblo.
La lepra de la esclavitud no se cura con discursos, sino con decisión. Mauritania debe elegir entre seguir siendo una república de sombras o convertirse en una nación de ciudadanos. Ninguna religión, tradición o frontera justifica la servidumbre. No hay modernidad sin igualdad y no hay independencia mientras un hombre pertenezca a otro.
El grito debe ser ahora, libertad para los haratin, justicia para los silenciados y educación para los niños que nacen en cautiverio. Que el mundo mire a Mauritania y la obligue a mirarse en su propio espejo. No se trata de compasión, se trata de humanidad. La esclavitud no es un pasado lejano, es una herida abierta. Y una nación que no la cierre, morirá desangrada entre su oro y su vergüenza.
9.MATERIAS PRIMAS Y SAQUEO HISTÓRICO
Mauritania es un manual vivo de cómo funciona el saqueo de materias primas. Hoy sus exportaciones se concentran en cinco rubros principales, hierro, oro, cobre, pesca industrial y moluscos. Solo en 2024 el país exportó alrededor de USD 4.150 millones en bienes, en que el 76% provino del sector extractivo: hierro, oro, gas, cobre y pesca.
SNIM vendió más de 14 millones de toneladas de mineral de hierro en 2023 por unos USD 1.367 millones, mientras la pesca y los productos del mar superaron los USD 800 millones en valor de exportación.
Sin embargo, el Índice de Desarrollo Humano mantiene a Mauritania en la parte baja de la tabla mundial y más del 60% de su población vive con menos de USD 2 al día. La riqueza entra por los barcos de mineral y pescado y sale por las cuentas bancarias en el extranjero.
Los datos anteriores a la era colonial son fragmentarios. No existía minería industrial y el “recurso” más saqueado eran seres humanos esclavizados junto con la goma arábiga, el ganado y la sal. A partir del siglo XX, con la explotación francesa del hierro y luego con SNIM el saqueo se vuelve medible.
Aun así, la mayor parte de los estudios coinciden en un patrón estable: desde 1960 una parte minoritaria de la renta se queda en el país, mientras la mayor porción se fuga como beneficios de empresas extranjeras o capitales locales expatriados.
Lo que sigue es una tabla narrativa que resume de manera sintética esa historia de extracción por siglos. Son órdenes de magnitud razonables, no cifras contables exactas porque el propio saqueo se encargó de borrar los registros.
Siglo XVII 1600–1699
Oro y esclavos, extracción artesanal y caravanas transaharianas, con un valor estimado conjunto del orden de USD 2.000 a 3.000 millones a precios actuales. Casi todo se fue hacia los imperios del norte de África y el comercio atlántico, a Mauritania como territorio casi nada volvió en forma de inversión ni infraestructura.
Siglo XVIII 1700–1799
Goma arábiga, ganado, sal, esclavos e intensificación del comercio con puestos franceses en la costa con un valor acumulado aproximado USD 4.000 a 6.000 millones. Menos de un 5% retornó en forma de bienes básicos, como telas y armas baratas. El resto alimentó las economías de Francia, Portugal y redes comerciales del Magreb.
Siglo XIX 1800–1899
Goma arábiga, productos del Sahel, esclavitud interna y consolidación del dominio colonial francés en la región, por un valor estimado USD 8.000 a 10.000 millones en recursos y trabajo forzado. Mauritania siguió sin carreteras ni servicios básico, la inversión colonial en territorio fue mínima, por debajo de un 10% del valor extraído, el beneficio real fue para Francia y sus compañías comerciales
Siglo XX 1900–1999
Hierro, cobre, oro y pesca industrial. Desde 1963, ferrocarril de Zouerate a Nuadibú. Fue el arranque de la minería moderna en los años treinta, expansión fuerte desde los sesenta, con producción acumulada de hierro y otros minerales del orden de cientos de millones de toneladas con un valor aproximado de USD 80.000 a 100.000 millones a precios constantes. Se estima que entre el 60 y 70% de esa renta neta terminó fuera del país en beneficios repatriados, pago de deuda y fuga de capitales. La mayor parte hacia Francia, Europa Occidental y empresas mineras de Canadá y Estados Unidos.
Siglo XXI 2000–2025
Hierro, oro, cobre, gas, pesca industrial, moluscos y harina de pescado. En 2024 las exportaciones totales rondaron los USD 4.150 millones (con oro por USD 1.730 millones, hierro por USD 1.660 millones, moluscos por USD 448 millones, pescado congelado por USD 382 millones y cobre por USD 159 millones en un año). Acumulado desde 2000, el valor exportado en materias primas supera los USD 60.000 a 80.000 millones.
Diversos análisis del EITI y del Banco Africano de Desarrollo indican que la captura fiscal efectiva y la inversión social se mueven en torno a un 25 a 35% de la renta mientras el resto se dispersa en exenciones, contratos opacos, costes financieros y beneficios que salen del país hacia Europa, China, los países del Golfo y accionistas de multinacionales.
CINCO SIGLOS DE SAQUEO
Si se mira el conjunto de estos 5 siglos la imagen es, saqueo. En recursos tangibles como oro, hierro, cobre, gas, pesca, más el trabajo humano esclavizado, Mauritania generó un valor equivalente a decenas de miles de millones de dólares por siglo en los periodos recientes y miles de millones en los periodos más antiguos.
Un rango conservador habla de más de USD 150.000 millones extraídos desde 1900 hasta hoy, de los cuales solo una fracción menor se tradujo en escuelas, hospitales, carreteras o agua potable. Lo demás se fue en beneficios empresariales en cuentas de élite y en desarrollo ajeno.
Mauritania es un país rico en cifras y pobre en vida. Cada tonelada de mineral, cada barco cargado de pescado, cada gramo de oro que sale por sus puertos es una línea más en el balance del saqueo. Mirar estos números en perspectiva no es un ejercicio académico. Es la evidencia de que la esclavitud no solo encadenó cuerpos, sino también siglos enteros de futuro robado.
10.EL COSTO DE LA LIBERTAD Y DE SALIR DE LA MISERIA
Liberar a Mauritania de la esclavitud y de la pobreza extrema no es una quimera económica, sino una decisión política. Hoy el país tiene un PIB cercano a USD 11.000 millones y más de 58% de su población es pobre en términos multidimensionales, la pobreza extrema ronda el 6,5%, con cientos de miles de personas viviendo con menos de USD 2 diarios.
Frente a esta realidad repetida, los recursos necesarios para cambiar el rumbo son enormes, pero siguen siendo pequeños comparados con lo que ya genera el país en hierro, oro, gas y pesca.
Para atacar de raíz la esclavitud hereditaria la clave es educación, justicia y poder comunitario. Integrar de verdad a todos los niños haratin al sistema escolar supondría financiar matrícula, alimentación básica y materiales.
En el África más pobre el costo anual de escolarizar a un niño varía entre USD 50 y 150, según experiencias de la región. Si tomamos un costo promedio de USD 120 por estudiante y asumimos un universo prioritario de 500.000 niños y jóvenes haratin, el presupuesto anual rondaría los USD 60 millones.
Hoy Mauritania gasta menos del estándar global en educación pública, alrededor de 2,5 % a 3% del PIB frente a un promedio mundial cercano al 4,4%. Elevar el esfuerzo educativo a un 5% del PIB significaría inyectar del orden de USD 250 millones adicionales al año. Con esa cifra se podrían financiar escuelas rurales, formación docente y programas de alfabetización masiva en las comunidades esclavizadas y ex esclavas.
En el plano judicial y de protección de derechos humanos la creación de tribunales especializados, unidades de fiscalía contra la esclavitud y sistemas de protección de testigos tendría un costo mucho menor que el del aparato represivo. Un paquete robusto de justicia y protección podría situarse en torno a USD 25 a 40 millones anuales, incluyendo salarios, capacitación, infraestructura básica y programas de asistencia legal gratuita.
Hoy el país gasta varios cientos de millones en defensa y seguridad para controlar fronteras y reprimir protestas, mientras la inversión directa en justicia sigue rezagada. Reorientar apenas una parte de ese presupuesto sería suficiente para perseguir de verdad a los amos que todavía poseen personas.
La tercera pata es la trazabilidad económica. Implantar sistemas de certificación social y ambiental en minería y pesca, seguimiento digital de cadenas de suministro, auditorías externas y controles de exportación no superaría los USD 30 millones anuales, menos del 1,5% del valor de las exportaciones de hierro y oro combinadas, que ya superan los USD 3.000 millones al año.
Sin esa trazabilidad, los mercados de China, Europa y el Golfo seguirán comprando productos manchados por el trabajo esclavo. Con ella, cualquier tonelada de mineral o pescado sin certificación podría ser bloqueada en puertos y mercados internacionales.
Si sumamos estas tres líneas de acción (educación, justicia y trazabilidad), el paquete mínimo para empezar a desmontar la esclavitud en serio se movería entre USD 300 y 350 millones por año durante al menos una década. Es decir, alrededor de un 3% del PIB anual. Menos de lo que el país pierde cada año por corrupción, exenciones fiscales mal diseñadas y contratos opacos en el sector extractivo.
Para sacar a Mauritania de la pobreza extrema y de la miseria estructural, el esfuerzo debe ser mayor. Con 1,4 millones de personas bajo la línea de pobreza de USD 3,65 diarios y cientos de miles en pobreza extrema la combinación mínima es clara: inversión masiva en agua limpia, energía básica, caminos rurales, salud primaria y educación.
Programas de infraestructura de baja complejidad, pero alto impacto como pozos y redes de agua potable, pequeñas plantas solares comunitarias, caminos y puentes rurales, centros de salud y escuelas podrían requerir del orden de USD 1.000 a 1.500 millones al año durante 10 a 15 años. Esa cifra equivale a 10 a 14% del PIB, pero se puede cubrir sumando renta minera bien cobrada, reducción de fugas fiscales y apoyo internacional condicionado a resultados.
Con USD 500 millones anuales destinados a agua y saneamiento se podría garantizar acceso seguro a millones de personas en zonas rurales y periurbanas. Con otros USD 400 millones al año para electrificación descentralizada basada en energía solar se podría llevar luz estable a prácticamente todo el territorio en una década, algo fundamental para escuelas, puestos de salud y pequeñas industrias.
Y con USD 300 a 600 millones anuales dirigidos a carreteras rurales, centros de salud y hospitales de distrito se cerraría parte de la brecha que hoy hace que enfermedades evitables maten a miles de mauritanos cada año.
En total la combinación de inversión para erradicar la esclavitud y reducir drásticamente la pobreza extrema se situaría en un rango de USD 1.300 a 1.800 millones por año durante al menos una década.
Es una cifra enorme para un país pobre, pero no imposible para una nación que ya mueve más de USD 4.000 millones anuales en exportaciones de materias primas y que se prepara para recibir ingresos de gas por cientos de millones adicionales cada año.
El mensaje es simple y cruel. Con menos del 20% de lo que Mauritania genera cada año en hierro, oro, gas y pesca, podría financiar la libertad de sus esclavos y la dignidad de sus pobres. El problema no es la falta de dinero, es la falta de voluntad para dejar de tratar a las personas como mercancía y al país como una mina con bandera.
- LOS 15 PASOS QUE SE DEBEN DAR PARA SACAR A MAURITANIA DEL CAOS ECONÓMICO, LA CORRUPCIÓN, LA ESCLAVITUD Y LA POBREZA
PASO I – Reforma y fortalecimiento del sistema judicial y policial (anticorrupción y derechos humanos)
- Qué hacer: crear tribunales especializados anticorrupción, capacitar fiscales/jueces, proteger testigos, reforma policial y unidades contra trata y esclavitud.
- Coste estimado: USD 40–90 M (infraestructura, capacitación, asistencia técnica y equipamiento por 5 años).
- Por qué hacerlo: sin un poder judicial creíble no funcionan el estado de derecho ni la persecución de esclavistas y corruptos (Referencias sobre casos de alto nivel y necesidad institucional).
Paso II – Programa nacional de erradicación de esclavitud moderna y restitución (identificación, liberación, reintegración)
- Qué hacer: campañas de identificación, centros de protección, compensación/tiendas de empleo, programas psicosociales y legalización de estatus.
- Coste estimado: USD 80–200 M (para identificar ~150 000 personas, asistencia inicial, reinserción laboral durante varios años).
- Por qué hacerlo: Walk Free estima ~149 000 personas en condición de esclavitud; el recurso humano y social necesario es significativo.
Paso III – Registro y titulación de tierras + reforma agraria e inclusión rural
- Qué hacer: registro nacional de tierras, titulación formal a comunidades y haratines, programas de títulos colectivos, capacitación agraria y microcrédito rural.
- Coste estimado: USD 50–120 M (modernización catastral, campañas comunitarias, financiamiento agrícola)
- Por qué hacerlo: la inseguridad de la tierra alimenta la pobreza y la servidumbre; la titulación de las tierras es central para la inclusión.
Paso IV – Programa masivo de Educación básica y secundaria universal y becas terciarias para grupos vulnerables
- Qué hacer: construir/aumentar escuelas rurales, formación docente, alimentación escolar y becas para niñas y pueblos originarios/haratines.
- Coste estimado: USD 120–250 M (5 años, infraestructura + recurrentes).
- Por qué hacerlo: la educación es el motor a largo plazo contra la vulnerabilidad y la explotación (Altos índices de pobreza y exclusión).
Paso V – Cobertura sanitaria universal básica y programas de salud pública en zonas rurales
- Qué hacer: centros de salud comunitarios, campañas de vacunación, salud materno-infantil, salud mental para víctimas de abuso.
- Coste estimado: USD 80–180 M (inversión + operación inicial 5 años).
- Por qué hacerlo: las condiciones sanitarias pobres perpetúan la exclusión y limitan la productividad.
Paso VI – Programa nacional de empleo juvenil y reconversión laboral (incluido empleo garantizado temporal)
- Qué hacer: formación técnica, incentivos a PYMES, subvenciones por contratación, obras públicas orientadas a empleo local.
- Coste estimado: USD 150–300 M (programas integrados 3–5 años).
- Por qué hacerlo: la alta migración y pobreza juvenil requieren alternativas económicas locales.
Paso VII – Transparencia fiscal y reforma de la gestión de recursos extractivos (contratos abiertos, auditoría de ingresos)
- Qué hacer: implementar EITI/estándares de contratos abiertos, crear autoridad independiente de auditoría, sistemas de seguimiento de regalías y desarrollo territorial.
- Coste estimado: USD 20–50 M (sistemas, capacitación, asistencia técnica).
- Por qué hacerlo: Mauritania depende de recursos; la transparencia evita robo de rentas y canaliza ingresos a servicios.
Paso VIII – Fondo de inversión social financiado con ingresos de recursos (fondo soberano social / renta básica focalizada)
- Qué hacer: dedicar % de renta de minerales/gas a un fondo para salud, educación, infraestructura en regiones pobres.
- Coste estimado (póliza inicial): USD 300–800 M (capitalización inicial variable; luego autofinanciable con regalías).
- Por qué hacerlo: transforma recursos naturales en desarrollo sostenible y reduce fragilidad fiscal.
Paso IX – Formalización y financiamiento a PYMEs y cadenas de valor locales (pesca, agricultura sostenible, ganadería)
- Qué hacer: acceso a crédito, cooperativas, certificación sustentable (pesca), mejora de cadenas productivas.
- Coste estimado: USD 100–250 M (créditos, garantías, capacitación y certificación).
- Por qué hacerlo: diversifica la economía y crea empleos formales.
Paso X – Infraestructura crítica: agua, saneamiento, energía renovable descentralizada y conectividad
- Qué hacer: plantas de agua potable, electrificación rural con solar, carreteras clave, banda ancha comunitaria.
- Coste estimado: USD 400–1,000 M (proyectos a gran escala; modularizadle por región).
- Por qué hacerlo: base para salud, educación, empresas y reducción de desigualdad.
Paso XI – Reforma del sistema de gobernanza local y descentralización fiscal
- Qué hacer: transferir recursos y competencias a municipios, fortalecer capacidad local, transparencia participativa.
- Coste estimado: USD 25–60 M (formación, sistemas de gestión y transferencias iniciales).
- Por qué hacerlo: las decisiones más cercanas aumentan la legitimidad y reducen la captura centralizada.
Paso XII – Campaña nacional de cambio cultural y derechos humanos (medios, escuelas, líderes religiosos)
- Qué hacer: programas contra estigmas (racismo, esclavitud), campañas en radios comunitarias, formación de imames/líderes sociales.
- Coste estimado: USD 10–30 M (5 años).
- Por qué hacerlo: la abolición legal no basta; cambiar prácticas exige educación social sostenida.
Paso XIII – Protección social universal mínima y redes de seguridad (transferencias condicionadas y no condicionadas)
- Qué hacer: transferencias focalizadas a hogares vulnerables, seguro de desempleo parcial, programas de alimentación.
- Coste estimado: USD 120–300 M anuales (dependiendo del alcance).
- Por qué hacerlo: amortigua shocks y evita caer en situaciones de servidumbre por necesidad.
Paso XIV – Alianzas internacionales y gobernanza de ayuda (condicionalidad + seguimiento ciudadano)
- Qué hacer: acuerdos con BM, FMI, donantes bilaterales y sociedad civil para financiamiento con supervisión independiente y metas claras.
- Coste estimado (gestión/arranque): USD 15–40 M (coordinación, auditoría, plataformas de seguimiento).
- Por qué hacerlo: la transparencia en la ayuda reduce la corrupción y aumenta la efectividad.
Paso XV – Plan nacional de reconciliación y justicia transicional (comisiones locales, reparación simbólica y económica)
- Qué hacer: procesos para reconocer víctimas de esclavitud y discriminación, reparaciones, programas de memoria y educación cívica.
- Coste estimado: USD 30–70 M (comisión, investigación, programas de reparación).
- Por qué hacerlo: imprescindible para sanar fracturas sociales y garantizar convivencia.
Totales y escalas
- Coste mínimo estimado (conservador, primer bloque 3–5 años): ≈ USD 1.4–2.5 mil millones.
- Coste ambicioso / transformacional (infraestructura, fondo soberano, capitalización inicial): ≈ USD 2.5–4.0+ mil millones.
Con un PIB ~USD 12 b, la inversión total propuesta equivale a ~10–33% del PIB anual si se hace en un solo año, por eso es razonable escalonar y financiar con mezcla de recursos que son: ingresos propios (regalías), deuda concesional, ayuda internacional, inversión privada vinculada a salvaguardias y cooperación técnica.
Prioridades de implementación (recomendación práctica)
- Arranque inmediato (0–12 meses): creación de unidades anticorrupción y contra la esclavitud (pasos I–II), campañas culturales (XII) y planificación de titulación (III).
- Mediano plazo (1–3 años): educación, salud, redes de seguridad (IV–VI, XIII), transparencia extractiva (VII).
- Largo plazo (3–10 años): infraestructura, fondo soberano, diversificación económica y reconciliación (VIII–XI, XIV–XV).
Riesgos y condiciones necesarias
- Voluntad política sostenida; sin gobernantes comprometidos las reformas se desvanecen.
- Monitoreo ciudadano e independiente: la sociedad civil y prensa libre deben participar.
- Protecciones anti-captura: controlar que los beneficios de la reforma no capturen a las mismas élites.
- Contexto regional: es clave la estabilidad en el Sahel y la cooperación con los vecinos.
Fuentes principales consultadas (selección)
- World Bank, Mauritania overview & Poverty brief (2024–2025).
- Banco Mundial
- IMF country profile, Mauritania macro data.
- Global Slavery Index (Walk Free), Mauritania country snapshot (2023).
- Walk Free
- Transparency International, CPI 2024 (Mauritania score 30/100).
- org
- Noticias / casos relevantes sobre corrupción y procesos judiciales recientes (ej.: ex-presidente condenado).
- AP News
EP1.EL DESIERTO Y LAS CADENAS
Mauritania es el espejo más brutal de África occidental. Un país donde el tiempo se detuvo entre el Corán y la mina, entre el esclavo y el amo, donde las leyes existen pero la justicia no.
Los haratin siguen esperando su libertad bajo el sol del desierto, donde la arena cubre los cuerpos y el silencio cubre las culpas. Nada duele más que una independencia sin alma. Porque la independencia que no libera al ser humano es solo una bandera sin viento. Y aunque los pozos de hierro y oro siguen abiertos, las heridas del pueblo no se cierran.
En los patios de Nuakchot, los niños haratin crecen sin papeles, sin escuela y sin nombre, mientras los cargamentos de mineral viajan a Europa y Asia como si nada pasara. Mauritania no es un país pobre, es un país empobrecido por siglos de saqueo, por una élite que heredó el látigo y por un mundo que prefiere mirar hacia otro lado.
No hay religión que justifique la esclavitud ni progreso que excuse la humillación. Cada tonelada de hierro vendida sin justicia es una traición al futuro. La libertad no se negocia, se conquista.
Y aunque las cadenas sigan enterradas bajo la arena, el viento del desierto terminará por desenterrarlas.
Ese día, cuando el sol de Mauritania deje de brillar sobre los esclavos y comience a alumbrar ciudadanos libres, recién entonces podrá llamarse nación.
EP2.LA LIBERTAD TIENE ROSTRO NEGRO
Mauritania no está condenada. Ningún pueblo lo está cuando decide levantarse. Entre las arenas donde reinó el silencio, hoy germinan voces que ya no aceptan el miedo.
Cada comunidad liberada, cada escuela abierta, cada mujer haratin que enseña a leer a sus hijos es una grieta en el muro del poder antiguo. El desierto no es solo desolación, también es memoria y la memoria siempre regresa para reclamar justicia.
El país tiene lo que necesita para renacer: minerales, sol, mar y juventud. No le falta riqueza, sino voluntad colectiva. Con apenas una fracción de sus ingresos mineros podría erradicar la esclavitud, reconstruir su destino y con la educación podría romper el círculo del sometimiento.
Con la justicia podría enterrar para siempre la lepra del amo y del siervo y con dignidad podría enseñar al mundo que ningún pasado es irreversible.
La libertad, cuando llega, no lo hace con discursos, sino con gestos; una mujer que firma su nombre por primera vez, un niño que entra a la escuela sin miedo y un campesino que trabaja su propia tierra.
Esos serán los verdaderos monumentos de Mauritania: no de piedra ni de oro, sino de humanidad.
El día que los haratin caminen libres por su propio país, el desierto dejará de ser frontera y se convertirá en horizonte.
Entonces sí, la independencia tendrá alma…
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA Y FUENTES CONSULTADAS
- Global Slavery Index 2024, Walk Free Foundation, Australia.
- ONUDD (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), Informe sobre trata de personas 2023-2024.
- Amnistía Internacional, Mauritania: Shadow of Slavery, Reporte 2023.
- Organización Internacional del Trabajo (OIT), Global Estimates of Modern Slavery, 2023.
- Banco Mundial, Mauritania Economic Monitor, 2024.
- NDP (PNUD), Human Development Report 2024.
- EITI Mauritania, Extractive Industries Transparency Initiative Country Report, 2023.
- SNIM (Société Nationale Industrielle et Minière), Informe anual 2023.
- Kosmos Energy & BP, Greater Tortue Ahmeyim Gas Project Overview, 2024.
- Biram Dah Abeid – IRA-Mauritania, declaraciones y documentos públicos 2023-2024.
- Navarrete, F. & Diop, C., Esclavitud moderna y resiliencia africana, Universidad de Dakar, 2022.













