Lo que antes se consideraba un acto de vandalismo, hoy se erige como una de las expresiones artísticas más potentes de la capital guineana. En Conakry, los muros de hormigón que durante años lucieron grises y agrietados se han convertido en lienzos vibrantes que celebran la identidad, la memoria y la esperanza colectiva.
El cambio de percepción tiene un nombre propio: Omar “Chimère” Diaw, artista senegalés de graffiti que ha liderado un movimiento de arte urbano con propósito social. Desde su llegada a Guinea en 2018, Diaw ha empleado el color y la creatividad para acercar el arte a la gente y fomentar el diálogo sobre temas tan diversos como la salud pública, el patrimonio cultural o la unidad nacional.
“Antes, el graffiti se veía como vandalismo, algo destinado a insultar”, explica el artista. “Pero nosotros vinimos con otra visión: usar el arte para concienciar. Primero tuvimos que conquistar a la población antes de crear murales que denunciaran o exigieran algo”.
Diaw forma parte del colectivo Guinea Ghetto Graff, un grupo que ha llenado las calles de Conakry con imágenes de músicos legendarios, héroes independentistas y figuras sociales que marcaron la historia del país. Sus obras, llenas de color y movimiento, se han vuelto parte del paisaje urbano, invitando a los transeúntes a detenerse, observar y reflexionar.
“La accesibilidad del graffiti lo hace muy eficaz para transmitir mensajes”, afirma Diaw. “Si quieres movilizar a la gente, pinta un mural en una calle por donde pasen miles de personas. La belleza atrae, y el mensaje se queda”.
El impacto del movimiento ha trascendido el arte. Las autoridades locales, que en otro tiempo perseguían a los grafiteros, ahora apoyan la iniciativa. Según fuentes cercanas al gobierno, el gobernador de Conakry ha dado a Diaw libertad para pintar murales en toda la ciudad, reconociendo el valor del graffiti como herramienta de cohesión social y de renovación urbana.
El ejemplo de Diaw también ha inspirado a una nueva generación de artistas, entre ellos Mama Aissata “Mamiska” Camara, una de las pocas mujeres grafiteras del país, que desafía los estereotipos de género dentro del arte urbano guineano.
Para muchos habitantes, las paredes coloreadas son más que una decoración: son un espejo de la historia y del orgullo nacional. “Ver estas pinturas nos emociona profundamente”, cuenta Ousmane Sylla, conductor en Conakry. “Nos recuerda a nuestros músicos, a nuestra historia. El graffiti es bueno para África, es bueno para este país. Ha transformado nuestra ciudad”.
Donde antes había muros polvorientos y descuidados, hoy florecen rostros, símbolos y mensajes que hablan de esperanza. En Conakry, el arte urbano no solo embellece la ciudad: también la une, recordando que incluso sobre el concreto puede brotar el cambio.













