¿Sabías que la OTAN se preparó siempre para pulsar el botón nuclear primero, aun sabiendo que la URSS no quería la guerra? ¿Y que un lord británico confesó que su meta era «poner las manos» sobre los recursos rusos? No es ficción. Es el testimonio del Dr. Rainer Rupp, espía de la Stasi en el corazón de la OTAN y luego convertido luego totalmente a la OTAN. Su historia es la del Agrimensor K. de Kafka, perdido en «El Castillo»: el hombre que penetró en la fortaleza del poder para descubrir que su laberinto burocrático era la verdadera arma de dominación.
La “Guerra Fría” fue mentira o una verdad a medias y Dr. Rainer Rupp, en esta entrevista que le hace Pascal Lottaz, nos revela la mitad faltante: la estrategia angloamericana de sabotear el proceso hacia una Europa unida hasta ser “Los Estados Unidos de Europa; además de dinamitar el creciente nexo natural nacido de la vecindad con la Rusia post-Soviética (> 1990). Una cooperación euro-rusa y, en general, euroasiática, esa solo posibilidad era anatema y había que destruirla como fuera. UK como el caballo de Troya en la UE (retrasando y debilitando), más los 15 años perdidos del Brexit. Así la dupla EEUU/UK, cuando la OTAN estaba casi muerta, se emplea a fondo como ariete contra nosotros mismos… En suelo europeo (guerra en Ucrania). En esencia fracturaron el continente para perpetuar su hegemonía. En 2025 este círculo se cierra, … justo cuando los estados de la UE luchan por mantener su contrato social (protección para todos sus ciudadanos de las contingencias de la vida), … Justo ahora, desde la EEUU-UK/OTAN se nos exigen desviar el 5% del PIB para gastarlo en el hipermercado armamentístico estadounidense. Zafia coerción ejecutada por Trump, que señala y amenaza claramente al que no gaste y compre lo suficiente… Así se consuma el vasallaje: empobrecernos y enriquecerlos a ellos; desunirnos; y disolvernos socialmente, para alimentar su negocio y hegemonía. La pregunta que Rupp nos deja es más urgente que nunca: ¿Europa elige su destino o solo somos el botín en el juego de otros?
Resumen de la entrevista: la suerte de contar con un testigo incómodo
«El punto es… si tengo un paquete de cartas y conozco tu paquete de cartas… pierdes.» Esta simple frase, pronunciada por el ex espía de la Stasi infiltrado en la OTAN, el Dr. Rainer Rupp, encierra la esencia de la Guerra Fría. Pero su testimonio va más allá del pasado; es la clave para entender el presente. Rupp no fue solo un topo; si no más bien fue un agente transversal, un hombre que internalizó la mirada de ambos bloques y que, desde su privilegiada atalaya, vio nacer y morir la posibilidad de un continente euroasiático unido, pacífico y autónomo. Una posibilidad que fue sistemáticamente dinamitada por lo que él identifica como el núcleo director del poder occidental: la alianza EEUU-Reino Unido.
Su relato no es de teorías conspirativas, sino de documentos clasificados, de reuniones en la sala de situación de la OTAN –»el santo grial»– y de confidencias en los pasillos del poder. Da fe de que, tras la caída del Muro lo natural hubiera sido crecer en vecindad y relación con Rusia. Pero, se frustró deliberadamente una arquitectura de seguridad y cooperación paneuropea que hubiera hecho a Europa autosuficiente y pacífica, porque esa autonomía debilitaba el poder anglosajón.
El «Caballo de Troya» británico y el sabotaje a la UE
La estrategia no comenzó con Ucrania en 2022. Sus raíces se hunden en la propia integración europea. Rupp, que buscaba trabajo en Bruselas a principios de los 70, fue testigo de una jugada maestra: «Lamentablemente, los británicos se unieron a la UE. Así que no había trabajo para los recién llegados alemanes o franceses… de hecho, hubo gente a la que se le dio ‘golden handshakes’ [indemnizaciones y retiro “forzado”] para que dejaran sus puestos y así los británicos pudieran unirse.» Encierra la idea de que, dado que el inglés era la lingua franca en la estructura UE, a alto y medio nivel se colaron estratégicamente a especialistas británicos, que por su inglés eran la mejor opción aparentemente.
El ingreso del Reino Unido no fue una mera ampliación. Fue la infiltración de un actor, cuyo histórico «modo de encajar su paso a la insignificancia como realidad insular, tras la Declaración de Independencia de los EEUU», fue sobrevivir acurrucado a la sombra de EEUU, actuando como su cerebro geoestratégico más experimentado. Mientras la inteligencia estadounidense tendía a «reaccionar en corto». Por contra, los servicios británicos, herederos de un imperio y de una visión que buscaba conocer y entender, antes de actuar, se especializaron en «comprender y ponerse en el lugar del otro», para manipular desde dentro.
El objetivo era claro: «modular, retrasar o torpedear» cualquier impulso hacia una Europa política cohesionada. El proyecto de una Constitución europea potente que hubiera sido casi la antesala de unos «Estados Unidos de Europa» auténticos, y tal cosa era una pesadilla para Washington y Londres. Una Europa unida sería un gigante económico y demográfico capaz de definir sus propios intereses, y esos intereses, dictados por la Realpolitik y la geografía, y el hastía europeo de siglos de guerras de frontera, apuntaban inevitablemente a una asociación estratégica con Rusia. Ya Alemania lo hizo evidente con su vecindad comercial y energética.
Desde su privilegiada atalaya, Rupp no vio nacer un imperio, sino «un monstruo burocrático más parecido al ‘Castillo’ de Kafka». Él fue su Agrimensor K.: el hombre contratado para medir y entender el poder, solo para descubrir que el sistema era un laberinto opaco e inaccesible, dedicado no a un propósito noble, sino a su propia perpetuación. La gran oportunidad para una verdadera unión política —la ambiciosa Constitución Europea de 2004— fue sistemáticamente saboteada por este mismo mecanismo. El «No» manipulado en los referendos de 2005 en Francia y Países Bajos no fue un accidente democrático, sino la victoria del «Castillo». De sus cenizas surgió el Tratado de Lisboa de 2007, un texto ilegible y tecnocrático que consagró la jaula burocrática e hizo imposible una «Europa de los Pueblos». El sueño de medir y domeñar el poder (la labor del Agrimensor) fue sustituido por la rendición a una burocracia sin rostro.
La OTAN: el brazo armado de la división interna
Mientras se saboteaba la unidad política europea, la OTAN, lejos de disolverse tras la Guerra Fría, se reforzó como el instrumento militar para garantizar la división continental. Rainer Rupp es categórico: «La actitud, el comportamiento de la OTAN no ha cambiado… están empujando, están provocando… directa o indirectamente (“to trigger”) a los rusos a reaccionar.» Con perspectiva histórica: qué otra cosa es sino provocación el ir extendiendo la OTAN, tras 1991, hasta casi llegar a los jardines del Kremlin (sin tener en cuenta la mutación operativa y material de la organización Atlántica a un matiz de doble uso y más “ofensiva” que meramente “defensiva/reactiva”).
Desde dentro, accediendo a los documentos más secretos, constató que la retórica defensiva era una fachada. En los ejercicios VITEX se simulaba sistemáticamente «el primer uso de armas nucleares contra el Este». Y lo más revelador: el documento más secreto de la OTAN, el MC 161, afirmaba claramente que «la Unión Soviética no quiere una guerra con la OTAN». El objetivo, por tanto, no era defenderse de una agresión, sino mantener viva la amenaza para justificar su existencia y su expansión.
La obsesión angloamericana, históricamente muy antigua, se centra o resume en que «Rusia es un país demasiado grande para existir» y visto que no es posible invadirlo (no por falta de intentos ya históricos) entonces “había que balcanizarlo y dividirlo”, se convirtió en la política no escrita de la Alianza. Este no es un vector exclusivamente anglosajón; es una tentación recurrente de las potencias occidentales. Francia, de hecho, lo intentó en tres ocasiones cruciales antes de que Washington y Londres tomaran el testigo: la Gran Guerra del Norte (1700-1721), donde apoyó a Suecia contra el emergente Imperio Ruso de Pedro el Grande; la invasión napoleónica de 1812, el intento más directo y catastrófico de destruir el poder continental ruso; y la Guerra de Crimea (1853-1856), donde se alió con el Imperio Británico y Otomano para cercar y debilitar a la Rusia zarista. Lo que en el siglo XX se convirtió en la doctrina central del núcleo EEUU/UK —y que Rupp vio plasmada en los documentos más secretos de la OTAN— era, en esencia, la modernización de un viejo anhelo geopolítico occidental: impedir a toda costa la consolidación de un poder autónomo y masivo en la llanura euroasiática. La OTAN no hizo más que heredar y profesionalizar esta obsesión secular.
Dr. R. Rupp recuerda la escalofriante confesión de un lord británico en los 90, Lord Riddale: «Rusia tiene todo lo que necesitamos… pero no se nos permite tomarlo. Pero llegará el día en que pongamos nuestras manos en ello.» Esta no era la bravuconada de un viejo excéntrico; era la expresión descarnada de una estrategia y pensamiento gestado desde décadas atrás.
El sueño dinamitado: el Eje Europa-Rusia que pudo ser
Ante esta evidencia, la tesis de que el conflicto en Ucrania es un accidente o una mera respuesta a una agresión no provocada se desmorona. Ucrania es, como afirma Rupp, «la culminación lógica de esta estrategia de décadas, injerencia y provocación y no un accidente».
Con ello llega la comprensión final del tablero, visto desde arriba, para romper definitivamente el acercamiento natural entre la UE y Rusia que comenzó a gestarse tras la Guerra Fría tras los años noventa. Un evidente acercamiento que era pura Realpolitik: «que tienes tú que tengo yo, como intercambiamos y sin demasiada política comenzamos a hacer negocio». Alemania, abrió brecha con su dependencia energética y su poder industrial, era el eje de este incipiente bloque económico-comercial desde el Atlántico hasta los Urales. El «sueño de Catalina la Grande» de una Europa próspera e interconectada, autónoma de los poderes extracontinentales, estaba al alcance de la mano.
Pero ese sueño era la mayor amenaza para la hegemonía del dólar como divisa comercial y reserva y para el poder anglosajón. Una Europa unida a Rusia en lazos de interdependencia energética, tecnológica y comercial incluso, en su versión más light, habría sido un polo de poder imparable. Habría hecho irrelevante a la OTAN y habría desplazado a EEUU y al Reino Unido a la periferia de la geopolítica global. Por eso había que dinamitarlo y así sucedió.
La lección del «hombre en la sombra» y conoce los dos lados de la verdad
El testimonio de Dr. Rainer Rupp es incómodo porque no proviene de un teórico, sino de un hombre que arriesgó su vida y su libertad por una convicción: que el espionaje, en su caso, servía para «evitar malentendidos de los que pudiera desencadenarse una guerra, posiblemente, nuclear».
Su historia es una advertencia para Europa. Demuestra que nuestra debilidad y división actual no son un fracaso accidental, sino el resultado exitoso de una estrategia deliberada y ejecutada durante décadas por un aliado que nos veía, y nos ve, como un vasallo a controlar y un competidor a fracturar.
La pregunta que Rupp nos deja es: ¿Despertará Europa finalmente de su letargo y reclamará su destino como puente con el Este, o continuará siendo, en palabras de él, el campo de juego de un imperio que ya nos ha demostrado, una y otra vez, que su lealtad no es a nuestras naciones, sino a su propio proyecto de dominio?
Adenda:
¿Te has preguntado alguna vez qué pueda contarnos un espía DE VERDAD sobre la política mundial actual? Pues estamos de suerte, porque partimos de una entrevista de Pascal Lottaz a uno de los espías más exitosos de la Alemania del Este, el Sr. Dr. Rainer Rupp.
- Dr. Rainer Rupp nació en 1945 y se crio en la Alemania Occidental, pero comenzó a trabajar para los servicios de inteligencia de la Alemania Oriental a principios de la década de 1970. Fue contratado por la OTAN en 1977 y filtró decenas de miles de documentos y planes internos de la OTAN al Este. Solo fue capturado en 1993, después del final de la Guerra Fría, y cumplió una condena de prisión hasta el año 2000. Rainer: https://www.rainerrupp.de/
- Respecto del entrevistador, Pascal Lottaz: Pascal Lottaz: Historiador y analista político, fundador de «Neutrality Studies«. Aparte de sus trabajos de análisis, sus entrevistas a expertos disidentes, o voces disonantes del pensamiento único, se han consolidado como una fuente esencial para contrarrestar las narrativas geopolíticas dominantes. Véase “Substack» de Neutrality Studies o su canal en YouTube













