28 de octubre 2025, El Espectador

Gran parte de nuestras miserias históricas, heredadas y reseteadas se derivan de la injusticia y del abuso, dos monstruos creados por humanos para pisotear a otros humanos; para invadir tierras, mares y esperanzas, y amenazar, porque la inteligencia trunca del abusador generalmente no da para conocer, aprender y comprender, sino para intimidar y descalificar (dos de los verbos más cobardes del léxico universal).

En las últimas semanas hemos sufrido en país propio la arbitrariedad del presidente de los Estados Unidos quien —entre otros señalamientos denigrantes— ha acusado al nuestro de ser líder del narcotráfico y de no combatir los cultivos de coca. Las matas que fueron patrimonio ancestral de los indígenas se convirtieron por cuenta del consumo de cocaína en otros países, en el peor financiador de violencia y devastación de nuestros territorios.

Según la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA en inglés), en el 2024 en la nación gobernada por quien tanto nos insulta, 4.3 millones de personas mayores de 12 años consumieron cocaína, incluido el crack; y más de 73 millones usaron alguna droga ilícita.

No hay que ser experto en comercio internacional para saber que nadie se dedica a sembrar y procesar un producto que no tenga compradores; si algo motivó el auge de los cocaleros y el desarrollo del narcotráfico es que en el país más poderoso del mundo el mercado estaba asegurado. Sin los consumidores estadounidenses, nos habríamos ahorrado —ellos y nosotros— miles de muertos y en vez de raspachines nómadas y perseguidos tendríamos campesinos sembrando caña, arazá y cacao, y nuestras guerrillas no se habrían financiado con la llamada impuestación.

Según el SAMHSA, menos del 20% de las personas que necesitaban tratamiento por el consumo de sustancias psicoactivas, recibieron ayuda. Entonces ¿dónde está realmente el problema? En los eslabones más frágiles de la cadena ¿o en el país que no cura a sus enfermos porque le interesa la rentabilidad y el dinamismo del negocio de un veneno inhalado (70% del total de las formas de consumo), fumado como crack (20-25%) e inyectado (5%)? Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el año pasado más de 80.000 personas murieron en los EEUU por sobredosis de drogas ilícitas.

Es una infamia tildar a nuestro presidente de liderar el narcotráfico, y es torpe y cruel que ciudadanos colombianos contrarios al gobierno Petro, celebren las sanciones a las que lo han sometido y se froten las manos ante la injusticia. Es vergonzoso que dos candidatos presidenciales le hayan enviado una carta al señor Trump difamando al presidente Petro y afirmando que la paz total ha sido en términos prácticos y morales un fracaso. Asómense a los territorios al sur del país señores candidatos, y pregúntenle a la gente de verdad —no a los textos de ciudad— qué piensan de las mesas de diálogo y de la contundente disminución de asesinatos en zonas de dominio de guerrillas hoy comprometidas con la construcción de paz; pregunten por qué las asociaciones de indígenas y campesinos reiteradamente nos piden a los negociadores persistir y no levantarnos de las mesas.

La inclusión del presidente Petro en la lista Clinton es un exabrupto que debería ardernos a todos los colombianos, por encima de colores políticos y de inconformidades con el gobierno.

Voté por Gustavo Petro, no soy petrista y no comparto muchas de sus actitudes. Hoy, por dignidad y justicia y porque me consta su compromiso con la sustitución de cultivos ilícitos y la búsqueda de una paz concertada, lo digo enfática y públicamente: presidente, usted tiene mi solidaridad.

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