Los humanistas son mujeres y hombres de este siglo, de este tiempo. Reconocen los logros del humanismo a lo largo de la historia y encuentran inspiración en las contribuciones de muchas culturas, no solo en aquellas que hoy ocupan un lugar central. También son hombres y mujeres que reconocen que este siglo y este milenio están llegando a su fin, y su proyecto es un mundo nuevo.

Los humanistas sienten que su historia es muy larga y que su futuro será aún más extenso. Como optimistas que creen en la libertad y el progreso social, fijan su mirada en el futuro, mientras se esfuerzan por superar la crisis general de hoy.

Los humanistas son internacionalistas y aspiran a una nación humana universal. Aunque entienden el mundo en el que viven como un todo, los humanistas actúan en sus entornos inmediatos. Los humanistas no buscan un mundo uniforme, sino uno múltiple: diverso en etnias, lenguas y costumbres; diverso en autonomía local y regional; diverso en ideas y aspiraciones; diverso en creencias, ya sean ateas o religiosas; diverso en ocupaciones y en creatividad.

Los humanistas no quieren amos, no sienten afecto por las figuras de autoridad ni por los jefes. Tampoco se consideran representantes ni jefes de nadie. Los humanistas no quieren ni un Estado centralizado ni un paraestado en su lugar. No quieren ni bandas armadas ni un Estado policial que las reemplace. Pero se ha levantado un muro entre las aspiraciones humanistas y la realidad del mundo actual. Ha llegado el momento de derribar ese muro. Para ello, todos los humanistas del mundo deben unirse.

Esta es la página inicial del Documento Humanista del Movimiento Humanista, creado y publicado en los años 80 del siglo pasado, hace ahora unos 40 años. Constituyó la base de las acciones y actividades sociales humanistas en todo el mundo, a través de organismos como el Partido Humanista, la Comunidad para el Desarrollo Humano, Convergencia de las Culturas, Mundo sin Guerras y sin Violencia, el Centro Mundial de Estudios Humanistas y múltiples iniciativas de base de acción humanista.

Esta página inicial del Documento Humanista fue y sigue siendo una convocatoria a un cambio de rumbo en un mundo dominado durante siglos por un sistema violento e inhumano que considera al ser humano como un objeto que puede ser utilizado o desechado a voluntad. Con el auge del neoliberalismo en los años 80 del siglo pasado, este sistema alcanzó la cima de la deshumanización del mundo y la esclavitud de la humanidad ante el individualismo y el consumismo cada vez mayor, vendiendo la felicidad a través de la compra incesante de cosas y entretenimiento confeccionado para distraer a la humanidad de sí misma y de su mundo interior. Es un sistema de violencia construido sobre mentiras y hoy esas mentiras se han convertido en el motor impulsor de quienes quieren lanzar a la humanidad a una guerra global, económica, psicológica y militar.

Las palabras y la invitación escritas en la página inicial del Documento Humanista son más urgentes que nunca, como ya lo eran hace unos 40 años. En aquel momento, solo unos pocos reconocían la necesidad de un profundo cambio de rumbo que ayudara a la humanidad a salir de la espiral destructiva de la deshumanización. Hoy en día, y con los numerosos medios sociales a los que toda la humanidad tiene libre acceso, la deshumanización y la destrucción que está causando este sistema son visibles para todos. Y nadie en su sano juicio puede negar la urgente necesidad de un mundo nuevo, de un mundo humanizado, sin ninguna forma de violencia, ya sea económica, discriminatoria, psicológica, política, religiosa o física.

Por lo tanto, la invitación a derribar el muro entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo actual es primordial. Y para que eso suceda, todos los humanistas del mundo deben unirse. Es decir, todas las personas que aborrecen la violencia en cualquiera de sus formas deben unirse y convertirse en una fuerza imparable que ningún gobierno, ejército, policía antidisturbios, bancos o multinacionales puedan detener. Una fuerza que deje de colaborar con las reglas de este sistema, que deje de apoyar a este sistema. Y la forma más eficaz de hacerlo es dejar de trabajar para él, en todo el mundo. Todo dejaría de funcionar, desde los bancos hasta el complejo industrial militar. En el plazo de una semana, dos como máximo, este sistema y su potencia política y económica dejarían de existir.

No olvidéis que es el trabajo de las personas lo que mantiene este sistema. Nada más. Este sistema dice que no se puede hacer nada sin dinero. Pues bien, pon un billete de 100 dólares sobre la mesa y comprueba si empieza a producir algo por sí solo, si empieza a producir bienes. Hemos estado tan esclavizados por el dios dinero que no vemos la simple verdad. Que nosotros, la gente común, somos los productores de todo, no los bancos ni los directores generales de las multinacionales.

Ha llegado el momento de hacer que esto suceda, en este momento cada vez más oscuro de la historia de la humanidad.

Difunde el mensaje a través de las redes sociales. Ya hemos visto lo eficaz que puede ser.