“De las caravanas del oro a las minas de litio, el exterminio solo cambió de uniforme.”
Desde el siglo XIX hasta hoy, América del Norte ha construido su prosperidad sobre una paradoja que el discurso oficial nunca reconoce y es que el desarrollo de dos potencias democráticas fue fundado sobre la explotación sin límites de territorios y pueblos.
Estados Unidos y Canadá, presentados como modelos de civilización y progreso, levantaron sus imperios materiales sobre un proceso sistemático de despojo, extracción y silenciamiento. La expansión hacia el oeste, las reservas indígenas, las guerras por el oro, el petróleo, la madera o el trigo fueron capítulos de un mismo manual y fue la acumulación por desposesión.
Detrás del mito del sueño americano y del Canadá “verde y justo” se esconde una historia de exterminio, con poblaciones originarias diezmadas, ecosistemas arrasados y recursos naturales convertidos en mercancía geopolítica.
La lógica extractiva que moldeó sus fronteras sigue viva en el siglo XXI, ahora bajo nuevas formas, minería de litio en el norte, arenas bituminosas en Alberta, explotación de gas en reservas nativas, control de tierras raras, y tratados comerciales que blindan a las corporaciones frente a las comunidades.
La historia de su expansión es también la historia del borrado. En nombre del progreso, se arrasaron lenguas, ríos, selvas y memorias. La política del exterminio se disfraza hoy de transición energética, y la vieja fiebre del oro se recicla como fiebre del litio.
Lo que antes fue conquista territorial ahora es conquista ecológica. Estados Unidos y Canadá no colonizan con fusiles, sino con inversiones, patentes y megaproyectos. Pero el resultado es el mismo: comunidades desplazadas, tierras contaminadas y soberanías reducidas a cláusulas comerciales.
El exterminio, en su versión moderna, ya no necesita campos de batalla. Basta con firmar un tratado, construir un oleoducto o imponer una norma ambiental que beneficie a las multinacionales y castigue a quienes defienden su territorio. “De las caravanas del oro a las minas de litio, el exterminio solo cambió de uniforme.”
En la Parte I de este Articulo analizamos:
- Antes de la llegada de Europa fueron mil años de civilización nativa (500-1.500) (1)
- Cuando llegaron los barcos, eran invasores con bandera y permiso real (2)
- El saqueo se legaliza entre 1600 a 1700 (3)
Ahora analizaremos la Parte II
Bloque 4 – Oro, algodón y esclavos: el siglo del despojo colonial (1700–1800)
El siglo XVIII no fue de luces. Fue de látigos. Mientras Europa hablaba de ilustración, en las tierras de América del Norte se perfeccionaba el despojo. El sur de lo que hoy es Estados Unidos se convirtió en una vasta máquina de producción basada en esclavos, monocultivos y exterminio. La economía no era una fórmula teórica, era un sistema de sangre.
Las tierras fértiles de Carolina del Sur, Georgia, Virginia y Mississippi fueron robadas una a una a los pueblos originarios. Cada hectárea usurpada se convertía en plantación de algodón, azúcar o tabaco. ¿Y la mano de obra? Forzada. Proveniente de África, comprada, marcada, transportada y vendida. A inicios del siglo XVIII ya operaban más de 1.500 barcos esclavistas bajo banderas británicas y holandesas. Solo en el siglo XVIII, más de 450.000 personas esclavizadas fueron desembarcadas en los futuros Estados Unidos, una cada minuto, cada día, cada mes y durante cien años.
El sistema era ley y era negocio. Se legislaba sobre el color de piel, se calculaba la productividad de un cuerpo encadenado y se cotizaban como mercancías en los puertos de Charleston o Nueva Orleans. Los esclavos no eran considerados humanos, eran considerados inversión y la rentabilidad se medía en toneladas de algodón.
El saqueo no se detenía y a los pueblos originarios no se les ofrecía ni siquiera la esclavitud, se les ofrecía la desaparición. Los “Tratados” rotos, migraciones forzadas y “guerras indias” como les llamaron en los libros de historia. No eran guerras, eran campañas de exterminio contra los cherokee, contra los creek y contra los seminolas. Los pactos firmados con el gobierno inglés o con las autoridades coloniales eran papel mojado y cada pacto violado era un nuevo campo de algodón abierto.
Canadá, ya bajo control británico tras la derrota francesa en 1763, se convirtió en una colonia extractiva sin rostro. Su economía giraba en torno al comercio de pieles, los bosques interminables y la explotación del territorio a través de la Hudson’s Bay Company. Los pueblos creen, ojibwa y métis pasaron de ser naciones soberanas a proveedores de materias primas. Todo lo que caminara, volara o tuviera piel, era vendido y todo lo que hablara su propia lengua, era considerado enemigo.
Y en medio de todo, nació Estados Unidos. La independencia de 1776 no fue una revolución social, fue una reorganización del poder. Los mismos esclavistas, los mismos propietarios, los mismos mercaderes, solo que ahora sin pagar impuestos a Londres. La nueva república no abolió la esclavitud, la perfeccionó y el modelo de saqueo se institucionalizó.
Materias primas extraídas entre 1700 y 1800
- Algodón: más de 900.000 toneladas exportadas a Inglaterra
- Tabaco: más de 1.200.000 toneladas entre Virginia y Carolina del Norte
- Azúcar y arroz: productos clave del sur esclavista, más de 400.000 toneladas en total
- Pieles desde Canadá: 2 millones de unidades vendidas a Europa
- Oro artesanal y aluvional: al menos 4 toneladas en las Carolinas y Georgia
- Madera y productos forestales: más de 1 millón de toneladas métricas salieron de Canadá hacia Inglaterra
Valor total estimado del saqueo entre 1700–1800
- Más de 5.500 millones de dólares actuales
- 000 esclavos africanos importados
- Cientos de comunidades indígenas desplazadas, destruidas o absorbidas por la fuerza
Resumen del exterminio regional 1700–1800
- Sur de EE.UU.: pueblos creek, choctaw, chickasaw, seminola, de 140.000 personas en 1700 a menos de 40.000 en 1800
- Costa Este: algonquinos, powhatan, lenape, caída de 100.000 a 20.000
- Región de los Grandes Lagos: anishinaabe, hurones, odawa, descenso de 80.000 a 15.000
- Territorios canadienses: cree, dené, inuit, métis, reducción de más de 200.000 a cerca de 60.000 por desplazamientos, epidemias y alianzas forzadas
- Porcentaje estimado de pérdida demográfica indígena en todo el territorio norteamericano durante el siglo XVIII: entre 65% y 80%
¿Venían por oro?
Sí, y por algodón, por azúcar, por bosques, por cuerpos negros que se doblaban sin pedir salario y por tierras que no podían pagar. Venían por todo y se lo llevaron.
Las cadenas dejaron surcos en la tierra roja del sur. Los nombres de los pueblos se borraron como huellas en la arena antes del disparo.
- No fue libertad lo que trajeron. Fue fuego.
- No fue civilización. Fue exterminio.
Y el eco de cada grito sin tumba todavía vibra entre los álamos de Georgia, los pantanos de Luisiana y los glaciares del norte. El saqueo fue bandera y la historia oficial, su coartada.
Resumen “en detalle” del exterminio regional entre 1700–1800 en EE.UU.
- Pueblos del sur esclavizados y plantaciones
Los pueblos originarios del sur, como los creek, los choctaw, los chickasaw y los seminola, fueron sometidos no solo por el despojo, sino por la transformación forzada de sus formas de vida. Muchos fueron esclavizados directamente. Otros, desplazados, fueron capturados por las propias milicias coloniales o vendidos por tribus aliadas a los ingleses. Cientos de creek terminaron encadenados en plantaciones de algodón en Georgia. Mujeres choctaw fueron forzadas a trabajar como criadas sin sueldo en campos de arroz en Carolina del Sur. Los seminolas, perseguidos por negarse a entregar sus tierras, fueron cazados como animales. Cuando no eran útiles, eran eliminados. La plantación blanca no necesitaba solo esclavos africanos, también necesitaba pueblos rotos y reducidos a silencio. La tierra era fértil, pero solo si el dueño era blanco y los cuerpos morenos.
- Ciudades robadas a los pueblos nativos
Muchas de las grandes ciudades actuales de EE.UU. nacieron sobre territorios robados directamente a pueblos originarios.
- Atlanta se levantó sobre tierras creek.
- Memphis, sobre territorio chickasaw.
- Jackson, en Mississippi, sobre tierra choctaw.
- Tallahassee, capital de Florida, era parte del corazón espiritual seminola.
- Oklahoma City fue impuesta sobre un territorio que pertenecía a más de treinta naciones nativas, luego encerradas en reservas.
La usurpación no fue simbólica, fue literal. Se araron cementerios, se quemaron pueblos, se taparon ríos sagrados. Y donde hubo lengua ancestral, hoy hay supermercados. Cada calle con nombre inglés es una lápida sin flor y cada ciudad moderna es una ciudad ocupada.
- Independencia en medio del crimen
Mientras ardían las chozas de los pueblos nativos, mientras se marcaban a fuego los cuerpos africanos, mientras se firmaban tratados para después romperlos, mientras se sembraba algodón sobre sangre seca, los colonos decidieron independizarse. Lo llamaron libertad. Lo vendieron como heroísmo. Pero la independencia de Estados Unidos en 1776 fue una declaración escrita con tinta de esclavistas y firmada por genocidas. De los 56 firmantes de la Declaración de Independencia, al menos 41 eran propietarios de esclavos, y ninguno pensó en la libertad de los que trabajaban su tierra o de los que morían bajo su bota. En medio del crimen, nació una república y su bandera se alzó sobre huesos que nunca fueron contados.
- No hubo conquista
Hubo saqueo, no hubo descubrimiento, hubo encubrimiento, no hubo colonización y si hubo exterminio. Lo demás es marketing. La historia oficial es una operación de prensa escrita por los vencedores. Y los pueblos que resistieron, los cuerpos que sangraron y las lenguas que fueron quemadas aún no han sido invitados a declarar.
Bloque 5 – La expansión y usurpación violenta entre 1800–1900 de EE.UU. y CANADÁ
“En EE.UU.”
La expansión y usurpación fue un eufemismo. En realidad, fue una ola de sangre. Una maquinaria de tierra arrasada disfrazada de destino. Thomas Jefferson compró Luisiana en 1803 a Napoleón con un mapa que ni siquiera conocían y con eso duplicó el tamaño de EE.UU. Eran 828.000 millas cuadradas a cambio de 15 millones de dólares. El negocio fue entre blancos y nadie les preguntó a los pueblos originarios si aceptaban. Ellos vivían ahí desde hacía miles de años, pero a los ojos de Washington, no existían. El oro, la tierra y la expansión valían más que cualquier historia, más que cualquier tribu, más que cualquier dios.
Luego vino México. Y la excusa perfecta. El río Bravo fue el límite que se quebró a cañonazos. Entre 1846 y 1848, EE. UU. invadió México, masacró civiles, tomó ciudades enteras y terminó firmando un tratado que le permitió robarse más del 55% del territorio mexicano.
California, Texas, Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada y parte de Colorado. Todo fue arrebatado y mientras la bandera estadounidense se clavaba en el desierto, miles de mexicanos fueron declarados extranjeros en su propia tierra, les quitaron la patria y los llamaron ilegales.
Pero la verdadera guerra vino después. La llamada Conquista del Oeste fue el mayor genocidio en suelo americano después de la llegada de Colón. Fue una campaña sostenida de exterminio étnico, tribu por tribu, nación por nación.
- Los sioux, desde las Dakotas hasta el Río Grande fueron cazados en Wounded Knee.
- Los cheyenes fueron masacrados en Sand Creek.
- Los navajos fueron marcados como ganado y los apaches fueron perseguidos hasta las montañas.
En menos de medio siglo, cientos de miles de indígenas fueron asesinados, desplazados, confinados. Se llamaron tratados, pero fueron sentencias de muerte. Las llamaron reservas, pero fueron campos de reclusión.
“En Canadá”
El modelo fue más lento, pero igual de mortal. A los pueblos originarios se les impusieron tratados escritos en lenguas que no conocían.
- Se les ofrecieron alimentos envenenados
- Se les entregaron tierras estériles
- Se le quitaron los hijos a la fuerza
- Y se los metió en escuelas donde se prohibía hablar su idioma
El ferrocarril transcontinental no fue solo una hazaña de ingeniería. Fue un cuchillo que partió en dos las tierras sagradas. Detrás de cada estación hubo un cementerio. Y debajo de cada vía, un río seco.
La gran minería fue la excusa dorada. En las Montañas Rocosas, en el Yukón, en California, en Montana, se cavaron miles de minas de oro, plata y carbón. Los pueblos originarios no vieron riqueza. Vieron esclavitud, desplazamiento y muerte. En muchas zonas, los buscadores de oro eran protegidos por soldados federales. La ley no era justicia, era propiedad y la propiedad era blanca.
Las cifras del saqueo y el exterminio
Entre 1800 y 1900, EE. UU. y Canadá extrajeron más de 3.500 toneladas de oro, 17.000 de plata y millones de toneladas de carbón. El valor estimado del saqueo en ese siglo, en valores actuales, supera los 900.000 millones de dólares. Ni un solo dólar fue entregado a los pueblos originarios.
Todo fue apropiado por empresas blancas, por coronas, por bancos. Las reservas indígenas se quedaron sin nada. El oro salió en lingotes y las lenguas se quedaron en silencio.
Llamaron progreso al exterminio, llamaron destino a la masacre, llamaron nación al botín, pero ninguna república puede construirse sobre huesos rotos sin pagar la deuda. La deuda con los pueblos originarios no es económica, es histórica, es moral, es sagrada.
Porque mientras no se escuche su verdad, todo imperio será solo una mentira bien contada.
Resumen del exterminio indígena durante la Conquista del Oeste, pueblo por pueblo
- Pueblo Sioux
Vivían en las Dakotas, Montana y Minnesota. En 1850 eran más de 25.000. A fines del siglo XIX, quedaban menos de 8.000. En la masacre de Wounded Knee (1890), el 7° de Caballería asesinó a más de 300 sioux desarmados, incluyendo mujeres y niños. Porcentaje estimado de exterminio: más de 80%.
- Pueblo Cheyenne
Ubicados en Colorado, Wyoming y Nebraska. La matanza más brutal ocurrió en Sand Creek (1864), donde tropas estadounidenses masacraron a más de 230 cheyennes, la mayoría mujeres y niños. Su población fue reducida a menos de 4.000 hacia 1890. Porcentaje exterminado: aproximadamente 70%.
- Pueblo Navajo (Diné)
Ubicados en lo que hoy es Arizona y Nuevo México. En 1864, el ejército los obligó a caminar 480 kilómetros en la “Larga Caminata”, hacia una reserva en Fort Sumner. Murieron más de 2.000 navajos por hambre, frío y enfermedades. Se estima una pérdida del 60% de su población.
- Pueblo Apache
Presentes en Arizona, Nuevo México y Texas. Resistieron durante décadas. Fueron perseguidos, acorralados y fusilados. Las campañas contra los apaches dejaron entre 3.000 y 5.000 muertos, entre ellos mujeres y niños. Gerónimo fue capturado en 1886 y ejecutado. Porcentaje de población exterminada: 70% o más.
- Pueblo Comanche
Dominaban vastas áreas de Texas, Oklahoma y Kansas. Guerreros formidables, pero superados en número y tecnología. Pasaron de más de 20.000 a menos de 2.000 al cierre del siglo XIX. Cazados y encerrados en reservas. Porcentaje exterminado: 90%.
- Pueblos originarios de California
Incluye a los miwok, yokut, chumash, entre otros. Se estima que en 1800 había más de 150.000 indígenas en California. En 1900 quedaban menos de 20.000. Cazados como animales, muchos murieron por enfermedades y hambre, pero también en masacres como la de Bloody Island (1850). Exterminio: más del 90%.
- Pueblo Nez Percé
En el noroeste (Idaho, Oregón, Washington). Liderados por el jefe Joseph, resistieron hasta ser derrotados en 1877 tras una retirada heroica. Fueron obligados a trasladarse a reservas. Se estima una pérdida directa de más de 1.000 personas entre batallas, deportaciones y hambre.
- Pueblo Blackfeet (Pies Negros)
Ubicados en Montana. En 1870 ocurrió la masacre del río Marias, donde el ejército estadounidense asesinó a 173 blackfeet, muchos de ellos mujeres y niños que estaban enfermos. El ataque se consideró “preventivo”. Su población se redujo en más de 60%.
- Pueblo Modoc
Habitaban el norte de California y el sur de Oregón. En la llamada Guerra Modoc (1872–1873), fueron cercados y exterminados. Solo un pequeño grupo sobrevivió. Murieron más de 500. Porcentaje de exterminio: más del 70%.
- Pueblo Seminola
Aunque resistieron en Florida y luego en Oklahoma, fueron cazados, deportados, o absorbidos. La Guerra Seminola (1835–1842) dejó más de 1.500 muertos y miles desplazados. Su resistencia fue feroz, pero su población fue reducida en un 60%.
- UU y la Conquista del Oeste, entre 1800 y 1890, fue exterminio
Durante la Conquista del Oeste, entre 1800 y 1890, el exterminio de los pueblos indígenas en el actual territorio de EE. UU fue total y superó a más de 1.000.000 de pueblos originarios americanos, equivalentes a más del 85% del total de su población.
- Cada kilómetro ganado por los colonos fue una tumba.
- Cada reserva creada fue un campo de encierro.
- Y cada tratado firmado, una trampa mortal.
La historia de Estados Unidos y Canadá no puede entenderse sin el hilo conductor del despojo.
Desde el oro y el algodón hasta el petróleo y el gas. La acumulación material se fundó sobre la negación del otro, “negación de los pueblos originarios, negación de africanos esclavizados y negación de ecosistemas convertidos en botín.”
Bibliografía breve
- David Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, 2004.
- Roxanne Dunbar-Ortiz, An Indigenous Peoples’ History of the United States, Beacon Press, 2014.
- Walter Rodney, How Europe Underdeveloped Africa, Verso, 2018 (ed. revisada).
- M. Blaut, The Colonizer’s Model of the World, Guilford Press, 1993.
- Silvia Federici, Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva, Traficantes de Sueños, 2010.
- Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI, 1971.
- Naomi Klein, La doctrina del shock, Paidós, 2007.













