El esfuerzo de la flotilla global es loable, pero no hay que perder el foco, ya que en tanto en Gaza, los números se han convertido en epitafios colectivos: 113 muertos el 3 de septiembre, 84 el 4, 69 el 5 y miles de heridos. La muerte llega en decenas cada día, no ya como excepción, sino como norma. Calles arrasadas, hospitales golpeados, niños que mueren no solo por las bombas sino por la desnutrición crónica. Ningún eufemismo puede atenuar la verdad: lo que se libra en Gaza no es una guerra entre iguales, sino un proceso de aniquilación sistemática de una población sitiada, despojada de pan, agua y refugio.
Mientras los portavoces israelíes celebran el control del 40 % de Gaza Ciudad y amenazan con extender su ofensiva sobre barrios devastados como Zeitoun y Sheikh Radwan, la Defensa Civil de Gaza denuncia que los bombardeos a torres residenciales y clínicas son parte de una estrategia deliberada de desplazamiento forzado. El resultado inmediato está a la vista: familias enteras durmiendo bajo ruinas humeantes, periodistas entre los muertos, y un tejido social desgarrado hasta los huesos.
Los hechos de las últimas 72 horas (UTC+3)
En la jornada del 3 de septiembre de 2025, el Ministerio de Salud de Gaza (MoH) registró 113 personas asesinadas y 304 heridas en ataques aéreos y de artillería en varios sectores de la franja. El dato proviene de los partes médicos oficiales de hospitales locales.
El 4 de septiembre, la ofensiva sobre Gaza Ciudad se intensificó. El ejército israelí declaró haber tomado el control de casi la mitad de la capital, mientras se producían bombardeos en Zeitoun, Shujaia y el área de Sabra. El MoH reportó 84 muertos y 338 heridos en 24 horas.
Ese mismo día, testigos locales y medios palestinos como Quds News documentaron la demolición de la Torre Mushtaha en el barrio de Rimal y amenazas de derribo contra la Torre Makka, con imágenes que muestran escombros y familias desplazadas. La Defensa Civil de Gaza, a través de su portavoz Mahmoud Basal, denunció que la táctica de destruir edificios altos busca forzar desplazamientos masivos.
El 5 de septiembre, los ataques continuaron con saldo de 69 muertos y 422 heridos, según el MoH, mientras que el Media Office de Gaza y la PRCS (Sociedad de la Media Luna Roja Palestina) denunciaron que soldados israelíes abrieron fuego contra personas que esperaban ayuda en Zikim (norte de Gaza), causando 1 muerto y 15 heridos atendidos en el hospital de campaña Al-Saraya.
Los mismos reportes del MoH contabilizaron 3 muertes adicionales por hambre y desnutrición en las últimas 24 horas, elevando a 376 las víctimas de inanición desde octubre de 2023, de las cuales 134 son niños.
En paralelo, el ejército israelí reiteró que controla el 40 % de Gaza Ciudad y que ampliará las operaciones en los próximos días, concentrándose en zonas densamente pobladas. Esta versión fue difundida en medios como Reuters y AP.
Asimismo, la rama armada de Hamás publicó un video de dos rehenes israelíes vivos en Gaza, uno de ellos declarando temor por su vida frente al avance militar, información confirmad por Reuters y El País tras verificación de las imágenes difundidas.
Contexto político y humanitario
El balance acumulado del MoH de Gaza supera los 64.300 muertos y 162.005 heridos desde el 7 de octubre de 2023. Estas cifras han sido sistemáticamente descalificadas por voceros israelíes y, en ocasiones, presentadas por prensa occidental como “provenientes de fuentes vinculadas a Hamás”, invisibilizando que el Ministerio de Salud de Gaza es la entidad sanitaria oficial reconocida por la ONU. La propia OCHA confirma la magnitud de la catástrofe humanitaria, con ataques a hospitales, refugios escolares y campamentos de desplazados.
Desde el plano jurídico, los ataques repetidos a hospitales, clínicas y zonas de refugio civil entran en la categoría de violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario, potencialmente constitutivas de crímenes de guerra. El caso de la doble ofensiva contra el Hospital Nasser en Deir al-Balah, que dejó 20 muertos incluidos cinco periodistas, es paradigmático que trascendió en vivo pese a la censura israelí que restringe la cobertura de prensa y establece como objetivo el silenciamiento forzado de periodistas palestinos.
La narrativa occidental dominante funcional al poder israelí insiste en presentar la ofensiva como una operación “defensiva” de Israel o como un conflicto simétrico, borrando las dimensiones de ocupación prolongada y bloqueo que organismos internacionales –incluido el Comité de la ONU sobre el Apartheid y múltiples ONG de derechos humanos– caracterizan como castigo colectivo. Esa divergencia discursiva revela una lucha simbólica: mientras las imágenes desde Gaza muestran hospitales ardiendo y familias buscando harina para hacer pan, los comunicados oficiales occidentales insisten en el léxico de la “seguridad” y la “guerra contra el terror”.
En suma, el panorama de las últimas 72 horas confirma una continuidad de la masacre: los muertos se cuentan en decenas cada día, los heridos en centenares o miles, y el hambre cobra vidas de niños incluso lejos de las bombas. El discurso de control territorial de Israel choca con la evidencia primaria de un colapso humanitario que golpea sobre todo a civiles. La censura informativa –tanto en Gaza como en Israel y la Palestina ocupada– obliga a depender de partes médicos locales, comunicaciones de la Media Luna Roja y fragmentos de video difundidos bajo riesgo vital por periodistas y ciudadanos con acceso a VPN.
La pregunta no es ya cuántos días más podrá resistir Gaza, sino cuánto más podrán soportar los gobiernos mundiales que en gran parte siguen mirando hacia otro lado o a lo más derrochando verborreas. Porque cada número publicado por el Ministerio de Salud es, en realidad, un nombre, una historia, una vida cercenada en la penumbra de la impunidad en el campo de exterminio más grande del mundo.













