En Gaza, los escombros son más que piedras: son testigos del hambre, la enfermedad y la muerte que miles de civiles enfrentan cada día. España e Italia han enviado buques de escolta a la Sumud Global Flotilla, pero muchos critican que esos gestos, tímidos y a distancia, apenas rozan la magnitud del horror que se vive. Este reportaje busca rescatar para la memoria de todos —jóvenes y mayores— la Historia que nos precede. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Desde los orígenes del Estado de Israel hasta hoy, y no para el rencor sino mostrar que, pese a la brutalidad y la deshumanización del enemigo, la esperanza persiste. Incluida en Israel y el resto del Planeta. Una esperanza que depende de nosotros: de convertir la compasión en compromiso, implicación y acción. Así, la indignación vendrá en protección de la vida y de la dignidad de todos los seres humanos atrapados en este conflicto.

Introducción: gestos en un mar de contradicciones

La Sumud Global Flotilla, esa iniciativa civil que navega hacia Gaza cargada de alimentos, medicinas y esperanza, es mucho más que un acto humanitario: refleja con crudeza la incoherencia de Europa. Ciudadanos europeos se embarcan en pequeñas naves para socorrer a una población asfixiada, mientras sus gobiernos sostienen políticas ambiguas, cuando no cómplices, frente al bloqueo y la devastación.

España ha enviado el buque de acción marítima «Furor» (BAM P-46) para acompañar a la flotilla humanitaria, decisión que ha generado debate. No es un navío de ataque, sino una plataforma polivalente para vigilancia, protección de rutas, apoyo logístico y misiones humanitarias en entornos de riesgo. Zarpó de Cartagena el 26 de septiembre de 2025 y navega hacia el Mediterráneo oriental, rumbo a la flotilla, sin autorización para aproximarse a aguas bajo control israelí. Su misión se limita al rescate y acompañamiento de civiles, preparado para emergencias, sin capacidad ofensiva; más que un gesto militar, representa prevención y apoyo humanitario conforme a la tradición española de operaciones marítimas internacionales.

Aunque no puede repeler ataques, su presencia busca disuadir posibles agresiones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que en el pasado ya han recurrido a tácticas agresivas indiscriminada contra flotillas civiles, como el abordaje de la Flotilla de la Libertad en 2010 (Wikipedia), que causó nueve muertos y decenas de heridos, o la intervención en 2025 del buque Handala, con 19 activistas detenidos y carga confiscada (laprotesta.es).

Su partida hacia la zona y escolta envía un mensaje claro: España está comprometida con la protección de la misión humanitaria y dispuesta a actuar como garante de la seguridad de los civiles a bordo. Este enfoque busca prevenir incidentes similares a los de flotillas anteriores mencionadas. Según informes recientes, ya ha rebasado o se aproxima a las aguas de Creta o puede que incluso este acercándose a Chipre.

La escolta de la flotilla ha desatado reacciones previsibles: acusaciones de antisemitismo desde Israel y críticas de activistas que la consideran insuficiente, incluidos políticos, periodistas e influencers. Ambas posturas, aunque opuestas, pierden de vista lo esencial: no se trata del acompañamiento del Furor BAM P-46 en sí, sino de la arquitectura de silencios, dobles raseros y complicidades que caracteriza la política real de la Unión Europea y la Comunida Internacional, especialmente frente a una flotilla que (no olvidemos) ya ha sido objeto de ataques y que la Corte Internacional de Justicia califica como expuesta a un “riesgo plausible de genocidio”.

Respecto de Italia, sus Instituciones y autoridades ha adoptado una postura ambigua respecto a la Global Sumud Flotilla, reflejando una contradicción interna entre su apoyo diplomático y sus acciones militares. El gobierno italiano envió la fragata Alpino para asistir a la flotilla tras varios ataques con drones, pero la primera ministra Giorgia Meloni calificó la iniciativa de «irresponsable» y «peligrosa», sugiriendo que la ayuda podría haberse entregado de forma más segura a través de Chipre (El País). Meloni también advirtió que no se utilizaría la fuerza militar para proteger la flotilla, subrayando que no se debe arriesgar la seguridad de los ciudadanos italianos Times of Israel. Esta postura ha generado críticas dentro de Italia, con opositores acusando al gobierno de alinearse con Israel y de no proteger adecuadamente a sus ciudadanos Adnkronos.

Alemania: la prisión de la memoria
La posición institucional de Alemania es quizás la más paradigmática y enrevesada. Atrapada en un “deber de memoria” que ha mutado en una suerte de lealtad incondicional hacia Israel, Alemania parece haber confundido el “Nunca Más” con un “Siempre Contigo”. Mientras el vicecanciller Robert Habeck denuncia con valentía la extrema derecha en casa, su gobierno se niega a aplicar el mismo rigor moral a los actos del gobierno de Netanyahu. El canciller Friedrich Merz habla de “derecho internacional”, pero afirma no ver “condiciones de genocidio” en Gaza. ¿No es acaso eso, en términos políticos, una esquizofrenia moral?

Una esquizofrenia que no se refleja en la sociedad civil alemana. Miles de ciudadanos han expresado su rechazo a la postura gubernamental, participando activamente en la Global Sumud Flotilla, una iniciativa internacional que busca romper el bloqueo israelí de Gaza, e incluye a ciudadanos alemanes comprometidos con la causa. A pesar de las presiones políticas internas, como las ejercidas por el gobierno italiano, muchos participantes alemanes han decidido continuar con la misión, subrayando la desconexión entre las decisiones políticas y las acciones de la ciudadanía comprometida con los derechos humanos y la justicia internacional.

Detrás de esta contradicción en las posturas Institucionales o “de Estado”, hay intereses materiales concretos. Alemania (junto con Francia y otros estados fabricantes de material militar y munición) es uno de los principales socios tecnológicos y militares de Israel. La empresa Rheinmetall, por ejemplo, mantiene activas colaboraciones con entidades israelíes en el desarrollo y venta de sistemas de armamento y municiones de precisión. Aunque también es cierto que está buscando junto a otros socios UE distanciarse de las soluciones israelíes y desarrollar armamento y tecnología militar UE.

Qué decir. Siguen siendo instrumentos para matar. Además es la misma “Europa de los valores” que, bajo el liderazgo de Ursula von der Leyen, planea invertir 800.000 millones de euros en defensa en lugar de completar la integración pendiente: la red eléctrica, los corredores ferroviarios o una base tecnológica propia en áreas como los semiconductores, la encriptación o la inteligencia artificial.

Mientras Europa siga siendo tecno-dependiente de Estados Unidos y de gigantes como Alphabet o Amazon, seguirá siendo también políticamente dependiente. Alemania, junto con Países Bajos y otros países nórdicos, dicta la letra pequeña de una política exterior que, lejos de ser torpe, es una esquizofrenia geopolítica pagada con sangre palestina, ucraniana, rusa, siria, yemení y libia.

Países Bajos y Reino Unido: los caballos de Troya atlánticos
Durante los doce años de Mark Rutte como primer ministro, Países Bajos se consolidó como el aliado incondicional de Washington en la UE. Ahora, como secretario general de la OTAN, Rutte ha llevado ese rol a nuevas cotas de sumisión, llamando “papi” a Trump en el Despacho Oval. Entre tanto, o desde siempre, la sociedad civil holandesa (judía y no judía) ha sido clara en su rechazo a las políticas israelíes y en su defensa activa de la solución de dos Estados. El neerlandés “de la calle lo tiene claro y se mueve en favor de desarmar el drama en Palestina. Esa brecha entre ciudadanía y élite no es casual: es estructural. Sucede en todos los países UE.

Por su parte, el Reino Unido, incluso post-Brexit, sigue ejerciendo un papel de dique de contención frente a cualquier sanción o medida firme contra Israel, replicando una función que ya desempeñaba antes. Londres actúa, en efecto, como “co-actor” de la política exterior estadounidense, heredera y prolongación de las prácticas expansionistas del Imperio británico del siglo XIX. Estados Unidos, a su vez, llevó esa lógica expansionista y de settler colonialism (colonialismo y extensión territorial por asentamiento) hasta anexionarse amplios territorios al Oeste, alcanzar el Pacífico y apropiarse de la mitad de México poco después de su independencia de la Corona española. Conceptos como el “destino manifiesto” y la excepcionalidad estadounidense, plasmados más tarde en la Doctrina Monroe y reforzados hasta hoy, sintetizan esta continuidad de expansión y extraterritorialidad legislativa, militar y tecnológica. En este marco, el Estado de Israel, más allá de lo consignado en la Resolución UN 181, también practica un colonialismo y extensión territorial por asentamiento y un irredentismo que lo lleva a extender sus fronteras tras cada conflicto, ya sea provocado o recibido.

La OTAN, que debió disolverse en 1991 o transformarse en un instrumento de coordinación bajo paraguas de la ONU, se ha convertido en un brazo extendido de la influencia estadounidense. Las promesas incumplidas a Gorbachov y Yeltsin son la antesala de la actual presión por una “OTAN global” que consolida el doble rasero a las puertas de Rusia. La invasión rusa de Ucrania es condenable, pero no carece de contexto: Moscú no tiene bases militares en la frontera con Estados Unidos.

Frente a esto, criticar el gesto de los navios de escolta español o italiano de enviar barcos «es como regañar a quien pone un cubo ante una tubería rota, en lugar de señalar a quien se niega a cerrar el grifo».

España: el precio interno de la coherencia
En España, la decisión de apoyar la flotilla ha agudizado la polarización política. Mientras el rey Felipe VI pedía en la ONU que “se detenga la masacre”, la derecha española criticaba no solo al gobierno, sino incluso a la jefatura del Estado. España paga un precio institucional por mantener una posición civil y política clara en el escenario internacional. Esa división refleja un conflicto más profundo: la dificultad de construir consenso en un país donde la política exterior se ha convertido en campo de batalla ideológico.

Resulta cínico que quienes nada hacen —o colaboran activamente, como Reino Unido con sus bases en Chipre y sus vuelos de reconocimiento sobre Gaza— critiquen la insuficiencia de quienes al menos actúan. La coherencia, en este caso, tiene un coste interno que no todos están dispuestos a asumir.

La ONU: el silencio de los que se quedaron sentados
El verdadero termómetro de la complicidad internacional no fue quién abandonó la sala cuando Netanyahu habló en la ONU, sino quién permaneció en su asiento. Esos rostros (cómplices por acción u omisión, o presos de sus compromisos adquiridos) son los que sostienen el statu quo del conflicto en Israel/Palestina. Nombrarlos no sería villanía, sino transparencia democrática.  Pero para eso ya están los testimonios videográficos. Son la prueba viviente de que, para muchos, los principios son negociables cuando se trata de Israel.

Algunos han criticado a quienes se marcharon, sugiriendo que deberían haber arrestado a Netanyahu en plena tribuna. Pero todos sabemos que la Carta de la ONU y su edificio gozan de protección diplomática. La responsabilidad de detener al ciudadano Netanyahu recae en Estados Unidos y en los Estados parte del Estatuto de Roma, en función de los procesos abiertos en la Corte Penal Internacional.

Hacia una crítica inteligente y una coherencia exigible
Lo urgente y relevante no es “¿por qué enviamos un barco?”, o “quienes si quienes no…” sino “¿por qué este barco es una excepción y no la norma?”. No es “¿por qué España recibe amenazas?”, sino “¿por qué otros aliados de Israel no reciben ni una reprimenda?”.

Despreciar los gestos, por limitados que sean, es un error táctico. En un panorama de complicidad generalizada, un acto de disidencia (aunque simbólico) rompe el consenso tóxico y abre espacio para otros. El verdadero desafío para la ciudadanía europea es exigir coherencia: a Alemania, que su memoria se traduzca en una política de derechos humanos universal; a Países Bajos y Reino Unido, que dejen de ser abogados de la impunidad en Bruselas y Washington.

La flotilla necesita escolta naval, lamentablemente es timorata y a distancia. Pero aún más urgente es que la cordura y la coherencia política escolten su demanda de justicia. Su viaje es un grito dirigido a la comunidad internacional y a las instituciones del planeta entero. Estas tragedias no ocurren solo en Gaza. En Sudán, el conflicto entre las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Apoyo Rápido ha dejado miles de muertos, millones de desplazados y un brote de cólera que afecta a más de 100.000 personas (AP News, 2025). Similarmente, Yemen y Etiopía enfrentan crisis humanitarias que devastan a su población civil. Dejemos de disputar sobre la espuma de las olas y fijemos la mirada en las corrientes subterráneas que dictan el rumbo de estas tragedias, exigiendo acción y justicia donde más se necesita. El genocidio no se detiene con gestos, pero la complicidad tampoco se desmantela sin señalar, con nombres y apellidos, a todos sus arquitectos.

La Sumud Global Flotilla jamás debió existir y echarse a la mar, porque entraña un riesgo terrible por el tamaño y tipología de las embarcaciones para sus tripulación y participantes embarcados, pero allí van,… valientes y comprometidos. ¿Cómo criticar tan noble empresa? ¿Por qué criticar que al menos dos países europeos escoltan como entienden o pueden con navíos adecuados (véase la ubicación de la Sumud Global Flotilla en tiempo real).

Sobre todo, no debería haber sido necesario que la flotilla partiera al mar, porque hay alimentos, medicinas y medios suficientes, pero permanecen atascados en las fronteras. Aun así, miles de personas en Gaza están muriendo de hambre, sed y enfermedades que podrían evitarse, y la ofensiva militar israelí desencadenada tras el ataque terrorista de Hamás en 2023 hace que cada día la situación sea crítica, obligando a que la ayuda humanitaria deba zarpar directamente hacia quienes más la necesitan.

Camiones cargados con ayuda esperan en Egipto, en Al-Arish, en Rafah, en Kerem Shalom; la ONU y las organizaciones humanitarias han logrado acercar insumos vitales que permanecen estacionados, sin poder repartirse. Hay recursos suficientes para detener la catástrofe, pero la parálisis persiste. Médicos Sin Fronteras lo relata en su informe: e Israel no permite que se distribuyan, ni siquiera bajo sus propias condiciones de control. El resultado es un crimen silencioso, donde el bloqueo y el hambre se convierte en un arma. Los medios que podría salvar vidas y evitar sufrimiento, siguen acumulándose a la vista del mundo.

Según informes de la Associated Press y otras fuentes, más de 3.000 palestinos han muerto intentando acceder a los puntos de distribución de ayuda en Gaza, gestionados por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés). Esta organización, respaldada por Estados Unidos e Israel, ha subcontratado la seguridad de sus centros a empresas privadas estadounidenses como UG Solutions y Safe Reach Solutions. Estas compañías están dirigidas por veteranos militares y exagentes de inteligencia de EE. UU., y han sido acusadas de utilizar munición real y granadas aturdidoras contra civiles desarmados en las filas de distribución. Además, se ha informado que algunos de estos contratistas fueron enviados a Gaza con visas de turista inapropiadas para sus actividades, y se les ordenó usar fuerza letal bajo la supervisión indirecta de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) (castro.house.gov).

La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), establecida en febrero de 2025, reemplazó más de 400 puntos de distribución de la ONU por solo cuatro centros en el sur de Gaza, todos bajo control militar israelí y protegidos por contratistas privados estadounidenses supervisados a distancia por el ejército israelí. Criticada por su falta de transparencia, uso de tecnología de reconocimiento facial y concentración de ayuda en zonas específicas, estos centros han provocado desplazamientos forzados y violado principios humanitarios. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras y la ONU denuncian que se han convertido en “trampas mortales” para los civiles palestinos, con más de 1.400 muertos desde el inicio de las operaciones. En conjunto, la GHF y sus contratistas han generado controversia por el uso excesivo de la fuerza y la gestión opaca de la ayuda. (Wikipedia).

Qué más contar en este reportaje para constatar que la comunidad internacional debe frenar al Estado de Israel, a Netanyahu y a todos los promotores del proyecto del “Gran Israel”: un delirio expansionista que ya aparece en mapas que incluyen Líbano, Jordania, parte de Siria, Irak, Chipre e incluso la costa sur de Turquía. Este proyecto, llevado en forma de insignia cosida en la manga de numerosos soldados y algunos oficiales, simboliza la guerra eterna hecha territorio, un emblema de dominación y control que convierte fronteras en líneas de fuego y población civil en daño colateral.

Los primeros días de Israel y Palestina según la Resolución 181 de la ONU de 29 de noviembre de 1947
Lo que ocurre en Gaza es la continuación de un proceso iniciado en 1948: implicó la expulsión sistemática de palestinos, la eliminación de su cultura y la reforestación con pinos sobre sus cementerios y mezquitas. Esa es la realidad que debe conocerse en todo el mundo, incluso en Israel, donde la población civil desconoce lo que se hace en su nombre. Ellos lo llaman Nakba, la ‘catástrofe’, en referencia a la expulsión y pérdida de su tierra y cultura.

La ignorancia de lo pasado abarca especialmente a los menores de 30 años y especialmente los más jóvenes. En Israel, ellos no vivieron los orígenes en tiempos de los kibutzim, O lo conocen solo por el relato oficial acerca de la creación de su Estado. Apenas son ecos remotos, los nombres de los primeros ministros Ben Gurión, Moshe Sharett, Levi Eshkol, Golda Meir, Menachem Begin, Yitzhak Rabin, Yitzhak Shamir, Shimon Peres, Ehud Barak, Ariel Sharon, Ehud Olmert o Benjamin Netanyahu. Algunos de los primeros estuvieron directamente vinculados a grupos armados sionistas antes de 1948. Entre ellos Ben Gurión, Eshkol y Meir apoyaron y participaron en la Haganá, Begin lideró el Irgun responsable de la masacre de Deir Yasin, y Shamir formó parte del Lehi, mientras que Sharett y Peres se distinguieron por su enfoque diplomático y pacifista. No atentaron personalmente, pero parte de la Historia partía también de una corriente violenta que no se correspondía con el espíritu de la Resolución de la ONU en su momento, que creó el Estado de Israel, destinado a judíos, palestinos y demás habitantes de la zona demarcada.

El interés de este reportaje es rescatar para la memoria de todos, jóvenes y mayores, de qué Historia venimos y que pese a todo hay esperanza. Porque este conflicto refleja lo que sucede cuando se deshumaniza por completo al enemigo. Pese al horror y la muerte, la esperanza persiste, y depende de nosotros transformarla en acción para proteger la vida y la dignidad de todos.

El asesinato de Yitzhak Rabin en 1995 por un extremista sionista judío, disparándole a quemarropa durante un mitin, recuerda hasta qué punto las corrientes internas en Israel han resistido históricamente cualquier intento de paz, y cómo incluso líderes comprometidos con la negociación y la reconciliación han sido víctimas de la violencia interna. Todos estos antecedentes contribuyen, directa o indirectamente, a la consolidación del Estado de Israel y a la continuidad de políticas que han afectado profundamente a la población palestina.

Si Israel aspira a ser la “Tierra de Promisión” que evocan alegóricamente sus Textos Sagrados, debería escuchar a sus rabinos y pensadores más lúcidos: esa tierra no es un espacio con fronteras elásticas marcadas por anexiones y guerras, sino una forma de vida coherente con preceptos básicos como el respeto a la vida humana y su propio “¡No matarás!”. Israel es un Estado real y reconocido, nacido de la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947, un origen mucho más defendible y legitimable que el de la mayoría de los Estados modernos, cuya formación suele provenir de conquistas, reconquistas, matrimonios dinásticos o, en tiempos del imperialismo británico y francés, de acuerdos como el Sykes-Picot, que trazaron líneas rectas en los mapas dividiendo pueblos, etnias y costumbres sin atender a su historia ni a sus trashumancias. Aquello sí que careció de legitimidad, y sus consecuencias aún hoy desgarran Oriente Medio. En contraste, lo que sucede en Gaza: ese desolador paisaje lunar sembrado de ruinas por la acción del IDF (el ejército que se autodefine como “el más moral del mundo”). Resulta no solo un contrasentido con los valores que dicen sostener como Estado y Ejercito, sino una herida abierta en la conciencia de la humanidad.

Hechos recientes
El 29 de septiembre de 2025, el ejército israelí intensificó su guerra psicológica en Gaza y el sur del Líbano mediante una táctica inédita: la transmisión de la alocución del primer ministro Benjamín Netanyahu en la Asamblea General de la ONU a través de altavoces montados en vehículos militares y, según algunos informes, mediante la manipulación de redes telefónicas locales (véanse The Guardian. aa.com.tr). En ese discurso radiado a los palestinos también…, Netanyahu reafirmó su firme compromiso de “terminar el trabajo” en Gaza. Además, descalificó la solución de dos Estados y condenó el reconocimiento internacional de Palestina como un acto de “suicidio nacional”. La transmisión de su mensaje directamente a la población civil palestina buscó presionar a los residentes para «que se desarmaran y entregaran a la gente de Hamas», mientras se mantenía la amenaza de represalias.

Esta estrategia se asemeja a las tácticas de guerra psicológica empleadas en conflictos como la Guerra de Vietnam, donde se utilizaban medios masivos para desmoralizar al enemigo. La decisión de Israel de emplear estos métodos ha generado controversia, incluso dentro del propio país, donde algunos oficiales militares calificaron la operación como una “idea loca” sin beneficio táctico claro.

Barbados' Prime Minister Addressed the UN General Debate, 80th Session (Sep. 26, 2025)

Barbados, Primera ministra, dirigiéndose a la Asamblea de la ONU, en el Debate General, de la 80 Sesión (Sep. 26, 2025)

El mejor cierre a este reportaje de la situación actual en Palestina, es finalizar remitiéndonos al discurso reciente de Mia Amor Mottley, Primer Ministro, cuando se dirigió al Debate General de la Asamblea de ONU, en el 80° Período de Sesiones (26/9/2025). Barbados es un diminuto país insular, pero el discurso y la talla de Mia Amor Mottley es indiscutible.

La acusación más dura de Mia Amor Mottley (sobre Gaza y la guerra permanente en Palestina): «Hacen un desierto y lo llaman paz.» En realidad, es una dura cita al historiador Romano de la Antigüedad «Tácito», porque ese es el papel de la Asamblea General de Naciones Unidas, y en sus discurso llama vigorosamente a fortalecerla. Incluso aunque algunos Estados de «apeen». En su lógica aplastante hace el calculo: 193 paises – 3 ≠ 0, no da cero. Que algunos votan que quieren desentenderse de este Proyecto de paz de ochenta años ya, que es la ONU. Bueno es su decisión. Viene a decir ella.

Esta frase es un juicio histórico implacable contra la brutalidad y la hipocresía de la guerra moderna. No hay manera de escuchar esto y permanecer impasible. Siguió: «La crisis más profunda e insidiosa es la crisis de la verdad. Cuando perdemos la verdad compartida, nuestra sociedad global pierde su centro de gravedad.». Aquí no habla de política, sino “…que decae de la base misma de la civilización. Sin verdad, todo lo demás (ley, ciencia, noticias) se convierte en teatro.”

Parafraseando o resumiendo las palabras de Mia Amor Mottley: «Me llevo la imagen de una niña palestina entre los escombros, cargando a su hermana y aun así manteniendo la esperanza. Si ella puede sostener la vida y la promesa de un mañana mejor, nosotros, con mucho más poder y responsabilidad, debemos convocar la voluntad de justicia, solidaridad y humanidad que el mundo reclama ahora más que nunca.» 

Cierre: Hay esperanza. Siempre. Pero depende de que cada uno se  pregunte, desde lo más hondo, ¿a dónde nos llevan mis/nuestras acciones?, ¿en qué mundo queremos construir?; y recordar que lo que somos como individuos define lo que somos como humanidad.