Hay un lenguaje que no usa palabras, pero avisa. Nos habla desde dentro. No se ve, pero se siente y cuando se ignora, duele.
Intuir es sobrevivir
La intuición no es un don esotérico ni una señal mística, es una función del cerebro, real y fisiológica. Actúa más rápido que la razón. No se explica, se siente y suele acertar antes de que podamos entender por qué. No es magia, es evolución. Millones de años de selección natural nos dejaron un radar que opera sin pedir permiso. No es un órgano, es un sistema, una respuesta bioeléctrica que se dispara cuando el entorno cambia, una advertencia sin palabras. La intuición no es pensamiento, es respuesta.
El cuerpo avisa antes que la mente
Estudios del HeartMath Institute y de universidades como Princeton han demostrado que el corazón y el sistema nervioso responden a estímulos antes de que ocurran. Lo llaman presentimiento anticipado: microsegundos en los que cambian el pulso, la conductancia de la piel y la actividad cerebral. El 95 por ciento de nuestras decisiones no son racionales, sino que se toman en esa zona invisible donde habita la intuición. Cuando sentimos que algo no anda bien, es el cuerpo quien lo capta antes que el cerebro.
¿Dónde vive la intuición?
No en el corazón ni en el estómago, sino en la interacción entre el sistema límbico, el tallo cerebral, la ínsula y las redes neuronales que procesan emociones, patrones y memoria. Es un atajo: el cerebro filtra, compara y recuerda. Si algo se parece a un peligro, lo sentimos antes de pensarlo. A veces sabemos cosas que no podemos justificar. No es brujería, es experiencia condensada.
La intuición se entrena
Quien dice que no la tiene, miente o no sabe escuchar. Se desarrolla con silencio, se afina con el error y se fortalece al distinguir entre un presentimiento genuino y un prejuicio aprendido. Puede fallar y confundirse con ansiedad en ambientes de miedo o presión social. Pero en calma, es una guía poderosa. Por eso cirujanos, bomberos, agentes secretos y madres la valoran.
Creatividad, arte y ciencia
Einstein lo dijo: “La mente intuitiva es un regalo sagrado, la mente racional su fiel sirviente”. Las mejores ideas, las grandes soluciones, nacen de la intuición. La música, la poesía, la pintura, los inventos y el amor surgen primero como corazonada, después llega la técnica. Sin intuición no hay chispa, no hay salto. Científicos, matemáticos e ingenieros la usan antes de razonar.
Intuir la muerte
Hay pacientes que han sentido que iban a morir y lo dijeron antes de un infarto o accidente; animales que abandonan el grupo horas antes de fallecer. La intuición no predice el futuro pero percibe el quiebre, el fin de un ciclo. Ancianos que ordenan sus cosas días antes de morir saben sin saber.
Intuir el mal
El cuerpo detecta señales invisibles: tono, mirada, lenguaje no verbal. Muchas personas se salvan porque hacen caso a esa alarma interna que les dice “aquí no es”. La historia está llena de vidas preservadas por un presentimiento sin pruebas.
Intuir el bien
Así como percibe el peligro, también reconoce la paz. Hay rostros que calman, manos que alivian, miradas que sanan. El cuerpo agradece cuando intuye ternura, nobleza, dignidad. La bondad también vibra.
Enemigos de la intuición
El exceso de información, el ruido digital, la obsesión por la lógica y la rigidez cultural la cubren. No desaparece, pero se calla. Vivimos en una época que venera el análisis y desprecia la percepción. Cuando la intuición se apaga, nos volvemos ciegos en un mundo sobre-estimulado.
Intuición y ciencia moderna
La neurociencia ya no duda: la intuición existe y se mide. Estudios del MIT, del Max Planck Institute, de la Universidad de Leeds y del HeartMath Institute muestran que el cerebro decide antes de que seamos conscientes. Zonas como la ínsula anterior y el córtex cingulado se activan y hay microvariaciones eléctricas en el corazón y la piel justo antes de elegir.
Intuiciones que cambiaron la historia
Churchill intuyó que Hitler no se detendría. Marie Curie siguió una corazonada y halló el radio. Steve Jobs imaginó lo que nadie veía y creó el futuro. No fue suerte , sólo fue intuición entrenada.
Intuición ancestral
Para los pueblos originarios, la intuición no es un concepto, sino un estado natural. El Mapuche la llama rakiduam, los Aymara diferencian entre pensamiento interno y proyectado, los pueblos amazónicos sienten los cambios del bosque antes de que ocurran. Todo comunica, una nube, un sonido, un crujido. Intuir es recordar y sobrevivir.
Intuición y ética
Es también brújula moral. Percibimos el bien como armonía y el mal como disonancia antes de racionalizarlo. Personas sin estudios saben cuándo hay abuso y otras con títulos no sienten nada. La ética nace primero en el cuerpo, luego en la ley.
La intuición en las elecciones
Ese radar interno también capta el pulso político. En Chile sobre Jeannette Jara, se percibe fuerza popular y representación real. Su triunfo en primarias fue señal de un cambio que se mueve en barrios, sindicatos y memoria colectiva. Sobre Evelyn Matthei, detecta un modelo viejo disfrazado de orden, con silencios incómodos y vínculos con el pasado militar. Sobre José Antonio Kast, lanza una alerta por su admiración a dictaduras, su visión autoritaria y su desprecio por el pluralismo.
La intuición no elige, pero advierte. Hoy el país no decide solo entre tres nombres, sino entre tres futuros: cambio con dignidad, continuidad maquillada o regresión peligrosa. El cuerpo social lo presiente. Falta que la razón lo confirme en votos.
El alma también habla
Existe un lenguaje más antiguo que la palabra: el que usamos al mirar a un hijo dormir, al recibir un abrazo o al reconocer un rostro que inquieta. Ese lenguaje se llama intuición. Y es quizás la única brújula confiable cuando todo lo demás falla.
Conectarnos con ella no es un lujo, es una necesidad. En un mundo que grita, solo quien se escucha podrá sobrevivir sin perderse. Si afinamos ese sentido perdido quizás un día no solo intuiremos el dolor, sino también la paz.













