¿Puede una democracia morir sin disparos, solo a base de decretos firmados al alba por un presidente que se aparte de las «buenas prácticas» consensuadas en los últimos 250 años desde la fundación de la Nación y su espíritu y reglas de juego?
La respuesta es que esas cosas pasan y pasaron. Estados Unidos es una nación joven. Aunque se se ve a sí misma como la cuna del constitucionalismo moderno, en realidad nació de la mano de una élite de oligarcas que también eran «hombres ilustrados» o animados por los mejores ideales de la Ilustración que se atrevían a materializar en sus Constitución. La Ley de leyes. EE.UU. vive en 2025 una mutación Institucional sin precedentes o tal vez solo una pequeña pesadilla. Desde fuera no sabemos los demás pueblos de la Tierra lo que el Pueblo estadounidense en estos últimos cincuenta años vive o padece. Lo que sí se ve, porque no lo esconden y se hace con descaro, es el actual bajo el signo de la corrupción del espíritu de la legalidad y las buenas costumbres (Common Law). El actual Poder Ejecutivo ha comenzado a devorar las agencias independientes, silenciar a los fiscales y a privatizar funciones esenciales del Estado. Este artículo explora cómo la lealtad personal al presidente (como requisito para ser nombrado) se ha convertido en la nueva medida del servicio público, mientras la Constitución —invocada para justificar cada golpe de poder— se convierte en rehén de su propio texto. Kafka no exageraba: las verdaderas pesadillas se escriben con tinta oficial, incluidas las «Metamorfosis de un Estado». Pero la Historia enseña que los pueblos o la gente común de todos los apuros sale adelante cuando descubren el engaño o truco. (este artículo es continuación la primera parte)
El FBI: Fahrenheit 2025 y la purga de los «desleales»
El FBI ha sido blanco de una purga de agentes (TheDailyBeast y Reuters) y también los fiscales del Departamento de Justicia que investigaron el asalto al Capitolio del 6 de enero (JustSecurity.org).
Estas destituciones, denunciadas como ilegales por violar la Ley de Reforma del Servicio Civil, buscan intimidar a una agencia que debe ser imparcial. (MiamiHerald), quien asumió como encargado de la oficina de Miami en marzo de 2023, fue instruido por altos cargos del DOJ para renunciar, retirarse o ser despedido como parte de una purga de agentes vinculados a investigaciones sobre el 6 de enero y documentos clasificados como parte de una purga de agentes vinculados a investigaciones sobre el 6 de enero y documentos clasificados.
Por recordar “El caso del 6 de enero” se refiere al asalto al Capitolio ocurrido el 6 de enero de 2021, cuando una turba de partidarios del entonces presidente Donald Trump irrumpió en el edificio del Capitolio en Washington, D.C.; más la posible implicación del propio DJ Trump en como posible instigador. El objetivo era interrumpir la certificación del Congreso de los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, que confirmaban la victoria de Joe Biden. Los agentes investigadores y fiscales han ido “cayendo” todos.
Demandas de grupos de derechos civiles alegan violaciones a la Primera Enmienda y al debido proceso (due diligence, o «tutela Judicial efectiva» en nuestros conceptos en España), mientras un editorial del New York Times advierte que el FBI se está convirtiendo en un «brazo de las prioridades MAGA». (LawAndCrime)
La Reserva Federal: Presión sin despidos (por ahora)
La Reserva Federal (Fed) es el Banco Central de Estados Unidos. Desde el punto de vista europeo, un curioso organismo híbrido con características a la vez públicas y privadas. Porque, aunque sus accionistas principales son los grandes bancos sistémicos estadounidenses, su diseño legal y atribuciones estatutarias busca garantizar cierta independencia del Ejecutivo. Independencia en el sentido de que la FED pueda gestionar la política monetaria, controlar la inflación y estabilizar el dólar, pilares clave de la economía nacional y global, y actuar de un modo anticíclico en casos de crisis económicas, recesión, etc.
Sin embargo, a pesar de que un decreto presidencial de Trump, del 18 de febrero de 2025, excluye expresamente a la FED de ciertos controles directos, el expresidente Trump ha ejercido una enorme presión pública sobre su presidente, Jerome Powell. Desde comunicaciones directas, declaraciones en los medios, Tweets en “X”, etc, para que baje las tasas de interés, y que dimita. Incluso ha explorado la posibilidad de someterla a revisiones directas desde la Casa Blanca. (Reuters)
Esta injerencia desafía el espíritu y la letra de la Ley de la Reserva Federal de 1913, que protege la autonomía de este máximo organismo económico. El Banco de los Bancos, por así decir. Aunque, por ahora, Trump no puede destituir o despedir a Jerome Powell, su figura ha sufrido desgaste por los continuos embates en declaraciones de los miembros de su gabinete, la presión en los Medios, Redes, y demás canales por los que discurre el poder en los EE.UU. Todo ello abre la puerta a futuros intentos de control directo del presidente sobre la Fed. Si la Corte Suprema llegase a confirmar esta interpretación, otorgando ese poder al presidente Trump, las consecuencias son impredecibles para la credibilidad y estabilidad económica y monetaria. (Investopedia).
Cambios en la SEC (la Comisión de Bolsa y Valores): la zorra vigila el gallinero
Este organismo que regula los mercados financieros de Estados Unidos, ahora bajo el principio del “Ejecutivo Unitario” trumpiano, que interpreta el Artículo II de la Constitución como un mandato de control presidencial absoluto, la SEC bajo las órdenes de Trump ha pasado de guardián de las buenas prácticas y juego limpio, a sirviente de Wall Street. Convirtiendo a esta agencia en una extensión de la Casa Blanca.
La SEC, creada en 1934 para proteger a los inversores, garantizar la transparencia de las empresas y mantener el orden en las bolsas, combatir las malas prácticas, el uso de información privilegiada, etc, la SEC era un pilar de independencia. Por ello, con esta sumisión presidencial la Agencia está ahora en el centro de una tormenta desatada por la administración de Donald Trump en 2025.
La administración Trump sostiene que la “independencia” de agencias como la SEC es un obstáculo para los intereses económicos nacionales, según el Decreto Ejecutivo 14091. En la práctica, esto ha significado un asalto directo a su autonomía. En marzo de 2025, Trump destituyó a la comisionada Allison Lee, conocida por su postura progresista, acusándola de “obstruccionismo” en investigaciones a empresas como Tesla. Este despido, considerado ilegal por violar las protecciones de la SEC, marcó el tono de lo que vendría: una serie de intervenciones que han debilitado el papel regulador de la agencia. (TheGuardian)
Bajo presión presidencial, la SEC archivó investigaciones clave sobre las SPACs, empresas pantalla impulsadas por magnates como Elon Musk, Peter Thiel, Chamath Palihapitiya y otros integrantes del llamado “Grupo de PayPal”, con el argumento de que estas pesquisas “asfixiaban la innovación”. (véase esta discusión en Reddit porque las hemerotecas principales son solo accesibles por suscripción a la segunda visita de algún artículo aquí referenciado)
Muchas de estas compañías, generalmente relacionadas con las tecnologías de la información, también ejecutaban tareas para el Gobierno de EE.UU. Lo hacían en áreas donde la acción estatal directa está limitada por leyes y derechos constitucionales, como la vigilancia, la recopilación masiva y cruce de datos, y el control de comunicaciones. Al externalizar estas funciones a empresas privadas, se crea una zona gris que facilita la operación de agencias de inteligencia y servicios secretos, además de los llamados “hombrecillos de verde” (esos operadores encubiertos sin reconocimiento oficial), lo que reduce la supervisión, erosiona la transparencia y pone en riesgo los derechos civiles.
Respecto de la SEC no podemos olvidar que el presidente también canceló regulaciones sobre criptomonedas y bonos verdes, siguiendo órdenes directas de la Casa Blanca. Más alarmante aún, Trump contrató a BlackRock, para auditar fondos indexados, un movimiento que el Wall Street Journal calificó como un conflicto de intereses evidente, dado el peso de BlackRock en los mercados que la SEC debería supervisar. La zorra vigilando a la gallinas nuevamente. Este párrafo es denso, pero merece releerse: Elon Musk y Peter Thiel,… y BlackRock, los datos obtenidos desde la DOGE, la tecnovigilancia de los ciudadanos estadounidenses, etc.
El nuevo director de la SEC, James «Jay» Clayton, un exabogado de Wall Street, ha reforzado esta tendencia. Cuando los mercados se tambalearon por el colapso de fondos de cobertura ligados a las «meme stocks» impulsadas por Reddit, Clayton optó por la inacción, declarando que «los mercados se autorregulan». En otro golpe, el 15 de junio de 2025, una norma para limitar los millonarios bonos de los CEOs fue eliminada del registro federal con una nota que lo decía todo: «Anulada por orden del presidente bajo el Artículo II». Trump es la Ley.
Las consecuencias han sido devastadoras. Sin controles, Bitcoin se disparó un 300%, mientras pequeños inversores perdieron 8.000 millones de dólares en esquemas de pump and dump, según Bloomberg. La confianza en los mercados, según la Universidad de Chicago, se desplomó a niveles de 1929. Como dijo la senadora Elizabeth Warren el 3 de julio de 2025, «la SEC ya no vigila a Wall Street: es su sirviente, y el presidente es su mayordomo». Con la SEC convertida en una herramienta política, el sistema financiero estadounidense enfrenta un futuro incierto, mientras los Tribunales deciden con tibieza si pueden frenar este asalto al equilibrio de poderes.
Con todo lo visto en el artículo anterior (cita) ¿estamos realmente ante una reforma o ante un cambio de régimen del Sistema Democrático estadounidense?
La respuesta es el DOGE. Desde sus primeras semanas de gobierno, la nueva Administración Trump presentó al Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) como su ariete para “desmantelar el Deep State” y restaurar una supuesta “lealtad constitucional”. Pero la realidad fue más transparente de lo que parecía: DOGE nació como una oficina de purga y control ideológico, encargada de alinear a todo el aparato estatal con la voluntad del presidente.
Bajo la dirección simbólica y mediáticamente celebrada de ciento-multi-mil-millonario Elon Musk, el organismo fusionó retórica tecnocrática, cultura de start-up y lealtad personal, evaluando a funcionarios públicos no por su competencia, sino por su sintonía con la visión trumpista. Lo que el país presenció no fue una reforma del Estado, sino su recentralización acelerada al servicio del poder ejecutivo.
Respaldado por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk, Trump centralizó el poder en la Casa Blanca, debilitando agencias clave mediante esta iniciativa. Los tribunales y organizaciones civiles están resistiendo, pero el futuro del equilibrio de poderes está en juego. ¿Podrán estas instituciones sobrevivir el embate de un Ejecutivo que interpreta la Constitución como un mandato sin límites? (ElDiario.es)
La ironía histórica: Hamilton ya temía en 1788 lo que Trump hace a diario
Alexander Hamilton, padre fundador y primer secretario del Tesoro, defensor de una república fuerte pero con límites claros al poder presidencial, explicó hace 235 años, en El Federalista N.º 69 que el presidente no era un rey: «Su autoridad se limita a ejecutar leyes existentes… Carece de potestad para crear normas o controlar fondos sin el Congreso». Su temor hoy es la realidad.
El Arma Final: la emergencia perpetua
El Artículo II otorga al presidente poderes excepcionales en crisis graves (guerras, rebeliones). Pero Trump ha convertido lo «excepcional» en rutina:
- Ciberataques: Activó «protocolos de emergencia» para censurar redes sociales (2025).
- Migración: Declaró «invasión» en la frontera sur para movilizar tropas sin autorización del congreso (asunto ya tratado en el artículo anterior).
- Protestas: Catalogó manifestantes como «terroristas domésticos», usando el FBI para detenerlos sin cargos.
- La consecuencia: Con cada «emergencia» se expande el alcance Artículo II (poder del presidente y el Ejecutivo), mientras encoge los Artículos I (Congreso) y III (Poder Judicial).
¿Dónde está el límite? El Tribunal Supremo lo desdibuja
En Trump v. EPA (2025), la Corte falló 6-3: «El presidente tiene autoridad constitucional (Artículo II) para redefinir el alcance de las agencias ejecutivas». Samuel Alito, en su opinión concurrente, escribió: «En tiempos complejos, el ejecutivo unitario no es una opción: es una necesidad».
Conclusión: La Constitución como Rehén
El Artículo II original ya no es una pieza de un sistema equilibrado: es el martillo que fractura los pilares de la democracia estadounidense. Como denunció el experto constitucional Bruce Ackerman (Yale Law School): «Trump no gobierna bajo la Constitución: la gobierna él a ella. El Artículo II es su coartada para enterrar 250 años de contrapesos». (Slate.com y CTXT)
La pregunta que resuena en los tribunales es hoy existencial: ¿Sobrevivirá la Constitución a su propia letra?
El Golpe: los despidos a primera hora
Era jueves cuando Laura Dawson, inspectora general del Departamento de Salud, recibió un correo a las 11:47 PM: «Su puesto ha sido suprimido por orden presidencial». No hubo explicación. Solo una línea en el Federal Register citando «reestructuración de emergencia». Dawson era la que investigaba sobrecargos en contratos de medicamentos. En 173 días, 18 colegas suyos corrieron su misma suerte.
El mecanismo es simple: «Si la agencia es mía, yo decido quién vigila». Inspectores generales, fiscales éticos, auditores… todos son ahora desechables. La Casa Blanca lo llama «agilidad». Los jueces federales lo llaman «la muerte del oversight«.
La Jugada Maestra: privatizar el Estado
Mientras el huracán Beryl arrasaba Texas en junio 2024, un cartel apareció en los refugios de FEMA: «Asistencia gestionada por X-Corp». Elon Musk, amigo personal de Trump, recibió un contrato sin licitación para coordinar los rescates. Misma suerte corrieron los Parques Nacionales: guardabosques anteriormente dependientes de administraciones locales o agencias federales fueron despedidos y reemplazados por mercenarios de Blackwater con órdenes de «disparar a intrusos». (VanityFair) (TheHill)
Aquí la teoría o la sospecha ya muestra claramente sus garras: «Si el presidente controla el Ejecutivo, puede subcontratarlo». Las agencias ya no regulan: son contratistas. La EPA fija normas ambientales redactadas por Chevron (si una de las “siete hermanas” de los combustibles fósiles); la SEC vigila mercados desde las mismas oficinas de BlackRock. De hecho BlackRock “le lleva” o aconseja en economía a algunos países como “consultores”… Pero todo casa con la sospecha de que se pone al zorro al cuidado de las gallinas.
La coartada: la emergencia es apresuramiento y con ello impunidad
La palabra clave es «multidimensional»: migración, terrorismo, ciberataques, incluso «desinformación». Todo es una emergencia. Todo justifica saltarse reglas. «¿Tribunales? ¿Congreso? Son lujos de tiempos de paz», declaró John Yoo, el ideólogo de los tribunales militares de Bush, que ahora es asesor de Trump. (Reason.com). Entonces quien es John Yoo el arquitecto de Guantánamo y de sus prácticas
El Cesar desde Washington: el ritual diario de los Decretos presidenciales (Executive Orders)
Cada mañana, el Federal Register amanece como si fuera la muralla de un viejo palacio imperial, cubierta de nuevos edictos dictados desde lo alto. No llegan ya en pergaminos atados a la crin de un mensajero a caballo, como en los tiempos del shogunato o del César romano, pero la intención es la misma: regir desde el trono (ahora la Sala Oval) los destinos de millones. En conclusión y a golpe de su firma picuda con el pintoresco rotulador grueso, el presidente Trump ha emitido 194 Decretos Presidenciales (Executive Orders); ha firmado en los primeros seis meses de 2025, junto con otras decisiones significativas como 47 memorandos y 79 proclamaciones . Este ritmo sin precedentes ha desafiado la capacidad del Congreso y la Judicatura para reaccionar y co-Gobernar. El pueblo estadounidense que sepa ver entre líneas, lo vive estupefacto. El que no lo sufre en sus consecuencias sin entender mucho tampoco.
La realidad con la que se desayunan los estadounidenses ha sido una obra en tres actos. De 2017 a 2021 Trump 1.0/ Mandato Biden de 2021 al 20/01/2025 (sin comentarios) / y el mandato Trump 2.0. (20/07/2025 hasta 2029. A menos que cambie el mandato segundo de Trump ha resultado en tremenda centralización del poder ejecutivo y un maridaje entre los oligarcas y el Ejecutivo y las élites nunca vistas antes con tal descaro. Recordemos a Elon Musk con su hijo “X” a hombros en el Despacho Oval gritándole a Trump —“que te calles”, o algo parecido. Todo es pura distorsión. Las cifras micro y macro. La deuda Pública, Privada y la de las familias, las tres: disparadas…
EE.UU. está en un punto tal, que hasta las propias voces autorizadas y doctas en “lo estadounidense” se preguntan si no han llegado ya a ser plenamente una república cesarista y oligárquica inoperante, con un Gabinete y Cuerpo Administrativo kakistorcrático. Son muchas palabras griegas clásicas y una Romana (la de César) para referirse a una Nación de solo 250 años de antigüedad. Todo tan forzado, hasta límites que a este que firma le parece que responden al título del análisis.
La pregunta si el equilibrio de poderes en el sistema político estadounidense, volverá a las antiguas formas, que tampoco responden a una democracia representativa como se entiende en el viejo continente. Pues a lo primero no sabría que responder, o si sería interesante. Los Estados Unidos fueron formados como una rebelión de colonias inglesas respecto de la Corona. Su Constitución estaba inspirada por los ideales liberales filtrados por la óptica académica «anglo», para darle el poder de gobernar a las élites y los más educados con consultas o elecciones. Era un modo de gobierno pensado hace más de 250 años. Para cuando casi nadie sabía leer y la población estadounidense eran gentes venidas desde lejos porque, metafóricamente, su casa allá de donde venían ya ardió.
Muchos estadounidenses se preguntan abiertamente si les gobiernan los más aptos, y si los millones dan algún grado de aptitud son títeres, de otros aún más ricos o poderosos. La pregunta es retórica, y la reacción debe ser nuestra la del resto del mundo. Pasemos esta viruela con la soltura y gestionemos que tenemos un emperador que cree que lo es y no necesita ni al Congreso, Senado, ni consejo, ni contrapeso. Basta su voluntad y sus ocurrencias a la una de madrugada en la plataforma ”X”.
Pero hay hechos que son retrocesos
Un ejemplo. La orden ejecutiva del 3 de julio, que fue un parteaguas: EO-14122: Supresión de la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB). En apenas tres párrafos, desaparecieron más de 40 años de protecciones sindicales. Ya no hay espacio para la negociación colectiva, ni obligación de reconocer comités de trabajadores. Se cancelaron los mecanismos federales que defendían al empleado frente a despidos arbitrarios o condiciones injustas. No hubo debate. No se votó en el Congreso. Para justificar semejante cambio en la condiciones y relaciones laborales, solo una nota al pie invocando el Artículo II: “poder de reestructuración urgente”.
El desmantelamiento continuó sin pausa. La FDA, agencia que históricamente es garante de la seguridad de los medicamentos, comenzó a aprobar fármacos sin ensayos clínicos del todo concluyentes. Bajo la presión directa de lobbies farmacéuticos multimillonarios que, además, actúan como financiadores clave en la maquinaria electoral del trumpismo.
Por otra parte pero en paralelo con el tema de las farmacéuticas y la salud pública, la Casa Blanca bloqueó cualquier intento de regular precios esenciales, como el de la insulina, deshaciendo las tímidas reformas impulsadas durante la administración Obama. A los pocos meses, el precio promedio por dosis de insulina en EE. UU. se disparó más de un 400%, afectando a millones de personas diabéticas sin seguro.
La FAA, Agencia encargada de la seguridad aérea, tampoco escapó al martillo presidencial. Cuando Boeing solicitó una relajación de sus protocolos de inspección “por motivos de interés nacional”, se le concedió sin reparos. Ingenieros internos alertaron de fallos en la producción, excesiva externalización de la fabricación de piezas clave para la seguridad. Otros “soplos” avisaban de que se privatizaban ciertas partes del cumplimiento de los controles y supervisión recomendadas por la FAA. Pero sus voces fueron silenciadas.
Las consecuencias fueron inmediatas: piezas defectuosas, controles omitidos, aviones defectuosos en vuelo. El modelo Boeing 737 MAX, ya antes marcado por accidentes mortales, quedó nuevamente bajo sospecha. En julio de 2025, la propia FAA, forzada por la presión pública y las compañías aéreas, tras varios incidentes, tuvo que iniciar una investigación de emergencia contra Boeing, desnudando la negligencia corporativa que el Gobierno había ayudado a encubrir.
Así, con órdenes ejecutivas y demás recursos autoritarios, usadas como martillos, la administración Trump no reestructura, machaca. Dejando luego esos aspectos económicos, industriales, de salud, o sociales desregulado y al albur de la iniciativa privada y el Mercado. Todo bajo la retórica de la eficiencia, pero los resultados hablan de desprotección, corrupción y riesgo sistémico. En nombre de un poder “unitario”, las agencias federales dejaron de ser escudos del interés público para convertirse en herramientas dóciles al servicio del capital político y económico del presidente.
El Verdadero Objetivo: un Hombre por encima de la Ley
El 1 de julio, el Tribunal Supremo falló Trump vs. EPA: «El presidente tiene autoridad constitucional para redefinir misiones de agencias». Fue la puntilla. Ahora, cualquier norma que incomode a la Casa Blanca puede ser borrada con un memorándum.
Como dijo un asesor anónimo a The New Yorker: «No necesitamos cambiar la Constitución. Basta con vaciar las palabras: ‘independencia’, ‘frenos’, ‘supervisión’… son reliquias. La nueva Constitución cabe en un tuit: ‘Lo que el presidente ordene, es ley'». Sabiendo que Trump solo es la cara visible o la marioneta de los intereses que gobiernan de verdad.
Kafka tenía razón: las pesadillas no empiezan con gritos, ahora es con tweets firmados en «X» por Cesar a las 5 de la madrugada y las reacciones.
Sobre el futuro
En resumida cuentas, la Constitución de Estados Unidos fue escrita en un tiempo en que la mayoría de su pueblo no sabía leer ni escribir, en una sociedad que apenas despertaba de las viejas formas coloniales y buscaba organizarse con las herramientas de su época. Fue un paso inmenso, pero limitado a las circunstancias y conocimientos de entonces. Hoy, dos siglos y medio después, la humanidad se encuentra en otro umbral.
El poder ya no reside solamente en las instituciones ni en los ejércitos, sino en los circuitos invisibles de información. Co-reside en las redes que conectan a cada persona y que a la vez son usadas para vigilarnos, manipularnos y convertirnos en piezas de un engranaje financiero que no busca el bienestar común, sino la rentabilidad inmediata. Ese despliegue tecnológico nos revela, sin embargo, una paradoja luminosa: las mismas herramientas que hoy se usan para controlar, podrían emplearse para liberar y caminar en otra dirección.
Apoyados en en la tecnología, Redes y las IA, podríamos contar con mecanismos de consulta abiertos, instantáneos y transparentes, donde cada ciudadano tenga voz real en la toma de decisiones. Mecanismos de conciliación de conflictos entre ciudadanos, grupos, empresas, etc. La tecnología de la información y redes actuales permitiría sistemas de auditoría pública que muestren, en tiempo real, cómo se gasta cada céntimo de nuestros impuestos; con espacios digitales seguros para la deliberación colectiva, donde las mayorías no sean manipuladas por algoritmos, sino empoderadas por ellos. Es posible diseñar una democracia de nueva generación, apoyada en la tecnología, que supere la distancia entre representantes y representados, y que devuelva la dignidad a la palabra “soberanía popular”. También las Inteligencias Artificiales pueden ayudar a simplificar la gobernanza.
El camino no es fácil, porque quienes se benefician de la oscuridad se opondrán a la transparencia, y quienes gobiernan para unos pocos temerán una participación amplia. Pretenderán exprimir el limón aún más. Pero la historia humana muestra que todo lo que parecía imposible —la abolición de la esclavitud, el voto de las mujeres, la igualdad legal entre razas— terminó abriéndose paso porque había una corriente profunda que empujaba hacia la justicia.
Hoy, esa corriente se llama humanización de la tecnología: que el instrumento sirva al ser humano y no el ser humano al instrumento. La democracia del futuro no tiene que ser una copia de la del siglo XVIII, ni un espectáculo vacío controlado por élites financieras; puede ser una construcción viva, dinámica, inclusiva, donde cada persona cuente y donde la voz de los olvidados sea tan clara como la de los poderosos.
Ese es el horizonte que vale la pena emprender: usar lo mejor de nuestra ciencia y de nuestra creatividad no para vigilarnos unos a otros, sino para cuidarnos; no para perpetuar la desigualdad, sino para abrir el derecho a una vida plena; no para perfeccionar la maquinaria de dominación, sino para tejer una democracia real y verdadera donde cada cual pueda reconocerse en el destino común.













