Sudamérica no fue invitada. Esta vez fue la anfitriona
Lula no está de paso. No es un ex. No es un símbolo. No es un recuerdo. Es el Presidente que volvió, que resistió la cárcel, que venció al fascismo, que reconstruyó su país y que hoy dirige sin aspavientos la cumbre del bloque más desafiante del siglo XXI. Brasil 2025. Cumbre del BRICS. Y esta vez, en vez de mirar desde la esquina, Sudamérica está en el centro.
Pero no todos lo entienden. Algunos todavía preguntan si esto del BRICS es serio. Si sirve. Si no será otra reunión de discursos y selfies. Si no sería mejor seguir alineados con el Fondo Monetario, con la OEA, con el BID, con todo lo que durante décadas nos ha dejado igual de pobres pero con mejor inglés.
Y sin embargo ahí está el bloque. China, India, Rusia, Brasil, Sudáfrica. Ahora con Irán, Etiopía, Egipto, Emiratos Arabes y otros países que suman más del 40 por ciento de la población mundial. Más del 30 por ciento del PIB global. Y creciendo. Sin pedir permiso a Washington. Sin mirar a Bruselas. Sin mendigar tratados. Con otra música. Con otra geografía. Con otro lenguaje.
La cumbre de Brasil 2025 no es un evento diplomático más. Es un parteaguas. Es una oportunidad. Es un aviso. Porque mientras el G7 se atrinchera, el BRICS se expande. Mientras la OTAN aumenta su presupuesto militar, el BRICS discute monedas comunes. Mientras Estados Unidos impone sanciones, el BRICS firma acuerdos energéticos, tecnológicos, financieros. El Norte se defiende. El Sur construye.
Y Lula en medio de todo no improvisa. No balbucea. No arrastra una presidencia vacía. Habla como quien ya ganó muchas veces. Como quien conoce el hambre de su pueblo y la arrogancia del mundo. Como quien volvió para dejar algo más que un legado. Volvió para abrir una puerta.
¿Y Sudamérica? Está. Pero no está. Observa. Pero no termina de entrar. Algunos aún creen que este no es su club. Que esto es para otros. Que mejor esperar. Que mejor consultar primero con la embajada. Que mejor no incomodar a los socios del Norte. El complejo colonial todavía tiene oficinas en varios palacios presidenciales.
Chile, por ejemplo, llega con un pie adentro y otro afuera. Boric, joven, lúcido, con coraje, se planta frente al bloque y dice lo que hay que decir. Palestina, Ucrania, derechos humanos. No va a inclinarse. Pero tampoco se arranca. No busca aplausos. Busca coherencia. Y esa rareza en política exterior incomoda más que un portazo.
Argentina por otro lado se retiró de la civilización. Con Milei en piloto automático la ultraderecha decidió dinamitar los puentes. Lo sacaron del BRICS antes de entrar. Se burlaron de Lula. Se arrodillaron ante Trump. Y ahora navegan con el dólar en una mano y un crucifijo libertario en la otra. A la deriva. Pero con cara de felices.
Colombia duda. Uruguay titubea. Perú está en coma constitucional. Paraguay no encuentra el mapa. Sudamérica como siempre fragmentada. Sola. Desconfiada. Pero Lula no espera. Lula arma. Lula empuja. Lula invita. Con paciencia. Con historia. Con autoridad.
Y el BRICS no exige sumisión. No impone modelos. No manda tanques. Solo abre una puerta. Energía, infraestructura, cooperación, financiamiento. Sin recetas neoliberales. Sin visitas del FMI. Sin condiciones absurdas disfrazadas de “confianza del mercado”.
¿Se puede confiar en el BRICS? No es religión. No es utopía. Es geopolítica. Hay intereses, tensiones, contradicciones. Rusia no es Suecia. China no es Suiza. Pero tampoco son los amos del pasado. Tampoco vinieron a darnos clases de democracia mientras bombardean hospitales. Tampoco vienen a exigir reformas mientras compran todo lo que vendimos barato.
El BRICS no es perfecto. Pero es real. Y frente a un mundo que se hunde en guerras, sanciones y bloques armados, aparece como un espacio donde al menos el Sur puede hablar sin ser mandado a callar.
Brasil 2025 es la prueba de fuego. Para el BRICS. Para Sudamérica. Para Lula. Para todos los que creen que otro orden es posible. Y no para reemplazar un imperio por otro. Sino para que el Sur deje de ser una sigla geográfica y se convierta por fin en un sujeto político con voz, con agenda, con dignidad.
Si Sudamérica no aprovecha este momento no será culpa del BRICS. Será nuestra. Por miedo. Por cobardía. Por falta de visión. Porque mientras otros construyen sistemas nosotros seguimos celebrando tratados que nos amarran.
Lula abrió la puerta. No la va a mantener abierta para siempre.
Y si algún día queremos mirar al mundo de frente sin pedir permiso, sin agachar la cabeza, sin el miedo al veto, sin el temblor ante el dólar, será porque alguien alguna vez en este continente tuvo el coraje de decir ahora es cuando.
Brasil 2025 no es solo una cumbre. Es una señal. Y Sudamérica por primera vez en mucho tiempo no necesita un salvador. Necesita creer en sí misma.













