No pudieron callarlos con tortura ni con balas. Y no podrán ahora porque cada nombre que recordamos es una semilla de dignidad. Chile todavía puede ser el país por el que ellos soñaron y lucharon!» Algunos periodistas empiezan columnas sobre este tema mencionando a Mario Vargas Llosa.

Mario Vargas Llosa fue mucho más que un novelista brillante, fue un operador ideológico de la derecha disfrazado de liberal ilustrado. Se vendió como defensor de la democracia pero su compromiso tenía límites bien marcados, donde hubiera mercado él veía libertad aunque lo que hubiera fuera represión. Apuntó con furia contra la dictadura cubana (su enemigo favorito) pero apenas murmuró críticas contra otras dictaduras cuando le tocaban más cerca de sus aliados o de sus intereses. Su rechazo al régimen de Pinochet fue tibio, funcional, más útil para su prestigio que para una defensa real de los derechos humanos.

En Chile fue un fiel promotor de Sebastián Piñera y si algo le incomodaba del pinochetismo residual de sus amigos chilenos, nunca fue lo suficiente como para dejar de aplaudirlos. Se ha vuelto casi legendaria su indignada reacción ante Axel Kaiser el polemista libertario que en 2018 intentó justificar la dictadura de Pinochet como un “mal menor” frente a las de izquierda.

“Esa pregunta no te la acepto. Las dictaduras son todas malas” le espetó Vargas Llosa con tono grave y gesto de autoridad moral.

Agregó, como en un acto de expiación pública que “algunas pueden traer beneficios económicos a ciertos sectores pero el precio que se paga por eso es intolerable e inaceptable”. El desconcierto de Kaiser fue evidente, balbuceó que esa era justamente la reacción que buscaba como si el papel de alumno humillado hubiera estado en el guion. Y entonces llegó el remate, Vargas Llosa por un instante quedó investido como el verdadero liberal, ese que no negocia con dictaduras. Pero solo se trató de una escena teatral excepcional. Porque si algo han demostrado estos “liberales clásicos” es su capacidad para indignarse a conveniencia. Y mientras repiten como mantra la palabra “libertad” no se inmutan ante la desaparición forzada la tortura o el asesinato si el modelo económico funciona y las cifras cierran. Porque en esa versión interesada de la libertad los muertos no cuentan mientras los números cierren y el mercado respire.

En 2017, Vargas Llosa apuntó con nombre y apellido a la “derecha ” chilena. Los acusó sin rodeos de no ser liberales y de no entender lo que son los derechos humanos. Fue durante el debate sobre el aborto en tres causales que se hizo evidente un problema más amplio. Existe en chile una élite política que por conveniencia o ideología aplaude dictaduras, justifica el uso de la represión y trata a la democracia como algo meramente formal, siempre y cuando no amenace sus intereses ni privilegios

Pese a eso tras su muerte Evelyn Matthei, figura emblemática de esa misma derecha, no dudó en rendirle homenaje. Lo llamó “un firme defensor de la democracia y la libertad”, “un hombre audaz que nunca tuvo miedo de dar la pelea por sus ideas”. El problema es que fiel a su estilo, Matthei no tardó en contradecirse. Volvió a justificar el golpe de Estado como “necesario”, afirmó que “al principio era inevitable que hubiera muertos” porque “estábamos en una guerra civil” y atribuyó los crímenes posteriores a un puñado de “loquitos” sueltos a los que nadie controló.

Porque para esta derecha chilena la democracia es un eslogan, la libertad un fetiche y los derechos humanos un fastidio que se tolera mientras no interfiera con sus negocios ni cuestione a sus generales.

Así Matthei se ubicó sin pudor en el campo de esa derecha que Vargas Llosa denunciaba con una mezcla de asombro y hastío, la que jamás ha sabido defender la democracia sin excepciones, sin peros y acomodando principios según la conveniencia del momento o la comodidad del bolsillo.

Y de paso, traicionó (como si no costara nada) el supuesto legado de Sebastián Piñera a quien ella y su sector arrastran a cada discurso como escudo moral mientras pisan con entusiasmo todo lo que el expresidente intentó dejar escrito con algo de claridad, que la dictadura no se justifica que los cómplices pasivos sí existen y que Chile merecía otro camino.

Matthei!!, en Chile no hubo “guerra civil”. Lo que sí hubo fue una conspiración militar un quiebre planificado una toma del poder por la fuerza. Lo que sí hubo fue un golpe de estado. Pinochet, el mismo que después se disfrazaría de estadista se sumó al golpe

Matthei intenta justificar su frase diciendo que “estábamos en guerra civil». Mentira. Lo que si hubo fue una guerra contra los civiles. Lo que sí ocurrió fue una matanza sistemática, ejecutada por agentes del Estado contra una población indefensa. El enemigo no era un ejército extranjero ni una guerrilla armada, eran obreros estudiantes , campesinos, profesionales.No hubo dos bandos combatiendo.No hubo trincheras enfrentadas ni combates parejos. Lo que sí hubo fue una maquinaria estatal desplegada para detener ,torturar y asesinar a civiles desarmados.

Y ya desatado el horror, ¿cuántas de las muertes eran “inevitables” según esta “doctrina Matthei”?

Durante y tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, el país vivió una intensa represión política bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet. Los datos oficiales han sido recopilados principalmente por dos comisiones estatales, la Comisión Rettig (1991) y la Comisión Valech (2004 y 2011)

Cifras oficiales de víctimas del régimen militar (1973–1990)

1. Ejecutados políticos
• 1.747 personas fueron asesinadas por agentes del Estado por razones políticas.

2. Detenidos desaparecidos
• 1.469 personas fueron detenidas por fuerzas militares o policiales y desaparecieron. Sus cuerpos nunca fueron encontrados o identificados.

Total de muertos y desaparecidos:≈ 3.216 personas

3. Víctimas de prisión política y tortura
• Más de 40.000 personas fueron reconocidas oficialmente como víctimas de prisión política y tortura, según la Comisión Valech.
• De estas, más de 28.000 fueron incluidas en los informes oficiales.

Contexto inmediato al golpe (septiembre–diciembre de 1973)

• En los primeros tres meses tras el golpe, se estima que ocurrieron cerca de 1.000 ejecuciones y desapariciones, muchas de ellas como parte de operaciones represivas como la Caravana de la Muerte, que recorrió el país ejecutando a presos políticos sin
Juicio y con corte marciales.

Estas son algunas personas chilenas que era inevitable asesinar , torturar y hacer desaparecer sacadas de esta lista interminable de exterminio que Matthei consideró que eran “inevitables”:

¿Qué fue exactamente lo que era “inevitable ” en nombre de la patria y el orden por parte de la derecha ?

¿Era necesario arrastrar a un profesor de música desde su casa, romperle los dedos uno a uno y dejarlo ejecutado en un estadio como a Víctor Jara?

¿Era indispensable golpear hasta la muerte a un general de la Fuerza Aérea como Alberto Bachelet, solo por no traicionar su juramento constitucional?

¿Era parte de algún “manual de guerra” secuestrar a una mujer embarazada, desnudarla, golpearla frente a otros prisioneros y luego hacerla desaparecer como a tantas que nunca volvieron?

¿Se puede hablar de “excesos” cuando a niños de 12, 13 y 14 años se les detuvo, interrogó y fusiló en el norte por sospecha de repartir panfletos?

¿Se puede llamar “legítima defensa nacional” a asesinar en el extranjero a un expresidente de la República (Carlos Prats)y a su esposa con una bomba puesta bajo su automóvil en Buenos Aires?

¿Era necesaria la saña de amarrar a un sindicalista como José Gregorio Liendo, el “Comandante Pepe”, y dispararle más de treinta veces ante sus compañeros?

¿Fue una “estrategia militar” dejar morir en una celda oscura a un ex-ministro democrático como José Tohá, con el cuerpo destrozado de torturas?

¿Era defensa de la soberanía el exilio forzado de más de un millón de chilenos, mientras sus casas eran ocupadas y sus bienes confiscados?

¿Es parte del orgullo patrio que hasta hoy haya más de mil detenidos desaparecidos, cuyos huesos aún son negados, ocultados y callados por quienes nunca han pedido perdón?

Y si eso no es siniestro, ¿qué es entonces? Qué nombre merece quien aplaude, minimiza o justifica estas atrocidades en nombre de la libertad el mercado o el orden ?

Y a los invisibles a los olvidados a quienes jamás tuvieron una cámara ni una plaza con su nombre… también los traemos de vuelta.

¿Era necesario ejecutar en Linares a Catalina Ugarte, profesora de enseñanza básica, madre de dos niños, cuyo único “delito” fue haber enseñado historia crítica?

¿Era una amenaza para la seguridad nacional el campesino Osvaldo Villagrán, detenido en un fundo de Curicó con una radio a pilas y una libreta de campo?

¿Era subversivo el obrero ferroviario Humberto Chávez, trabajador de la Maestranza de San Bernardo, que fue detenido y desaparecido tras denunciar despidos arbitrarios?

¿Merecía la muerte la asistente social Rosa del Carmen Reyes, que organizaba ollas comunes en la población La Legua durante los primeros meses del golpe?

¿Representaba un riesgo para la patria el pescador artesanal Cipriano Mena, sacado de su caleta en Iquique, sin más prueba que una suscripción a “Punto Final”?

¿Había que desaparecer a Rafael Yáñez, obrero metalúrgico de 26 años, cuyo cuerpo apareció flotando en el Mapocho, con signos de tortura en cada costilla?

¿Y qué amenaza representaba el joven Luis Campos, auxiliar de liceo y dirigente de fútbol amateur en Copiapó, que fue arrojado desde un helicóptero junto a otros tres trabajadores?

¿Era necesario asesinar al periodista y camarógrafo Carlos Berger Guralnik, en Calama, luego de haber sido detenido junto a otros funcionarios públicos por militares? Berger fue fusilado tras haber sido brutalmente torturado. Era el esposo de Carmen Hertz, símbolo de la lucha por los derechos humanos en Chile.

¿Era necesaria la brutal ejecución de Littré Quiroga, director de prisiones, apresado y torturado en la Escuela Militar, para luego ser asesinado cobardemente y abandonado como si su vida no tuviera valor?

¿Era parte de una estrategia de Estado arrojar desde un helicóptero a la joven militante comunista Marta Ugarte, cuyo cuerpo apareció mutilado en la playa La Ballena, con signos de tortura?

¿Y qué decir de la masacre de Arica en 1973 y 1974, donde decenas de trabajadores, dirigentes sociales y jóvenes estudiantes fueron ejecutados y sepultados en fosas comunes en cuevas del sector norte? ¿Cuántas veces se intentó ocultar esa verdad bajo el silencio militar?

¿Era necesario desaparecer al panadero Julio Godoy, detenido en Temuco tras ser acusado de repartir panfletos del MAPU, y cuyos restos aún no aparecen?

¿Representaba una amenaza para la patria la auxiliar de enfermería María Elena Ríos, sacada del consultorio donde trabajaba en Renca por una patrulla que nunca la devolvió?

¿Se justificaba la detención del estibador portuario René Sepúlveda, de Valparaíso, torturado durante semanas en la Esmeralda y arrojado al mar?

¿Qué papel jugaba en la “guerra interna” el agricultor Pedro Lucero, detenido en Curacautín por alojar a un sobrino sindicalista?

¿Era peligroso el joven Hernán Alarcón, de 19 años, ayudante de construcción en La Serena, que fue baleado por una patrulla mientras salía a trabajar?

¿Había que matar al zapatero Manuel Lagos, obrero de Melipilla, por asistir a una reunión de junta de vecinos?

¿Era necesario silenciar a la telefonista Elsa Morales, de Osorno, por haber dicho que el toque de queda era injusto?

¿Era una amenaza nacional el ferrocarrilero Armando Ruiz, dirigente del sindicato de trabajadores de Copiapó, ejecutado sin juicio en un regimiento del norte?

¿Merecía desaparecer el profesor rural Domingo Ávila, de la escuela de Huara, detenido en clase frente a sus alumnos?

¿Representaba una subversión el campesino Aquilino Pérez, de Pichidegua, que fue colgado de un árbol por carabineros tras ser acusado de “hablar mal del gobierno”?

¿Y qué amenaza era el técnico eléctrico Orlando Barría, detenido en su taller de La Cisterna, cuyo cuerpo fue hallado semanas después en un canal de regadío, con marcas de esposas y fracturas múltiples?

¿Era inevitable asesinar a Los jóvenes de La Operación Albania ? ¿Era inevitable asesinar a los militantes populares por el Comando Conjunto.? ¿Era inevitable matar los ejecutados por
«enfrentamientos simulados? ¿Era inevitable asesinar y torturar a los combatientes en Villa Grimaldi? ¿A los combatientes torturados en Londres 38? ¿A los combatientes torturados en
Cuatro Álamos?

Durante la dictadura militar en Chile, varios altos ejecutivos de Codelco y trabajadores y dirigentes sindicales fueron ejecutados o desaparecidos. Algunos de estos mártires son:

David Silberman Gurovich – Gerente General División Chuquicamata, Militancia: Partido Comunista de Chile, detenido desaparecido.

Ricardo García Posada – Gerente General de la División Salvador- fusilado en Octubre del 73 en Copiapó por Caravana de la muerte.

Pedro de la Barra García -Administrador General de la División Chuquicamata, ejecutado (fusilado) en octubre de 1973, en el Regimiento de Calama.

Edgardo Enríquez Frödden: Médico en Chuquicamata (no gerente, pero funcionario relevante del área de salud de Codelco), Hermano de Miguel Enríquez (dirigente del MIR) Ejecutado en 1973 en el Regimiento de Calama.

José Gregorio Liendo Verá: Aunque no funcionario directo de Codelco, tenía vínculos con sindicatos mineros, ejecutado en octubre de 1973 tras un consejo de guerra sumarísimo.

Sindicalistas mineros ejecutados (vinculados a Codelco ): Algunos dirigentes sindicales de Chuquicamata, El Teniente y El Salvador que fueron ejecutados:

Luis Vega Ramírez – trabajador y dirigente en chuquicamata, ejecutado en1973.

Víctor Martínez – trabajador del mineral El Salvador, ejecutado por tropas militares en 1973.

Luis Aravena – vinculado al sindicato de trabajadores mineros, ejecutado en 1973.

Para Matthei todas estas ejecuciones a trabajadores y profesionales de Codelco eran “inevitables”.

Todos estos casos que son un resumen del resumen del resumen… reflejan la represión ejercida por la dictadura militar chilena contra profesionales y ejecutivos vinculados al gobierno de la Unidad Popular y partidos que la componían y que dieron su vida por un ideal que ahora muy pocos recuerdan.

Cada uno de esos crímenes merece ser recordado. Pero también lo merecen los que no entran en este panteón higienizado de la memoria oficial.

La memoria debe convertirse en lista curada y todos los caídos son “dignos de mención” porque lo que se busca es justicia y reparación. Se debe condenar el horror sin olvidarse del poder que lo sostuvo.

Para realizar esta terrible masacre de chilenos y que según Matthei era “inevitable”: Hubo decisión. Hubo método. Hubo planificación. Lo que Matthei llama “inevitable” fue en realidad deliberado. Fue política de Estado. Y que a estas alturas Matthei lo siga justificando ya no es ignorancia, “es una complicidad sin culpas”.

Cuando la historia se cuenta en modo auto-indulto todo es necesario todo es inevitable todo fue por el bien del país… incluso cuando lo que estaban haciendo era destruirlo desde adentro, con un sadismo que no tenia nada de estratégico y si todo de brutalidad.

Lo último que le queda a Matthei a esta altura es responsabilizar a los “loquitos”. Como si todo el horror hubiese sido obra de unos pocos fanáticos sueltos desbordados por el contexto. Pero no. No fue así . La represión no fue una cadena de excesos aislados. Nada de «loquitos». Lo que sí ocurrió fue un horror racional fríamente ejecutado, con jerarquía, con oficinas, archivos presupuesto, calendario y protocolos.

Los atentados contra Orlando Letelier, Tucapel Jiménez o Bernardo Leighton no fueron accidentes ni actos de locura, fueron decisiones de Estado, operaciones frías, ordenadas desde arriba para eliminar opositores y enviar un mensaje de terror.

Y la forma cínica en que se referían a la desaparición sistemática de cuerpos, no fue un desliz ni un arrebato. Fue una política nacional

Pero, en esta vorágine de exterminio, paso algo importante!! pasó algo que no pudieron evitar los que disparaban y torturaban, pasó el único “inevitable” que si debía estar presente en este panorama de muerte. Entró la Iglesia Católica de Chile a parar la matanza y el horror que significó este “Inevitable” al que se refiere Matthei

Así bajo el liderazgo del cardenal Raúl Silva Henríquez, la Iglesia Católica desempeñó un papel crucial en la defensa de los derechos humanos y en la protección de las víctimas de la represión estatal.

Y creó el Comité Pro Paz (1973-1975). Esta iniciativa ecuménica, que incluía a diversas confesiones religiosas, brindó asistencia legal, social y espiritual a personas perseguidas por el régimen. El Comité fue fundamental para documentar detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y casos de tortura, convirtiéndose en un refugio. Y creó las Vicaría de la Solidaridad
(1976-1992). Esta institución asumió la defensa de los derechos humanos, proporcionando asistencia legal y social a las víctimas de la dictadura.

Durante sus años de funcionamiento, la Vicaría documentó más de 47,000 casos de violaciones a los derechos humanos, incluyendo detenciones ilegales, torturas y desapariciones forzadas. Su archivo se convirtió en una herramienta esencial para la búsqueda de justicia y reparación para las víctimas y sus familias.

Su Impacto y Legado

La labor del cardenal Silva Henríquez y de las instituciones que lideró fue fundamental para salvar vidas y denunciar las atrocidades cometidas durante la dictadura. Su compromiso con la justicia y la dignidad humana dejó un legado perdurable en la historia de Chile.

Hoy en día, los archivos de la Vicaría de la Solidaridad son considerados patrimonio de la humanidad y continúan siendo una fuente invaluable para la investigación y la memoria histórica.

Todo el horror que paso fue”inevitable» para Matthei.

Y fue ejecutado con disciplina militar, con firmas con timbres con aprobaciones en cadena. Lo “inevitable” al parecer era que no se atrevieran a enfrentarse a la democracia sin antes aplastarla con sangre. Y si hoy no se atreven a cerrar esa puerta de terror con fuerza es porque quizás estén dejando la “llave a mano”. Y sí, esto importa.

¿Nuestros líderes serían capaces de defender la democracia aun en tiempos turbulentos? Estarían dispuestos a sostener que por profunda que sea la crisis la salida no es por la puerta trasera del cuartel.

Sabemos lo que piensa la derecha paleolítica de Kast que añora el golpe como si fuera un acto fundacional. Y también a la derecha jurásica de Kaiser que no se inmuta al decir que los asesinados de Pisagua están «bien fusilados» «, como si el paredón fuera una forma legítima de resolver diferencias políticas.

Que se puede esperar de la derecha? ¿Matthei, y Cia. ?

Se dicen los herederos del legado de Piñera, se visten con citas de Vargas Llosa, se sacan fotos con bustos de Churchill y repiten y manosean la palabra“ libertad» hasta gastarla, pero ahí están…. agazapados…. esperando quizás otro “inevitable”.

Porque el Chile de 2025 no puede ser un país con memoria selectiva. No podemos construir democracia sobre tumbas sin nombre ni justicia a medias.

Cada uno de los que fueron asesinados, torturados o hechos desaparecer en 1973 y en los años que siguieron vive hoy en nuestras calles en nuestras aulas en nuestros hospitales en nuestras luchas. No están en el pasado. Están en el presente que defendemos.

Y si la derecha aún se atreve a relativizar, justificar o incluso celebrar ese horror, que sepa que en esta generación no habrá olvido ni permiso. Porque no se trata de venganza se trata de verdad. Y la verdad (por más que la disparen o la nieguen) siempre vuelve. Y esta vez vuelve de la mano del pueblo.

Si , porque si en pleno 2025 todavía necesitas explicarle a tu electorado que los hornos de Lonquén no son una metáfora, que los cuerpos en el río no eran parte del paisaje, que la caravana de la muerte en un helicóptero sembró la muerte y que los fusilados no murieron «por si acaso», entonces no eres parte de una derecha democrática, eres solo el mismo viejo monstruo pero con corbata redes sociales y mejor manejo comunicacional.

Porque cuando alguien empieza a hablar de “inevitabilidades” conviene revisar bien si está dejando encendida la luz del pasillo…. por si algún uniforme vuelve a tocar la puerta.