La grabación oficial muestra la tortura de prisioneros palestinos por parte de soldados israelíes: una escena brutal de represión que confirma denuncias históricas y configura delitos internacionales.

Israel no solo cometió la brutalidad. La grabó. Y la difundió. El Servicio Penitenciario de Israel publicó esta semana un video oficial en el que se observa cómo soldados armados irrumpen violentamente en una celda carcelaria, lanzan al suelo a varios prisioneros palestinos, los apuntan con fusiles de asalto, les amarran las manos por la espalda, les vendan los ojos y los arrastran de forma violenta fuera del recinto mientras reciben gritos, amenazas y humillaciones.

Según la institucionalidad penitenciaria, estos presos estaban “celebrando” los ataques con misiles lanzados desde Irán contra territorio israelí. Es decir, el operativo no fue una acción de control de motín ni de prevención de violencia interna: fue una represalia directa por expresiones simbólicas o verbales de apoyo a un actor enemigo. Una acción punitiva, pública, planificada y ejecutada por fuerzas estatales.

Esto es tortura. Y es un crimen de lesa humanidad.
El derecho internacional no deja margen de interpretación.

De acuerdo con la Convención contra la Tortura de la ONU (1984), firmada y ratificada por Israel, se considera tortura todo acto por el cual se inflige intencionadamente dolor o sufrimiento físico o mental con el fin de castigar, intimidar o coaccionar, cuando estos actos son cometidos por funcionarios públicos. Este video los exhibe uno por uno:

  • Agresión física: presos reducidos con violencia, arrastrados por el suelo.
  • Sufrimiento mental: humillación, gritos, privación sensorial con vendas, aislamiento forzoso.
  • Intención de castigo: respuesta directa a una manifestación simbólica.
  • Agentes estatales: soldados plenamente identificables, en funciones oficiales.

El agravante definitivo: el video fue grabado y difundido por el propio Estado. Es decir, la tortura no se esconde: se institucionaliza.

Este patrón de conducta —cuando es sistemático, dirigido contra una población civil y cometido con conocimiento de su naturaleza— configura crímenes de lesa humanidad, según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Y esta vez, el Estado de Israel se ha delatado a sí mismo como autor.

Denuncias previas: una estructura de violencia y encubrimiento
Este caso no es aislado. Es parte de una larga historia de represión carcelaria documentada por organismos internacionales:

  • B’Tselem, Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado durante años el uso de tortura en interrogatorios, aislamiento prolongado, negligencia médica deliberada, agresiones físicas y psicológicas, y castigos colectivos contra prisioneros palestinos, incluyendo menores de edad.
  • En el campo de detención de Sde Teiman, se ha reportado el uso de abusos sistemáticos, humillaciones sexuales, alimentación forzada y muertes bajo custodia sin explicación.
  • En febrero de 2025, un único caso llegó a juicio: el soldado Israel Hajabi fue condenado a siete meses de cárcel por agredir a prisioneros de Gaza. La condena fue simbólica frente a la magnitud de los hechos.
  • La ONU ha advertido que las condiciones en cárceles israelíes, especialmente desde octubre de 2023, violan múltiples disposiciones del derecho internacional humanitario.

El Estado de Israel ha ignorado los llamados a rendición de cuentas. Ha protegido a los responsables. Ha naturalizado el abuso como herramienta de poder.

Israel: el país más impune del siglo XXI

Este video marca un punto de inflexión. No por la violencia —que es antigua y sistemática—, sino por la decisión de mostrarla como si fuese legítima. El Estado israelí no niega la tortura: la convierte en doctrina pública.

En otras latitudes, este material bastaría para una investigación penal internacional. Pero Israel goza de una inmunidad diplomática histórica, blindada por alianzas geopolíticas y por una narrativa de excepcionalismo. Mientras tanto, cientos de prisioneros, muchos de ellos detenidos sin juicio ni cargos formales, siguen siendo víctimas de un sistema carcelario diseñado no para rehabilitar, sino para castigar al enemigo existencial del Estado: el pueblo palestino.

La publicación de este video debería ser suficiente para que organismos internacionales actúen. Para que fiscales de la Corte Penal Internacional intervengan. Para que la ONU deje de “expresar preocupación” y empiece a ejercer consecuencias. Pero si no ocurre nada —si otra vez no pasa nada—, el mensaje será claro:

Israel puede torturar.
Israel puede filmarlo.
Israel puede mostrarlo al mundo.
Y no habrá sanción alguna.

Eso, y no otra cosa, es la arquitectura de la impunidad.
Una arquitectura que amenaza con convertirse en un paradigma válido y, en tal caso, si la humanidad no logra detenerlos ahora mismo, tarde o temprano, quedaremos condenados todos a vivir bajo su techo, en los oscuros vericuetos de sus entrañas.

Fuente del video: Israel Prison Service, «Punishment of prisoners celebrating Iranian missile strikes» – video publicado en YouTube, 15 de junio de 2025.