Una nueva jornada de violencia coordinada desde el Estado de Israel dejó decenas de muertos en franjas distintas del conflicto, en una secuencia que algunos diplomáticos han descrito como “un patrón de agresión simultánea contra la población civil”. En Gaza, el saldo provisional es de al menos 40 muertos y cientos de heridos producto de bombardeos realizados hoy en zonas de distribución de ayuda humanitaria. En el sur del Líbano, un ataque con dron en la zona de Marjayún mató a un civil, mientras proyectiles de artillería israelí cayeron en las afueras de las localidades de Hula, Taibé y Adaisit. Y en Irán, Israel ejecutó un nuevo ataque a gran escala con saldo de más de 1.800 heridos, la mayoría civiles.
En Gaza, los disparos israelíes se produjeron en carpas de asistencia humanitaria administradas por la Gaza Humanitarian Foundation (GHF). Más de 20 personas murieron intentando acceder a comida, mientras que otras 200 resultaron heridas por proyectiles dirigidos a la fila que aguardaba bajo el sol. Según el Ministerio de Salud de Gaza, los cuerpos fueron trasladados en su mayoría sin vida a centros colapsados, mientras decenas de heridos no han podido recibir tratamiento adecuado. Otros informes elevan la cifra de muertos a 34 en distintos centros de reparto, ubicando el total acumulado en más de 300 muertos y 2.600 heridos desde que comenzó el uso de este método de distribución militarizada.
La ONU ha denunciado públicamente que el mecanismo impulsado por Israel y Estados Unidos para distribuir ayuda en Gaza “es una trampa mortal”. En palabras de uno de los responsables de OCHA, “no se trata de errores, sino de una estructura que utiliza la necesidad como campo de tiro”. Israel no ha ofrecido una explicación clara. Por el contrario, voceros del gobierno justificaron el ataque aludiendo a presuntos “intentos de infiltración armada” en medio de la entrega de alimentos.
Simultáneamente, en el sur del Líbano, un dron israelí ejecutó un ataque dirigido en las afueras de la ciudad de Hula, matando a Ali Naim Qaddoura, un apicultor libanés de 57 años, mientras trabajaba junto a sus colmenas. Vecinos de la zona relataron que el hombre era ampliamente conocido en la comunidad por su labor silenciosa y constante en la producción de miel. Fue alcanzado por el ataque sin previo aviso. Según fuentes de defensa israelí, el objetivo era un “operador de Hezbolá”, aunque no se presentaron pruebas. El ataque fue seguido por el disparo de al menos diez proyectiles de artillería en zonas habitadas. El Ministerio de Defensa libanés denunció la violación directa de los acuerdos de cese al fuego vigentes desde noviembre de 2024, acusando a Israel de actuar con total impunidad y desprecio por la población civil.
Destaca en esta jornada la decisión de Hezbolá de no responder militarmente. El grupo chií anunció que mantendrá su posición, “respetando los acuerdos alcanzados y con la esperanza de que puedan ser reactivados”. Esta contención estratégica ha sido interpretada por analistas como un esfuerzo por evitar la escalada que Israel parece estar forzando con estos ataques selectivos.
La jornada de hoy no sólo dejó muerte y destrucción en Gaza y el sur del Líbano. También en Irán, territorio soberano y no ocupado, Israel volvió a ejecutar ataques aéreos de alto impacto. Según informó el ministro de Salud y Educación Médica iraní, Mohammad Reza Zafargandi, al menos 1.800 personas resultaron heridas como consecuencia directa de los ataques israelíes. La mayoría de las víctimas son civiles.
Uno de los blancos fue simbólicamente potente: la sede de la Compañía de Radiodifusión de la República Islámica de Irán (IRIB). Según informó la propia empresa estatal a través de un comunicado, el bombardeo afectó parte de las instalaciones centrales, obligando a la interrupción momentánea de las transmisiones en radio y televisión nacional. Las imágenes del impacto fueron registradas en vivo, en plena emisión, lo que provocó reacciones inmediatas de múltiples sectores. El Departamento de Relaciones Públicas de IRIB advirtió sobre posibles interrupciones continuas, dependiendo del alcance de los daños técnicos.
Con este nuevo frente, el patrón de acción israelí se amplía a tres territorios simultáneos: Gaza, Líbano e Irán. La ofensiva de hoy parece menos una reacción y más una operación de presión múltiple, en la que la infraestructura civil vuelve a ser objetivo deliberado.
Mientras tanto, en los pasillos de la diplomacia internacional, las iniciativas para un cese al fuego en Gaza y Líbano siguen paralizadas por el bloqueo sistemático de Estados Unidos e Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU. Durante las últimas tres semanas, al menos cinco resoluciones humanitarias han sido vetadas, consolidando una situación de parálisis que se ha traducido en vía libre para las operaciones israelíes.
Las cifras y los relatos sobre el terreno reflejan una realidad brutal: mientras organizaciones civiles, países no alineados y redes de ayuda humanitaria intentan sostener la vida y la paz en medio del colapso, Israel y Estados Unidos continúan bombardeando zonas densamente pobladas y atacando la infraestructura básica con total impunidad.
La impunidad ya no es solo militar: es legal, diplomática y simbólica. Con el apoyo incondicional de Estados Unidos, Israel está desmantelando a cara descubierta el marco de legalidad internacional construido tras la Segunda Guerra Mundial. Lo que alguna vez fue el consenso civilizatorio de la humanidad para proteger a los civiles en zonas de conflicto, hoy está siendo perforado por drones y artillería en nombre de la seguridad.
Con cada veto en el Consejo de Seguridad, se refuerza la ecuación perversa: “genocidio autorizado por inacción”. La historia, tarde o temprano, llamará a responder por esto.













