El territorio del Esequibo, con más de 159.000 km² de selva, ríos y recursos, fue históricamente parte del Virreinato del Perú y luego de la Capitanía General de Venezuela durante la época colonial. Al independizarse Venezuela en 1811, heredó ese territorio según el principio “uti possidetis iuris”, que respeta las fronteras coloniales. Sin embargo, el avance británico desde la entonces colonia de Guyana fue progresivo. En 1899, un laudo arbitral amañado en París, donde Estados Unidos actuó en contra de Venezuela, cedió el Esequibo al Reino Unido.

Venezuela nunca aceptó el laudo. En 1966, justo antes de que Guyana se independizara, se firmó el Acuerdo de Ginebra entre Venezuela, el Reino Unido y la propia Guyana. Allí se reconocía que la disputa no estaba zanjada. Desde entonces, Venezuela ha mantenido su reclamo activo, mientras Guyana ha consolidado de facto el control del territorio.

Este territorio le pertenece a Venezuela. La evidencia histórica, los mapas coloniales y el principio de autodeterminación de los pueblos avalan este reclamo. Pero la historia fue torciendo el rumbo. Las potencias extranjeras, primero el Reino Unido y hoy Estados Unidos a través de ExxonMobil, han convertido esta tierra en campo de disputa. Lo que fue un conflicto fronterizo mal resuelto, se ha transformado en un conflicto geopolítico global.

Qué está ocurriendo hoy entre Guyana y Venezuela

Desde que Guyana firmó acuerdos de explotación petrolera con ExxonMobil en la costa frente al Esequibo en 2015, el conflicto tomó un nuevo cariz. Venezuela respondió intensificando sus reclamos. Incluyó un referéndum nacional en 2023, donde millones votaron a favor de incorporar el Esequibo como estado venezolano. Además, creó una nueva región administrativa para ese territorio, designó un gobernador e incluso emitió mapas oficiales que lo incluyen.

Guyana, por su parte, recurrió a la Corte Internacional de Justicia para que valide el laudo de 1899. Estados Unidos ha incrementado su apoyo a Georgetown con ejercicios militares conjuntos y visitas diplomáticas de alto nivel. La región vive una tensa calma. Los buques de guerra, los drones y las campañas mediáticas se acumulan como pólvora seca.

Ahora se suma un nuevo elemento a la ecuación. Los países del BRICS, especialmente Rusia, China e Irán, han expresado su apoyo a la autodeterminación de Venezuela y a su derecho histórico sobre el Esequibo. Lo que antes era una disputa limítrofe se ha transformado en un escenario de alineamientos globales.

Esequibo y su potencial económico

ExxonMobil ha descubierto en el área marítima frente al Esequibo reservas que superan los 11.000 millones de barriles de petróleo. Es una de las mayores del mundo en la última década. Estas reservas han transformado a Guyana en el país con mayor crecimiento económico del planeta. Su PIB creció un 62 % en 2022 y otro 38 % en 2023.

La economía guyanesa depende ahora en más del 60 % del petróleo. ExxonMobil factura en este país más de 6.000 millones de dólares anuales. Es una cifra gigantesca para un Estado que apenas supera los 800.000 habitantes. Según datos de 2023, la facturación global de ExxonMobil fue de aproximadamente 380.000 millones de dólares.

Guyana recibe regalías del 14,5 %, una cifra criticada por sectores locales e internacionales como baja, dado el volumen de explotación. Mientras tanto, la pobreza y la desigualdad siguen siendo problemas estructurales.

¿Qué significaría esto para Venezuela? Una eventual recuperación del Esequibo permitiría al país sumar más de 11.000 millones de barriles a sus reservas. Ya hoy son las más grandes del mundo. También le permitiría diversificar su matriz petrolera en plena era post-sanciones. Incluso un 20 % de esa riqueza significaría para Caracas un cambio geoestratégico y económico total. Le daría herramientas para relanzar su economía y negociar desde otra posición. Y Exxon lo sabe.

Riquezas bajo asedio, el Esequibo como botín extractivista

El Esequibo no es solo un territorio selvático o una frontera en disputa. Es una tierra colmada de riquezas. Bajo sus ríos, montañas y llanuras yace uno de los arsenales naturales más codiciados del continente. Oro, bauxita, diamantes, tierras raras y, en los últimos años, vastos yacimientos de petróleo descubiertos en su plataforma marítima. Esa es la verdadera razón por la que las potencias se interesan en este rincón del mundo.

La zona cuenta con minas auríferas como la de Aurora, operada por Zijin Mining de China, que produce más de 150.000 onzas de oro al año. También destaca el proyecto Toroparu, con reservas de 6 millones de onzas, y Oko West, desarrollado por G Mining Ventures. Solo en 2022, Guyana exportó más de 800 millones de dólares en oro, gran parte proveniente de concesiones dentro del Esequibo.

La bauxita, esencial para la industria del aluminio, es explotada por filiales de Rusal (Rusia) y Bosai Minerals Group (China). Se suman los diamantes, con más de 100.000 quilates anuales, y una incipiente exploración de tierras raras, cobre, molibdeno y litio.

La joya geopolítica llegó en 2015. ExxonMobil descubrió enormes reservas de crudo en el bloque Stabroek frente a las costas del Esequibo. Desde entonces, el petróleo fluye, las plataformas se multiplican y Guyana se convirtió, con respaldo estadounidense, en la economía de mayor crecimiento del hemisferio. En 2024, Exxon ya producía más de 600.000 barriles diarios y proyecta llegar al millón.

No es un litigio fronterizo. Es una disputa por los recursos del siglo XXI. Las riquezas del Esequibo explican por qué las potencias callan, por qué las transnacionales celebran y por qué Venezuela insiste.

El rol de Estados Unidos y ExxonMobil

Estados Unidos ha convertido a Guyana en un virtual protectorado. A través de ExxonMobil y Chevron controla sus mayores fuentes de ingresos. También maneja información geoestratégica desde las plataformas petroleras y ha establecido cooperación militar y diplomática sin precedentes.

Exxon no es una empresa cualquiera. Es parte del poder real estadounidense. Tiene más influencia sobre decisiones de política exterior que varios congresistas. Su control del petróleo guyanés convierte al Esequibo en un activo geopolítico de primera línea.

China también tiene intereses en Guyana. Ha financiado infraestructura y comercio. Rusia y Brasil tienen inversiones estratégicas. Irán ha mostrado interés en acercamientos diplomáticos con Venezuela y algunos Estados del Caribe. Aunque estos países no buscan un conflicto, sí pueden intervenir diplomáticamente o en foros multilaterales para contener la expansión unilateral de Estados Unidos en la región.

Venezuela, con estos aliados, apuesta por una reconfiguración del tablero. No se trata solo de recuperar el Esequibo. Se trata de redefinir cómo América Latina resuelve sus disputas. Con soberanía, sin injerencias externas y con una visión multilateral.

Es posible una guerra, escenarios de conflicto

Una guerra abierta entre Venezuela y Guyana sigue siendo un escenario improbable, pero no imposible. Aunque Venezuela tiene superioridad militar, un conflicto directo con una nación pequeña protegida por el paraguas de Estados Unidos podría tener consecuencias catastróficas para la región. El gobierno de Maduro parece consciente de este límite. Hasta ahora, sus movimientos han sido más simbólicos y diplomáticos que efectivos en términos militares.

Guyana ha tratado de internacionalizar el conflicto. Ha buscado apoyo explícito de Estados Unidos, de la Commonwealth e incluso de la Corte Internacional de Justicia. El despliegue conjunto de ejercicios militares entre fuerzas guyanesas y estadounidenses forma parte de una estrategia disuasiva. Envía una señal clara a Caracas: cualquier agresión será respondida, y no solo por Georgetown.

En caso de una escalada, los países que apoyan a Venezuela, como China, Rusia, Irán y Brasil, podrían jugar un papel crucial para evitar que Estados Unidos intervenga unilateralmente como policía del continente. En esta época de realineamientos globales, el viejo juego de poder ya no es unilateral. Este conflicto no sería solo Guyana versus Venezuela. Sería el espejo de un mundo en transformación.

Un conflicto que define el futuro

La disputa por el Esequibo no es un anacronismo territorial. Es un espejo de las tensiones globales contemporáneas entre soberanía e injerencia, entre desarrollo y expolio, entre justicia histórica y poder geopolítico. Venezuela, con todos sus defectos internos, plantea una reivindicación legítima basada en la historia y el derecho internacional. Guyana, con todos sus temores, ha cedido su soberanía económica a los intereses de las grandes corporaciones.

La pregunta final no es solo qué ocurrirá con el Esequibo. También nos exige pensar qué tipo de relaciones internacionales queremos construir en el siglo XXI. Relaciones dictadas por la fuerza, o guiadas por el derecho y la autodeterminación de los pueblos.

Este conflicto marcará el tono de cómo se resuelven las disputas territoriales en los próximos 50 años. Si se impone la lógica del garrote, del chantaje comercial y del portaaviones, ninguna nación estará a salvo. Pero si vence la diplomacia activa, el reconocimiento de derechos históricos y la redistribución real del poder global, entonces habremos abierto un camino nuevo.

Venezuela y sus aliados entienden que no pueden perder esta oportunidad histórica. Y Estados Unidos, por su parte, sabe que si Exxon pierde Guyana, tiene en la mesa un premio mayor. El desbloqueo de la explotación energética del Ártico ruso, donde las reservas son gigantescas y la rentabilidad sería diez veces superior. A veces retirarse a tiempo es la mejor estrategia.

La sensatez debe prevalecer. Que la paz no sea la excepción, sino la regla. Nadie pierde si se cede en justicia. Venezuela recupera lo que le pertenece. Guyana se libera del tutelaje corporativo. Y Estados Unidos se reorienta hacia negocios más estables, sin destruir un rincón de Sudamérica. Recuperar la ancestralidad de los territorios no es retroceso. Es reparación. Es volver a la luz desde las sombras coloniales que aún pesan.

Historia del despojo en diez pasos hacia la crisis del Esequibo

Primero vinieron por el río, después por la selva, luego por el petróleo… y cuando llegamos, ya habían trazado las fronteras con sangre ajena.

Paso 1. Antes de los imperios, pueblos originarios del Esequibo

Mucho antes de que se hablara de Venezuela o de Guyana, esta región estaba habitada por los warao, pemones, arawak y caribes. Su relación con el territorio no era de propiedad, sino de pertenencia espiritual. La historia del Esequibo no comienza con tratados. Comienza con pueblos libres.

Antes que mapas, había ríos sagrados. Antes que fronteras, había rutas de pesca y lenguaje compartido. Fue la colonización la que convirtió el Esequibo en un botín. Los pueblos que lo habitaban no reconocían ni reyes ni embajadores. Solo tierra viva. Y eso fue lo primero que les arrebataron.

Paso 2. La llegada de los españoles entre (1500 y 1750)

Los españoles fueron los primeros europeos en reclamar este territorio. Para la Corona, el Esequibo era parte de la Capitanía General de Venezuela. Lo exploraron, lo cartografiaron, lo defendieron. En los mapas imperiales, el Esequibo era Venezuela. No había discusión.

La presencia neerlandesa fue el primer acto formal de ocupación. No con cañones, sino con cartografía. Marcaron el territorio con tinta y declararon propiedad sobre selvas que jamás caminaron. Así nació la lógica imperial, donde el que dibuja el mapa se cree dueño de la tierra.

Paso 3. Los ingleses entran en escena, colonización furtiva entre (1750 y 1814)

Aprovechando la decadencia del Imperio Español, los británicos comenzaron a instalarse sin legitimidad. Lo hicieron con plantaciones, misiones protestantes y presencia militar. En 1814, el Reino Unido tomó formalmente las colonias holandesas cercanas… y el avance hacia el este del Esequibo siguió en silencio.

El traspaso fue escandaloso. Un imperio le regaló tierras a otro como si fueran mercancía. Ni una línea consultada, ni un pueblo escuchado. Venezuela no fue parte del trato. El colonialismo no solo ocupaba territorios, también traficaba con ellos como si fueran muebles imperiales.

Paso 4. El despojo del Esequibo por el Imperio Británico

Mientras Venezuela nacía como república, el Reino Unido siguió ocupando el Esequibo. Nunca hubo acuerdo. Fue una toma unilateral. Lo que era español y luego venezolano terminó con bandera británica. Sin disparar un tiro.

Schomburgk no fue un científico. Fue un agente de expansión. Su “línea” no respondía a datos geográficos, sino a intereses estratégicos. El mapa se convirtió en arma. Y desde entonces, Venezuela comenzó a perder más que territorio: perdió voz frente a las potencias.

Paso 5. El laudo arbitral de 1899, la falsa frontera

En 1899 se realizó un arbitraje fraudulento. Estados Unidos apoyó al Reino Unido. Venezuela fue excluida del proceso. En 1949, un juez confesó el fraude. Venezuela nunca reconoció el laudo.

Ese arbitraje fue una farsa disfrazada de justicia. Cinco jueces, cuatro europeos. Uno, apenas uno, por Venezuela. El veredicto ya estaba cocinado antes del juicio. El laudo de París no fue una solución, fue un robo diplomático con sello imperial.

Paso 6. El reclamo venezolano continúa

Durante todo el siglo XX y XXI, Venezuela ha mantenido su reclamo sobre el Esequibo. La Constitución de 1999 lo ratifica como parte del país.

El Acuerdo de Ginebra es el reconocimiento más explícito de que hubo trampa. Es el documento que revive la esperanza de justicia para Venezuela. Y también es la piedra que incomoda a Guyana, porque sin ese acuerdo, jamás habría tenido

Paso 7. Guyana nace en 1966 sin el Esequibo resuelto

El Acuerdo de Ginebra reconoció la disputa. Aun así, Guyana tomó control del territorio sin resolución definitiva.

Doce años de silencio no apagaron el reclamo. Solo lo enfriaron. El Esequibo no es un tema congelado, es una herida viva. Venezuela reactivó su reclamo porque la historia no prescribe. Y porque el silencio prolongado no equivale a renuncia, sino a paciencia estratégica.

Paso 8. ExxonMobil se instala desde 2015

Sabían que era una zona en litigio. Igual explotaron petróleo, protegidos por Washington. Transformaron el Esequibo en una plataforma corporativa.

Aquí comienza el nuevo ciclo. Ya no es solo territorio, es petróleo. ExxonMobil no entra como actor neutral, sino como colonizador moderno con sede bursátil. Guyana le entregó el subsuelo a una corporación y convirtió el Esequibo en un negocio multinacional a costa de un conflicto histórico.

Paso 9. La Haya, una diplomacia para ricos

Guyana acudió a la Corte Internacional. Venezuela se opuso. El proceso sigue abierto. Muchos temen un fallo técnico que repita la injusticia de 1899.

Cuando Guyana acude a La Haya sin acuerdo previo, rompe las reglas del propio Acuerdo de Ginebra. La CIJ, lejos de arbitrar imparcialmente, ha dado señales de alinearse con intereses occidentales. El derecho internacional empieza a parecerse demasiado al derecho del más fuerte

Paso 10. La estrategia silenciosa de Estados Unidos

Como en Irak, como en Libia. Control del recurso, control del territorio. Silencio internacional. Exxon al mando.

El referéndum no es solo un gesto nacionalista. Es un acto simbólico de reafirmación frente a una estructura internacional que ignora la voz de los pueblos. Mientras Exxon perfora y la CIJ delibera, Venezuela grita su verdad desde las urnas. Y aunque la diplomacia se incomode, el mensaje está dado.

¿Y si el Esequibo hablara?

Si el Esequibo hablara, no pediría permiso. Gritaría. Denunciaría el saqueo con acento indígena. Con memoria de selva. Con cicatrices de caucho, de oro, de petróleo. No mostraría mapas. Mostraría tratados amañados, plataformas extractivas, bases militares, contratos con nombre extranjero.

El Esequibo no es una disputa legal. Es una herida abierta del colonialismo. Un espejo brutal de lo que aún somos. Y de lo que podríamos dejar de ser.

Si el Esequibo hablara, también recordaría los tratados firmados sin su voz, los mapas dibujados con tinta extranjera, y las promesas incumplidas de desarrollo para sus pueblos originarios. Gritaría que su riqueza ha sido su condena, que cada barril de petróleo extraído es un latido menos de su selva, y que cada inversión celebrada por las transnacionales ha sido una derrota para su gente.

Diría que no necesita intermediarios, que ya conoce bien el lenguaje de la explotación, que ha sido testigo de siglos de saqueo y que esta vez no se dejará silenciar con discursos sobre legalidad inventada. Denunciaría a los que lo ven como una cifra, una reserva, una frontera útil, y recordaría que también es historia viva, memoria robada y territorio en resistencia.

Epílogo

Y si el Esequibo pudiera reír, lo haría con amargura. Porque a veces, los mapas se pintan con petróleo en vez de tinta, y las fronteras se trazan con taladros en vez de tratados. Se reiría de las cortes que hablan de justicia sin mirar a la selva, de los gobiernos que se llaman democráticos mientras entregan el subsuelo, y de las ONGs que aparecen cuando hay ballenas, pero desaparecen cuando hay Exxon.

Porque el Esequibo ya entendió lo esencial que no basta con existir en la geografía, hay que resistir en la memoria. Y esta vez, su historia no la contarán los poderosos. La contarán los que no olvidan. Los que todavía creen que un río no puede ser vendido.

Y que la dignidad, por más saqueada que esté, permanece y corre como rio subterráneo, desnuda, buscando su cauce……entre selvas que aún recuerdan su nombre.

 

Fuentes: Laudo de París (1899), CIJ, FMI, ExxonMobil Report 2023, Acuerdo de Ginebra (1966) entre otros.