No, justicia con principio, con independencia y con dignidad.

Respuesta institucional tras la resolución de la Corte Suprema sobre Manuel Monsalve.

Seis meses después de iniciada una ofensiva judicial y mediática en contra del ex subsecretario Manuel Monsalve (orquestada con más sospecha que pruebas, y más cálculo político que vocación de verdad) la Corte Suprema, por 4 votos contra 1, ha determinado que Monsalve enfrentará el proceso en libertad, bajo estricta vigilancia domiciliaria.

No se trata de impunidad. Se trata de principio de inocencia, piedra angular del Estado de Derecho. Se trata de derechos humanos, incluso para los que han sido acusados.

Y se trata también de decir las cosas como son, el gobierno del Presidente Boric jamás intervino en este proceso ni para influir ni para proteger a nadie, pese a la campaña incansable que buscó desde el primer día convertir una causa penal en una cacería política.

Los mismos que gritaban “caiga quien caiga”, ahora acusan encubrimiento cuando la justicia (la misma que decían defender) no les da la razón.

Lo mismo que periodistas que antes levantaba al fiscal Cooper como estandarte de integridad y ahora guardan silencio cuando la Corte lo desautoriza.

Lo mismo candidatos de derecha que, sin pruebas, sugieren intervención del Ejecutivo en cada resolución que no les acomoda.

La justicia no funciona solo cuando condena. También funciona (y con más nobleza aún) cuando garantiza los derechos del acusado. Porque sin presunción de inocencia no hay democracia, hay inquisición.

Sin debido proceso no hay justicia, hay revancha. Lo que ha hecho la Corte Suprema no es salvar a un hombre, sino preservar la esencia misma de la República, el respeto al derecho, incluso cuando no coincide con la conveniencia política de algunos.

Monsalve, funcionario de trayectoria limpia, ha sostenido su inocencia sin instrumentalizar el poder político.

Su defensa ha sido jurídica, no mediática. Ha enfrentado una causa injusta, pero no ha pedido atajos.

Y hoy la justicia le reconoce ese derecho, a defenderse con libertad, con la frente en alto, y con la dignidad intacta.

Y sí, como dicen los periodistas de columnas, que las instituciones funcionen.

Pero que funcionen con justicia, no con linchamiento preventivo.

Que funcionen sin titulares que dictan sentencia.

Que funcionen también cuando el fallo no favorece a la oposición o a ciertos opinólogos.

Que funcionen, sí. Pero sin manipulación, sin farándula, sin vendettas. Con justicia verdadera. Con derechos humanos para todos. Con una República que se respete a sí misma.