Lucía Hidalgo López y Carlos Crespo Burgos

Frente a la violencia contra las mujeres como arma de dominación y exclusión, el pasado 8 de marzo se alzaron sus voces múltiples y diversas en numerosas calles y plazas de Ecuador: «Vivas, libres y sin miedo»; «quiero ver a mis amigas egresadas, no enterradas»; «somos el grito de las que ya no están». El femicidio y la violencia sexual constituyen una de las expresiones más crueles de esta violencia enraizada en sociedades machistas, con convicciones profundamente patriarcales.

Detrás de los gritos y las consignas están los datos. El reciente informe estadístico del Femicidio en el Ecuador, elaborado por el Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos (www.derechoshumanos.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2025/02/Informe-Estadistico-de-Femicidio.pdf), muestra que entre los años 2014 y 2025 se produjeron 812 casos de femicidios, con 111 víctimas en 2023, el año más violento en tiempos de crisis generalizada en el país. El 85% de los casos ocurrieron con mujeres mestizas y sólo una de cada diez sucedió con mujeres afro ecuatorianas, indígenas, montubias y mulatas.

¿Por qué la violencia contra la mujer? Podemos intentar una respuesta: en la estructura social ecuatoriana, así como en los demás países de la región, prevalecen elementos de la cultura patriarcal que dan un valor superior a los hombres, con una evidente desventaja y desvalorización de las mujeres. Lo masculino tiene un mayor reconocimiento, autoridad y poder, tanto en lo público, como en el espacio de lo privado, en las familias. Al respecto, el informe mencionado, destaca que en más del 60% de casos, el agresor era conviviente, cónyuge o ex conviviente y en el 85% se identificó una relación directa con la mujer asesinada.

En Ecuador, el femicidio fue tipificado como delito por la legislación ecuatoriana en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), publicado en el Registro Oficial No 180, del 10 de febrero del 2014, como resultado de la demanda colectiva de organizaciones sociales y movimientos vinculados a la defensa de los derechos de la mujer. Sin embargo, recientes estudios muestran que tan solo la tercera parte de mujeres asesinadas, se procesaron judicialmente, evidenciando la gran impunidad del sistema judicial ecuatoriano (“Mujeres asesinadas: una cuestión de salud pública”, de Esteban Ortíz).

Por ello, mujeres de todas las edades, etnias y condiciones sociales continúan alzando sus voces y organizándose junto a múltiples organizaciones.
No solo son gritos, consignas y datos, también lecciones de esperanza “Mujeres sembrando derechos…Hijos cosechando Justicia!!!!!!! “Soy la semilla de mi abuela floreciendo en libertad”

Como anuncia un reciente video sobre El principio femenino, (disponible en el canal Buenas ideas que tal vez no conozcas): “Queremos ser escuchadas y tomadas en cuenta, reconociendo nuestra humanidad y el aporte de nuestra diversidad”.