Introducción

En tiempos pretéritos, en la era de Piedra, el ser humano necesitaba trasladarse de un lugar a otro para llevar a sus rebaños estacionalmente en busca de pastos frescos y agua. La trashumancia era algo común en aquellos tiempos. No existían fronteras, ni estados, ni reinos, por lo que el traslado era algo natural y no penalizado.

Históricamente, la trashumancia ha sido una parte importante de la economía y la cultura en muchas regiones del mundo, especialmente en áreas donde la agricultura no era viable durante todo el año debido a condiciones climáticas extremas o limitaciones de terreno. La trashumancia no solo implicaba el movimiento de animales, sino que también tenía implicaciones culturales, sociales y ambientales.

Se producía un intercambio de costumbres, de conocimientos y de lenguas. Influía en la formación de identidades regionales y en la preservación de conocimientos tradicionales sobre el manejo del ganado y el medio ambiente.

Desarrollo

Estudios recientes de ADN del Homo Sapiens moderno demuestran que no existen seres humanos puros; todos cargamos en nuestro ADN herencias ancestrales. Somos hijos de la tierra y como tal hemos heredado de nuestros antepasados conocimientos y costumbres ancestrales.

La migración en el siglo XXI ha sido impulsada por una serie de factores complejos e interrelacionados, similares a lo que ocurría con la trashumancia. Algunas de las principales razones incluyen: Conflictos y crisis humanitarias.

Los conflictos armados, la violencia política y los desastres naturales han desplazado a millones de personas en todo el mundo. Países como Ucrania, Israel, Palestina, Siria, Afganistán, Yemen y Venezuela han experimentado conflictos internos prolongados que han obligado a muchas personas a abandonar sus hogares en busca de seguridad y refugio en otros países. El ser humano se ha visto en la necesidad de migrar a territorios más promisorios y con mayores perspectivas de futuro, donde puedan establecerse, desarrollarse y aportar al lugar con sus mejores creencias y estilos de vidas. Esa diversidad es la que fortalece una sociedad convirtiendo al grupo humano migrante creador de oportunidades de trabajo y promotor de la innovación y el cambio tecnológico muchas veces en la historia.

Mis abuelos fueron migrantes del Líbano después de la caída del Imperio Otomano en 1920. Llegaron a Chile buscando, como todo migrante, mayores oportunidades de supervivencia. Arribaron con lo puesto e iniciaron una nueva vida, en donde en esa época el Estado de Chile y su gente los recibió, les dio nuevas identidades y nuevas oportunidades de trabajo. Se produjo una fusión cultural; ellos asimilaron el idioma y, a su vez, mezclas de sabores culinarios se entrelazaron con los nuestros.

Se comprende que para construir puentes entre diferentes culturas y personas, es esencial valorar y respetar sus particularidades. La importancia de comprender, reconocer y apreciar las distintas culturas, tradiciones e historias que nos rodean nos dará una salida. Este proceso nos permite no solo salvar nuestras diferencias, sino también potenciar nuestras fortalezas individuales y encontrar puntos en común que nos unan.

Cada uno de nosotros tiene la capacidad de contribuir de manera única a la consecución de objetivos compartidos. Es fundamental que reconozcamos cómo nuestras acciones y aportes pueden tener un impacto positivo en nuestro entorno y en la realización de metas comunes. En última instancia, la apreciación mutua es la base sobre la cual podemos construir relaciones sólidas y colaborativas, enriqueciendo así nuestras vidas y comunidades.

La existencia de una crisis de un modelo de Estado en casi todos los países de América Latina acompañados por desigualdades económicas y políticas favorecen a un pequeño grupo privilegiado de la sociedad. Esto  genera sensación de  inseguridad y terror y no hacen más que desestabilizar áreas totalmente libres de violencia.

Los estados se ven cada vez más atentos a la migración  que existe en todo el orbe; la crisis humanitaria se ha agudizado a tal punto que quienes más sufren son los pobres y desvalidos. Además, el cambio climático ha agudizado la crisis humanitaria. Los estados, más que nunca, deben flexibilizar un fenómeno que no se detendrá con leyes más discriminadoras y que fomentar la xenofobia o el bloqueo de sus fronteras. Por el contrario, promover la estabilidad, la educación y las oportunidades de empleo y reducir los impulsores de la migración forzosa, permitiendo así a las personas elegir entre quedarse o emigrar.

Quisiera volver a aquellos tiempos en los que los seres humanos podían ir y venir libremente como hijos de la tierra que somos.

 

Viviana Galeb Adriazola

Chilena nacida en 1956

Profesora y poeta.