18 de marzo 2024, El Espectador

En la calle 26 de Bogotá una esquina se ha convertido en punto de encuentro. Es cierto que varios opositores lanzan acusaciones mentirosas contra el presidente de la república, y esgrimen con violencia un discurso de ignorancia y exclusión; la operación descrédito pretende desconocer que Gustavo Petro ha vivido desde hace 35 años en la legalidad y que fue elegido por 11 millones de colombianos.

Mientras unos senadores lo insultan, otros “honorables” practican el ausentismo para torpedear todo lo que venga del gobierno. Pero no muerda el anzuelo, presidente. El congreso tiene gente horrorosa, pero también hay representantes que hacen la tarea con integridad y sabiduría. No es democrático que usted diga que el congreso no da la talla, cada vez que no respalda sus propuestas. Estar a la altura no quiere decir estar siempre de acuerdo, y la autonomía entre los tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial, es esencial para el fortalecimiento de la democracia.

Usted tiene sobradas razones para sentirse decepcionado y/o fúrico ante el boicot que gota a gota y chorro a chorro le ha ido ahogando su gobernabilidad. Pero por favor no use un extinguidor de incendios cargado con gasolina. Usted es el presidente de un país saturado de animadversión y tiene la responsabilidad de conducirnos a la potencia de la vida, no a la impotencia del desespero.

Su reciente propuesta de una asamblea constituyente no es ni viable ni sensata, y exacerba ánimos y miedos en un río suficientemente revuelto. No hay con quién, cuándo ni cómo. Usted sabe que ya el gobierno no tiene ni el tiempo ni el músculo político necesarios para salir bien librado de un tsunami autoinducido. Usted enfrenta permanentemente ataques y serios problemas; no sume un laberinto más, teniendo que defenderse hasta de usted mismo.

El gobierno ha perdido buena parte de su capital político, y esa manía multilateral de revivir resentimientos ha hecho que la misma política aborte pactos incluyentes y transformadores que le habrían convenido a Colombia. Quizá todavía sea tiempo de lograr ese gran acuerdo nacional que nos sedujo en campaña, pero eso no va a suceder con una nueva constituyente, ni con incitar rebeliones. ¿Rebelión contra quién, si ya no es, ya no somos, oposición? Necesitamos esa alianza concertada que prometió. Rescátela de sus adversarios y, sobre todo, presidente, rescátela de usted mismo.

La izquierda y el país necesitan que su discurso y sus acciones no vayan en contravía de su propio decálogo inicial; al gobierno le quedan 28 meses para demostrar que logró compaginar autoridad y conciliación, persistencia y sensatez. Abracen el pensamiento colectivo, porque la concertación logra mucho más que la imposición. Saber oír es más difícil que saber hablar… quizá esa es una de las diferencias entre caudillo y líder, y nosotros elegimos un líder.

En su gobierno —como en el congreso— hay gente óptima, pero también hay más de un adefesio posesionado. Cada cargo que usted le da a un mal funcionario —o lo que es peor, a un mal ser humano— envía mensajes nefastos, que pueden leerse como pago de favores o silencios, y eso lo daña a usted como persona y a todos, como país.

Con respeto, presidente: gobierne con gente limpia y capaz, que no sea condescendiente con los fanatismos, sino leal a Colombia y a sus propuestas de campaña; no le tema a la crítica justa ni a la autocrítica cuantas veces sea necesaria; retome sus banderas del 2022 y dedíquese a cumplirlas. Muchos de nosotros, a pesar de todo y sin ser petristas, estamos dispuestos a seguir acompañándolo. Pero acompañar no es adular, ni apoyarlo en arrebatos que terminen dañándolo a usted, a la izquierda y al país.

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