Por Daniele Lugli

Al presentar el XXIII Congreso del Movimiento No Violento (Brescia, 2010), Daniele Lugli, presidente saliente, señaló la no violencia como la clave para superar los conflictos cercanos y lejanos. Entre los más cercanos estuvieron los vinculados a la gestión del fenómeno migratorio, no es casualidad que ese congreso llevara por título “No violencia para la ciudad abierta”.

Hoy proponemos otro pasaje de ese informe, conscientes de que en estos catorce años las condiciones de los inmigrantes que eligen Italia, para vivir allí o para cruzarla, están lejos de mejorar. En el siguiente pasaje, Daniele revela la referencia mal entendida al federalismo y habla de la práctica de buscar chivos expiatorios para explicar la actitud de los gobiernos hacia los inmigrantes, cuando no pueden o no quieren dar a la convivencia una dirección que no esté dictada por la ley del mercado.

La primera parte del discurso en el Congreso de Brescia puede leerse nuevamente en este enlace .

Las federaciones de Estados privilegiados, responsables de la mayoría de esas situaciones, se cierran como fortalezas para contener las olas migratorias. El resultado es el de sociedades altamente estratificadas: internamente, con superricos y poderosos y focos de pobreza crecientes, y en las relaciones entre estados, con una moral que afirma el derecho del más fuerte. Es exactamente lo contrario de la idea de progreso que nos había dado Condorcet: reducción de las diferencias dentro de los estados y entre naciones, y elevación continua de la ética personal. Las esperanzas suscitadas por el nombramiento de Obama como jefe de la gran potencia, si no se extinguen, ciertamente se han atenuado.

“La ciudad de los hombres, con su forma de pensarla y de construirla, es el nombre que se le da al modo común de vivir del hombre en la tierra”, nos recuerda Franco Riva. Nuestras ciudades cambian rápidamente ante nuestros ojos, al igual que sus habitantes, sus aspiraciones y sus relaciones. Es un cambio fuerte. Hay quienes lo consideran antropológico. Su dirección no me parece con certeza positiva.

Nos pareció que una buena introducción a esta realidad es recorrer el «Intento de decálogo para la convivencia interétnica» de Alexander Langer, cuya mirada envidiamos Estos cambios introducen nuevos problemas y complejidades que pueden resultar desorientadores y aterradores. Las situaciones complejas requieren un pensamiento y una acción ricos y complejos para abordarlas adecuadamente. Cuestan compromiso y esfuerzo. No parecen inmediatamente rentables. De ahí el recurso a formas elementales de pensamiento, a acciones brutales que eliminan temporalmente el miedo y parecen ofrecer una orientación precisa. El examen cuidadoso de los problemas, la necesidad de comprender los métodos y las causas, parecen pérdidas de tiempo ante una emergencia. Los mismos procedimientos democráticos, las garantías del derecho resultantes de las luchas y sacrificios de nuestros predecesores, se perciben como impedimentos para una acción eficaz. El éxito de las fuerzas políticas que se han convertido en empresarias de la desorientación y los miedos de los ciudadanos ante cambios repentinos e inusuales tiene estas raíces. Vemos que por donde entra el miedo no hay lugar para nada más. Como un gas, ocupa todo el entorno en el que se propaga. Neutralizarlo es una tarea difícil. Encuentra más fácilmente una salida destructiva.

La antigua práctica de buscar chivos expiatorios se revive con algunas variaciones. Cambia el nombre de la población inmigrante que parece más amenazadora, mientras se confirma el carácter siempre molesto y difícil de tratar de los gitanos. En cuanto a la religión, no hay duda de que la palma negativa es para el Islam. La ciudad ya ni siquiera conserva la memoria de la polis, es decir, del lugar donde los ciudadanos ejercían su capacidad de autogobierno. Votar periódicamente por quien se proponga como mejor sheriff, para que los ciudadanos (difícil seguir llamándolos así) puedan dedicarse a sus diferentes asuntos como aristócratas, artesanos, ilotas, esclavos, bárbaros, inmigrantes…

Este modelo, establecido en algunos lugares, ha tenido amplia difusión.

La feroz miseria de la política pasa a primer plano. Medimos sus efectos todos los días, y este desastre no afecta sólo a nuestro país. Aquí está envuelto en el noble nombre del federalismo. No tiene nada que ver con Cattaneo ni con Spinelli y Rossi. Es lo contrario de lo que pensaban: la unión de diferentes pueblos. Partimos de la ciudad, de la región, de la experiencia más cercana y concreta para unirnos en una dimensión superior en todos los sentidos. Hoy es una blasfemia encerrarse en el lugar, en la etnia inventada. En otros países, las tendencias populistas y xenófobas están creciendo. Son tanto más inquietantes cuanto que aparecen en un momento de crisis de la experiencia europea y de la idea misma de Europa.

El historiador inglés Sassoon recuerda que el mercado interior europeo es mayor que el estadounidense, pero está fragmentado en decenas de Estados divididos, según el holandés Kohstamm, entre los pequeños y los que no saben que lo son. La Gran Guerra Civil Europea, en dos fases (Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial), destruyó la supremacía del Viejo Continente. Europa, resucitada de los escombros y renunciando a sus ambiciones militares, ha iniciado el experimento de integración regional más importante que jamás haya existido. Actualmente atraviesa una grave crisis. Europa todavía tiene que elegir entre seguir siendo poco más que una zona de libre comercio o construir un verdadero Estado federal.

Esta indecisión pesa mucho. Así, si bien se aprecian los aspectos positivos que laboriosamente avanzan en el derecho internacional, la debilidad de la ONU es claramente evidente y particularmente sentida en el llamado mundo de la globalización. El derecho, en todos sus niveles, tanto en su vertiente subjetiva (derechos de las personas) como en su vertiente objetiva (normas válidas para todos), aparece sujeto al ataque de poderes económicos, políticos y militares que quieren liberarse de toda norma.

La foto fue tomada el 4 de septiembre de 2022 en la Fiesta de la Hospitalidad del Municipio de Bertinoro (Forlì-Cesena)