El Gobierno de Emmanuel Macron se ve obligado a anunciar nuevas medidas para tratar de rebajar las protestas del sector agrícola. El pulso del sector apunta al acuerdo de libre comercio con Mercosur.

El sector agrario se encuentra en ebullición en el conjunto de la Unión Europea. Con la excepción de España donde aún no ha habido grandes protestas, los trabajadores del campo del conjunto de la UE, con especial énfasis en Francia, pero también en Alemania y Polonia, donde comenzaron las movilizaciones, claman contra una serie de medidas tomadas por separado en los distintos Estados.

Todos coinciden en señalar las malas condiciones de trabajo en el agro, los aumentos en los precios de la energía y los insumos, y el colapso en los precios reales que perciben los productores. La semana pasada, Facua denunció que, en el caso español, los alimentos se encarecen hasta un 875% del campo al supermercado.

A pesar de ello, España es uno de los cinco países donde los precios recibidos por los productores han subido respecto a 2022 —aun más marcado por la crisis energética que 2023—. El +5,4% de España contrasta con caídas superiores al 20% en países del Este como Bulgaria, Hungría o Lituania, del 12,2% en Alemania y del 6,8% en Francia.

Francia, a la cabeza

Como suele ser habitual, los agricultores franceses son los que han conseguido llevar más lejos sus reivindicaciones. En el caso de este sector, la preocupación viene por las nuevas regulaciones ambientales y por las condiciones del acuerdo de libre comercio con Mercosur (Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil).

Emmanuel Macron ha llegado a la importante cumbre del Consejo Europeo que se celebra hoy, 1 de febrero, en Bruselas, con una serie de medidas impuestas por la lucha de los “agricultores enojados”. Las anunció el 30 de enero el flamante primer ministro, Gabriel Attal, y no convenció a los trabajadores agrícolas, que han mantenido las movilizaciones que este fin de semana cumplirán dos semanas. De hecho, se espera que Attal vuelva a anunciar medidas a lo largo del 1 de febrero para apaciguar la colera de los agricultores.

En la web Alternativas Económicas, Véronique Marchesseau, secretaria general de la Confédération paysanne, sindicato agrícola miembro de la de la organización internacional Vía Campesina, criticaba el cortoplacismo de las medidas anunciadas por Attal: “Se trata sólo de anuncios a corto plazo que pueden aliviar temporalmente a las explotaciones agrícolas en dificultades. Pero estábamos esperando anuncios sustanciales que nos permitieran considerar nuestra actividad agrícola en el largo plazo. Tenemos expectativas sobre los ingresos, que nuestros precios de venta incluyan nuestros costos de producción y nuestra remuneración”, defiende. Además la Confédération paysanne defiende que se cancelen todos los acuerdos comerciales en negociación, como los que se discuten con Nueva Zelanda y Kenia.

No se trata, sin embargo, de la voz mayoritaria entre los agricultores franceses. La Fédération nationale des syndicats d’exploitants agricoles, que representa a algo más de la mitad de las explotaciones agrícolas, defiende un modelo de explotación intensiva y, en las últimas horas, ha querido rebajar la presión sobre el Gobierno, especialmente tras los incidentes en el mercado de abastos parisino, en Rungis, donde ha habido 18 detenidos por cortes de tráfico.

Coordinación Rural, el segundo sindicato en número de afiliados, mantiene un perfil más combativo y está detrás de una gran mayoría de los cien puntos de bloqueo que se dan en toda Francia en estos momentos. Como rasgo sospechoso, se resalta su compatibilidad con la ideología de extrema derecha, con la que le conectan valores identitarios y escepticismo ante el cambio climático.

Lo conseguido hasta ahora incluye exenciones en la tributación sobre tierras en barbecho; una modificación de los derechos de aduana para la producción ucraniana que se impuso como medida de auxilio al Gobierno de Volodímir Zelensky, pero que ha causado malestar entre los productores europeos, y, lo más relevante, el “bloqueo” del proyecto de acuerdo Mercosur en su actual estado.

La Comisión Europea ha emitido señales de que está todo listo para la firma de Mercosur. Pero el juego florentino de avances y retrocesos entre Ursula Von der Leyen y Macron se ha visto esta mañana parcialmente interrumpido por la llegada de cientos de tractores a Bruselas. Hoy tiene lugar una cumbre de los líderes de los Veintisiete en la que, teóricamente, se debe poner el broche a un acuerdo comercial que se esperaba firmar a mediados de este mes de febrero.

El problema, se subraya desde el sector agrícola, es que aunque Francia escenifique un bloqueo a la ratificación, los acuerdos comerciales pueden echar a andar temporalmente, como es el caso del acuerdo con Canadá (CETA), vigente pese a que dos Estados soberanos no lo han ratificado.

En Bruselas, la mañana del 1 de febrero ha comenzado con estiércol ardiendo frente a la sede del Parlamento Europeo y un desfile de tractores y pequeñas hogueras. Se trataba de tractoristas procedentes en su mayor parte de Bélgica, donde el sector está movilizado por causas similares y por las tasas del combustible. También se han sumado otros agricultores de Francia y Alemania. Todos tienen en el punto de mira los acuerdos comerciales y el impacto que tienen sobre las explotaciones agrícolas.

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