20 de febrero 2024, El Espectador

Las cosas por su nombre, sin ambigüedades ni adjetivos de conveniencia. El Clan del Golfo está integrado por criminales dedicados a las economías ilícitas. Punto. Ahí no hay ni ha habido proyecto político; no hay sustrato ideológico, ni intención de lograr mejores condiciones para los pobres. El Clan del Golfo es un negocio criminal, y como tal hay que enfrentarlo. Con ellos no se dialoga: a ellos se les combate, captura y judicializa. Y agradezco y respaldo al presidente Petro en la claridad de su reciente advertencia: “Si no son capaces de desmantelar sus grupos, serán destruidos por el Estado”.

Lo importante será ahora que entre la advertencia y la realidad no corran más ríos de sangre; que el reloj tenga un curso definido, para que el tiempo del horror no se lleve más vidas de campesinos, de indígenas y soldados, de líderes, guerrilleros y excombatientes. Los territorios no resisten más pueblos atemorizados, ni más cargamentos de oro y cocaína circulando por corredores clandestinos.

La zona rural de Segovia —nordeste antioqueño— se ha convertido por cuenta del Clan del Golfo en una zona cercada por el miedo. Más de 800 personas no pueden salir de sus casas porque la violencia les arrebató el derecho a pisar su tierra cuando les dé la gana. No puede ser (pero está siendo) que en un país libre, sea el delito el que decida quién vive y quién no, quién respira y quién se asfixia, quién abre la puerta y quién tiene que anclarse a una derrota inmerecida.

Cuatro militares fueron asesinados y un 5º uniformado perdió la vida en un campo minado. Autores: el Clan del Golfo; el clan que no tiene reparos en matar a quien se atraviese en sus economías ilegales, o a quienes consideren guerrillero o auxiliador.

Al sur de Bolívar siguen los enfrentamientos entre el clan y el ELN, y salir de casa puede costar la vida; y lo que hace especialmente complejo que se callen los fusiles, es que nuestros combates no son solamente entre una guerrilla y un ejército: en Colombia se dispara desde tantos frentes, que nuestra geografía termina secuestrada por la violencia.

Entre tanta barbarie, es preciso valorar el cese al fuego entre el ELN y el ejército. Bienvenido todo lo que contribuya a evitar muertes, bombardeos y orfandades. La prórroga de 180 días no es un logro menor, y cada colombiano (legal o ilegal) que siga vivo, cada bala que se deje de disparar, es un triunfo.

Antes de la firma en 2016 del Acuerdo del teatro Colón, todo el día y todos los días, sonaban helicópteros en el cielo de Bogotá, cargados de soldados caídos en combate y emboscadas, y al Hospital Militar no le cabía un herido más. ¿Se acuerdan de los cientos de ataúdes cubiertos por la bandera de Colombia y las filas interminables de cruces blancas, en el sector militar de los cementerios? Así es que sí, antes y ahora, hay que agradecer cada punto que se pacte, para salvar una vida e impedir un desangre.

Hoy cumple 5 años Defendamos La Paz, un movimiento ¿una misión? (casi una familia) independiente y plural, creado para lo que dice su nombre, y por el camino nos ha llevado a una reconciliación tan genuina, tan del alma, que a muchos nos cambió la vida. Si usted llegó a esta columna antes de las 5 pm del martes 20 de febrero, todavía está a tiempo de salir a la Plaza de Bolívar y acompañarnos en el duelo colectivo por los 1615 líderes sociales y 413 firmantes de paz asesinados. Todavía está a tiempo de honrar la memoria de los muertos y exigir que paren los asesinatos. Todavía puede llegar y dejar en la Plaza “donde todo pasa y todo queda”, una flor blanca, un nombre y una historia, un abrazo y una esperanza.

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