El presidente Luiz Inácio Lula da Silva cumple hoy un año de su retorno al poder y también de Brasil al mundo, como prometió en su campaña electoral, para mejorar la vida de los trabajadores.

Durante el 2023, el gigante sudamericano asumió la presidencia rotativa del Mercado Común del Sur, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y del G20, grupo formado por las 19 mayores economías del mundo más la Unión Africana y la Unión Europea. «Hemos recuperado el diálogo con el mundo y nuestra credibilidad internacional», afirmó el fundador del Partido de los Trabajadores, al dirigirse al país por Navidad y las fiestas de Fin de Año.

Insistió en que Brasil «volvió a ser escuchado en los más importantes foros internacionales, en temas como el combate al hambre, la desigualdad, la búsqueda por la paz y el enfrentamiento de la emergencia climática».

El gobernante visitó 24 países en 2023 y estuvo fuera 62 días. Cumplió 15 viajes internacionales desde que abrazó el cargo.

Asimismo, en su alocución, indicó que su administración trajo de vuelta y fortaleció políticas sociales que cambiaron al país, como por ejemplo Bolsa Familia (para los núcleos más necesitados), Mi Casa, Mi Vida, el programa Más Médicos y Farmacia Popular.

De igual manera, en el calendario se generaron dos millones de nuevos empleos y el salario mínimo volvió a subir por encima de la inflación.

Aprobamos la igualdad salarial entre hombres y mujeres. «Trabajo igual, salario igual», rotuló el líder progresista, quien certificó que la nación pasó de la 12 a la novena economía más grande del planeta.

Calificó de hecho histórico la aprobación de la polémica reforma tributaria, «algo que se intentaba hace 40 años».

Pese a los avances, analistas recomiendan que en 2024 los esfuerzos emprendidos por el Gobierno en la aprobación de una agenda económica se traduzcan en un efectivo aumento de ingresos capaces de conducir a Brasil al soñado equilibrio de las cuentas públicas.

A propósito del comienzo del mes y su marcado intento de pacificar el país, Lula confirmó que realizará un acto el 8 de enero para marcar un año de la invasión y saqueo por parte de extremistas de las capitalinas sedes de los Tres Poderes.

Informó que invitará a gobernadores, parlamentarios y empresarios al encuentro, destinado a «recordar al pueblo» que la democracia impidió un intento de asonada golpista en Brasil.

De acuerdo con el jefe de Estado, la cita servirá para corroborar a los inseguros que el «régimen democrático» es lo único con certeza, y las instituciones funcionan y el pueblo tiene acceso a participar de la riqueza que produce.

Aunque por su historia, Brasil nunca figuró como blanco específico de la acción de grupos terroristas, la polarización y el discurso de odio visceral que emanó del poder desde hace cuatro años condujo a actos de este tipo, dedujeron comentaristas políticos.

Partidarios radicales del entonces derrotado mandatario Jair Bolsonaro (2019-2022) disfrutaban de la instalación de campamentos, bajo patente de protestas pacíficas y libre expresión, en ciudades y en especial en Brasilia, contra el resultado de las elecciones de octubre y la asunción al poder por tercera vez del hijo de la clase obrera.

Sin embargo, el 8 de enero de 2023 cayó la máscara, la orden fue dada y casi siete mil extremistas bolsonaristas (adeptos del exmilitar), bajo gritos de intervención militar, irrumpieron violentamente y depredaron las sedes del Congreso Nacional, el Supremo Tribunal Federal (STF) y el Palacio del Planalto, sede del Poder Ejecutivo.

La invasión provocó una respuesta del STF que ordenó la prisión inmediata de muchos de los participantes en los episodios golpistas.

«En nombre de defender la democracia, no seremos autoritarios con nadie, pero no seremos tibios con nadie. Vamos a investigar y vamos a llegar a quien financió» los actos antidemocráticos, prometió Lula.

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