«Detrás de toda gran fortuna hay un crimen escondido», Honoré de Balzac

 

A veces algunas noticias eclipsan a otras. No tanto por demérito de las segundas sino por la relevancia o aparatosidad de las primeras. No hay duda de que el grupo de la policía que actuó para beneficio del PP contra el independentismo catalán es una noticia de gran importancia. Se trata de un atentado de gran magnitud a las libertades democráticas. Perseguir a las personas por sus ideas y encerrarlas en las cárceles por eso mismo es algo cercano al fascismo. Lo que hizo, y veremos si hay castigos legales o todo pasa como si nada, el gobierno del PP contra personas favorables al independentismo en Catalunya es algo que ha alertado incluso a más de un nacionalista español con cierta sensibilidad democrática. No es para menos. Pero las noticias “eclipsadas” que quiero comentar son otras.  Muy recientemente se han registrado algunos actos y declaraciones sobre las grandes -o no tan grandes- fortunas y su relación con los impuestos. En breve, si los muy ricos y los ricos deben pagar más que ahora, que no es mucho, o no. Destacaré solamente cuatro de estas noticias.

Una declaración radiofónica se la debemos a Josep Sánchez Llibre que es el presidente de la gran patronal catalana, Foment del Treball Nacional. En unas declaraciones a Catalunya Ràdio explicó que proponer limitar de alguna forma lo que ganan los empresarios, por ricos que sean, es “populismo” y falta de respeto a la clase empresarial.

La segunda declaración, en este caso en forma de carta abierta, es la petición de 250 ricos y muy ricos al Foro de Davos para que se les haga pagar más impuestos. “Esto no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, ni privará a nuestros hijos, ni perjudicará el crecimiento económico de nuestras naciones. Pero convertirá la extrema e improductiva riqueza privada en una inversión para nuestro futuro democrático común”. Afirman todo lo contrario de lo que buena parte del mainstream académico cloquea repetidamente. A veces parece que los siervos académicos de los ricos saben lo que conviene a los ricos más que ellos mismos. Es una liebre que he dejado escapar y ahora no voy a perseguir.

En tercer lugar, un reciente informe de Oxfam. En este informe se especifica que “la riqueza combinada de las cinco personas más ricas del mundo (Elon Musk, Bernard Arnault, Jeff Bezos, Larry Ellison y Mark Zuckerberg) ha aumentado en 464.000 millones de dólares, es decir un 114%. Durante el mismo período, [desde la pandemia de Covid, NdR] la riqueza total de los 4.770 millones de personas más pobres –que representan el 60% de la población mundial– ha disminuido un 0,2% en términos reales.”

En cuarto y último lugar, un acto en Barcelona sobre la financiación de la renta básica en Catalunya y el Territorio Fiscal Común organizado por la Conselleria de la Presidència de la Generalitat. En este acto, a partir de datos oficiales del Panel de Hogares, Jordi Arcarons explicó que el 5% más rico acumula más del 75 % del total de riqueza y el 1% más rico acumula más del 45% del total, en Catalunya. En números significa que si descontamos las personas que en Catalunya tienen una riqueza de menos de medio millón de euros quedan 90.000 personas más o menos ricas. Estas 90.000 personas que tienen una riqueza superior a medio millón de euros representan el 1,1% de toda la población catalana. En el llamado territorio fiscal común la situación no es muy diferente si bien fortunas de más de 5.000.000.000 de euros no hay ninguna en Catalunya, pero sí en Madrid. Es innecesario explicar la razón de esta geografía porque es conocida por cualquiera. La concentración de la renta tanto en Catalunya como en el territorio fiscal común, como sucede en todo el mundo, es menor que la de la riqueza.

Los cuatro epígrafes pueden relacionarse claro está desde muy diversas perspectivas. Voy a tomar la del título: impuestos y ricos.

La relación entre impuestos y ricos no es muy amigable. En el libro En defensa de la renta básica los autores le hemos dedicado no pocas páginas a esta relación. Entre las distintas consideraciones que realizábamos aquí interesa resaltar solamente unas pocas. Los impuestos son valorados de forma muy diferente según se sea partidario de un pensamiento próximo al liberalismo o de uno tan diferente como el del republicanismo socialista. Para el liberalismo ortodoxo los impuestos son algo así como un robo hacia los más ricos, para el republicanismo socialista se trataría muy al contrario de una condición de la libertad. Parece difícil concebir una sociedad sin impuestos. Saez y Zucman lo decían con gracia: “Sin impuestos no hay cooperación, ni prosperidad ni destino común; no hay ni tan siquiera una nación que necesite un presidente”.

Hay algo que me gustaría acentuar. Me ayudaré de Katharina Pistor, bien conocida jurista y estudiosa de los laberintos jurídicos del capital. Esta autora muestra pacientemente en sus trabajos que el derecho crea la propiedad. Las formas cada vez más sofisticadas de propiedad llegan a cotas de vértigo. Pistor estudia desde hace muchos años cómo la ley crea riqueza y desigualdad. Y una de sus conclusiones merece ser meditada: “Los subsidios y otros derechos similares son normalmente vistos con reticencia, al considerar que distorsionan el mercado y llevan a la ineficiencia o incluso a la corrupción. Sin embargo, se puede argumentar que la protección legal de la que goza el capital es la madre de todos los subsidios”. A un empresario como Sánchez Llibre esto le puede parecer “populista” y carente de “respeto por los empresarios”. Y ahora no es el momento de detenernos ante la evidencia de que bajo la palabra “empresarios” nos encontramos con un cajón de sastre en el que caben materias harto distintas. Tampoco se trata de especular sobre lo que pasa por su cerebro si se plantea cómo debe sentirse, y “el respeto” que deben pensar que tiene, la quinta parte de la población que está en riesgo de pobreza. El señor empresario debe pensar que esto es otro tema muy diferente que se arregla con más facilidades fiscales y de todo tipo para el capital, para que invierta, se creen puestos de trabajo y todo fluya a la perfección. Lo de siempre. Malgré tout, hay mucha evidencia empírica: las riquezas privadas existen porque las hacen posibles las instituciones públicas. Y si existen fortunas inmensas es porque la ley lo permite como en otros momentos la ley ha limitado la posibilidad de esta acumulación sin límite. Un presidente de Estados Unidos, F.D. Roosevelt, no precisamente un rojo, dijo el 27 de abril de 1942 al Congreso de su país: “Ningún ciudadano estadounidense debería tener unos ingresos netos, tras haber pagado sus impuestos, superiores a 25.000 dólares al año”. Para las personas curiosas apuntaré que 25.000 dólares de 1942 son unos 470.000 actuales. ¿Se imaginan que lo dijera un socialdemócrata actual defendiendo que nadie debería tener unos ingresos netos de menos de medio millón de dólares o de euros? De acuerdo: algo impensable. Los “socialdemócratas” del 2024 están por otras cosas. No hay duda que los Sánchez Llibre del momento en 1942 y en Estados Unidos quizás debieron pensar que era populista y que faltaba el respeto a los ricos. Pero a diferencia del jefe de la patronal catalana que hoy está más tranquilo que dios, tuvieron que tragar. A veces, aunque sea en contadas ocasiones, estos magnates han de tragar. Otros dos conocidos estudiosos del derecho y la economía, Holmes y Sunstein, lo decían ya hace más de veinte años muy claramente: “La definición, asignación, interpretación y protección del derecho de propiedad es un servicio que el gobierno presta a los que tienen propiedades, pero es financiado por los ingresos generales obtenidos de los contribuyentes”. Pues claro, el sistema judicial, la policía y el ejército (2,7% del PIB en el caso del reino de España si se contabiliza el gasto militar real y no solamente el del Ministerio de Defensa) forman parte de la protección de la propiedad privada. Algo que cuesta mucho dinero a toda la población contribuyente. No existen los mercados sin los gobiernos (todo mercado está regulado políticamente), y tampoco existe propiedad sin instituciones públicas. Pues se trata, el derecho de propiedad, de un “servicio público que se disfruta de forma privada”, por citar otra vez a Sunstein y Holmes. El derecho a forrarse tiene costos para toda la población que paga impuestos.

Limitar las grandes fortunas es lo que está en el fondo de la propuesta cada vez más conocida de la “renta máxima”, que acostumbra a ligarse para los partidarios de la libertad republicano-socialista a la renta básica. Por utilizar las sintéticas palabras de Antoni Domènech: “Me parece que pocas cosas, si alguna, contribuirían tanto hoy a mitigar la capacidad de los imperios privados para desafiar con éxito a los poderes público democráticos como una renta básica de ciudadanía que al tiempo que exigiera un minimum de existencia social para todos, se batiera también por limitar a un maximum compatible con la vida política republicano-democrática normal el volumen de ingresos que le es dado recibir a un ciudadano”.

La libertad republicano-socialista es muy exigente, sí. Y exige garantizar la existencia material de toda la población y limitar el poder inmenso de las grandes fortunas que son incompatibles con una vida republicanamente libre. La libertad liberal de Sánchez Llibre es otra cosa muy diferente. Aunque a todo se le llame “libertad”.

Ricos e impuestos, cuestión muy relacionada con las afirmaciones anteriores y una mala relación mutua. Sam Pizzigati, un conocido estudioso de las grandes desigualdades de Estados Unidos, lo dijo de forma socarrona: “A los ricos (…) no les gusta pagar impuestos cuando las tasas impositivas son elevadas. Tampoco les gusta pagar impuestos cuando las tasas son bajas”. Salvemos a algunos, como los 250 incluidos en la petición al Foro de Davos. Siempre hay honrosas excepciones. Pero no nos hagamos ilusiones.

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