Pasó el día de los Reyes Magos, el día que los niños esperan todo el año para recibir un regalo. Pero en este 2024 demasiados niños argentinos se quedaron sin regalos: en los últimos 30 días las ventas en las jugueterías y afines se derrumbaron un 12%. Fue el doble de caída sufrida pocos días antes, en Navidad.

Los juegos y juguetes explican más el 80% de los regalos que se realizan a menores de 6 años. En las cadenas, donde 70% de los juguetes son importados, la compra promedio fue de 16 dólares… o sea de juguetes baratos, para cumplir con los reyes magos en época del las elitistas motosierras libertarias.

Ya no sorprende. 24 horas después de asumir el ultraderechista Javier Milei, se verificó una rápida subida de precios, de hasta el 100%, y la reacción tranquila de los mercados. Los sindicatos y movimientos sociales, advierten que el rumbo elegido arruinará a los argentinos, pero para ellos el gobierno entrante les tiene preparada una buena represión.

Los alimentos mostraron en diciembre una suba de 32, 5 por ciento. Sumada a las subas en combustible y prepagas y las anunciadas en transporte levantan el malestar social: en menos de cuatro semanas la imagen negativa del Presidente escaló del 50,1 al 55,5 por ciento.

El precio de la carne, antes el consumo alimenticio básico, ha aumentado más del 50%, los boletos del transporte urbano y suburbano un 45%, mientras que el precio de los billetes de avión internacionales se ha duplicado (ya no es solución irse del país, a menos que le “herede” la deuda del pasaje a algún familiar).

La especulación es total y aún hay negocios que no venden porque están actualizando precios, una labor que se va volviendo cotidiana, rutinaria, mientras otros advierten que el presupuesto de hoy no es válido para mañana.

Las empresas de medicina prepaga confirmaron un aumento en torno al 40% en el valor de sus cuotas a partir de enero, con incrementos que seguirán mes a mes. Hoy es más barato morirse. Diferentes cámaras y entidades que pertenecen a instituciones educativas de gestión privada estiman que los aumentos de las cuotas para 2024 rondarán el 50%.

El Gobierno argentino derogó la Ley de Alquileres, que actualizaba el valor de acuerdo al índice de inflación, a través del megadecreto anunciado por Javier Milei. De acuerdo con este cálculo, que contempla la variación de la inflación y los salarios, el aumento será del 137,5%. De esta manera, un alquiler del equivalente a 100 dólares pasará a tener un valor de 237.500 durante los próximos 12 meses.

Los precios suben mientras usted camina

En esta Argentina, donde los acólitos mileinistas repiten el mantra de ¡Viva la libertad, carajo!, todo vale. Claro, si es contra el trabajador, contra aquella clase media hoy en proceso de extinción, contra el indefenso. Uno, ciudadano común, tiene que estar con todos los sentidos alerta para detectar cambios de precios repentinos y algo que es ilegal en los supermercados: valores en caja que no coinciden con los publicados en góndolas.

O sea, usted va a una góndola y ve el precio, digamos del arroz, hace el cálculo si tiene fondos para comprar un kilo… pero cuando llega a la caja se topa que el precio del producto ya había aumentado. Dicen que quien se topa con esto tiene la ley de su lado (al menos, por ahora): deben cobrarle el precio exhibido en la góndola. Esto va de la hiperinflación a la delincuencia.

Es más: sube, todo sube (menos el humor de la gente). En esta Argentina, desde la asunción del nuevo gobierno ultraderechista, los medicamentos aumentaron en promedio un 90%, cifra similar al crecimiento del malhumor generalizado.

En estos días, las cacerolas abandonaron las cocinas y volvieron a oírse en Buenos Aires y otras ciudades del país, abriendo paso a la organización de asambleas vecinales que tímidamente empiezan a conformarse en diferentes barrios. Un método tradicional de las luchas populares, repetido en el estallido de 2001, que no pudieron arrebatarle (por ahora) al pueblo y que vuelve a entrar en escena.

Caras desesperanzadas en cada rincón argentino. Quizá no tanto como la de cientos de hombres, mujeres y niños, desahuciados, pero que alguna vez fueron trabajadores o campesinos, que viven y pernoctan en las plazas de las ciudades (donde duermen, comen y se bañan en las fuentes), se abrigan en las noches en los cajeros automáticos de los bancos, o aprovechan el techo de los pretiles de los grandes edificios, ante el total desprecio y desinterés de los que gobiernan.

Caras largas de los niños que esperaron un largo año para recibir su regalo de reyes, en sus zapatitos, en sus alpargatas, junto al agua que dejaron para los camellos. Caras largas porque la realidad de la gran mayoría nada tuvo que ver en sus pedidos, basados en las grandes “ofertas” de la televisión, la radio, las redes. Los Reyes Magos – Melchor, Gaspar y Baltasar, bautizados así recién en la Edad Media – no llegaron a muchos de sus destinos en la Argentina.

Cuenta el Evangelio que unos magos – en aquellas épocas eran sinónimos de astrólogos – llegados de Oriente fueron guiados por una estrella para que adorasen al rey de los judíos que acababa de nacer. Al enterarse de esta noticia, Herodes el Grande, el rey de Judea, les hizo prometer que una vez hallaran al niño se lo comunicarían para que pudiera adorarlo él también.

Los magos encontraron al niño en un establo en Belén, junto a María y José, y le ofrecieron oro, incienso y mirra, pero fueron advertidos por un ángel de que no volvieran al palacio de Herodes, ya que este solo quería acabar con la vida del niño.

El Evangelio nada dice sobre qué hicieron María y José con el oro, el incienso y la mirra, Tampoco habla de ninguna motosierra, pero Herodes anda cerca.

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