Por Giovanny Blanco

Mundo sin Guerras, Costa Rica

En Costa Rica celebramos el pasado 1 de diciembre, 75 años de la abolición del ejército, decisión promovida por Don José Figueres Ferrer, el General vencedor de la última guerra civil que se libró en este país en 1948. Tal acto se anunció frente al Cuartel Bellavista, así como la decisión de convertirlo en museo.

Hoy en día, en nuestro imaginario social costarricense está totalmente instalado l hecho de que no existe ejército, ni armas, ni tanques de guerra y que los antiguos cuarteles sean museos.

Lo que para muchas personas en tantos países en guerra es un anhelo impensable y utópico, para nosotros los costarricenses es una realidad, de la que disfrutamos y nos enorgullecemos, porque vivir sin ejército es un paso en la evolución humana.

Ante la impotencia y el dolor que nos causan tantas guerras en nuestro planeta, Costa Rica emerge como una luz de esperanza e inspiración a otros países, sobre todo en este momento en que los conflictos armados se recrudecen, provocando la masacre de tantas vidas inocentes, incluyendo miles de niños y niñas atrapados en esa cruel realidad. Además, la amenaza tan latente de una posible escalada nuclear que ponga en riesgo la sobrevivencia de toda la especie humana.

Desde la perspectiva de quienes consideran que sólo se puede defender la seguridad nacional y la protección de la soberanía mediante las fuerzas armadas, plantear la eliminación de los ejércitos no sólo es impensable, sino que es una irresponsabilidad.

Para otros la eliminación del ejército en Costa Rica es un mito, porque al no contar con esta figura se han militarizado y capacitado las fuerzas policiales, de manera que a pesar de no tener militares oficialmente, se posee un ala de las Fuerzas Públicas, preparada en caso de conflictos limítrofes.

En mi opinión, no se puede desacreditar el potente y significativo mensaje que envía Costa Rica al mundo, porque va cargado de vivencias, de energía positiva, de un sentimiento de esperanza, que grita a todas las otras naciones que sí es posible vivir sin ejército, sin la imagen grotesca del armamento pesado en nuestras calles, sin el servicio militar para nuestros jóvenes, sin tener que otorgarle poder político a fuerzas castrenses durante ya más de 70 años.

Ciertamente la paz no es solamente la ausencia de guerra y actualmente vivimos en Costa Rica una realidad convulsa con aumento de la violencia, narcotráfico, inseguridad ciudadana y debilitamiento de nuestras conquistas sociales en salud, educación, derechos humanos y democracia real. Conscientes de eso, estamos llamados a proteger el legado de nuestros antepasados, como un pueblo que promueve la paz a nivel internacional, pero que también sabe unirse para defender la paz social y la no violencia en sus territorios.

Quizás el aporte de Costa Rica en este aspecto, sea dar una señal al concierto internacional de naciones: se puede vivir sin ejército, la seguridad nacional no tiene que estar en manos de militares, se puede apostar al diálogo, a la diplomacia, al multilateralismo y a las cortes internacionales de justicia. Costa Rica, como referencia de ese modelo, deberá perfeccionarlo y retomar la senda de priorizar la inversión pública en educación, salud y cultura de paz , aprovechando que no tiene gastos militares.

Nosotros, desde Mundo sin Guerras y sin Violencia, proponemos que se incluya en las Constituciones de todos los Estados que la guerra no sea usada como método para resolver conflictos entre los países. Que el diálogo, la diplomacia, la negociación y el multilateralismo se antepongan a los conflictos bélicos. Ante esta lógica, la necesidad de los ejércitos, se vería cuestionada y su rol debería variar, tal como lo indica Silo en la Octava Carta de su libro «Cartas a mis amigos»:

Nosotros hemos fijado el punto de vista humanista respecto a las fuerzas armadas relacionadas con el poder político y con la sociedad. Es la gente de armas la que tiene por delante un enorme trabajo teorético y de implementación práctica para adaptar esquemas a este momento tan especial que está viviendo el mundo. La opinión de la sociedad y el genuino interés de las fuerzas armadas por conocer esa opinión, aunque no sea especializada, es de fundamental importancia. El mundo ha cambiado para todos, también para las fuerzas armadas.

La vía del futuro hacia la resolución de conflictos, sin el uso de la guerra y por lo tanto sin ejércitos -por lo menos tal como los conocemos hasta ahora- se podrá dar solamente si se propician las condiciones adecuadas, tanto a nivel de la jurisprudencia constitucional en cada país como la promulgación paralelamente de acuerdos regionales y la ratificación de leyes internacionales para declarar la ilegalidad de las guerras.

Somos más los que queremos la Paz, si nos unimos seremos una gran voz que  podríamos hacer sentir en muchos países,  presionando a los gobernantes para que den el paso que dio Costa Rica hacia la abolición del ejército, o hacia cambiar el rol que estos juegan, convirtiéndolos en instrumentos para la paz, desarmando progresivamente sus arsenales y destinando sus presupuestos a la protección del medio ambiente, la atención de desastres naturales, a la salud y la educación para la no violencia, siguiendo la premisa señalada por el Dalai Lama:  «Cuando la paz es la prioridad, la abolición del ejército es el camino a seguir