Cuba preserva religiosidad y manifestaciones de matriz africana que marcaron la historia de la isla
Con la participación de una nutrida delegación brasileña, se celebró el primer encuentro de religiones africanas

Por Gabriel Vera Lopes/Brasil de Fato. Traducción de Isabela Gaia

Al caer la noche, el sonido de los tambores inunda los barrios de La Habana. En cada comunidad, una casa se transforma en un punto de encuentro donde los cantos y las danzas se mezclan con las liturgias religiosas y las sabidurías de la fe. La presencia de las religiones africanas en la isla es constante. Las formas culturales y religiosas se manifiestan en las tradiciones, rituales, vestimentas, música y resiliencia de su pueblo.

Es imposible entender Cuba sin tener en cuenta la presencia de estas culturas ancestrales. Transmitidas de generación en generación, las religiones de origen africano se mantuvieron y defendieron como un secreto a voces que tuvo que escapar a la persecución y prohibición de los colonialistas y resistir después a las condenas y prejuicios de la sociedad blanca tras la independencia.

«Sin África, sin sus hijos e hijas, sin su cultura y costumbres, sin sus lenguas y dioses, Cuba no sería lo que es hoy. Por eso, el pueblo cubano tiene una deuda con África», dijo Fidel Castro en 1988 al recibir en Sudáfrica la Orden de la Buena Esperanza por la colaboración de Cuba en la lucha contra el apartheid, régimen racista del país.

El Caribe fue una de las zonas a las que las potencias europeas traficaron la mayoría de sus esclavos. Según uno de los primeros censos realizados en la isla, en 1867, casi la mitad de la población era de origen o ascendencia africana.

«Hoy, Cuba es uno de los países que más ha preservado la religiosidad de matriz africana», dijo a Brasil de Fato Nelson Aboy Domingo, profesor de antropología de las religiones afrocubanas.

«A diferencia de otros procesos de transculturación, en Cuba lograron construir casas o cabildos de las diferentes naciones que vinieron de distintas partes del continente africano. Así, cada uno de estos cabildos ha logrado conservar cierta ortodoxia y preservar su identidad. Esto significa que la religiosidad se ha preservado en gran medida. Incluso con menos pérdidas que en muchas partes de África, donde las sucesivas agresiones coloniales han hecho que se pierda gran parte de lo que conforma nuestras religiones», afirma.

Nelson Aboy Domingo ha dedicado toda su vida académica y espiritual al estudio de las religiones afrocubanas. Tenía sólo 13 años cuando entró por primera vez en contacto con las religiones de matriz africana. Como miles de jóvenes de la isla, en 1961 se unió a la campaña de alfabetización como brigadista voluntario. Uno de los primeros objetivos que la revolución había establecido era acabar con el analfabetismo, que en las zonas rurales afectaba a casi la mitad de la población.

En aquella época, Aboy Domingo viajaba al campo para enseñar a los campesinos locales a leer y escribir, y allí ellos le enseñaban su religión y su fe. Hoy, además de sus estudios académicos, Aboy Domingo es sacerdote de Ifá –o Babalawo, en yoruba–. Su libro «Historia de la santería cubana» se convirtió en uno de los más vendidos en Cuba en 2017.

La propia historia de Aboy Domingo describe las diferentes formas en que la religión se ha extendido por la isla. Con el triunfo de la revolución y la llegada masiva de la población negra a las universidades, estas formas religiosas se generalizaron entre los diferentes sectores sociales de Cuba.

«Cuba es actualmente uno de los países que más ha conservado las religiones de origen africano. Lejos de una cierta mercantilización de estas tradiciones que se ha venido produciendo en los últimos años», afirma.

Encuentro Internacional de Religiones Africanas

Ante un auditorio que estallaba en aplausos, José Andrés Knight habla con voz emocionada y lágrimas en los ojos. Se trata del vicepresidente de la institución religiosa Bankú de Cuba, y clausuraba el Encuentro Internacional de Religiones Afrocubanas (EIRA), celebrado en La Habana el 12 de noviembre.

Con una importante delegación de líderes religiosos de diferentes partes de Brasil, que viajaron a Cuba para conocer las experiencias sociales y religiosas de la isla, el evento pretendió ser un espacio de intercambio y fortalecimiento de los lazos entre las religiones de origen africano entre ambos países.

«A pesar de las enormes dificultades que atravesamos, debido al bloqueo que afecta la situación económica, no sólo logramos realizar el EIRA, sino que estamos convencidos de que es un primer paso para continuar multiplicando estos intercambios», dijo a Brasil de Fato José Andres Knight, uno de los organizadores del evento.

El encuentro surgió del intercambio de diferentes congregaciones entre los dos países. Fueron esfuerzos militantes de organizaciones sociales y religiosas.

«Las religiones de origen africano tienen mucho que aportar en la lucha por erradicar todos los fenómenos que hoy dañan y cuestan un gran número de vidas humanas. El racismo, la discriminación, el hambre», afirma Knight. «Y todas esas cosas que, de un modo u otro, amenazan la vida de nuestro pueblo. Más aún para la raza negra, que ha sido minimizada, discriminada y oprimida», añade.

Makota Célia Gonçalves Souza recibe la donación de un cuadro de Cuba. Foto: Brasil de Fato

El Evento Internacional de las Religiones Afrocubanas no sólo se concibió como un encuentro litúrgico, sino también como una plataforma para estrechar lazos entre los pueblos.

En las últimas décadas, a pesar de los enormes avances que han logrado las luchas contra el racismo, aún hoy las religiones de origen africano, como Ifá-Orisha, Candomblé, Umbanda, Palo, entre otras, son vistas muchas veces como formas de religiosidad paganas y «atrasadas». Existen incluso prejuicios que asocian estas formas de espiritualidad con «cosas diabólicas». Prejuicios que hasta el día de hoy arrastran las mismas estructuras de pensamiento que tenían los colonizadores cuando prohibieron las religiones africanas.

Sin embargo, a pesar de los prejuicios y la condena social, las religiones de matriz africana se han expandido enormemente por todo el mundo. Expansión en la que han tenido mucho que ver los flujos migratorios de los propios cubanos. Hoy, Cuba y Brasil son dos de los países con mayor presencia de estas formas religiosas, culturales y de resistencia.

«La diáspora africana, la diáspora negra, está muy dispersa. Necesitamos reforzar nuestros lazos, no sólo para volver a conectar, para reencontrarnos, sino también para reforzar nuestra comunicación con el fin de lograr una unidad de fuerza en la lucha», afirma a Brasil de Fato el Pai Ricardo de Moura, de la Asociación de Resistencia Cultural Afrobrasileña  Casa de Caridade Pai Jacob do Oriente.

«La lucha nunca será única. Pero la unidad es algo que necesitamos tener en todas las luchas. Este tipo de encuentro nos ayuda a tener esa unidad para las luchas, para las conquistas, para combatir el racismo, para combatir la discriminación, de forma más fuerte, más estratégica, en todos los sectores y, sobre todo, en todas las partes del mundo», añadió.

«Cuba es esta referencia de resistencia que tenemos»

«Para nosotros, esta llegada a Cuba significa la posibilidad de conocer y también de reafirmar nuestros lazos ancestrales», dice Makota Célia Gonçalves Souza, coordinadora nacional del Centro Nacional de Africanidad y Resistencia Afrobrasileña, a Brasil de Fato.

Como en Cuba, las poblaciones africanas traficadas como esclavas a Brasil fueron obligadas a bautizarse y adoptar el catolicismo. Muchas de estas conversiones fueron un mecanismo de supervivencia, mientras las poblaciones negras mantenían en secreto sus prácticas culturales y religiosas.

Makota Célia Gonçalves Souza, una de las coordinadoras del EIRA, fiel a su estilo irreverente y rebelde, sonríe y no se cansa de repetir que han reunido a «un montón de macumbeiros» para dialogar y compartir.

Dice que la llegada de Lula a la presidencia supuso el regreso de «un Estado laico, lo que no significa ateo, sino un Estado que no tiene credo, pero que permite rezar». Pero aun así, «el Estado brasileño es un Estado estructuralmente racista. Un Estado que discrimina, si no por legislación, sí por omisión».

Para Makota, es una oportunidad para aprender cómo el Estado cubano, siendo laico, «permite a la gente rezar porque toda fe es sagrada». Está convencida de que sin respeto religioso no hay posibilidad de acabar con el racismo.

«Conozco el costo de ser una mujer negra y periférica en mi país. Por todos los medios posibles, el racismo intenta imponerse sobre nosotras. Y nosotras, contrariamente a lo que esperan los racistas, nadamos contra corriente y somos felices. En nuestras prácticas, estamos orgullosas de lo que somos. Por perversas que sean las prácticas racistas, no nos quitan nuestra subjetividad. Es una subjetividad feliz: yo rezo cantando, rezo bailando, rezo comiendo, rezo celebrando. Mi religión no es una religión de pecado, de dolor, de tristeza. No, al contrario, mi religión tiene alegría en sí misma. Y el racismo no ha conseguido arrebatárnosla».

Además de la motivación estrictamente religiosa en la elección de La Habana como sede del evento, la EIRA adoptó una resolución que condena explícitamente el bloqueo que Estados Unidos impone a Cuba desde hace más de 60 años.

«Lo que alimenta Cuba para mí es precisamente este sentido de resistencia que tenemos los negros. Cuba es esta referencia de resistencia que tenemos. Ayer les decía a los niños que el gran problema de Estados Unidos es que Cuba no se rinde ante su arrogancia. Por eso odian a Cuba como odian a los negros. Porque no pueden destruirnos. La arrogancia no nos mata. Nos alimenta en la medida en que nos hace resistentes. Y Cuba tiene ese simbolismo para mí.»

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