Escucho el latido intenso de tu corazón. La suave brisa de tu suspiro y el lamento de las olas al terminar su camino y besar suavemente la arena. De ella venimos y hacia ella nos hundimos en el misterio profundo de la savia marina.

En silencio, perdiendo mi mirada en la intensidad de la mar, busco la esencia de la felicidad perdida, de la vida que un día surgió entre sus aguas.

Perdido en los pensamientos de mi conciencia, cierro los ojos y busco las palabras escondidas en lo más profundo de mi corazón. Y ahí estás, dándome la mano y tendiendo la esperanza perdida de un ayer.

El sol, cómplice  de este letargo, alumbra el camino de mis pasos, levanta espinas en cada rayo y abre anhelos en cada movimiento marino que la luna le lanza desde lo alto, como un guiño enamorado en la distancia.

La mar me atrae. Me susurra al oído y me canta melodías de aventuras escondidas en la profundidad de sus aguas. Y en ella me deslizo, buscando ese anillo perdido de mi amada, esas lágrimas que cayeron por la pérdida de un recuerdo atado a la vida y que al perderse en tu inmensidad, vio también la llegada de un viaje inesperado. Y busco tesoros escondidos, ciudades perdidas y cuevas que ocultan inmensas maravillas.

Sentado frente a ella, el mundo se disipa, se paraliza. No existe un antes o un después. Sólo ella y yo. El color azul, reflejo del cielo, embriaga mi sed y mi piel se eriza buscando una pasión, una caricia que no llega y un amor que voló al universo desbocado del más allá.

Miro el horizonte surcando con la imaginación o tal vez con mi otro yo navegando sus aguas y juego con los delfines y ballenas que danzan junto a mí intentando que mi sonrisa se mezcle con las suyas al paso de mi aventura. Surco sus aguas profundas y como un Nemo, me aíslo del maravilloso mundo  de las profundidades del océano. Un mundo desconocido y por descubrir.

La mar me alumbra también mis versos que navegan velozmente por mis neuronas buscando una salida para así dejar huella de mi sentir.

Imagen: Sara Pozas García

Te veo, me miras,

me das tranquilidad,

siento tus caricias

y tu luz de felicidad.

 

Tu horizonte me habla.

Tus gotas de agua

recorren mi piel

seca y arrugada.

 

El tiempo pasa.

Pero en ti,

la belleza es más clara,

más dulce y suave

en el latir de tu alma,

en el aroma

de tu espuma blanca.

Imagen: Pedro Pozas Terrados

 

Sólo con verte

mis ojos se relajan.

Escucharte

y mi voz tiembla

en cada mirada.

Sentirte,

y es como volver

a la nada.

 

La mar

es la madre

de nuestro amar.