Comienza la XXII edición del simposio de la renta básica en el Estado español, y lo hace en la Universitat de Lleida.

Jordi Pujol presidía la Generalitat de Catalunya, José María Aznar era el presidente del gobierno español, Kofi Annan era el secretario general de la ONU. La Basic Income European Network (BIEN) tenía solamente 3 secciones en Europa. Era junio del año 2001 y la Red Renta Básica realizó el primer simposio en Barcelona.

Pere Aragonès preside la Generalitat de Catalunya, Pedro Sánchez es el presidente del gobierno español, António Guterres es el secretario de la ONU. La Basic Income Earth (ya no European desde 2004) Network tiene 40 secciones en todos los continentes. Es noviembre de 2023 y la Red Renta Básica realizará el XXII simposio en Lleida.

Han pasado 22 años, han pasado muchas cosas, la renta básica ya no es una propuesta desconocida, exótica o como mucho académicamente simpática. Entonces apenas conocida en el mundo anglosajón, y perfectamente desconocida en Catalunya y el Reino de España, más allá de lo testimonial. En cambio, hoy se trata de una propuesta muy debatida en el mundo, en Catalunya y en el Reino de España. Han pasado 22 años.

Muchos acontecimientos, estudios, anécdotas, hechos de distinta índole vividos directa o indirectamente en estas dos décadas largas de principios de siglo vienen a la memoria. Difícil es destacar alguna cosa por encima de las otras porque la gran mayoría ha tenido su interés. Puestos a elegir, voy a destacar tres momentos distanciados en el tiempo que me gustaría recordar. Hay otros muchos momentos agradables y menos agradables que también merecen ser recordados, pero hay que abreviar.

El primero, se refiere a cuando se debatió en octubre del año 2007 en el Parlamento español -unos años antes se había hecho en el parlamento catalán- una propuesta de ley para crear una renta básica. Uno de los defensores de esta propuesta, Joan Tardà de ERC, pidió reunirse conmigo el día antes del debate parlamentario de la propuesta de ley para comentar determinados aspectos que le ayudasen a preparar su intervención pocas horas después. Algún grupo parlamentario más o menos con buenas relaciones con el de Joan, le hizo alguna llamada mientras estábamos comiendo y le manifestaba lo increíble que les resultaba la propuesta. Vamos, extraterrestre. Sin exagerar.

A la mañana siguiente, el debate parlamentario tuvo momentos realmente memorables. El nivel no era precisamente sofisticado. Incluso un católico llegó a decir el día siguiente en el debate parlamentario de forma impagable: «Pero esto que piden, ¿qué es? ¿La creación del derecho a no trabajar, subvencionado por los que sí trabajan? ¡Es tremendamente insolidario, diabólico!”. Palabras que dichas por un papista tienen indiscutiblemente su retranca.

El parlamentario del PSOE Miguel Ángel Millán dijo: “La medida tendría un coste de 310.000 millones al año, más que todo lo que el Estado va a ingresar en 2008”. Vaya, el coste bruto para aquel socialista era “el” coste. Sin más. Lo de “economistas de servilleta” es algo muy extendido, no solamente se debe al fraudulento Arthur Laffer.  Lo malo es desgraciadamente inflacionario. Carles Campuzano, de la entonces CiU y hoy miembro del Gobierno de la Generalitat, dijo lisa y llanamente: “es una idea simplemente reaccionaria”. El que habló por parte del PP, Baudilio Tomé no fue tampoco demasiado espabilado: «Es un subsidio para ricos y pobres. Un sueldo por no trabajar, un derecho a vivir a costa de quienes sí trabajan».

Poco después de esta sesión parlamentaria, se nos pidió a Antoni Domènech y a mí un artículo para El País para comentar la mencionada propuesta de ley y el posterior debate parlamentario. No puedo resistirme y repetiré las frases con las que acabábamos el artículo:

La RB tiene unos rasgos formales de laicidad, incondicionalidad y universalidad idénticos a los del sufragio universal democrático. Como ocurre con el voto, se tendría derecho a la RB por el solo hecho de existir como ciudadano o residente acreditado, independientemente del sexo, de la etnia, del nivel de ingresos (¡los ricos también votan!), de la opción sexual o de la confesión religiosa (si alguna). Algo de tan elemental justicia, resulta al parecer amedrentante. Las luchas por el sufragio universal para todos los hombres, ricos y pobres, y después para todas las mujeres, también parecieron locura «diabólica» a muchos que consideraban el sufragio censitario el no va más del orden social. No es imposible que en unas décadas todos se escandalicen de los «argumentos» de quienes hoy se rasgan las vestiduras ante una medida que promovería «diabólicamente» la «vagancia». Como ahora nos escandalizan los «argumentos» de quienes no hace tanto el Vaticano no levantó para los católicos el non expedit, la prohibición de votar, ¡hasta 1919! se rasgaban las vestiduras ante la sola idea de que pudieran votar todos, también los pobres, también las mujeres, también, ¿por qué no?, los «vagos», y aun los (pobres) «diablos». (“¿Quién teme a la renta básica de ciudadanía?”, El País, 5 de octubre de 2007).

El segundo momento también se refiere a un debate parlamentario, pero muy reciente. Fue el pasado 9 de noviembre, en el Parlamento de Catalunya. Se trataba de discutir una propuesta del PSC-PSOE para acabar con la Oficina del Plan Piloto para implementar una Renta Básica Universal, que hace más de dos años se creó para llevar a cabo un plan que goza de la admiración de buena parte del mundo académico internacional. El PSC-PSOE, por mediación del diputado Raúl Moreno, continuaba su particular inquina, incluso difícil de entender por alguna parte de la militancia del PSC-PSOE, contra este proyecto puesto que unos meses antes ya había conseguido que quedase paralizado el plan piloto que estaba a punto de despegar después de más de un año de meticuloso diseño. La CUP y ERC hicieron en esta sesión parlamentaria una defensa de la RB impecable. Los Comunes se quedaron en una ambigüedad difícil de igualar. Pero el nivel de los contrarios a la renta básica, capitaneados por el PSC, es digno de recordar con detalle por su nivel intelectual, a la altura del apuntado debate del parlamento español de 16 años atrás. 16 años: para algunos como si fuera ayer. Ningún provecho, ninguna acumulación de conocimiento. Nada. Pero merece ser apuntado lo que dijo el diputado del PP porque tiene mérito propio. También su gracia, para qué negarlo. Cuando a la ignorancia se añade la idiocia, a veces salen unos combinados ridículamente graciosos. Muy pimpantemente el tipo declaró que “La renta básica es comunismo disfrazado”. Apoteósico. A su vez, los representantes de los grupos más extremamente derechistas realizaron comentarios sin igual sobre su vaticana defensa de la caridad. Tal cual: de la caridad. Los liberales de Ciudadanos no desentonaron de los anteriores. Unas y otras, eran mujeres las representantes de estos partidos, expusieron un buen número de improperios en contra del republicanismo y la renta básica. Se les debe agradecer tanto servicio gratuito al colocar la renta básica en inmejorable lugar por simple contraste.

El tercer momento es más agradable. Son los no pocos manifiestos y campañas que se redactaron desde muy distintos colectivos y grupos (de personas psiquiatrizadas, de la cultura, de feministas, de jóvenes, de LGTBI…) en defensa de la renta básica. A partir precisamente de sus realidades específicas como grupos o colectivos. La última campaña, precisamente, es de la plataforma juvenil “És bàsic” a raíz precisamente de la iniciativa del PSC-PSOE contra la renta básica y de la oficina del plan piloto. Y se anunció en el mismo Parlament en rueda de prensa al acabar las votaciones. Este “tercer momento” parece que es de largo recorrido. Muy esperanzador. Así que, más importante aún que los dos debates parlamentarios reseñados, la renta básica forma parte hoy de los objetivos de grupos, colectivos y ciudadanía en general que considera que se trata de una medida indispensable para una sociedad más libre, más igualitaria y más fraterna.

Pues bien, este XXII simposio que tendrá lugar en la Universitat de Lleida los días 24 y 25 de noviembre se prevé muy interesante tanto desde la perspectiva académica, como desde las vertientes sociales y políticas. Solamente hace falta mirar el programa para constatarlo.

Un nuevo simposio, magníficamente organizado por la Universitat de Lleida, una nueva ocasión para discutir distintos aspectos relacionados con la propuesta de la renta básica. Un episodio más de la larga trayectoria de una asociación, la Red Renta Básica, que algo ha contribuido a que la propuesta de la renta básica esté hoy en el debate público. El XXII simposio seguro que algo más contribuirá a ello.

 

El artículo original se puede leer aquí