Por Alejo Clariá/Taller de Periodismo NoViolento

Usuarios del sistema de salud, trabajadores, residentes de hogares para adultos mayores, personas con capacidades diferentes y vecinos nos juntamos en una plaza de una ciudad argentina en pleno crecimiento.

Un conjunto de personas dieron cuenta de que, a pesar de los padecimientos singulares, las diferencias personales, posibilidades económicas y sociales, cuando hay deseo y creatividad se genera salud mental, aportando a la consolidación comunitaria de las políticas públicas.

Luego de la instalación de un psiquiatra, una operadora en salud mental y un joven acompañante terapéutico en la ciudad, se fueron rearmando equipos y articulaciones con las instituciones locales.

Miles de intervenciones y apoyos tradicionales (que incluyen psicoterapias, psicofarmacología y, en el último de los casos, internaciones) fueron invadidas por miles de conexiones neuronales para crear salud con lo que más da salud: las acciones más simples y cotidianas de la vida.

Un conjunto de talleres acompañados por estos profesionales donde circuló la música, la palabra, el encuentro, el deporte y la ternura fueron ampliando esa verdadera e integradora salud mental.

A pesar de algunas ausencias, la pandemia, el cansancio de trabajadores, la falta de presupuestos y el aumento de padecimientos subjetivos (sufrimiento) también aumentaron las sonrisas, los encuentros y la esperanza; por ende, la salud mental y la celebración.

La vida se celebró, se celebra y se seguirá celebrando.