Cuando vi las imágenes de humo que salía de los edificios después de los intensos bombardeos de Israel y la destrucción de algunos Kibutz a lo largo de la línea que separa Israel de la franja de Gaza, supe desde el inicio que ambas partes buscan destruirse mutuamente, buscan el ojo por ojo en este relato de muerte y desolación.

Una nación que construye su soberanía detrás de un muro y cuenta con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, está obligada a proteger a la población civil. Los bombardeos indiscriminados en una guerra asimétrica y el asedio de Gaza por mar, aire y tierra, conducirá a Israel a su suicidio como nación que quiere llegar a una paz duradera con la Autoridad Palestina.

Si Teodoro Herzl el padre de Israel y del sionismo, vivió el antisemitismo de Europa contra los judíos, experiencia que conoció en Paris y en Hungría, después  defendió el retorno y la fundación del estado judío en Palestina; lo que no imaginó es que desde 1948 hasta la fecha de hoy, el pueblo palestino vive, una eterna Nakba como la de Moisés cuando atravesó el mar Rojo en busca de la salvación.

Hoy creo que se ha perdido la esperanza del himno de la  Hatikva de Israel, el retorno después de dos mil años en los versos del poeta Naftali Herz. Hoy estamos más cerca de los versos del poeta palestino Mahmud Darwish de que el cielo y el aire son los mismos para todos.

Palestina no puede vivir eternamente entre muros y ejércitos, no pueden los colonos seguir arrebatando nuevas tierras en Cisjordania haciendo la existencia de la Autoridad Palestina inviable en términos geográficos.

El establecimiento de relaciones diplomáticas por parte de Israel con algunos países árabes, como Marruecos, en los famosos acuerdos Abraham para impedir la descolonización del Sahara Occidental, es una decisión contraria al derecho internacional y a la autodeterminación de los pueblos porque reconoce la ocupación ilegal del territorio saharaui.

La ONU y la comunidad internacional deben aplicar sus resoluciones en apoyo a un Estado Palestino soberano en Gaza y Cisjordania, un apoyo a una descolonización definitiva del Sahara Occidental. El muro de la vergüenza marroquí y el muro de Cisjordania en Palestina han de caer como el muro de Berlín.

La paz y los derechos humanos deben ser el argumento definitivo contra estos muros. Solo una solución humanamente justa garantizará la supervivencia de la población civil y el fin de esta ideología nihilista de la destrucción.

Los palestinos son semitas al igual que los judíos, por lo tanto convertirlos en pequeños bantustanes rodeados de colonias y kibutz en Cisjordania, eso también es antisemitismo como el que conocieron los judíos en Europa durante muchos siglos.

Ha llegado la hora de poner fin a esta destrucción programada, basada en el odio religioso, en la aniquilación total, en la erradicación de la vida y la libertad.

Gaza no debe ser reducida a escombros, ni sus millones de habitantes expulsados en un nuevo éxodo bíblico. Estados Unidos, la Unión Europea y la Liga Árabe deben buscar la paz de Nelson Mandela, la no violencia de Martin Luther King y Gandhi.

Oriente Próximo debe abandonar el camino del odio y la guerra, dándole a Palestina su tierra y su libertad.

Si Chaplin, Kafka y Chomsky aportaron al mundo el humor y la palabra escrita, hoy los palestinos e israelíes necesitan encontrar las huellas de sus antepasados sin el discurso del odio y la xenofobia.

Es en los versos del poeta Palestino Samih Al-Qasim donde la razón y la belleza se abrazan en una tierra cubierta de dolor y lágrimas, cuando dice:

 «Tal vez alces, rodeándome,

muros, muros y muros

más no transigiré

resistiré

hasta el último

pulso de mis venas.»

Es en esa resistencia por la vida y la dignidad humana donde este relato del odio debe terminar, abrir un espacio a la vida y honrar las víctimas de este largo conflicto.

No matarás dice la Biblia,

respetarás la religión del otro

dice el Corán,

actuaras con amor,

dice la Tora.

Regarás la tierra con palabras

y en ella vivirás.