Por George Bovt

El grano ucraniano se ha convertido en motivo de discordia en el seno de la UE. El fracaso del «pacto de cereales», en virtud del cual Ucrania exportaba sus productos a través del Mar Negro, ha agravado la situación. Ahora Kiev tiene que canalizar esas exportaciones a través de los países vecinos, lo que provoca una tensión evidente: ¿se quedarán las exportaciones ucranianas a precios de dumping en la propia Europa, golpeando a los agricultores locales?

Bruselas anuló hace poco las restricciones de la UE a las compras de grano ucraniano impuestas en mayo. Dicen que el mercado se ha calmado y no hay necesidad de medidas de urgencia. Sin embargo, Polonia, Hungría y Eslovaquia, dijeron que no pensaban lo mismo y prorrogaron unilateralmente el embargo. Polonia y Hungría – por tiempo indefinido, Eslovaquia hasta finales de año.

A pesar de los llamamientos de Kiev a la solidaridad «frente a la amenaza rusa» y las amenazas de demandar a la OMC, los intereses de los agricultores locales resultaron más importantes. En Polonia, en octubre se celebran elecciones parlamentarias. El partido gobernante, Ley y Justicia, de derecha y conservador, depende del apoyo rural y no quiere perderlo. Por eso, aunque en general existe una fuerte solidaridad con Ucrania en el conflicto militar con Rusia, por el asunto de los cereales baratos hay marcadas diferencias entre Kiev y Varsovia. «Ampliaremos esta prohibición a pesar de su desaprobación (de la UE)», afirma el Primer Ministro Mateusz Morawiecki. – Lo haremos porque va en interés del agricultor polaco».

En Eslovaquia, en las elecciones celebradas a finales de septiembre acaba de regresar al poder el ex primer ministro Robert Fitzo, que antes se oponía a las sanciones contra Rusia.

El tránsito de productos agrícolas no está prohibido, pero las condiciones prometen ser duras: por ejemplo, Hungría, que ha prohibido la importación de hasta 24 tipos de alimentos de Ucrania, precintará todos los cargamentos para que de ninguna forma se queden en Hungría. Bulgaria y Rumanía, que antes insistían en las restricciones contra Ucrania, se han mostrado ahora de acuerdo con la decisión de Bruselas. Su principal motivación es conseguir precios más bajos en el mercado nacional compensando a sus agricultores a costa de la UE. Bruselas ya ha asignado 100 millones de euros en forma de ayuda especial, además del paquete de ayudas inicial de mayo de 56,3 millones de euros, para compensar a los agricultores de cinco países vecinos «afectados» por el dumping de Ucrania.

Pero la propia UE contribuyó a crear una «competencia desleal» a favor de Ucrania cuando suprimió los aranceles a las importaciones agrícolas a la UE procedentes de ese país en la primavera de 2022. Como resultado, por ejemplo, el año pasado en Polonia era posible comprar trigo ucraniano a granel al precio de 270 dólares por tonelada, y maíz por 250. Mientras que los precios medios europeos eran de 324 y 307 dólares respectivamente. En Hungría, al mismo tiempo, bajo la influencia del dumping ucraniano, los precios del trigo cayeron entre un 27 y un 37%. Este año, la situación de los agricultores de Europa del Este se ve agravada por el descenso general de los precios de los cereales y los alimentos en el mundo.

En este contexto, la UE intenta ayudar a Ucrania a hacer frente a las dificultades de exportación surgidas tras el fracaso del pacto de cereales. El año pasado se crearon las llamadas «rutas de solidaridad», con una logística estandarizada más sencilla, que Ucrania utilizaba para exportar su grano y oleaginosas a terceros países (una parte se quedaba en la UE). Tras el fracaso del acuerdo sobre el grano, su importancia aumentó aún más.

El 60% de estas «vías alternativas» pasan por Rumanía, a través de los puertos del Danubio. Sin embargo, sólo los barcos pequeños pueden navegar por el Danubio, lo que encarece mucho las exportaciones. La opción terrestre es aún más cara, ya que las pérdidas del transporte ascienden a 30-40 dólares por tonelada, y con semejante «descuento» no es rentable exportar grano. Los vecinos del Este pidieron a Bruselas subvenciones para ello, y su petición fue parcialmente satisfecha (por valor de 250 millones de euros). A expensas de la UE, se están modernizando los puertos del Danubio para duplicar su capacidad de paso, con lo que Ucrania está más cerca de poder prescindir a largo plazo de las rutas de exportación del Mar Negro. Aunque desde el punto de vista de la rentabilidad, dista mucho de ser la mejor opción. Por su parte, Kiev ha anunciado «corredores humanitarios temporales» que discurren principalmente por aguas territoriales de países de la OTAN – Rumanía, Bulgaria y Turquía -, pero hasta ahora sólo han pasado por ellos cinco barcos.

Aunque el apoyo de la UE a Ucrania es cada vez más costoso, por razones políticas se ha declarado su intención de mantenerlo «mientras sea necesario». La próxima prueba de fuerza es acordar un paquete de ayuda económica a Ucrania por valor de unos 50.000 millones de euros y una ayuda militar por valor de 20.000 millones de euros, que la UE debe decidir por consenso antes de fin de año.

Y si miramos aún más lejos: ¿qué pasa en el momento en que Ucrania sea admitida en la UE, si cumple sus promesas? Pero si ya ahora un «actor» tan importante en el mercado agrícola provoca tan graves desacuerdos en el seno de la comunidad, ¿qué ocurrirá cuando el país empiece a cumplir las condiciones de adhesión? ¿O se le ofrecerá como condición el abandono total de su propia agricultura?

Y no olvidemos que hasta 2018 el líder mundial en exportaciones de grano era Estados Unidos. Cualquier problema con el grano ucraniano y los desacuerdos en la UE sobre esta cuestión sólo juegan a su favor. En este contexto, es bastante obvio que Washington está trabajando para lograr sus objetivos económicos debilitando la unidad de Europa.