Publicamos acá las palabras del Alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, en la ceremonia realizada el 11 de septiembre recién pasado para declarar al Presidente Allende en forma póstuma ciudadano ilustre de la ciudad:

«Este 11 de septiembre de 2023, a 50 años del Golpe de Estado, estamos reunidos en sesión solemne extraordinaria del Concejo Municipal para conocer la solicitud de un grupo de vecinos y dirigentes sociales de Valparaíso, para declarar al Presidente Salvador Allende Gossens, de forma póstuma como Ciudadano Ilustre nuestra ciudad.
Cabe mencionar, que referencias no oficiales señalan de que el Presidente Allende habría recibido alguna distinción honorífica del Municipio de Valparaíso el año 1971. Sin embargo, no existen en los registros municipales y otros de carácter oficial consultados constancia fehaciente de aquello. Más allá de esta cuestión, a mi juicio menor ante el día histórico que estamos viviendo, consideramos como Alcaldía Ciudadana de Valparaíso que está lejos de ser abundante que esta instancia colegiada pueda conocer y pronunciarse sobre este reconocimiento. Lo consideramos un ejercicio de Memoria y, sobre todo, de construcción de Futuro.
La vida personal y política del presidente Allende está relacionada profundamente con Valparaíso.
Inicia el año 1920 con su ingreso al Liceo Eduardo de la Barra para concluir sus estudios secundarios. El Puerto de esa época era una ciudad con una intensa vida social, cultural e intelectual, venía de ser protagonista del ascenso del movimiento popular chileno con las huelgas de los años 1903 y 1905, su geografía única ya forjaba el carácter de sus pobladores y seguía despuntando como el principal Puerto del Pacífico Sur. Este fue el contexto que forjó la personalidad y el pensamiento amplio y humanista de Salvador Allende.
Entre 1932 y 1936 vuelve a vivir en Valparaíso para desempeñarse como médico de la asistencia pública, realizando destacadas aportaciones a la organización gremial de esta profesión como también al estudio de las ciencias médicas. Ya para esas épocas Valparaíso tenía 193 mil habitantes, la cesantía, pobreza y hambruna en el país seguían disparadas a consecuencias de la crisis económica mundial del 29 y había sido parte de la fundación del Partido Socialista.
Fue diputado entre los años 1937 y 1941 y Senador entre los años 1961 y 1969 por Valparaíso, realizando una destacada labor parlamentaria, la cual lo llevó a ocupar la presidencia del Senado entre los años 1966 y 1969.
Al llegar a la Presidencia del país, el presidente Allende mantuvo su preocupación por el desarrollo de Valparaíso. Resulta revelador que, a menos de tres meses de haber asumido la primera magistratura, desde los balcones del otrora edificio de la Intendencia Regional ubicado en Plaza Sotomayor, en el marco de lo que llamó Gobierno en Campaña, haya dedicado parte de su discurso para compartir los planes que tenía para nuestra ciudad:
“A partir del 18 de enero iniciaremos las Jornadas de Discusión Popular. Queremos que junto a los técnicos del Gobierno participen la comunidad porteña, obreros, empleados, profesionales, comerciantes, industriales, estudiantes e intelectuales. Discutiremos los planes necesarios para cambiarle el rostro, el alma al puerto, para vitalizar su economía y para convertirlo, por el empuje de todos en el principal puerto, para que Valparaíso vea de cerca el mar.
Quitaremos los obstáculos que impiden el aprovechamiento de la Costanera. Queremos crear las áreas verdes que casi no existen aquí. Un gran acuarium, un museo marítimo y un puerto pesquero, porque lo dije como candidato y lo voy a cumplir como Presidente, que ese puerto pesquero que hay ahí, en Caleta Portales hay que quemarlo por antihigiénico, por sucio no pueden seguir trabajando allí los compañeros y queremos levantar un puerto digno de Valparaíso.
Queremos estudiar el nuevo trazo ferroviario por Lipangui. Queremos ver la conveniencia del traslado de la Maestranza Barón, ocupar esos terrenos y recuperar los de la línea férrea: si debe o no llegar el tren hasta el propio Puerto. Todos estos proyectos serán discutidos y analizados.
Cuando lleguemos a conclusiones técnicas y definitivas las conocerán ustedes y previamente serán informados por la prensa y por la radio. Y finalmente, si ha venido a Valparaíso el compañero Humberto Martones, Ministro de Tierras y Colonización es porque estamos de acuerdo en estudiar la transformación de ese Ministerio en un Ministerio del Mar que se radique, no por dos meses, sino definitivamente en Valparaíso”.
Antes del abrupto término de su gobierno, el Presidente Allende logró concretar a través de una serie de obras públicas parte de su mirada progresista respecto al futuro de Valparaíso, como lo fueron las obras habitacionales en Playa Ancha tanto en el Tercer y Quinto Sector, el Edificio Fermín Vivaceta a pasos de Plaza de La Victoria y la construcción de la Plaza del Pueblo en la Avenida Pedro Montt, que hasta el día de hoy forman parte del paisaje urbano de nuestra ciudad.
En consideración de lo anterior, no hay duda de la justicia, integridad y solidez de la propuesta de los vecinos de Valparaíso, en orden de declarar al Presidente Salvador Allende Gossens de forma póstuma como Ciudadano Ilustre de nuestra ciudad.
Debo reconocer que concurro con mi voto favorable además por motivos adicionales, motivos que nacen del profundo impacto e influencia que el ejemplo del Presidente Allende ha causado en mis convicciones políticas.
Allende fue uno de los líderes excepcionales de todo el siglo XX, se encuentra a la altura de Gandhi, Mandela o Martin Luther King. Su liderazgo estuvo vinculado a la profunda trayectoria democratizadora que vivió la sociedad de nuestro país. Su trayectoria demuestra que no hay liderazgo transformador posible, fuera de la sociedad. Por nombrar un solo ejemplo de esto último: nos sigue sorprendiendo la lucidez y en algunos casos vigencia de varias de las propuestas que su gobierno llamó como “Las 40 primeras medidas”: la supresión de los sueldos fabulosos; la honestidad administrativa; el fisco no fabricará nuevos ricos; la previsión como derecho para todos; la protección a la familia; la preocupación por la alimentación de los niños a través del medio litro de leche; la construcción de consultorio materno-infantil en las población para asegurar a la salud como derecho; el asegurar casa, luz, agua potable, para todos; el fijar arriendos a precios fijos; establecer contribuciones solo a las mansiones; asistencia médica y sin burocracia y la medicina gratuita en los hospitales; no más estafa en los precios de los remedios; poner fin a la inflación; o no más impuestos a los alimentos.
Me atrevo a señalar que la hipótesis de Allende, sigue estando vigente.
Sin protagonismo popular, las transformaciones sociales no son posibles. Las posibilidades de que existan condiciones más justas, más solidarias, más libertarias, más igualitarias, más humanitarias, más dignas para la vida de millones de familias chilenas, para idear una sociedad donde genuinamente tengamos un lugar todas y todos, requieren de un pueblo educado, informado, consciente, inquieto, organizado, participativo y, principalmente,  protagonista de su destino.
No podemos perder de vista que el siglo XXI, y las profundas mutaciones que ha generado el neoliberalismo en la base de nuestra sociedad, han parido un Chile muy distinto al de 50 años atrás. Vivimos en un mundo distinto, sin lugar a dudas. Sin embargo, la necesidad de que la ciudadanía de un paso adelante para avanzar hacia una nueva vida y una nueva sociedad, adquiere hoy una remozada urgencia.
Urgencia dada porque en las últimas décadas hemos puesto al límite nuestros ecosistemas; porque el lucro sigue siendo el vehículo para recibir una buena enseñanza, adecuada atención médica o acceder a una vivienda donde habitar; porque las pensiones de los mayores siguen siendo modestas; porque aún persisten porfiadas desigualdades entre mujeres y hombres; porque aún el lugar donde nace un niño determinar su trayectoria vital; porque la riqueza sigue concentrada de forma irracional en pocas manos; porque las tierras ancestrales no han sido aún devuelta en justicia a los pueblos; porque las periferias culturales, territoriales y sociales siguen recibiendo el chorreo de los espacios centrales.
Esta urgencia está también dada por la porfiada y, me parece, irremediable voluntad de un importante sector político y social de derecha de considerar al Golpe de Estado y por tanto, a la violencia, la desaparición y tortura, como una solución política legítima. Ese sector no quiere que estemos reunidos hoy.
Entonces, no hay excusa para volver al pueblo. Volver a recuperar la conversación, volver a encontrarnos, volver a construir con la juventud, las mujeres y hombres trabajadores, con el poblador y pobladora, las comunidades y territorios, con el mundo deportivo, intelectual, cultural y profesional. Debemos volver a recuperar la iniciativa, con determinación y firmeza, para superar estos tiempos de tanta confusión y desasosiego.
Declaremos y asumamos que las viejas fórmulas ya no son útiles.
Requerimos de un nuevo imaginario y proyecto que conecte con los sueños, anhelos y esperanzas de los chilenos y chilenas, lejos de aquellos que quieren resolver el estancamiento nacional con las mismas recetas de los últimos 50 años. En los tiempos que corren esta posición tiene profundo sentido revolucionario.
La revolución es un hecho democrático, mayoritario, pluralista, humanista, constructivo, civilizatorio; no violento, insurreccional, odioso o destructivo. Es un hecho esperanzador, lleno de amor y respeto por los demás, ya que se construye conversando con el otro.
La revolución cuida lo que es de todos y todas; está presente en el amor de las familias, porque hoy más que nunca es un hecho revolucionario amar, amar a quien y como uno quiera, desea o prefiera.
La revolución se pinta, se canta, se baila al ritmo de la cueca. Es un hecho festivo y de encuentro. Está presente en la creación de cada artista, en la producción de ideas que buscan el progreso de la sociedad, de los intelectuales y en la labor de los profesionales comprometidos en revertir las injusticias que los rodean.
La revolución se pone en movimiento cuando el funcionario público se convierte en un verdadero servidor público. Se escenifica en el compromiso del maestro con la formación y enseñanza de sus alumnos sin otro estímulo que el desearles el mejor futuro posible. También en cada atención médica entregada a aquellos que no tienen los recursos para suministrársela de otra forma. La ponemos en práctica a través del compromiso abnegado de cada dirigente social con su comunidad y con el compromiso desinteresado de cada militante político en tiempos de profunda desafección y desconfianza.
La revolución se construye cuando los gobiernos no mienten, no roban, no traicionan y actúan inspirados en el bien común, privilegiando a los más humildes y olvidados.
Allende vive en nosotros y nosotras. Llevamos la memoria del movimiento popular que alcanzó La Moneda en 1970. Presentes en nuestro corazón estarán siempre todos aquellos y aquellas hombres, mujeres, jóvenes, niños que fueron desaparecidos, violentados, vejados y torturados inhumanamente por la cruenta dictadura militar. Con nosotros y nosotras está también la ejemplar lucha del pueblo chileno que le puso fin a esos 17 años de horror. Llevamos en la memoria la creatividad, masividad y organización de las luchas estudiantiles, territoriales, feministas, laborales, ambientalistas, ciudadanas de los últimos 30 años contra el neoliberalismo. Y sin lugar a ninguna duda el grito de no más injusticias y abusos de la revuelta social de octubre de 2019.
Podrán gastar mares de tinta y no podrán borrar la Historia, el legado de Allende pertenece a las luchas emancipadores de los pueblos del mundo, de todas las épocas.
“Yo les pido a ustedes que comprendan que soy tan sólo un hombre, con todas las flaquezas y debilidades que tiene un hombre, y si pude soportar la derrota de ayer, hoy sin soberbia y sin espíritu de venganza, acepto este triunfo que nada tiene de personal, y que se lo debo a la unidad de los partidos populares, a las fuerzas sociales que han estado junto a nosotros. Se lo debo al hombre anónimo y sacrificado de la patria, se lo debo a la humilde mujer de nuestra tierra. Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre”, Salvador Allende, 4 de septiembre de 1970.
¡Viva Allende!
¡Viva Valparaíso!»