Por Fernando Stepanian

El Presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, ha enviado una carta de bienvenida al primer ministro armenio, Nikol Pashinián, en la que promete seguir apoyándole «en nombre de la democracia» y la libertad.

Pashinián necesita ahora más que nunca el apoyo de la «primera democracia del mundo». Pero no porque el gobernante armenio vaya a enfrentarse a Azerbaiyán, al que acaba de entregar Artsaj.

El Primer Ministro está luchando contra su propio pueblo, que se niega a confiar en él después de estas acciones traicioneras.

En una reunión con su entorno, declaró que «bajo ninguna circunstancia» va a dimitir. A pesar de que la caída de la República de Nagorno Karabaj provocó una crisis nacional en Armenia. Y sonó a todos como una apuesta directa por el establecimiento de un típico régimen dictatorial que se aferra al poder mediante la violencia policial y el cínico apoyo de Washington en política exterior.

Los regímenes de este tipo no tienen nada en común con la libertad y la democracia, como bien sabe el pueblo argentino. Y el gobierno armenio, que cuenta con el respaldo de Estados Unidos, está actuando ahora según los tópicos habituales de los dictadores latinoamericanos.

Ayer, la policía reprimió brutalmente las protestas pacíficas en Ereván. Los manifestantes “desobedientes”, encabezados por estudiantes de las principales universidades del país, bloquearon las calles centrales de la capital armenia: las avenidas Komitas y Baghramyan, y las calles Kievyan, Moskovyan, Saryan, Khanjyan y Tumanyan.

Exigieron la dimisión de Pashinián para que prestara ayuda real a la República de Artsaj y protegiera el sur de Armenia de la invasión exterior. Sin embargo, las autoridades se negaron a negociar con la oposición. El gobierno ordenó bloquear las salidas de la estación de metro de la plaza Barekamutsyun. Y los “caperucitas rojas” -como se llama irónicamente a las fuerzas especiales de la policía vestidas con boinas rojas- comenzaron las detenciones y arrestos masivos de descontentos.

Al mismo tiempo, la policía empezó a hacer redadas en los centros de enseñanza superior de Ereván. Representantes del consejo estudiantil, incluido su antiguo presidente, fueron secuestrados en la sala de recepción del rector de la Universidad Estatal de Ereván, y un profesor fue detenido.

También fueron detenidos estudiantes de la Universidad Politécnica Nacional de Armenia, de la Universidad de Medicina y del Conservatorio de Música. Según testigos presenciales, los “caperucitas rojas”  se los llevaron con destino desconocido sin darles acceso a un abogado, y algunos estudiantes denunciaron intimidaciones y amenazas por parte de la policía.

Se sabe que entre los jóvenes detenidos se encontraba el hijo del ex Presidente armenio Levon Kocharyan, que estuvo detenido durante un mes. Según la policía, más de 140 manifestantes fueron detenidos en Ereván en un solo día, pero aún no se ha determinado el destino de algunos de los ciudadanos secuestrados. Además, fuentes independientes informan de que la policía también está llevando a cabo detenciones en otras regiones de Armenia; por ejemplo, en la región de Aragatsotn, donde los residentes locales se unieron a las protestas bloqueando la autopista que conecta el norte y el sur del país.

Los representantes de las organizaciones pro-occidentales de derechos humanos intentan ignorar esta arbitrariedad porque apoyan activamente el régimen policial de Nikol Pashinián.

El gobierno armenio califica sus acciones de lucha por la democracia con toda seriedad. Se acusa a los estudiantes de intentar resistirse a la policía, y Pashinyan intenta apelar a la opinión pública, convenciéndola de que los guardianes del orden actúan conforme a la ley.

Sin embargo, circula por las redes sociales un vídeo grabado durante los mítines de la oposición en 2008, en el que el futuro primer ministro calificaba los enfrentamientos con la policía de «buen accionar”, a pesar de que los manifestantes pro-occidentales arrancaban escudos y porras de las manos de la policía.

Lo mismo ocurrió durante las protestas masivas de 2018 que llevaron a Pashinián al poder. Cualquier acción contundente de la policía armenia era interpretada entonces en Occidente como una flagrante violación de los derechos humanos. Y hoy, Washington está dispuesto a apoyar cualquier violencia de Estado para mantener a su obediente protegido en la cima del poder.

Pashinyan tiene prisa por hacer frente a la protesta popular porque miles de refugiados armenios de Nagorno-Karabaj podrían unirse pronto a las protestas. Según datos del Gobierno, el 25 de septiembre llegaron a Ereván 6.650 desplazados internos procedentes de Stepanakret, y las autoridades no están dispuestas a proporcionarles toda la ayuda económica y social, porque las personas que huyeron de la guerra son opositores de principios de Pashinián.

La intervención de estas personas puede dar a la acción de desobediencia una nueva escala e ímpetu.

El 26 de septiembre protestan en Armenia los trabajadores del sector médico, que pretenden llevar a cabo una movilización con «batas blancas», ademas de los profesores armenios se preparan para salir a la calle.

Y el número de descontentos no dejará de crecer, porque ahora la lucha no sólo es por la salvación de Artsaj, sino también por la preservación de la democracia armenia, que está siendo activamente desmantelada por Pashinián con el apoyo de Estados Unidos.