Por Maxine Lowy Jaroslavsky *

Un joven volvía de pasear a su perro, la carcajada de otro resonaba como siempre y la sonrisa de una muchacha en minifalda iluminaba la fría y lluviosa mañana. Estas fueron tres de las 119 personas detenidas y desaparecidas en Chile entre 1974 y 1975 (1), que el pasado 22 de julio pisaron nuevamente las calles de Santiago como figuras de tamaño real, teñidas en color ocre y acompañadas por 3000 personas. Fue el pasacalle por la Memoria y la Resistencia que conmemoraba una siniestra ficción creada hace 48 años conocida como Operación Colombo. Silberman, Perelman y Guendelman fueron los únicos tres apellidos judíos asociados con esta Operación. La práctica antisemita de los verdugos argentinos no formaba parte del esquema represivo chileno, por lo tanto, es probable que a la contraparte argentina se le ocurriera y haya aportado este elemento.

Foto de Paulo Slachevsky

La puesta en escena principal se llevó a cabo en un camino rural de Pilar, Argentina

El 11 de julio de 1975, en la calle Chile de Pilar, Provincia de Buenos Aires, se encontró un Peugeot 504 con dos cuerpos carbonizados en su interior. Al lado había una servilleta de tela con la frase “Dados de bajo del MIR” y dos cédulas de identidad chilenas intactas, uno con el nombre Luis Alberto Wendelman [sic] Wisniack [sic] y la otra con el de Jaime Eugenio Robostam [sic] Bravo.

Al joven arquitecto Luis Guendelman, trece hombres lo habían sacado de su hogar en Santiago el 2 de septiembre de 1974. Tres meses más tarde, la noche de Año Nuevo, el estudiante de sociología Jaime Robotham fue detenido en la calle. No se conocían, militaban en diferentes partidos, tampoco fueron llevados al mismo centro de detención. Sin embargo, aparecieron sus cédulas de identidad con sus nombres mal deletreados y con viejas fotos de su infancia.

Una semana después, en la misma localidad, se halló otro cadáver, en similares condiciones, con el carnet de identidad del ingeniero químico Juan Carlos Perelman, detenido en su casa en Santiago cinco meses antes.[i]

El 16 de abril de ese mismo año, en un estacionamiento subterráneo de calle Sarmiento, de la entonces llamada Capital Federal, se había encontrado un cuerpo quemado, con una cédula de identidad a nombre de David Silberman Gurovich. El gerente general de Chuquicamata, la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo, nacionalizada durante la Unidad Popular, fue secuestrado de la prisión por agentes represores en octubre de 1974. Fue visto por numerosos testigos sobrevivientes del centro clandestino de calle José Domingo Cañas.

Los parientes de los cuatro chilenos desaparecidos viajaron a Buenos Aires con el fin, por lo menos, de recuperar los cadáveres. Casi a simple vista pudieron descartar que no correspondían a sus familiares.

Portada Diario La Segunda

Fue el primer acto de esta macabra teatralización. A poco andar, procedió al segundo acto

Desde mediados de junio la prensa chilena difundía reportajes sobre la supuesta presencia de guerrilleros chilenos en Argentina. El 25 de junio, en Brasil, el medio «Novo O Día» publicó un listado de 59 chilenos «muertos en enfrentamientos con fuerzas argentinas cerca de Salta». El día 15 de julio salió en los quioscos de Buenos Aires el único número de la revista «LEA», que dio a conocer los nombres de 60 chilenos que se habrían matado entre ellos en Argentina en un ajuste de cuentas. En total, sumaban 119 nombres. Ampliamente difundida por la prensa chilena, periodistas colaboradores de la dictadura redactaron falsos reportajes que llevaban titulares tales como “Ejecutados por sus propios camaradas” (El Mercurio, 23 julio 1975) y “Gigantesco operativo militar en Argentina” (La Segunda, 24 julio 1975).

El montaje buscaba dar explicación a quienes, dentro y fuera del país, exigían respuestas. En los 14 meses que la Junta Militar llevaba en el poder, más de mil personas habían sido ejecutadas extrajudicialmente y se confirmaban las detenciones de miles a lo largo del país. En cambio, el paradero y destino de poco menos de un millar de personas era desconocido y enigmático.

En el Comité Pro Paz, creado un mes después del golpe cívico-militar por el Arzobispado de Santiago para proteger a los perseguidos, se empezaba a vislumbrar que los detenidos no reconocidos representaban una práctica sistemática. En mayo de 1975 los familiares de 163 detenidos no hallados en ningún recinto formal solicitaron que la Corte de Apelaciones investigara los casos. Y desde principios de 1975, el primer Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas pidió que Chile le permitiera investigar en el terreno la situación de los derechos humanos.

Diez meses antes de formalizar la coordinación de los países del Cono Sur en la Operación Cóndor, Argentina y Chile ya colaboraban en la esfera de la inteligencia militar. Hasta ese momento, la colaboración transandina más temeraria fue la que, el 30 de septiembre de 1974, produjo el asesinato del excomandante del ejército General Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert, exiliados en Buenos Aires. Operación Colombo capitalizó la presencia en Argentina de miles de chilenos que huyeron tras el golpe militar chileno. Al llegar, les aconsejaban hacerse pasar por mendocinos, dado que se decía que los chilenos eran sospechosos.

Silberman, Perelman y Guendelman fueron los únicos apellidos judíos de los 119 nombres (Robotham no lo era pero sonaba como si pudiera ser) asociados con el operativo. La práctica antisemita de los verdugos argentinos no formaba parte del esquema represivo chileno. Por lo tanto, es probable que a la contraparte argentina se le ocurriera y haya aportado ese elemento. Argentina proporcionó el escenario propicio para una orquestación con la cual Chile pretendía encubrir el destino de personas cuya detención era negada sistemáticamente. Para los militares argentinos, el montaje reforzaría la noción que su territorio nacional estaba azotado por subversivos internacionales que confabulaban con nacionales para producir una peligrosa inestabilidad que exigía la mano dura del Estado. Sembró el terreno para lo que venía, ya en pleno plan Independencia en Tucumán.

Para los familiares de detenidos desaparecidos la Operación Colombo fue devastadora.  No creían que sus seres queridos se batallaran en Argentina, pero el montaje acrecentó sus dudas. Aparte de las ya conocidas tumbas NN, en los años siguientes surgieron otras pistas, particularmente en 1978, al descubrirse en el horno de cal de Lonquén, al sur de Santiago, los restos de 15 personas detenidas en 1973.  Pero la Lista de los 119 fue el primer indicio concreto.

Foto de Paulo Slachevsky

El tercer acto se da en el ámbito judicial

El fallecido juez Juan Guzmán Tapia, quien, en el 2000, procesó por primera vez a Augusto Pinochet, comentó que la Operación Colombo fue fácil de comprobar. En 2005, Pinochet fue procesado nuevamente, esa vez por Operación Colombo y, en 2008, 98 jerarcas y ex agentes de la policía secreta DINA lo fueron por 60 personas cuyos nombres figuraban en la Lista de los 119 detenidos. Sin embargo, la suplantación de las identidades y los crímenes relacionados a los cuatro cuerpos utilizados en la etapa previa a la Lista de los 119, no se ha investigado. Once días después del hallazgo, los cuerpos fueron enterrados sin ninguna investigación, sin saber quiénes eran ni las circunstancias reales de sus muertes. Pero hay antecedentes, incluso huellas digitales de por lo menos una de las víctimas encontradas en el auto en Pilar, según fuentes judiciales argentinas. Jorge Robotham, hermano mayor de Jaime, llama a las autoridades judiciales argentinas y chilenas a investigar esta fase del montaje para destapar como se organizó.

Pablo Llonto, abogado argentino que representa a Robotham en esta causa, señala: “Operaciones Colombo en la Argentina hubo varias, todas sostenidas bajo el mismo molde: falsos operativos, falsos enfrentamientos. Lograron así tapar centenares de fusilamientos y asesinatos cometidos por fuerzas armadas y de seguridad con las cuales los dueños y directores de los medios estaban en complicidad, en una conducta de la cual nunca se arrepintieron o pidieron disculpas”.[ii]

Todavía falta que caiga el telón tras el desenlace de esta trama

A medio siglo de un septiembre que dejó cicatrices en la sociedad chilena, hay vínculos entre ese golpe de estado y el que estaba por llevarse a cabo en la Argentina que aún faltan indagar. Los nombres David Silberman, Luis Guendelman, Jaime Robotham y Juan Carlos Perelman, usurpados para ocultar la verdad, podrán ser claves para que, finalmente, se haga justicia.

 

* Periodista que vive en Santiago de Chile, es autora de Memoria latente: Una comunidad enfrentada por el desafío de los derechos humanos en Chile (Lom, 2016). Es integrante de la Agrupación Judía Diana Arón.