Murió Sinéad O’Connor. Que fue una cantante excepcional quizás no esté en discusión. Aunque solo fuera por su conocida versión de la canción de Prince que no voy a citar para no escribir lo evidente, ya merecería un recuerdo permanente en la historia de la música de las últimas décadas. Pero eso aquí no importa. Lo que me interesa destacar es el maravilloso acto que realizó cuando apenas tenía el primer cuarto de siglo de su vida. Fue el 3 de octubre de 1992 en un programa de televisión. El acto es conocido: rompió la fotografía del entonces jefe del Estado Vaticano que se hacía llamar Juan Pablo II, uno de los dirigentes más reaccionarios del siglo XX de aquel estado teocrático, que es un mérito indiscutible donde hay tanto por elegir para el caso. Y acompañó a tan fantástico acto con las palabras: «¡Lucha contra el verdadero enemigo!”. No hace falta añadir que por ello fue atacada por la derecha y por la izquierda. Con ello quería denunciar la pederastia de la iglesia católica y reivindicar a sus miles de víctimas. 1992: parecía una locura, una radicalidad, una cosa propia de una mente maligna. Son cosas que se dijeron, claro, en su momento. 2023: los casos de pederastia de la iglesia católica se cuentan por centenares de miles en el mundo. Parece pues que Sinéad O’Connor ni estaba loca, ni era radical, ni tenía una mente maligna. O no tenía ninguna de estas características por haber denunciado a la iglesia católica por violaciones y abusos sexuales a menores. Solamente en Francia está documentado que en las últimas 7 décadas ha habido más de 330.000 víctimas. Víctimas sin documentar: la cifra debe ser multiplicada. Esto ya da una idea de lo que puede haber sido el conjunto de este desdichado planeta. Millones, claro.

Las ideas no merecen el menor respeto

Si alguna frase me deja realmente decepcionado es escuchar en mi facultad o en otras de mi misma universidad o en otras universidades: “Todas las ideas merecen respeto”. Dichas por estudiantes y por algunos profesores, no voy a decir nombres para no hacer más amigos. En las aulas de grado y de postgrado, y en las cantinas, y en los pasillos. En sí, no hace falta ser un fino lógico para entender que tal afirmación no se sostiene sólidamente ni tan solo de forma frágil. Frase 1: “El racismo debe condenarse”. Frase 2: “El racismo debe defenderse”. Frase 3: “Las agresiones sexuales a las mujeres deben penalizarse”. Frase 4: “Las agresiones sexuales a las mujeres forman parte de una tradición ancestral que debe respetarse”. Supongo que es innecesario entrar en detalles: las frases 1 y 2 son incompatibles, así como la 3 y la 4. ¿Merecen respeto todas estas frases que expresan ideas? ¿Se puede decir “respeto la frase 1, la 2, la 3 y la 4”? Absurdo ¿verdad? Pero no nos quedemos aquí porque todo eso es trivial. Toda idea, absolutamente toda, no merece ningún respeto. Que no merece respeto en un sentido muy preciso: toda idea debe ser discutida. Merece serlo. Toda idea, absolutamente toda. Bien es cierto que hay ideas que están muy bien fundamentadas y otras que hacen aguas por todas partes a partir del conocimiento hoy disponible. Afirmar que la Tierra es plana no está basada con la misma evidencia empírica que la afirmación de que la Tierra es el quinto mayor de los ocho planetas del sistema solar. Afirmar que hay razas superiores a otras no está basada empíricamente con la misma evidencia de que las razas no existen desde una perspectiva biogenética. Y no se trata aquí de entrar en las diferencias entre afirmaciones (y teorías) positivas y afirmaciones (y teorías) normativas porque la tesis sigue en pie: toda idea merece y debe ser discutida, ninguna respetada. Solamente las personas merecen respeto, no las ideas.

Pero he aquí que las religiones no quieren ni oir hablar de la discusión de determinadas afirmaciones peregrinas de sus dogmas. Muchas fantasías sobrenaturales que se les haya ocurrido a algún llamado santo o jerarca vaticano entra dentro de lo que llaman fe y la fe no puede discutirse. Un monumento a la irracionalidad. Y la irracionalidad trae monstruos. Así van las cosas. ¿Por qué las ideas religiosas merecen un trato especial? ¿Por qué la afirmación jamás probada de que existe un ser sobrenatural que cada uno llama de la forma que sus jefes religiosos les impone merece más respeto que la afirmación de que cualquier cosa que se diga sobre la existencia de algo debe ser probada? He soltado una liebre que no voy a perseguir. Pero sobre dioses y las teteras orbitantes: aquí.

Privilegios religiosos y partidos políticos del reino de España

Excepto EH Bildu, que yo tenga conocimiento y si hay algún caso más estaré encantado de rectificar el error, todos los partidos con representación parlamentaria en estas últimas elecciones del 23 de julio han defendido de facto los privilegios de la iglesia católica. Es decir, han abandonado cualquier traza de laicismo. La RAE, con más o menor fortuna, define al laicismo así: “Doctrina o corriente ideológica que promueve una completa independencia del Estado respecto de cualquier instancia religiosa.” Sirve para el caso. Así pues en el reino de España hay mucho trabajo práctico pendiente para cualquier defensor del laicismo por light que sea.

En un Estado como el reino de España, la religión católica y su iglesia, sucursal de un Estado teocrático que es estado soberano graciasa a la dictadura fascista de Mussolini por los pactos lateranenses de 1929, han hecho mucho daño, y si es cierto que otras creencias religiosas también lo han hecho, la evidencia de que fue religión oficial de la dictadura franquista permite afirmar que el daño es mayor que el que han realizado otras religiones, incluso contabilizando los atentados terroristas de todas en conjunto. Pero su daño no acabó con el final de la dictadura franquista. Se extiende e incluso incrementa hasta hoy. Las inmatriculaciones, los privilegios fiscales, los negocios en la educación, la sanidad, entre muchas otras, son prebendas tan inmensas y en parte conocidas, para cualquiera que quiera conocerlas, que no insistiré. Por ejemplo, aquí.Solamente la financiación pública de la iglesia católica, según la asociación “Europa laica”, se eleva a 11.000 millones de euros anuales. Con 11.000 millones se pueden hacer muchas cosas interesantes, no hace falta argumentarlo demasiado.

Sinéad O’Connor ha muerto. Pero la rotura en público de la foto del jefe de estado vaticano de 1992 y su grito de «¡Lucha contra el verdadero enemigo!» permanecen. Como símbolo, si se quiere. Contra la pederastia de la iglesia católica y contra tantas otras cosas. Al menos la pederastia de la iglesia católica empieza a estar cuantificada. Y eso ayuda un poco, si bien es verdad que dada la ausencia de oposición real a los privilegios de la iglesia católica de todos los partidos con representación parlamentaria con la excepción de EH Bildu, los defensores de un estado laico lo tienen (tenemos) difícil.

Sinéad O’Connor defendió la unidad de Irlanda, la lucha del pueblo palestino, la defensa de los derechos LGTBI, el antirracismo y la denuncia de la pederastia masiva de la iglesia católica. Merece un recuerdo respetuoso.

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