Por razones técnicas no pudimos publicar este artículo el mismo día del 78 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima por el ejército americano. Lo hacemos diez días después, recordando que cientos de supervivientes al primer impacto seguían muriendo entre terribles sufrimientos por el efecto letal de la honda expansiva y la radiación sobre sus cuerpos. En todo caso, cualquier día es bueno para reflexionar sobre la espada de Damocles que se balancea sobre la humanidad con la existencia de las armas nucleares. El 6 de agosto fue el 78 aniversario del lanzamiento de una bomba nuclear sobre la ciudad de Hiroshima. Como cada año, algunos miles de personas se concentraron en el Parque Monumento a la Paz para conmemorar tan funesto acontecimiento. ¿Por qué sigue siendo importante recordarlo 78 años después? La pérdida de la memoria es un drama para las personas que lo padecen: pérdida de identidad, una y otra vez preguntando lo mismo, una y otra vez metidas en el mismo callejón sin salida…Lo mismo sucede con los pueblos; desgraciadamente, después de cada guerra tendemos a olvidar lo que sucedió, a hacer un relato favorable a nuestros intereses o sencillamente a olvidarlo para no hacer frente a una realidad incómoda que nos cuestiona. ¿Quién se acuerda de la guerra de Afganistán, en la que participamos durante casi 20 años, invirtiendo miles de millones, para dejar un país devastado, en la hambruna, el éxodo y el odio?

La bomba de Hiroshima ha supuesto un hito para la humanidad, pues miles de personas fueron matadas instantánea y deliberadamente en lo que es, sin duda, un enorme crimen contra la humanidad. Pero, además, el uso de esta infernal bomba ha sumido a la humanidad en una loca carrera militar que supone hoy la más grave amenaza para la vida. Es importante conmemorar este acontecimiento porque nos permite abordar una tarea pendiente para un crimen de lesa humanidad como este: una comisión de la verdad que pueda acercarnos mínimamente a la justicia y a la reparación a las víctimas y, sobre todo, que nos dé luz y garantías de no repetición. Tras la rendición japonesa y la ocupación por el ejército americano, numerosa documentación sobre las bombas fue requisada y sometida a ese saco de crimen e impunidad llamado secreto militar. Los datos, las verdades o los periodistas que incomodan, se ocultan, tergiversan o silencian, con el agravante, siempre presente, de ser enemigos de la patria. Hablar de justicia tras una guerra o una situación de violencia extrema es muy difícil, pues en las guerras, aunque los propagandistas te aseguren el cielo, nadie ha sido capaz de devolver a la vida a los muertos. Para los muertos tampoco hay reparación del daño causado. La pérdida de una sola vida es un hecho irreparable. Tampoco hubo justicia para los hibakusha (personas bombardeadas) que tuvieron que soportar la revictimización al ser considerados indeseables por haber sufrido la radiación, teniendo que esconder un delito que ellos no cometieron. El objetivo último de todo proceso de memoria histórica es el de la no repetición. En el caso del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagashaki no hubo una reacción suficiente para condenarlas sin paliativos y alejar a la humanidad del peligro de semejante crueldad. Los vencedores marcan el relato del lanzamiento de la bomba atómica hasta convertirla en el arma que salvó vidas y puso fin a la II Guerra Mundial. La realidad es que inauguró una era de amenaza e incertidumbre para toda la humanidad y para el futuro de la vida en el planeta. La eliminación de todas las armas nucleares es la única garantía de no repetición de otro holocausto que podría afectar a cientos de ciudades e indirectamente a todo el planeta.

Este reto se lo tomó muy en serio “ICAN,” la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, que fue la promotora del Tratado Para la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) de Naciones Unidas, aprobado en 2017 y que entró en vigor el 22 de enero de 2021 al ser ratificado por 50 estados. España sigue sin adherirse y ratificar el TPAN. Con el fin de que el estado español lo firme, comprometiéndose a no usar, desarrollar, ensayar, producir, adquirir, poseer o almacenar armas nucleares, más de 40 organizaciones de todo el estado nos unimos en mayo de 2023 formando la Alianza por el Desarme Nuclear(https://alternativasnoviolentas.org/2023/05/27/se-presenta-la-alianza-por-el-desarme-nuclear/) con el fin de concienciar a la población y reclamar a los líderes políticos la firma del tratado. A pesar de haber contactado con los líderes de los distintos partidos, han sido pocos los que han incluido la firma del TPAN en su programa electoral. Desgraciadamente las diferencias en cuanto a políticas militaristas son mínimas en los dos partidos políticos mayoritarios. Cuesta entender que un país con casi 40 años de dictadura militar y un movimiento de insumisión al servicio militar que obligó a suspenderlo esté cayendo en graves políticas militaristas con un ingente gasto militar, cuando las necesidades sociales han aumentado con la pandemia y la precarización de los servicios públicos.

¿Qué razones puede haber para no firmar el TPAN? ( https://alternativasnoviolentas.org/2021/08/06/la-intolerable-amenaza-nuclear-a-76-anos-de-hiroshima/) ¿La amenaza nuclear es una forma justa y razonable de solucionar los conflictos? ¿Está la población más segura con gobiernos que amenazan y son amenazados con armas nucleares o con gobiernos que apuestan por el diálogo, la distensión, el respeto entre los pueblos y a los derechos humanos? ¿Qué podemos pensar de gobiernos y estados que admiten el holocausto nuclear como parte de la política de seguridad? ¿Podemos llamarles ya terroristas o debemos ser prudentes y esperar a estar calcinadas? De todo lo que prohibe el tratado ¿con qué no están de acuerdo el gobierno y los partidos políticos? Todas estas preguntas habría que hacérselas a nuestros políticos. Podemos adelantar algunas razones por las que no han firmado el TPAN:

  • Nuestra pertenencia a la OTAN y la existencia de bases americanas en territorio español condicionan la política de “defensa” de manera determinante. Casi ningún país de la OTAN ha firmado el TPAN; y que España lo firmara significaría, entre otras cosas, que las bases americanas no podrían albergar ni transitar por ellas armas nucleares, algo a lo que no está dispuesto el amigo americano. Semejante realidad es una demostración más de la falta de independencia, de la hipotecada soberanía nacional y, en definitiva, de nuestra sumisión como colonia americana. No rendir pleitesía a su bandera tiene consecuencias.
  • El complejo militar-industrial en España ha conseguido tal poderío, con importantes puertas giratorias de la política, que una decisión como la de firmar el TPAN pondría en riesgo jugosos y turbios negocios de la industria armamentista, bien entrenada en moverse en la opacidad, el chantaje y el apoyo mutuo para el expolio y el saqueo. Industrias de muerte no dan vida, solo producen beneficios, para unos pocos.
  • La mayoría de nuestros políticos no darán un paso adelante en defensa de la vida, la racionalidad y el sentido común adhiriéndose al TPAN, a menos que la ciudadanía reaccione y les niegue su voto. Triste realidad, pero realidad. Solo la lucha ha logrado que asuman algunos postulados feministas o ecologistas, tan tímidamente como las circunstancias les han permitido. Confío en que pronto llegará el día en que despertemos y nos atrevamos a decir: “ni un voto para la amenaza nuclear”, “ningún voto para la guerra”. “Para la vida TODO. Para la guerra NADA.” Una vez más debemos preguntarnos si los ejércitos nos defienden o nos atacan; son nuestros defensores o nuestros enemigos; nos dan la vida o nos chupan la sangre.

Coincidiendo con el aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, la película Oppenheimer nos devuelve a la actualidad el problema de las armas nucleares.(https://catalunyaplural.cat/es/oppenheimer-o-sobre-lo-que-no-es-necesario-hacer-ninguna-pelicula/) Más comercial que documental, se enreda en farragosos procesos que ayudan poco a una mejor comprensión del problema. Leyendo entre líneas podemos sacar algunas conclusiones:

  • Las guerras las organizan hombres sin piedad ayudados por algunos biempensantes.
  • Solo es necesario difundir y ennoblecer un fin para acabar aceptando como bueno y deseable el medio más atroz.
  • La guerra y su preparación necesitan de la colaboración de miles de personas, lo que diluye responsabilidades y adormece conciencias.
  • Nuestra seguridad está en manos de unas pocas personas desconectadas de la realidad y más pendientes de sus delirios y ambiciones que del bien común.
  • Enhorabuena a quienes han aguantado hasta el final. Su paciencia y esperanza son encomiables.

La guerra en Ucrania nos trae también a la realidad de la existencia de lo nuclear como arma de guerra, no solo por la amenaza de un conflicto nuclear entre potencias sino también por señalar como objetivos militares las centrales nucleares, con graves riesgos para la vida, por la utilización de bombas de uranio empobrecido que contaminan gravemente los territorios y afectan a las salud de la población como se ha comprobado en Irak o Serbia, por la existencia y posible uso de armas nucleares tácticas de potencia limitada… El peligroso “juego de la guerra” se nos está escapando de las manos y apenas somos capaces de ser espectadores confiados en que nuestros políticos lo solucionarán. Craso error. Estamos adormecidas en un cómodo colchón sobre un polvorín. No nos llega la amenaza, no percibimos el peligro y, por tanto, tampoco podemos hacer frente al problema. El militarismo nos tiene sometidos en una doble amenaza de inseguridad, la que nos provocan las dinámicas militares de amenaza y confrontación, y la inseguridad que nos provoca invertir en preparar la guerra, cuando carecemos de seguridad alimentaria, de acceso a la sanidad, la educación o unos servicios sociales de calidad.

Es urgente la firma del TPAN y el desarme nuclear, como sería urgente desarmar a un loco en una plaza. La solución al militarismo pasa por el desarme, pero el objetivo debe ser la desmilitarización como condición necesaria para una sociedad en la que la violencia, la amenaza, la dominación y el sometimiento de la mujer, de las personas, de los animales y de la naturaleza dejen de tener protagonismo. Poco eficaces van a ser políticas de igualdad, de defensa de la naturaleza, de protección animal, de defensa de los derechos humanos… si por otra parte alimentamos el militarismo, piedra clave de la sociedad patriarcal que nos envuelve, nos domina, nos explota y nos somete.

Puede leerse también el artículo publicado en esta misma página: España, cómplice de la amenaza nuclear.(https://www.google.com/search?sxsrf=AB5stBivQCzBygmWmtLd_9d_hc0aPZcoig:1691180521838&q=Espa%C3%B1a+complice+de+la+amenaza+nuclear.+Alternativas+no+violent

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El artículo original se puede leer aquí