Al terminar el periodo pandémico mundial, pareció haberse acabado en los países latinoamericanos un largo período en el que las poblaciones, particularmente los sectores populares, sufrieron todo tipo de privaciones, dolores y pérdidas. Un alivio social que duró muy poco pues el inicio de la invasión rusa a Ucrania, el despliegue de la primera guerra en territorio europeo en muchas décadas, y las medidas permanentes hasta hoy de coerción económica dictadas desde la OTAN al parlamento europeo y al norteamericano contra la Federación Rusa, trajeron efectos socioeconómicos “colaterales” a nivel planetario. Estas consecuencias dejan a las poblaciones de nuestro continente, expuestas a secuelas de una catastrófica crisis del neoliberalismo y la desestabilización de la civilización dominante.

Estos conflictos, sostenidos principalmente por las grandes potencias, y cuyo poder mediático es usado para someter gobiernos en su afán de expansión y posesión de territorios, negocios, recursos; cuyos efectos nocivos de todo tipo, perduran durante generaciones en la humanidad.

En este contexto, desde el año 2022 la coyuntura continental, por una parte, ha estado marcada por el desarrollo de la guerra por la invasión Rusa a Ucrania y sus efectos económicos y, por otra parte, por las intenciones, de algunos países de América que plantean la necesidad de fortalecer la unidad latinoamericana y caribeña, de articular una postura de soberanía e integración como respuesta a un mundo con tendencias cada vez más multipolares, y donde los dictámenes de Washington claramente se evidencian como antagónicos de las necesidades de los pueblos de nuestra región.

Lo relevante es que CELAC tiene una posición general y anterior a la coyuntura de esta guerra en Europa. Tal posición va en favor de la resolución de conflictos vía diplomática, y que en los casos de guerra desatada (como en este caso), su postura esta prevista: Repudiar la acción bélica e inmediatamente asumir el posicionamiento de neutralidad, desde el cual se pueda promover, sin arbitrariedades, una salida negociada políticamente del conflicto. El rompimiento de este acuerdo de neutralidad, con las declaraciones de Boric alineándose con la postura occidental, tomando partido por Ucrania y el relato de la OTAN, es lo que no se analiza en Chile.

Y estas acciones disruptivas de Chile, viene siendo una constante de desacople con la patria grande. Existen hechos que lo demuestran; desde el apoyo logístico a Gran Bretaña en el conflicto bélico de Las Malvinas; el nefasto secretariado general de la OEA de Insulza como títere de La Casa Blanca; la puesta en marcha de los acuerdos comerciales internacionales bilaterales, debilitando un posible frente común del continente en sus negociaciones comerciales con otros continentes y bloques; el veloz apoyo al grupo golpista en el derrocamiento de Hugo Chávez; entre otras acciones menos públicas.

Y hoy, seguramente desde el apadrinamiento de los socialismos en el gobierno (también conocidos como “socioslistos”, ahijados de Lagos), tales declaraciones se enmarcan en los “intereses de $hile”, generando las condiciones para que la inversión europea llegue a su única vocería literal en el continente: El Chile de Boric.

Lula le baja el perfil a los comentarios del presidente chileno, ironizando que ve a Boric como el «niño inmaduro del grupo», pero con la clara disposición política de que nuestro presidente se adecue al lineamiento explícito de la CELAC; es como si le hablara el abuelo del grupo, reforzando su posicionamiento de líder del bloque.

Frente a las acciones de occidente, como bien lo señala el presidente de Croacia, Zoran Milanovic, quien criticó proporcionar armamentos y tanques, específicamente a Ucrania, tales acciones “no hacen más que prolongar la guerra”.

Más allá que son inaceptables las acciones de ambos bandos, tanto la invasión rusa, como el rompimiento de los acuerdos sostenidos desde la Casa blanca con Gorbachov, respecto a que la OTAN no sumaría a países hacia el Este europeo; coincidimos con lo que expuso el presidente de Brasil, Lula da Silva, en la cumbre CELAC, “ahora no sirve de nada decir quién tiene razón, quién está equivocado. Ahora lo que hay que hacer es parar la guerra”, manifestando también sentirse predicando “en el desierto” a favor de la paz.

¿Pero cuáles son las formas de negociación y diálogo político que existen entre los Estados para resolver los conflictos bélicos?  En este hoy, en que se requiere dar salida a esta encrucijada humana que devela el derrotero que empuja a la humanidad hacia la caída del sistema, es absolutamente necesario el rol activo de América Latina y el Caribe, quienes han logrado mantener una paz regional relevante, comparada con los conflictos en el resto del mundo.

En “Diálogo, diplomacia y mediación en América Latina”, Mariano Aguirre señala: Para el ex subsecretario de Defensa chileno Marcos Robledo, entre 1983 y 1999 se consolidó en la región un “megarégimen regional de prevención de conflictos”, impulsado por los gobiernos democráticos que sucedieron a las violentas dictaduras de las décadas de 1960 y 1970. Un primer antecedente para la paz regional, fue el Grupo Contadora (iniciativa ante las guerras en El Salvador, Guatemala y Nicaragua en la década de 1980), modelo de negociación regional frente a la guerra y la intervención de Estados Unidos.

Contadora se basó en las raíces diplomáticas de América Latina, en las olas democratizadoras y la deslegitimación de las visiones militaristas para abrir canales de comunicación entre Estados de la región y negociar otros temas, desarrollándose un marco para la resolución pacífica de controversias y que favoreció el fortalecimiento de gobiernos sobre control de armas nucleares, químicas y bacteriológicas.

Es menester que los gobiernos latinoamericanos den cumplimiento a los acuerdos tomados en pos de la construcción de una sociedad pacífica y de un sistema cooperativo que permita el desarrollo y evolución de todas las regiones del mundo con las mismas oportunidades.

En la última cumbre de CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño) se dejó manifiesto el compromiso de los gobiernos asistentes, representado en sus presidentes, entre ellos Gabriel Boric, en miras de “avanzar con determinación en el proceso de integración, promoviendo la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de nuestros pueblos, con el propósito de que América Latina y el Caribe tenga plena conciencia de su proyección como una comunidad de naciones soberanas, capaz de profundizar los consensos en temas de interés común y contribuir al bienestar y desarrollo de la región, así como a la acuciante superación de la pobreza y las desigualdades e inequidades existentes”.

Se destaca, además, “la plena vigencia de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada en la II Cumbre de la CELAC celebrada en La Habana en enero de 2014, que reconoce a la región como una zona de paz y libre de armas nucleares en virtud de lo establecido en el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe y sus Protocolos (Tratado de Tlatelolco), sustentada en la promoción y el respeto a los Propósitos y Principios de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional, que promueve la solución pacífica de controversias, un sistema internacional basado en relaciones respetuosas de amistad y cooperación, libre de amenazas, agresiones y medidas coercitivas unilaterales contrarias al derecho internacional, en un ambiente de paz, estabilidad y justicia, a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza”

Es urgente e imperioso, dado el contexto, detener la violencia y el armamentismo en pos de salvaguardar la paz y la seguridad ciudadana para alcanzar un desarrollo sostenible. Esto va intrínsecamente relacionado con el fortalecimiento de un estado de derecho, con instituciones efectivas, eficientes y transparentes, con liderazgos comprometidos y políticas sociales incluyentes que protejan a las personas más vulnerables, los grupos menos
favorecidos y aquellos que históricamente no han sido atendidos, bajo una mirada de resiliencia y sostenibilidad.

En síntesis, la postura a reforzar es a un llamado enérgico para que se detengan las hostilidades y sus consecuencias nefastas en pérdidas de vidas humanas e infraestructura, y que se coloquen en marcha las mesas de trabajo para encontrar las salidas diplomáticas y políticas a este conflicto bélico.
Alto al fuego y solución diplomática ¡AHORA!

 

Redacción colaborativa de M. Angélica Alvear Montecinos; Sandra Arriola Oporto; Ricardo Lisboa Henríquez; Guillermo Garcés Parada y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Pública