Presentamos aquí la Carta a los Capellanes Castrenses y su introducción, en la traducción de Lucía Alba Martínez, tomada de Rebelión. Escrita por Don Milani en la Italia de 1965, tiene, sin embargo, una actualidad brutal. Si cambiamos nombres, lugares, fechas y guerras, su denuncia y su mensaje sigue teniendo el mismo valor, actualidad y enseñanza. Añadimos al final una nota sobre el Arzobispado Castrense en España.

El texto que publicamos en estas paginas le costo a don Lorenzo Milani, párroco de la minúscula y paupérrima aldea de Barbiana, en el Mugello (Italia), un proceso por apología de delito. Escrito en febrero de 1965, está dirigido a los capellanes castrenses toscanos que, en un comunicado, habían definido la objeción de conciencia (hasta 1972 asimilada al desacato y a la deserción) “ajena al mandamiento cristiano del amor” y “expresión de vileza”. El mismo Milani contó más tarde que un recorte de periódico con el comunicado de los capellanes le había sido entregado por un amigo mientras estaba, como siempre, con sus chicos: la actividad casi exclusiva del párroco en Barbiana era, en efecto, esa escuela popular (activa “doce horas al día, 365 días al año”) que produciría poco después la “Carta a una maestra”, el más radical panfleto contra la escuela de clase jamás escrito en Italia. El desdén de los chicos por el hecho de que ninguna autoridad, ni civil ni religiosa, hubiese reaccionado al pronunciamiento de los capellanes refuerza en el párroco la decisión de intervenir. De las investigaciones y los estudios hechos con sus escolares nace la Carta a los capellanes castrenses, primero impresa y difundida en mil copias, y después recogida en Rinascita, el periódico semanal del Partido Comunista Italiano. Estalla un escándalo: una campaña de prensa denigratoria y hostil, una lluvia de cartas anónimas, la amenaza de suspensión “a divinis” para Milani, la denuncia penal para Milani y el director de Rinascita, Luca Pavolini. Milani se autodefiende en una famosa Carta a los jueces. Ambos imputados son absueltos en primera instancia “porque el hecho no constituye delito”. En el tribunal de apelación Pavolini será condenado a cinco meses y diez días, mientras que en el caso del párroco “el delito se extingue por muerte del acusado”: Lorenzo Milani había muerto de cáncer de pulmón a los 44 años, el 26 de junio de 1967.

 

Carta a los capellanes militares

Lorenzo Milani. 1965

Desde hace tiempo venía pensando en invitaros a uno de vosotros a hablar a mis chicos de vuestra vida. Una vida que los chicos y yo no entendemos. Pero nos habría gustado hacer un esfuerzo por entenderos y sobre todo preguntaros cómo habéis afrontado algunos problemas prácticos en la vida militar. No he tenido tiempo para organizar este encuentro entre vosotros y mi escuela.

Yo lo habría querido privado, pero ahora que vosotros habéis roto el silencio, y además en un periódico, no puedo evitar haceros esas mismas preguntas públicamente. Primero, porque habéis insultado a ciudadanos que nosotros y muchos otros admiramos. Y nadie, que yo sepa, os había llamado a opinar. A menos que pensemos que el solo ejemplo de esa heroica coherencia cristiana suya quema dentro de vosotros alguna incertidumbre interior vuestra. Segundo, porque habéis usado, con extrema ligereza y sin aclarar su dimensión, palabras que son más grandes que vosotros.

Al contestarme sabed que la opinión publica es hoy más madura que en otros tiempos y que no se contentará ni con el silencio por vuestra parte ni con una respuesta genérica que evada las preguntas concretas. Palabras sentimentales y vulgares insultos a los objetores o a mi no son argumentos. Si tenéis argumentos será un placer tenerlos en cuenta o revisar los míos si, con la prisa de escribi,r se me hubieran escapado cosas equivocadas.

No voy a discutir la idea de Patria en sí. No me gustan estas divisiones. Pero si vosotros ,tenéis derecho a dividir el mundo en italianos y extranjeros entonces os diré que, en vuestro sentido, yo no tengo Patria y reclamo el derecho a dividir el mundo en desheredados y oprimidos por un lado, privilegiados y opresores por otro. Los unos son mi Patria, los otros mis extranjeros. Y si vosotros tenéis derecho, sin ser reclamados por la Curia, a enseñar que italianos y extranjeros pueden lícita y, aún mas, heroicamente, descuartizarse unos a otros, entonces yo reclamo el derecho a decir que también los pobres pueden y deben combatir a los ricos. Y por lo menos en la elección de los medios soy mejor que vosotros: las armas que vosotros aprobáis son horribles maquinas de matar, mutilar, destruir, hacer huérfanos y viudas. Las únicas armas que yo apruebo son nobles y desprovistas de crueldad: la huelga y el voto.

Tenemos por lo tanto ideas muy diferentes. Puedo respetar las vuestras si las justificarais a la luz del Evangelio o de la Constitución. Pero respetad también vosotros las ideas de los demás. Sobre todo si son hombres que por sus ideas pagan con su vida. Por supuesto admitiréis que la palabra Patria ha sido mal utilizada muchas veces. A menudo no es mas que una excusa para creerse dispensados de pensar, de estudiar historia, de elegir, cuando es necesario, entre la Patria y valores mucho mas altos que ella. No quiero, en esta carta, referirme al Evangelio. Es demasiado fácil demostrar que Jesús estaba en contra de la violencia y que para sí mismo no aceptó ni siquiera la legítima defensa.

Haré referencia, mas bien a la Constitución. Articulo 11 – “Italia repudia la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de los otros pueblos…” Articulo 52 – “La defensa de la Patria es un deber sagrado de cada ciudadano…”

Midamos con este metro las guerras a las cuales ha sido llamado el pueblo italiano en un siglo de historia. Si viéramos que la historia de nuestro ejército está toda entretejida de ofensas a las patrias de los demás, tendréis que aclararnos si, en esos casos, los soldados debían obedecer u objetar según el dictado de su conciencia. Y después deberíais explicarnos quién defendió más la Patria y el honor de la Patria: los que objetaron o los que, obedeciendo, hicieron nuestra Patria odiosa ante todo el mundo civilizado.

Basta de discursos altisonantes y genéricos. Id a lo práctico. Decidnos exactamente lo que les habéis enseñado a los soldados. ¿La obediencia a toda costa? ¿Y si la orden fuera el bombardeo de civiles, una acción de represalia contra un pueblo inerme, la ejecución sumaria de los partisanos, el uso de las armas atómicas, bacteriológicas, químicas, la tortura, la ejecución de rehenes, los procesos sumarios por simples sospechas, la depuración física (elegir al azar a algn soldado de la Patria y fusilarlo para inducir terror a los otros soldados de la Patria), una guerra de evidente agresión, la orden de un oficial rebelde al pueblo soberano, la represión de las manifestaciones populares?

Y sin embargo estas cosas y muchas otras son el pan cotidiano de todas las guerras. Cuando han ocurrido delante de vuestro ojos, o habéis mentido o habéis callado. ¿O queréis hacernos creer que habéis dicho siempre la verdad a la cara de vuestros “superiores”, desafiando la cárcel o la pena de muerte? Si aún estáis vivos y conserváis la graduación, es señal de que nunca habéis objetado a nada. Y habéis dado prueba de ello demostrando en vuestro comunicado que no tenéis ni la noción más elemental del concepto de objeciòn de conciencia.

No podéis no pronunciaros sobre la historia de ayer si queréis ser, como debéis ser, los guías morales de nuestros soldados. Además, la Patria, es decir nosotros, os pagamos u os hemos pagado también por esto. Y si mantenemos a un precio caro el ejército, (un billón al año) es sólo para que defienda, con la Patria, los altos valores que este concepto contiene: la soberanía popular, la libertad, la justicia. Y en ese caso (con arreglo a la experiencia histórica) urgía más que educaseis a nuestros soldados en la objeción que en la obediencia.

La objeción, en estos 100 años de historia, la han conocido demasiado poco. La obediencia, para desgracia suya y del mundo, la han conocido incluso demasiado. Recorramos juntos la historia. En cada caso nos diréis de qué parte estaba la Patria, hacia dónde había que disparar, cuándo había que obedecer y cuándo había que objetar.

1860. Un ejército de napolitanos, embebidos de la idea de Patria, intentó arrojar al mar a un puñado de bandidos que asaltaba su patria. Entre esos bandidos había varios oficiales napolitanos, desertores de su Patria. Para ser más exactos, fueron los bandidos los que ganaron. Ahora cada uno de ellos tiene, en alguna plaza de Italia, un monumento como héroe de la Patria (1). A 100 años de distancia, la historia de repite: Europa está a las puertas. La Constitución está preparada para recibirla: “Italia consiente las limitaciones de soberanía necesarias…”. Nuestros hijos se reirán de vuestro concepto de Patria, así como todos nos reímos de la Patria Borbónica. Nuestros nietos se reirán de Europa. Los uniformes de los soldados y de los capellanes castrenses los verán sólo en los museos.

La guerra que siguió a 1866 fue otra agresión. Es más, había habido un acuerdo con el pueblo más pendenciero y belicista, para agredir juntos a Austria (2) .

Fueron agresiones, claro, las guerras (1867-1870) contra los romanos, los cuales no amaban mucho su segunda Patria; tan poco que no la defendieron. Pero tampoco amaban mucho a su nueva Patria, la que los estaba agrediendo, tan poco que no se levantaron para facilitarle la victoria. El Gregorivius explica en su diario: “La insurrección anunciada para hoy ha sido aplazada a causa de la lluvia” (3).

En 1898 el Rey “Bueno” honró con la Gran Cruz Militar al general Bava Beccaris por sus méritos en una guerra que esta bien recordar. El adversario era una multitud de mendigos, que esperaban la sopa delante de un convento en Milán. El General los abatió a golpes de cañón y de mortero, sólo porque los ricos (entonces como hoy) exigían el privilegio de no pagar los impuestos. Querían sustituir el impuesto sobre la polenta con algo peor para los pobres y mejor para ellos. Tuvieron lo que querían. Los muertos fueron 80, los heridos innumerables. Entre los soldados no hubo ni un herido ni un objetor. Terminado el servicio volvieron a casa a comer polenta. Poca, porque se había vuelto más cara (4). Y sin embargo los oficiales siguieron obligándoles a gritar “Savoia” incluso después de llevarlos a agredir dos veces (1896 y 1935) a un pueblo pacífico y lejano que, sin duda no amenazaba las fronteras de nuestra Patria (5). Era el único pueblo negro que aún no había sido apestado por la peste del colonialismo europeo. Cuando luchan blancos y negros, ¿estáis con los blancos? ¿No os basta con imponernos la Patria Italia? ¿También queréis imponernos la Patria Raza Blanca? ¿Sois de esos curas que leen La Nazione? Tened cuidado porque ese periódico considera la vida de un blanco más valiosa que la de 100 negros. ¿Habéis visto cómo ha resaltado el asesinato de 60 blancos en Congo, olvidando describir la espantosa matanza de negros que tenía lugar al mismo tiempo y buscar los responsables aquí en Europa? Ídem para la guerra de Libia (6).

Después llegamos al 1914. Italia agredió a Austria, con la cual esta vez estaba aliada. ¿Battisti era un patriota o un desertor? Es un pequeño detalle que hay que aclarar si queréis hablar de Patria. ¿Les habéis dicho a vuestros chicos que esa guerra se podía evitar, que Giolitti tenía la certeza de poder obtener gratis lo que después se obtuvo con 600 mil muertos? ¿Que la abrumadora mayoría de la Cámara estaba con él (450 de 508)? ¿Era por lo tanto la Patria la que llamaba a las armas? Y si así era, ¿no llamaba tal vez a una “inútil masacre?” (la expresión no es de un vil objetor de conciencia sino de un Papa canonizado) (7).

Era en 1922 cuando había que defender a la Patria agredida (8). Pero el ejército no la defendió. Se quedó esperando órdenes que no llegaron. Si sus curas hubieran enseñado a guiarse por la Conciencia en vez de por la Obediencia “ciega, pronta, absoluta” ¿cuántos males se le habrían evitado a la Patria y al mundo? (50 millones de muertos)?Así la Patria terminó en manos de un puñado de criminales, que violó toda ley humana y divina y, llenándose la boca con la palabra Patria, condujo a la Patria a la ruina. En esos trágicos años esos sacerdotes, que sólo tenían en la mente y en la boca la palabra sagrada “Patria”, esos que nunca habían querido profundizar en el significado de esa palabra, esos que hablaban como habláis vosotros, hicieron un daño inmenso a la Patria (y, dicho sea de paso, deshonraron también a la Iglesia).

En el 1936 cincuenta mil soldados italianos se encontraron embarcados en una nueva agresión: habían recibido la carta de reclutamiento para ir “voluntarios” a agredir al infeliz pueblo español. Habían corrido en ayuda de un general traidor a su Patria, rebelde a su legítimo gobierno y al pueblo soberano. Con la ayuda italiana y al precio de un millón y medio de muertos, consiguió obtener lo que querían los ricos: bloqueo de los salarios y no de los precios, abolición de la huelga, de los sindicatos, de los partidos, de toda libertad civil y religiosa. Todavía hoy, desafiando al resto del mundo, ese general rebelde encarcela, tortura, mata (es más, agarrota) a todo el que sea culpable de haber defendido entonces la Patria o de intentar salvarla hoy. Sin la obediencia de los “voluntarios” italianos todo esto no habría ocurrido. Si en esos tristes días no hubiera habido italianos también del otro lado, no podríamos mirar a la cara a un español. Para concretar, estos últimos eran italianos rebeldes y exiliados de su Patria. Gente que había objetado. ¿Les habéis dicho a vuestros soldados lo que tienen que hacer si les toca un general como Franco? ¿Les habéis dicho que a los generales desobedientes a su pueblo soberano no hay que obedecerles?

Del 1939 en adelante fue un desastre: los soldados italianos agredieron, una después de otra, seis Patrias que, desde luego, no habían atentado contra la suya (Albania, Francia, Grecia, Egipto, Yugoslavia, Rusia). Era una guerra que tenía para Italia dos frentes. Uno contra el sistema democrático. Otro contra el sistema socialista. Eran y son, por ahora, los dos sistemas políticos más nobles que la humanidad haya dado. El uno, representa el más alto intento de la humanidad de dar, también en esta tierra, libertad y dignidad humana a los pobres. El otro, el más alto intento de la humanidad de dar, también en esta tierra, justicia e igualdad a los pobres. No os esforcéis en responder acusando a uno u otro sistema de sus vistosos defectos y errores. Sabemos que son cosas humanas. Decidnos más bien qué pasaba a este lado del frente. Sin duda el peor sistema político que opresores sin escrúpulos hayan podido nunca imaginar. Negación de todo valor moral, de toda libertad salvo para los ricos y para los malvados. Negación de toda justicia y de toda religión. Propaganda del odio y exterminio de inocentes. Entre otros, el exterminio de los judíos (la Patria del Señor dispersa por el mundo y sufriente).¿Qué tenía que ver la Patria con todo esto? ¿Y qué significado pueden tener ya las Patrias en guerra, habida cuenta que la última fue un conflicto de ideologías y no de Patrias?

Pero en estos cien años de historia ha habido también una guerra “justa” (si es que la guerra justa existe). La única que no fue una ofensa a las otras Patrias sino defensa de la nuestra: la guerra partisana. De un lado estaban los civiles; del otro los militares. Por un lado, soldados que habían obedecido; por el otro, soldados que habían objetado. ¿Cuáles de los dos contendientes eran, según vosotros, los “rebeldes”, cuáles los ”regulares”? Es una noción que es urgente aclarar cuando hablamos de Patria. En el Congo por ejemplo, ¿cuáles son los “rebeldes”? Después, por la gracia de Dios, nuestra Patria perdió la injusta guerra que había desencadenado. Las Patrias agredidas por nuestra Patria consiguieron echar a nuestros soldados. Por supuesto hay que respetarlos. Eran campesinos infelices u obreros transformados en agresores por la obediencia militar. Esa obediencia militar que los capellanes exaltáis sin siquiera un “distingo” que os reconecte con la palabra de San Pedro: “¿Se debe obedecer a los hombres o a Dios?”. Entre tanto seguís injuriando a los pocos valientes que terminaron en la cárcel por hacer como hizo San Pedro. En muchos países civilizados (más civilizados en esto que el nuestro) la ley los honra permitiéndoles servir a la Patria de otra forma.
Piden sacrificarse por la Patria más que los demás, no menos. No es culpa suya si en Italia no tienen otra elección que la de servirla ociosos en la cárcel.

En todo caso también en Italia hay una ley que reconoce una objeción de conciencia. Es justamente ese Concordato que vosotros queríais celebrar. Su tercer artículo consagra la fundamental objeción de conciencia de los obispos y de los curas. En cuanto a los otros objetores, la Iglesia no se ha pronunciado ni contra ellos ni contra vosotros. La sentencia humana que los ha condenado sólo dice que han desobedecido la ley de los hombres, no que sean viles. ¿Quién os autoriza a echar más leña al fuego? Y además, al llamarlos viles, ¿no se os ha ocurrido pensar que nunca se ha oído decir que la vileza es patrimonio de pocos y el heroísmo patrimonio de la mayoría? Esperad antes de insultarles. Mañana tal vez descubráis que son profetas. Ciertamente el lugar de los profetas es la cárcel, pero no es bonito estar de parte de quien los encierra. Si nos decís que habéis elegido la misión de capellanes para asistir a heridos y moribundos, podemos respetar vuestra idea. Incluso Gandhi de joven lo hizo. Más maduro condenó duramente su error juvenil. ¿Habéis leído su vida? Pero si nos decís que el rechazo a defendernos a nosotros mismos y a los nuestros según el ejemplo y la voluntad del Señor es “ajeno al mandamiento cristiano del amor”, ¡entonces no sabéis de qué Espíritu sois! ¿Qué lengua habláis? ¿Cómo podríamos entenderos si usáis las palabras sin sopesarlas? ¡Si no queréis honrar el sufrimiento de los objetores, por lo menos callaos!

Deseamos, por lo tanto, todo lo contrario de lo que deseáis vosotros: deseamos que termine por fin toda discriminación y toda división de Patrias en relación con los soldados de todos los frentes y de todos los uniformes, que muriendo se han sacrificado por los sagrados ideales de Justicia, Libertad y Verdad. Respetamos el sufrimiento y la muerte, pero frente a los jóvenes que nos miran no hagamos peligrosas confusiones entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, entre la muerte de un agresor y la de su víctima. Digamos, si queréis: recemos por esos infelices que, envenenados sin culpa por una propaganda de odio, se han sacrificado sólo por el malentendido ideal de la Patria, pisoteando, sin apercibirse de ello, todo otro noble ideal humano.

Notas
– (1) Don Milani se refiere a la conquista del reino borbónico de las Dos Sicilias por parte de las fuerzas garibaldinas al servicio del reino de Cerdeña y del rey Víttorio Emanuele II, en el marco de lo que sería finalmente la unificación de Italia. La conquista fue posible gracias a la deserción de una parte considerable del ejército borbónico.
– (2) La llamada Tercera Guerra de Independencia, en la que la Italia monárquica de Víctorio Emanuele de Saboya se unió en alianza con la Prusia de Bismarck en la guerra que éste desencadenó contra Austria.
– (3) Las campañas que llevaron a incorporar a la Italia unificada el Reino de la Iglesia, y a conquistar Roma para convertirla en la capital del nuevo Estado.
– (4) Fiorenzo Bava Beccaris, feroz general ultramonárquico italiano, responsable de la brutal represión de las revueltas milanesas de mayo de 1898 conocidas como “la protesta del estómago”. El rey Umberto I lo condecoró por sus crímenes.
– (5) Se refiere a las dos guerras de conquista libradas por Italia contra Etiopía.
– (6) Desde 1911 hasta 1943 Italia ocupó colonialmente Libia, donde mató a unos 100.000 nativos.
– (7) El 24 de mayo de 1915 Italia entró en la Primera Guerra Mundial al lado de Inglaterra y Francia, tras haber firmado un mes antes un pacto secreto por el cual abandonaba la neutralidad demandada por la mayoría parlamentaria y por la población italiana. Giolitti, cinco veces primer ministro, encabezaba la oposición al gobierno de Antonio Salandra. Cesare Battisti, héroe nacional, nació en el Trentino todavía austriaco, desertó a Italia en 1914 y combatió al lado de ésta en la Primera Guerra Mundial, siendo capturado y ejecutado por los austriacos en 1916.
– (8) Año de la Marcha sobre Roma, que marcó el inicio de la dictadura fascista de Mussolini en Italia.

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NOTA de Alternativas Noviolentas

Todas las religiones – predicadoras de la paz, pero al servicio del poder – legitiman matar y morir en defensa de dioses, patrias y valores, y aseguran la salvación, el paraíso y el reconocimiento como mártires, héroes y modelos a las víctimas. Lo vemos en la historia. Cristianos, ortodoxos, musulmanes… Parece anacrónico, pero ahí está Kirill, el patriarca ruso, proclamando que morir en la guerra “lava todos los pecados”; obispos y militares bajo palio; soldados en oficios religiosos en campaña: o el Arzobispado Castrense de España, con su propia Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas, en Madrid, según el vigente Concordato de 1979, con seminario y capellanes propios, y pagados con dinero público.

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