Cuando Cristina Fernández de Kirchner convoca a los hijos de la generación diezmada para tomar la posta está interpelando a nuevos protagonistas a hacerse cargo de construir un futuro para nuestro pueblo. Porque es evidente hoy la necesidad de un trasvasamiento generacional en la política argentina. Un proceso social avanza en determinado momento histórico, se transforma progresivamente, con un indispensable recambio generacional. Cristina percibe el fenómeno y, según sus últimos movimientos, parece apuntar a acompañar esta demanda del presente histórico del país. 

La dialéctica generacional es el motor de la historia, plantea Silo en sus Cartas a mis amigos : “una dialéctica generacional se establece entre las ´franjas´ más contiguas que tratan de ocupar la actividad central, el presente social, de acuerdo a sus intereses y creencias. Es la temporalidad social interna la que explica estructuralmente el devenir histórico en el que interactúan distintas acumulaciones generacionales”. Que una nueva generación tome la posta no sólo en el poder político, sino en las instituciones, en las organizaciones, en los espacios de militancia generará que los movimientos sociales y fuerzas políticas progresistas, kirchneristas, nacionales y populares del país podrán adaptarse crecientemente a los desafíos y demandas que la sociedad argentina requiere al llegar a este primer cuarto de siglo XXI.

Cuando no hay un trasvasamiento generacional los procesos se cristalizan, caminan hacia la extinción o la deformación del propósito que les dio origen. Cuando la dinámica generacional queda trunca, una sociedad, una organización, un movimiento no avanza. Tanto si la anterior generación se obsesiona por atornillarse en los espacios de decisión, como si una generación se estanca en la apatía, el desinterés, la no-participación, ese proceso histórico se envejece y se cristaliza, porque no se basa en nuevos valores, sensibilidades y visiones para los escenarios politico-sociales del presente y del futuro. 

En 2003 con la asunción de Néstor Kirchner en la presidencia surgieron junto a él nuevos protagonistas que pisaron fuerte en el poder político del Ejecutivo nacional, fue un momento de recambio generacional, quedando atrás quienes habían gobernado el país en las décadas del ochenta y noventa. En ese momento, Kirchner aseguró en su discurso de asunción en el Congreso, que él pertenecía a la generación diezmada «castigada con dolorosas ausencias», en clara alusión a los coetáneos de los 30 mil detenidos-desaparecidos por la dictadura militar. Hoy, 20 años después, el país se encuentra nuevamente en un punto de bisagra. Acá es que Cristina expresa que espera que los hijos de la generación diezmada tomen la posta. Por tanto que referentes como Wado De Pedro, Axel Kicillof, Máximo Kirchner y otros tantos hombres, mujeres y diversidades militantes se conviertan en quienes tomen el “bastón de mariscal” como plantea Cristina, es clave para el progreso histórico de los movimientos sociales populares realmente transformadores.

Esos referentes podrán llegar más directamente con su sensibilidad, discurso, propuestas a la generación que hoy está en los 20 años de edad. Una generación que parece encontrarse en la búsqueda de nuevos proyectos que la convoquen, la enamoren, la involucren, le hagan despertar sentimientos. Ojalá los mejores sentimientos convicción, de amor por la Patria, por los otros seres humanos, y no sean convocados por el odio y el resentimiento, como están haciendo -y lamentablemente logrando con peligroso éxito- los ultraliberales.

Los referentes de la derecha como Macri, Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich pertenecen a una vieja generación de la política argentina que busca atornillarse en el poder. El recambio generacional para los sectores conservadores, del poder real, parece apuntar a Javier Milei, algo aún peor, más extremo en su discurso violento y ultraliberal. 

Son esos hoy los dos polos de la nueva generación en la lucha por acceder a los espacios de decisión política y por tanto influir en la dirección del país. Se encuentran en disputa los valores, visiones y creencias de ese recambio generacional, con la derecha y los sectores conservadores por un lado, y el movimiento peronista, progresista y popular por otro, en abierta contienda por el futuro de nuestro pueblo. 

Ese motor histórico se manifiesta actualmente en marcha, necesitamos imperiosamente desde los movimientos sociales populares humanizadores impulsar lo más progresivo, humano, no-violento, de este recambio generacional para así construir un futuro de dignidad para las nuevas generaciones que nos sucederán en la posta histórica.