Intervención de Philippe Moal (Observatorio de la no-violencia)

Buenas tardes a todos,

Quiero dar las gracias a Multimages, a los organizadores del Festival del libro por la Paz y la Noviolencia y a sus participantes, así como a los invitados con los que comparto esta mesa redonda.

Dado que mi intervención es virtual y simultáneamente traducida (gracias a la traductora Cristina Vernizzi), voy a hacer una presentación que no será larga, con el riesgo de ser un poco esquemática.

Empezaré recordando brevemente que el cambio social y el desarrollo personal son dos caras de la misma moneda en cualquier proyecto de noviolencia. Luego haré un breve recorrido histórico en relación con el proceso de la violencia y, finalmente, plantearé una propuesta de compromiso, una especie de manifiesto, con la sociedad violenta en la que vivimos.


Primer punto

Son necesarios cambios fundamentales en el sistema actual, empezando por la denuncia y el rechazo de la violencia, sea cual sea su forma. Pero, al mismo tiempo, necesitamos trabajar sobre nosotros mismos, para ser coherentes con nuestra crítica al sistema, para empezar. Es decir, acompañar la crítica con la autocrítica de las propias ideas, valores, creencias y prejuicios, por ejemplo.

De este modo, la postura no violenta se sitúa a equidistancia entre dos realidades: la de la sociedad en la que vivimos y la de nuestra propia conducta individual, porque la violencia, como sabes, se infiltra tanto en la vida colectiva como en la personal.

Segundo punto

Según los especialistas, la violencia organizada apareció hace unos 12.000 años, al mismo tiempo que la sedentarización, el comercio a larga distancia y la metalurgia, que instrumentalizo las primeras guerras.

Pasamos de ser pacíficos cazadores-recolectores a otra condición humana, y el patriarcado fue tomando el relevo de la larga tradición matriarcal, cuyos orígenes y carácter no beligerante son hoy objeto de numerosas e interesantes investigaciones.

Y hace 6.000 años, siempre según los expertos, se impuso definitivamente el patriarcado.

Hace 3.700 años, frente a la violencia indiscriminada, frente a la justicia por mano propia, las autoridades mesopotámicas introdujeron el Código de Hammurabi, que otorgaba a las autoridades, y sólo a ellas, el derecho a usar la violencia y el derecho a impartir justicia.

Pero, a cambio, como la violencia permitía resolver y reparar legalmente los conflictos, se legitimó y podemos pensar que, en ese preciso momento, se convirtió en algo normal y natural en la mente de la gente.

Hace 2.000 años, los romanos decían «Si vis Pacem, para bellum», «si quieres la paz, prepara la guerra». No digo que haya una relación causa-efecto, pero lo que siguió fueron 2 milenios de guerras, invasiones, colonizaciones y todos los horrores del punto de vista de la violencia.

Hoy, gobiernos, que hablan mucho de democracia, lo que suscita sospechas sobre su práctica, y más que sospechas, están interpretando las tesis de Max Weber para justificar su derecho a utilizar la violencia. Utilizan la fuerza brutal para reprimir a los millones de personas que se manifiestan en todo el mundo contra sus decisiones arbitrarias, basadas sobre todo en criterios económicos.

Los poderes están dando ejemplo. El modelo repercute hasta en la base social. El dinero se ha convertido en el denominador común de la violencia, ya sea física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o institucional.

Legalmente reservada a las autoridades, la violencia ha tomado las calles, las escuelas, los lugares de culto, los medios de transporte, etcétera. Vuelve a ser indiscriminada. De vuelta por donde vinimos.

Tercer punto

Hemos entrado en la era de la cultura de la violencia, y frente a esta cultura dominante, asociada al todo-economía, podemos, por experiencia, plantear la siguiente ecuación: la cultura del dinero = la cultura de la violencia.

Hace 50 años, la contracultura en el mundo del arte, la música, la literatura e incluso la militancia revolucionó los marcos conservadores y escleróticos de la época.

Hoy se necesita una nueva contracultura, esta vez global, y planteamos una nueva ecuación: la Contracultura a la violencia = la Cultura de la Noviolencia = la Cultura de la Conciencia.

¿Por qué? Porque sabemos que una persona con la conciencia alterada es capaz de las peores atrocidades, y también sabemos que algunas personas son capaces de explotar, discriminar, imponer violentamente sus ideas y creencias, e incluso matar, con la conciencia tranquila.

La cultura de la no violencia consiste, pues, en orientar nuestra propia conciencia. Teniendo esto en cuenta, he aquí algunas propuestas, a desarrollar y ampliar, por supuesto:

  • Colocar al ser humano como valor central en la sociedad,
  • Desafiar la noción de que la violencia es una forma útil de resolver conflictos,
  • Presentar la guerra como un crimen contra la humanidad, antes de hablar de crímenes de guerra,
  • Liberar a los demás y a nosotros mismos de las condiciones objetivas que crean dolor y sufrimiento,
  • Hacer indisociables el yo y el nosotros, como criterio de emancipación social,
  • Promover la rehabilitación y la reconciliación con el pasado, con uno mismo y con el enemigo,
  • Cultivar el compartir y la ayuda mutua como valores fundamentales de la humanidad,
  • Reivindicar la cualidad empática en todos los seres humanos,
  • Comunicar sobre la base única de la paridad y la complementariedad.

Estas son sólo algunas de las ideas que quería compartir con ustedes.

Gracias por su escucha.